sábado, 17 de marzo de 2012

Elecciones nacionales: ¿prueba de fuego?*


José Julián Hernández C.

La escogencia de Henrique Capriles como candidato presidencial de la unidad democrática ilustra y pone al alcance elementos para afrontar las contiendas venideras; en particular la que supondrá, el 7 de octubre: desafiar el andamiaje hegemónico del colectivismo rentista. Sin embargo, la convocatoria, los electores, el marco de la campaña y el ambiente preponderante en el país serán diferentes y, en buena medida, discordantes respecto a los que prevalecieron durante las elecciones primarias del pasado 12 de febrero.





Acomodos en perspectiva

Contenidos difundidos durante las primarias, así como no pocos de los atributos del talante de Capriles y su mensaje, seguirán siendo válidos en perspectiva del 7 de octubre. La pregunta es: ¿cuántas adaptaciones serán necesarias para ajustarse a las nuevas exigencias de la campaña presidencial, y cómo y con cuáles nuevos dispositivos y códigos se podrá atravesar el universo de votantes para que se sientan concernidos por la necesidad de cambio? Además, ¿cómo colocar un grado de confianza que venza el miedo y desate los nexos de vasallaje que aún prevalecen como base de la relación entre el “oficialismo” y los electores desilusionados o “no alineados”?

Lo único que en este sentido podemos dar como “seguro”, por lo pronto, es insistir en la convocatoria a la concordia entre los venezolanos y seguir enfocados en una oferta competitiva y creíble que le dispute al chavismo el terreno real e imaginario de las opciones y vías posibles para solucionar los graves problemas que aquejan a la sociedad. Si a esto sumamos el valor de la moderación y la serenidad que son particulares al perfil de Capriles, se estaría apuntando a lo esencial: atenuar la polarización que, sin duda, favorece a la oposición.

La fórmula del éxito

La política prevaleció en las primarias. Todo el que votó lo hizo buscando la opción política con mejores condiciones para derrotar al gobierno en la elección presidencial. Esa opción fue escogida por varias razones: liderazgo fresco y sereno que deslinda del pasado; alianzas regionales (con gobernadores) que proyectaron fortaleza y coherencia con el tipo de liderazgo presentado; la oferta de renovación política y generacional (apuntalada por la liga con Leopoldo López); y la exposición pública de una figura conocida y con experiencia que era capaz de mostrar resultados de gestión gubernamental. El soporte de partidos organizados de ascendencia nacional o de arraigo regional aportó ideas, bríos y logística que resultaron cardinales para el triunfo. Es en este orden de importancia que se puede explicar el encuentro de imágenes y procesos sobre los cuales era probable establecer, con un diseño adecuado de campaña, una comunicación dentro del universo de los votantes opositores para que surgiera una “fórmula” sólida y exitosa de lo que inicialmente era sólo potencial.

Es probable que el deseo de la gente de reducir la confrontación (la peleadera como obstáculo para resolver los problemas) y de “explorar” a través de una figura contrapuesta al conflicto, y por tanto a la polarización, jugaron en una integración de subjetividades (no precisadas aún) que, sólo asimiladas a los factores ya apuntados, contribuyeron a dirigir la mirada de los electores hacia Capriles.

La prueba de fuego

Capriles no ganó las primarias por su oferta programática ni por los componentes suaves o religiosos de la imagen proyectada con el fin de romper la polarización. De manera que la puesta en escena de estos contenidos y símbolos durante las primarias, aún no han recibido la prueba de fuego en un escenario de electores no opositores. La puesta en escena sirvió para posicionar unas ideas e imágenes que se presume tendrán calado en el escenario de la elección presidencial; ese es su mérito fundamental. Los diseños de campaña tales como “Venezuela tiene más futuro que pasado” y “el autobús del progreso”, captaron los deseos y aspiraciones de los votantes, pero en un contexto muy particular marcado por una necesidad de reconocimiento (confianza, respeto, éxito). Pero el escenario electoral del 7 de octubre obliga a que los significantes “progreso” y “futuro”, entre otros, se conviertan en referentes que conecten con necesidades y aspiraciones directas y sentidas de la gente. Así se ensayó cuando el “progreso” fue asociado a empleo y educación. Ahora, puede que en el escenario de la campaña por la presidencia que estará fuertemente ideologizado e intervenido por el gobierno con dispositivos populistas, efectistas e intimidantes, no funcione una asociación simple de elementos con un electorado amplio que estará interferido en su posibilidad de valorar la necesidad del cambio y, en consecuencia, de conectar “progreso” o “futuro” con la urgencia de una renovación que, además, pueda ser percibisa como social y políticamente incluyente.

Aprendizajes y desafíos

De allí la importancia de valorar la experiencia de las primarias en cuanto a la compresión de un entramado complejo de factores que se disponen con cierto orden y prelación. Vislumbrar ese entramado hacia el 7 de octubre y asimilar y reajustar lo aprendido lleva a considerar tres campos de problemas: 
1) la implantación de mensajes que enlacen los significantes (“autobús del progreso”, entre otros) con distintos niveles de necesidades de la gente (básicas, de seguridad y reconocimiento); 
2) poner en discusión saberes alternativos que forjen en la población nuevos relatos e imágenes sobre asuntos medulares en las expectativas de las personas, tales como abastecimiento, inflación, participación, descentralización y empleo; y 
3) el escenario de la elección de octubre tendrá un electorado amplio y diverso que estará menos politizado, muy aprehensivo y con una internalización fuerte de patrones populistas.

Así que los elementos de éxito de las primarias y de aquellos que de allí partieron y esperan fraguar en octubre, son el punto de partida para decodificar el marco cultural-ideológico que avala la existencia de un poder benefactor, protector y salvador que crea enormes barreras e interferencias para que la gente perciba la urgencia de un cambio. Será fundamental la confianza que logren comunicar el candidato y sus aliados regionales, locales y sectoriales. Ésta será la base para que un nuevo relato atraviese el marco cultural-ideológico actual y provea desde sus propios significados, pero también desde la desilusión que ha producido, un nuevo sentido de inclusión que logre interiorizar en la gente la necesidad de un cambio.

* Título en la versión original: Primarias: la fórmula del éxito y sus alcances

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