sábado, 18 de agosto de 2018

Oye campanas, pero no sabe dónde…



Humberto García Larralde
Las medidas anunciadas la noche del 17 de agosto podrían hacer creer que, ¡¡al fin!!, Maduro reconoce la necesidad de rectificar sus políticas. Habla de “anclar” el bolívar, de “disciplina fiscal” y de “eliminar definitivamente la emisión de dinero no orgánico”. No se escudó en ninguna “guerra económica” para echarle la culpa a los demás. ¡Albricias! Pero Maduro escucha campanas sin saber de dónde vienen. Vamos por partes:

Anclar una moneda en una variable real --como pretende al relacionar el bolívar (soberano) con el barril de petróleo--, es siempre una apuesta riesgosa. La variable clave es la confianza, es decir, la credibilidad de que pueda sostenerse. De no existir, se generan expectativas adversas que terminan dando al traste con la medida: la gente acudirá masivamente a “cobrar” la paridad anunciada mientras dure, convencida de que el gobierno no tiene cómo sostenerla en el tiempo. Al forzarse la devaluación, se despilfarra esta “bala de plata” –única--, precipitando más desconfianza y mayor deterioro económico.

Además, con la torpeza que lo distingue, Maduro interpone como eslabón en tal anclaje al “petro”, moneda inexistente y ficticia que, de entrada, socava toda seriedad en su propuesta. Y al anunciar que el valor de este esperpento será de un barril de exportación de petróleo venezolano y equivaldrá 3.600 BsS., indica un tipo de cambio implícito que se acercaría a unos 60 BsS/USD[1], o sea, 6.000.000 de los Bs (“fuerte”) moribundos. Algunos dirán que ello es realista –por ahí se aproxima el dólar paralelo--, pero lo cierto es que no es sostenible por los impactos de las demás medidas anunciadas.

Elevar el salario mínimo 60 veces, de BsS. 30 a 1.800 (¡medio palo, que digo, petro!), significará, de golpe y porrazo, la destrucción de la empresa privada, salvo que pueda resarcir este incremento en sus costos aumentando los precios de los bienes o servicios que producen. Simplemente, el cierre de empresas y la desaparición de empleos y fuentes de ingresos. La debacle total. Por otro lado, habrá de multiplicarse por similar proporción la masa salarial que saldrá a la calle buscando reponer el nivel de consumo perdido. ¿De dónde saldrá esa “bola de billetes”? Junto al aumento exponencial de la nómina pública, el estado habrá de subvencionar --dice Maduro-- el diferencial de sueldo de la pequeña y mediana industria durante los próximos tres meses. ¿Con qué ingresos?

El incremento en el precio de la gasolina –cuya magnitud todavía no se conoce—podrá aportar algo a las arcas públicas, pero Maduro insiste en que seguirá subsidiada para todo el que tenga “Carnet de la Patria”. Muy poco, entonces, se obtendrá por esta vía. Por demás, de aproximar el precio del combustible a su valor de exportación (costo de oportunidad), ¿de qué vivirán los que se benefician –fundamentalmente militares—de su reventa internacional? Un malabarismo imposible de sostener.

De la supuesta sinceración del tipo de cambio no esperemos nada, pues con la caída en la exportación de crudo y los compromisos externos del sector público –servicio de deuda, pago de gasolina, de solventes importados, etc.— sus cuentas externas resultan deficitarias, es decir, la devaluación aumentará más sus gastos en bolívares que sus ingresos... a menos que se posponga el pago de deuda externa. ¿Será que Maduro escogió esta opción por la vía del default? Porque en absoluto ha hecho referencia a negociar de manera creíble con la banca la restructuración de sus pagos de deuda.

Aumentar el IVA en cuatro puntos podría contribuir con mayores ingresos, pero con el colapso de la actividad económica que sufrimos, no será mucho. Por otro lado, una inflación de más de 100% mensual destruye el valor real de lo recaudado en muy poco tiempo.

De manera que subsisten todos los ingredientes para que se perpetúe un enorme déficit público, cuya única posibilidad de financiamiento previsible será, como siempre, la “maquinita” del BCV. Cierto que el nuevo tipo de cambio habrá de absorber liquidez, atemperando el impacto inflacionario, pero la mezcla anunciada de un precio implícito del dólar en BsS 60 y la permanencia de las subastas del DICOM hace prever que, en vez de avanzar hacia la unificación cambiaria, seguirán existiendo, por el contrario, varias cotizaciones. Ello, de paso, es para las mafias atrincheradas en el poder la razón de ser del control de cambio, pues les ofrece oportunidades inusitadas de lucro a través del arbitraje entre éstas. ¿A dónde apunta el gobierno, entonces, con su política cambiaria? ¿Cuál será su efecto sobre los precios?

De manera que la confianza, fundamento de toda viabilidad de medidas como las anunciadas, está todo menos que garantizada. Si el dólar paralelo ha aumentado más de 35 veces en lo que va del año, empujado por un incremento de la liquidez en proporción parecida, ¿Las medidas de Maduro estarán en capacidad de quebrar las expectativas hiperinflacionarias y atajar el derrumbe económico? ¿Con empresas que, además, están condenadas al cierre por no poder cubrir sus costos salariales?

Lo que no se le escuchó decir a Maduro y nunca se le escuchará, es que sus acciones buscan aumentar laproductividad. No hay manera de sostener un incremento del salario –real—, por más loable que sea, si no mejora la productividad. Y no estamos hablando de propiciar la inversión productiva y la innovación tecnológica. No le pidamos peras al olmo. Se trata, simplemente, de propiciar un mayor aprovechamiento de las capacidades de producción de las firmas, actualmente utilizadas en sólo un 30%. ¿De dónde se obtendrán las divisas con las cuales importar los insumos y repuestos requeridos? ¿Acaso se negocian para ello créditos –que tienen que ser masivos— con los organismos multilaterales? ¿Qué demanda sostendrá este aumento de la producción con las distorsiones macroeconómicas y la hiperinflación que mantienen sus medidas? ¿Los servicios públicos –electricidad, agua, seguridad—están en capacidad de sustentar tal incremento? ¿Y la mano de obra especializada que Maduro ahuyentó a países que ofrecen remuneraciones dignas? ¿Dónde están las garantías jurídicas a la propiedad y procesales, la libertad de competir y de desarrollar la iniciativa privada, para incentivar una mayor producción?

Con las medidas anunciadas, la oligarquía militar y civil busca posponer el colapso inevitable del desastre que han engendrado, incluso aventurándose a desechar de sus gríngolas ideológicas. Pero, como diría Maduro en sus enredos, “el que nace escaso … ¡ni que lo fajen chiquito!”. ¿Quién se va a comer el cuento de que van a desmantelar el sistema de controles y restituir al Estado de Derecho y las potestades de una Asamblea Nacional independiente para ofrecer un entorno económico de confianza que permita abatir la inflación y reactivar la producción? ¿Y sus “negocios”?

Es obvio que el régimen, en su huida hacia adelante para intentar evitar su caída y eventual enjuiciamiento, se colocó más allá del punto de retorno. Sólo es capaz de instrumentar medidas que destruyen aún más el país. El deber patriota es cómo acelerar su partida para rescatar las posibilidades de vida y recuperación de los venezolanos.


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[1] El precio del barril de crudo se encuentra en torno a los USD 65, actualmente.

viernes, 17 de agosto de 2018

Dos interrogantes en el contexto colapso eléctrico en Venezuela


Asdrúbal Romero
Colapso Eléctrico y etc.

Ya en Maracaibo hay zonas en las que padecen más horas al día sin servicio eléctrico que con él. Esto, a raíz de la más reciente falla de la línea de interconexión con el Sistema Eléctrico Nacional cuyo prolongado sobrecalentamiento y posterior incendio -las protecciones no dispararon- paralizó por horas el tránsito vehicular por el puente sobre el lago General Rafael Urdaneta. Me reportan esta situación miembros de mi familia. El colapso del sistema en la región occidental del país es inminente. Así ha sido advertido por connotados profesionales desde hace meses –uno de ellos tuvo que escapar del país para evitar su captura por organismos de seguridad-. Los hechos están demostrando que su pronóstico- denuncia fue fidedigno. Pero son como palabras que se las ha llevado el viento, los acontecimientos le han venido dado forma al dibujo de la dantesca realidad que está por producirse, pero aun así: ha resultado imposible concretar la articulación de una reacción ciudadana generalizada que esté en consonancia con la gravedad e inminencia del desastre anunciado.

Resulta que en otras regiones del país también el drama eléctrico se encamina en la misma dirección, aunque el colapso no se avizore tan cercano. Me referiré a Carabobo, donde pareciera que pensamos que lo del Zulia es un tema de afectación muy lejano cuya probabilidad de ocurrencia en nuestro estado es más bien baja. Y no es así. Debe saberse que más del 60% de los seccionadores de alta en las diversas subestaciones están dañados. Que para poder manejar estas contingencias –aberrantemente diferidas en el tiempo- ha sido necesario unir dos circuitos de distribución en uno, y hasta tres, de lo cual se ha derivado que la mayoría de los nuevos circuitos combinados se encuentran en situación de sobrecarga. Debe resaltarse también que esta política, contraria a lo que dictaminan los manuales de confiabilidad de cualquier sistema, sólo ha sido posible como consecuencia de la sostenida reducción de la potencia demandada debido a la ostensible disminución de la actividad comercial e industrial, así como la desocupación de muchas residencias familiares debida al fenómeno de la emigración.

En cuanto al personal encargado de manejar la operación del sistema, muchos han tenido que abandonar su trabajo sin recurrir a un cese normal de su relación laboral. No les he permitido renunciar porque sobre ellos pende la amenaza de declararles “Traidores a la Patria”. Resultado: la mayoría termina fugándose. Por cierto, el Régimen ha venido aplicando esta política a profesionales y técnicos con algún grado de responsabilidad en áreas operativas críticas –y ya ni siquiera eso- en empresas públicas como PDVSA, CANTV, las diversas Hidro, etc.. En el caso que nos atañe, los pocos que quedan confiesan haber transmitido sus cuitas sobre el extremo deterioro del sistema que les corresponde operar a los funcionarios que desde Caracas visitan sus instalaciones. “Vienen, toman notas exhaustivamente como si en verdad estuviesen tomando conciencia de la gravedad de lo que les reportamos, luego se van y nunca pasa nada”. Por un oído les entra y por el otro les sale; nadie hace nada; no se vislumbran soluciones; dicen resignados a esperar que “el sistema termine de apagarse”. Suena como una sentencia profética y es de su exclusiva autoría. Ni invento ni exagero. Las consecuencias de que ese apagón ocurra, todos nos las podemos imaginar.

Como los hechos también nos están permitiendo visualizar cómo el colapso de PDVSA ya está generando una crisis terminal en cuanto al costo de abastecimiento de gasolina a nivel del consumidor. Una durísima verdad que al Régimen no le queda más remedio que abrirle el telón para que, a golpes y porrazos, asumamos todos los ciudadanos el abrupto y descomunal impacto sobre nuestros bolsillos del hecho de haber artificiosamente mentido por demasiados años. Así podríamos continuar hablando de otras crisis cuyas dinámicas han venido convergiendo en paralelo para revelarnos el cuadro dantesco en el que estamos parados. En este contexto donde los pronósticos de los expertos se transmutan en cruel realidad para todos, me he planteado dos interrogantes que deseo compartir con ustedes.


II- ¿Y las Universidades?

En primer término, conocemos de la existencia de un grupo de economistas comandados por Ricardo Hausmann y otros prestigiosos profesionales de esa área que han venido preparando –y modificando continuamente en la medida que el cambio político no se produce y se hunde más nuestra economía- un plan detallado sobre las medidas que tendrían que implantarse para reflotar nuestro potencial económico. Pero eso no lo es todo y es aquí donde yo me planteo una primera pregunta: ¿Se han conformado grupos que en otras áreas críticas, como la de electrificación por señalar un ejemplo, estén desarrollando planes concretos sobre lo que hay que hacer para reflotar los sistemas una vez estos delincuentes chavistas dejen o sean expulsados del poder de alguna manera?

Me resulta inevitable, con relación a esta pertinente interrogante, que dirija mi vista hacia las Universidades. Dada la naturaleza de sus altos fines: ¿Se han abocado nuestras principales casas de estudio a la tarea de promover, conjuntamente con otras instituciones, la integración de estos grupos de estudio sobre lo que hay que hacer con el país en las diversas áreas en ese inminente futuro post chavista? No percibo que lo estén haciendo y esto me motiva a bajar unos cuantos escalones: ¿Existe al menos un grupo de estudio sobre la temática universitaria que esté pensando y discutiendo cómo va a ser esa universidad viable que va a poder formar los profesionales que requiere la nación a lo largo de ese largo período de país empobrecido que nos espera? La Universidad que conocimos no va a ser posible por un largo tiempo.

III- ¿Faltará algo por entender?

La segunda interrogante que me he planteado por estos días está referida a un fenómeno sociológico que, seguramente, pasará a ser caso de estudio en todas las universidades del mundo. Lo que hoy ocurre en el Zulia constituye el vivo retrato de hacia dónde se dirige el país. Menos mal que los más recientes estudios de opinión confirman que una abrumadora mayoría ciudadana –por encima del 80%- finalmente ha internalizado la gravedad del escenario de destrucción que se está instalando en el país y la convicción de quienes son los verdaderos responsables de que Venezuela esté siendo destruida de la cruenta manera como lo está siendo. Los pronósticos dan paso a una realidad que ya no deja espacios para las dudas. No obstante, tal cual pasajeros del Titanic –tomado de un tuit de Jorge Botti- esa mayoría sigue actuando como una masa inerte incapaz de organizarse para generar la contundente reacción ciudadana que propulse el urgente y necesario cambio político.

Según los expertos, sólo hace falta la movilización de la sociedad entre 3.5 y un 5%, pero nada que se logra a pesar de todo lo ya dicho. La desconfianza en los políticos no sirve de justificación suficiente como para que los ciudadanos de un país vean cómo impunemente se les destruye su entorno vivencial y no sean capaces de articular una reacción. ¿Cuáles son las variables causales o los factores que se pueden esgrimir para tratar de explicar la inexplicable inacción colectiva? Será motivo de estudio. Se los digo. Para mí, hoy por hoy, es una interrogante que me atormenta.

lunes, 6 de agosto de 2018

La devastación minera en Venezuela y el silencio del ecologismo global

 
Isaac Nahon-Serfaty*


La devastación de Venezuela es también ecológica. El régimen de Nicolás Maduro, siguiendo los pasos de su predecesor Hugo Chávez, quien ya lo había anunciado en 2011, abrió las compuertas al apocalipsis ambiental cuando puso en marcha en 2016 el llamado Arco Minero del Orinoco: una vasta extensión de 111 mil 846 kilómetros cuadrados, lo que equivale al 12,2 % del territorio venezolano, que atraviesa selvas del sur como la sierra de Imataca, La Paragua y El Caura y las cuencas de los ríos Orinoco y Caroní, todos sistemas ecológicos frágiles, habitados por comunidades indígenas.

La voracidad del gobierno chavista, escaso de divisas petroleras debido a su propia incapacidad y corrupción en el manejo de PDVSA, ha hecho que Maduro y sus cómplices se vuelquen hacia la explotación de recursos mineros. El Arco cuenta con grandes reservas de coltán (mineral codiciado por la industria de la electrónica), bauxita, diamantes y oro que algunos cálculos valoran en unos 2 trillones de dólares. Bajo un esquema de asociaciones estratégicas, el gobierno venezolano ha dado concesiones de explotación minera a diversas empresas chinas, rusas, canadienses, surafricanas, australianas y de otros países. Una de las empresas concesionarias es la llamada Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (CAMIMPEG), la porción del “pastel” que le ha tocado a la casta militar, soporte principal del régimen.

Con esta empresa se busca darle legitimidad a la explotación por parte de los militares de los recursos del Arco Minero, lo que ya venían haciendo miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) desde hace varios años de forma ilegal por medio del contrabando de oro y diamantes, el cobro de la llamada “vacuna” a los mineros artesanales, y la complicidad con fuerzas irregulares como el Ejército de Liberación de Colombia (ELN) y grupos criminales que operan en el sur de Venezuela.

Las comunidades de pueblos indígenas han sido una de las principales víctimas de la participación militar en las regiones mineras. Esto ha resultado en enfrentamientos con fuerzas militares, en crímenes contra representantes de esos pueblos, y en una red de manejos oscuros de un negocio que pudre el tejido social, sanitario y moral de esas regiones. En un extenso y muy documentado reportaje, el periodista Edgar López relata los horrores asociados con la exploración del Arco Minero, un cóctel destructor que mezcla “crimen, corrupción y cianuro”.

La migración de personas hacia las zonas selváticas para trabajar en la minería es una de las razones (no la única) que explican un incremento de los casos de malaria en Venezuela. Estos movimientos de población hacia los campos mineros también han resultado en un incremento de la prostitución, el tráfico de seres humanos (especialmente en tiempos de crisis humanitaria), y la explotación de los trabajadores. Todo esto en un país donde no existe el Estado de derecho, y el sistema judicial y de protección de los derechos humanos, incluyendo a la Fiscalía de la República y el Defensor del Pueblo (ombudsman), están al servicio del régimen de Maduro.

Algunos chavistas han denunciado la devastación del Arco Minero del Orinoco. Antiguos ministros y funcionarios del gobierno de Hugo Chávez, incluyendo al Mayor General Clíver Alcalá Cordones, introdujeron un recurso de amparo ante el Tribunal Supremo de Justicia venezolano para detener la explotación minera en esa zona, pero la máxima instancia judicial la declaró improcedente. Varias organizaciones no gubernamentales venezolanas, entre las que está la Red de Organizaciones Ambientales no Gubernamentales de Venezuela (Red ARA) también han alertado contra los efectos nefastos del Arco Minero. Pero el gobierno venezolano ha hecho caso omiso a todas estas denuncias. Recientemente anunció que un primer cargamento del mineral coltán había sido despachado a Italia, noticia que no aparece confirmada por ninguna fuente independiente.

En el plano internacional también se han escuchado algunas voces de alerta. Sin embargo, llama la atención el silencio de los grandes del ecologismo, como Greenpeace (un grupo llamado Greenpeace Venezuela, que no parece representar oficialmente a Greenpeace, hizo una tímida denuncia en su página Facebook) o el WWF. También resulta curioso que un vocero del ecologismo como el canadiense David Suzuki haya aceptado participar en una conferencia organizada en 2015 por la Embajada de Venezuela en Canadá bajo el título IV Encuentro de Saberes, pero que en la misma no haya mencionado el bien documentado impacto ecológico de la explotación petrolera en Venezuela, y particularmente del petróleo extra pesado de la Faja del Orinoco.

Según un vocero de la Fundación David Suzuki, ni el científico ni su organización recibieron pago alguno por parte del gobierno venezolano por esta conferencia. Al ser interrogado sobre la posición de la Fundación sobre la minería en el Arco Minero del Orinoco, el vocero se limitó a decir que la organización que lleva el nombre de Suzuki apoya la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas y los derechos de estos pueblos en todo el mundo, pero no hace “campañas” fuera de Canadá. Otras organizaciones como MiningWatch Canada se ha pronunciado tímidamente sobre el tema en un tweet en el que critica a la empresa canadiense Gold Reserve, pero en el que no dice nada sobre la responsabilidad del régimen de Maduro en la violación de derechos humanos, los ataques contra los pueblos indígenas o el daño ambiental en el Arco Minero.

Varias razones podrían explicar la discreción de los usualmente ruidosos activistas verdes globales cuando se trata de Venezuela. En primer lugar, a pesar de contar con industrias altamente contaminantes como la petrolera y la minería, Venezuela ha estado fuera del radar de las grandes ONGs verdes por ser considerado durante mucho tiempo un país de ingresos medios, comparado con otros países considerados pobres en Asia, África e incluso Latinoamérica.

Segundo, la percepción que prevaleció durante la presidencia de Chávez que en Venezuela se había producido una “revolución de izquierdas” que favoreció a los pobres (lo que ha quedado ampliamente desmentido por la evidencia reciente), exculpaba a los bolivarianos de cualquier sospecha ecocida. Como lo afirma en un ensayo la profesora venezolana Gisela Kozak Rovero, “La apropiación del discurso de izquierda –en particular, estudios culturales, la teoría decolonial, feminismo «nuestroamericano», marxismo, postmarxismo–, ha permitido a la revolución bolivariana alianzas con académicos en diversas latitudes y el fomento de la militancia con ropaje investigativo…”. Lo mismo se podría decir de cierto progresismo verde que parece haber preferido las anteojeras ideológicas antes que la verdad sobre el crimen ecológico que se está cometiendo en Venezuela.

*Letras Libres
Isaac Nahon-Serfaty
Profesor en la Universidad de Ottawa, Canadá.

miércoles, 1 de agosto de 2018

“En el encuentro con el otro está nuestra salvación”

 
Una de las constantes en la carrera del videoartista Javier Téllez (Venezuela, 1969) siempre ha sido su interés por las comunidades periféricas y las personas que suelen resultar 'invisibles' no solo para la sociedad sino también para el mundo del arte. En numerosas ocasiones, por tanto, en la producción de sus instalaciones audiovisuales colaboran personas discapacitadas, diagnosticadas con enfermedad mental o refugiadas. Este mes y hasta el 18 de noviembre, el Museo Guggenheim de Bilbao presenta en su espacio Film&Video -dedicado a obras claves del videoarte y la videoinstalación- la exposición Teatro de sombras con dos obras del artista venezolano actualmente afincado en Nueva York.

"Hoy es imposible hablar de Venezuela de la misma manera que hace una década. La noción misma de república está astillada por completo. La supuesta revolución socialista se desenmascara como un capitalismo de Estado, en el que un grupo de sujetos reparte las partes de la torta negra del ingreso nacional. La estructura de poder favorita es la de la cosa nostra, afianzada en las fuerzas armadas. Ya no podemos censarnos en dos bandos. Nos acercamos a la república de Saló, tal como fue imaginada por Pasolini".

El creador venezolano radicado en Nueva York presenta en el Museo Guggenheim Bilbao Teatro de sombras, en la que muestra la crisis de los refugiados a través de dos filmaciones en 35 mm

El drama de los refugiados es mundial. Las imágenes registradas por las agencias de noticias los muestran a la intemperie y con un futuro incierto. En el peor de los casos, ofrecen estadísticas de cadáveres. Hoy es un fenómeno que no es ajeno a los venezolanos, quienes salen en estampida por las fronteras con Colombia o Brasil. Si algo une a los desplazados en todo el globo es la exclusión y la discriminación, temas que el artista venezolano Javier Téllez, radicado en Nueva York, ha plasmado en gran parte de su obra.

Téllez, de 49 años de edad, señala que el arte jamás será una solución a los problemas, pero sí cree que es un camino para visibilizar lo que está en la oscuridad.

Teatro de sombras, trabajo que exhibe en el Museo Guggenheim Bilbao hasta el 15 de noviembre, es precisamente una representación poética de lo que viven los refugiados.

La muestra reúne dos obras del videoartista.

La primera, Bourbaki Panorama, es un filme mudo en 35 mm. Allí, Téllez muestra a un grupo de excluidos que gira alrededor de una pintura panorámica del mismo nombre. El lienzo en cuestión, creado por Edouard Castres en 1881, plasma el éxodo alpino de 87.000 soldados franceses en busca de asilo luego de caer derrotados ante las tropas de Prusia.

Simultáneamente, en el espacio algunos desplazados se mueven en círculos como si fueran prisioneros en el bucle de la historia. Uno de ellos lleva la escultura La mano (1947), realizada por el artista suizo Alberto Giacometti, que parece evocar un brazo amputado por una explosión.

La segunda pieza, Shadow Play, da título a la exposición: Teatro de sombras. Es una película muda en blanco y negro. Narra, por medio de fábulas y breves escenas, cómo ha sido el curso de vida de estas personas contado por ellas mismas. Solo utilizan sus manos y sus cuerpos.

—¿Cómo surge la exposición que presenta en el Guggenheim Bilbao?

—De la invitación del curador español Manuel Cirauqui. Incluye dos instalaciones fílmicas que realicé originalmente para una muestra retrospectiva en el Kunsthaus de Zúrich, en 2014. Este es uno de mis proyectos más ambiciosos, debido a la complejidad del aparato expositivo, pues requiere dos proyectores de 35 mm que funcionan permanentemente en la sala.

—¿Cuál es la intencionalidad del silencio?

—Me interesa mucho investigar el origen de la imagen en movimiento. De allí que concentre mi práctica en formas “precinematográficas” como el teatro de sombras y la pintura panorámica. Además, siento fascinación por el cine mudo, ya que antes se pensaba la cinematografía como un arte más visual que literario. En Bourbaki Panorama y Shadow Play se trata de usar las limitaciones como recursos. Creo que es muy difícil representar las desgracias de los otros en “technicolor” y Dolby Surround. De allí que haya decidido limitarme casi exclusivamente al uso del blanco y negro en Shadow Play y a dejar por fuera diálogos y música. El ruido de los proyectores es una parte esencial de las instalaciones: evoca el sonido de los aparatos de la guerra.

—¿Por qué siempre tiene la necesidad de reflexionar sobre los marginados?

—Como el filósofo Emmanuel Lévinas, creo que desde el momento en que el otro nos mira, somos responsables de él sin siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él. Hay que olvidarse de uno mismo para encontrarse en el otro.

—¿Los excluidos son como sombras de nosotros mismos?

—La sociedad estigmatiza al otro como sombra. Quizás ellos sean la luz y nosotros sus sombras. El siglo XXI ha de ser el siglo del diálogo con el otro o no será. En el encuentro con el otro está nuestra única salvación.

—En Venezuela los excluidos que usted plasma en su obra cada vez están más marginados. Y parece que en el mundo también.

—En la sociedad moderna los más excluidos han sido siempre los prisioneros y los enfermos mentales, pero en el caso venezolano las condiciones en que viven esos grupos alcanzan rasgos dantescos. La misma calle es el manicomio y la prisión.

—¿Cómo ve el país el ciudadano y el artista después de más de 20 años fuera de él?

—Hoy es imposible hablar de Venezuela de la misma manera que hace una década. La noción misma de república está astillada por completo. La supuesta revolución socialista se desenmascara como un capitalismo de Estado, en el que un grupo de sujetos reparte las partes de la torta negra del ingreso nacional. La estructura de poder favorita es la de la cosa nostra, afianzada en las fuerzas armadas. Ya no podemos censarnos en dos bandos. Nos acercamos a la república de Saló, tal como fue imaginada por Pasolini.

—En el siglo XIV fue la peste negra, en el XX las dos guerras mundiales y en el XXI la discriminación, los refugiados y los totalitarismos. ¿Puede el arte ayudar de algún modo a aliviar los grandes problemas?

—Como nos enseñaron los maestros: el verdadero arte no responde preguntas, pero revela. No busca, pero encuentra. Hace visible lo invisible. El arte no representa, ya que es en sí mismo.

Diálogo con refugiados

Para realizar el rodaje de ambos filmes, Javier Téllez mantuvo conversaciones con algunos desplazados procedentes de África y Asia que solicitaban asilo en Suiza. Con ellos trabajó en los guiones de las películas, y luego les pidió que participaran como actores.

En Bourbaki Panorama aparecen caminando en círculo, movimiento que el artista define como absurdo y que parece desprovisto de finalidad. “Refleja la condición trágica de aquellos condenados al destierro”, indicó.

En Shadow Play los refugiados relataron sus propias historias de exilio. Emplearon sus cuerpos y un conjunto mínimo de utilería para producir sombras que pudieran traducir, en imágenes de alto contenido poético y simbólico, el destierro y la migración.

Por Isaac González Mendoza
El Nacional 29 de julio de 2018