sábado, 21 de diciembre de 2013

¡Taima!



El término “taima” es utilizado en Venezuela para significar un descanso o tregua en los juegos infantiles. Esta palabra, cargada de significado, es muy apropiada para los tiempos que corren. Le pedimos "taima" a nuestros lectores, hasta enero 2014, cuando reanudaremos la publicación semanal de artículos, eventos y opiniones sobre el acontecer venezolano.

Hasta entonces y feliz navidad en compañía de sus seres queridos.

¡Feliz año 2014! ¡Que nos traiga cosas buenas a todos, amigos o no!

Valencia se hará respetar

Lectura de la proclama "Valencia se hará respetar", en la Asociación de Ejecutivos del Estado Carabobo, el jueves 19 de diciembre de 2013. Al frente de la Junta para la Defensa de Valencia, el Dr. Gustavo Sosa Izaguirre, presidente de la Cámara de Comercio.

Estimados lectores: dada la importancia que tiene el manifiesto proclamado por numerosas instituciones valencianas en la defensa del  patrimonio institucional y cultural de la ciudad de Valencia , transcribimos a continuación el texto completo del mismo

La decisión de reproducir este escrito obedece al valor histórico de una acción de esta naturaleza. Desde luego, este Observatorio hace suyos estos planteamientos.


"JUNTA POR LA DEFENSA DE LA CIUDAD DE VALENCIA"

"Nosotros, instituciones y ciudadanos de esta urbe, declaramos:"

"La ciudad de Valencia ha sido víctima de una nueva agresión. No tan solo fue despojada de sus símbolos icónicos (bandera, himno y escudo), si no que igualmente del Ateneo y de su patrimonio artístico; institución emblemática a nivel nacional e internacional. A esta usurpación, ejecutada por el poder central, ahora se pretende desmunicipalizar la administración de instituciones como el Teatro Municipal, Plaza de Toros y Parque Recreacional Sur.

La creación de una autoridad única de área para el estado Carabobo, que atenderá a las parroquias de Santa Rosa, Rafael Urdaneta y Miguel Peña, forma parte de una política de estado que tiene como objetivo estratégico, reducir las autonomías municipales. Este afán centralista tiene como propósito profundizar el carácter autocrático, anti-democrático, e implementar el concepto de estado comunal, totalitario y hegemónico.

Es pertinente advertir que estas políticas forman parte de una concepción de carácter estratégico plasmada en el documento denominado "Plan de la Patria". En municipios, como por ejemplo, Maracaibo, Barquisimeto, Maturín, San Cristóbal y la Gran Caracas, entre otros, se han creado instancias paralelas para confiscar las facultades autonómicas de esas entidades y, así, desconocer la nítida expresión de la soberanía popular en estas ciudades donde los resultados fueron adversos al oficialismo. (Violándose así el Art. 5 C.N.).

En definitiva queremos denunciar que se pretende desconocer y desdibujar los títulos históricos y culturales que proporcionan la identidad a la ciudad de Valencia y a sus ciudadanos. Este Plan de la Patria está proyectado para ser ejecutado en el resto de las ciudades del país.

Todo lo anteriormente señalado violenta el espíritu y letra de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en la cual se establece que "La República Bolivariana de Venezuela es un Estado de Justicia, Social, Democrático y Federal Descentralizado en los términos consagrados en esta Constitución", (Arts. 2, 4 y 6 C.N.).

En consecuencia exigimos al Ciudadano Gobernador del Estado, como primera autoridad civil, elegida por la ciudadanía valenciana y carabobeña; actué en consecuencia, para hacer respetar la Constitución Nacional y emprenda todas las acciones pertinentes dirigidas a preservar el Estado de Derecho; garantizando así la reversión de los Decretos-Leyes aludidos (Nº 664, 665 y 666) de la Presidencia de la República vía Ley Habilitante.

De la misma manera, corresponde a nuestras Instituciones y muy especialmente a nuestros alcaldes y concejales, darle rostro a nuestra lucha por la defensa de las autonomías municipales.

Frente a estas violaciones y amparados en nuestras tradiciones e importancia histórica de Valencia como cuna de la nación venezolana y en cumplimiento fiel de nuestra Carta Magna, nos preguntamos ¿Qué debemos hacer? Sin la menor duda, enfrentar con coraje, entereza, valentía y civismo, pero con la mayor firmeza, esta agresión e irrespeto a la soberanía ciudadana de los valencianos.

En este sentido desarrollaremos las acciones pertinentes (legales, políticas y cívicas) con la finalidad de hacer respetar la Constitución."

"¡Valencia se hará respetar!"

(Fin del texto de la proclama)

A continuación firman representantes de las siguientes instituciones:
Universidad de Carabobo
Arzobispado
Cámara de Comercio de Valencia
Ateneo de Valencia
Sociedad Amigos de Valencia
Fedecámaras Carabobo
Fetracarabobo
Asociación de Ejecutivos
Red Nacional de Asamblea de Ciudadanos (Capítulo Carabobo)
Bloque Gremial e Institucional del estado Carabobo
Observatorio Venezolano de las Autonomias (OVA)
Asociación de Columnistas del estado Carabobo
+ Ciudadanos
Federación de Centros de Estudiantes de la Universidad de Carabobo (F.C.U.)
Demás ONGs y personalidades de la ciudad.

Venezuela: De la lucha política a la lucha social


Fernando Mires

Puede ser una coma y un cero, la diferencia será siempre ínfima.

Como si la política fuera una actividad geométrica la población electoral venezolana -ya antes del 8D- ha sido dividida en dos mitades casi exactas. Si a ello agregamos un cuarenta por ciento de esa ciudadanía a la que importa un rábano la política, cualquier gobierno que se diga revolucionario -cualquiera menos el de Maduro- debería sentirse humillado y ofendido. Porque ese es el resultado plebiscitario de las elecciones del 8D: En Venezuela es imposible una revolución. Así habló el pueblo.

A nadie que no resida en un manicomio, ni siquiera a un chavista cuando está a solas, se le podría ocurrir que con una mitad electoral gobiernera, con otra mitad electoral en activa oposición y con un por lo menos 40% de absoluta indiferencia, es posible imponer a troche y moche un sistema que ha fracasado en todo el mundo. O una revolución es totalmente mayoritaria o nunca será una revolución; cuando más un golpe de estado, civil o militar. O ambos a la vez.

Toda elección nacional es un plebiscito, se quiera o no. Mucho más plebiscitaria es cuando solo hay dos opciones. De modo que, y en contra de la opinión de tantos mariscales post-electorales, hay que decir que Capriles no inventó la idea del plebiscito. Si alguien la inventó fue Chávez.

No hubo ninguna elección durante el largo mandato de Chávez a la que él no hubiera conferido carácter plebiscitario. Capriles solo continuó la tradición. Debía incluso hacerlo. Si ya había cuestionado -y con toda razón- la legitimidad de las elecciones del 14A, cualquiera elección después de esa fecha habría tenido objetivamente un carácter plebiscitario. Y bien, ese es el punto: El plebiscito del 8D lo perdió el gobierno. Lo perdió en términos cuantitativos al no obtener mayoría absoluta, y lo perdió en términos cualitativos al ser derrotado en las ciudades más importantes del país.

Ahora, en cualquier país normal, cuando se produce una situación de empate, las dos partes tienden a establecer un pacto destinado a despolarizar el ambiente y crear mínimas condiciones de gobernabilidad. Pero Venezuela no es un país normal. Todo lo contrario. El discurso de Maduro del 8D fue el de un hombre que tiene detrás de sí, delirando de pasión por su persona, a más del 80 por ciento de la ciudadanía. Razón de más para pensar que definitivamente no va haber dialogo. Por el contrario, va a continuar la represión a los medios; los adversarios serán declarados delincuentes, agredidos, insultados; muchos irán presos, y las instituciones seguirán secuestradas por una secta fanática incrustada en el Estado. Así lo dio a entender Maduro.

El problema es que si analizamos el tema desde un punto de vista militar y no político, Maduro tiene cierta razón. Pues todo dialogo es una negociación sobre la base de relaciones de poder. Sin negociación, obvio, no hay dialogo. Y bien: ¿Qué puede negociar la oposición con Maduro? La oposición no controla ningún poder fáctico, ningún poder estatal, ningún gran medio de comunicación, ninguna central sindical, ninguna parte del ejército, y pese a que representa a la mayoría ciudadana en la Asamblea Nacional, su nominalidad es minoritaria. Solo tiene detrás de sí a una inmensa cantidad de electores, a las mentes más esclarecidas del país, a los principales intelectuales, a los mejores profesionales. Pero eso no se puede negociar. Para negociar se requieren dos partes políticas y el gobierno de Maduro es profundamente antipolítico. Ahí está la raíz. No habiendo diálogo solo puede haber confrontación.

Estamos hablando de una confrontación anunciada. Lo han dicho moros y cristianos. Pero -es la novedad- no será una nueva confrontación política pues ésta solo se da en Venezuela durante periodos electorales. Será una confrontación en el espacio social. Más evidente aún si tomamos en cuenta que la realidad económica le pasará la cuenta a las aberraciones de Maduro, sobre todo a aquellas destinadas a controlar los precios a punta de bayonetas. Escasez, pérdida de fuentes de trabajo, inflación, mercado negro, informalización cambiaria, son solo algunas de las expresiones que asumirá en 2014 la crisis económica inducida por el chavismo y el madurismo.

La pregunta es entonces ¿posee la MUD, o la oposición en general, dispositivos que le permitan conectarse con las movilizaciones sociales que ya tienen lugar en Venezuela?

Venezuela debe ser el país latinoamericano en donde hay más protestas sociales. Las huelgas, los paros, las tomas de calle y carreteras, las guarimbas, todo eso es pan de cada día. Gran paradoja es que Venezuela debe ser también el país latinoamericano en el cual las movilizaciones sociales tienen el más bajo nivel político. No solo no se conectan entre sí. Hay, además, una carencia casi total de organismos populares en condiciones de coordinar regional y nacionalmente las luchas sociales.

Si en algo tuvo éxito la administración Chávez fue haber destruido las organizaciones independientes de trabajadores convirtiendo a la mayoría de ellas en simples dependencias del Estado. Con ello rompió la espina dorsal de la sociedad venezolana. En la Venezuela de hoy no hay nada que sea parecido a lo que fue la CGT argentina, a los sindicatos automotrices de Sao Paulo, a la CUT de Chile, a la COB boliviana.

No se trata por cierto de suscribir la afirmación de Lenin relativa a que en cada huelga se esconde la hidra de la revolución. Pero en cada huelga sí se esconde un mínimo de potencial político. Mas no en Venezuela. Allí puede haber cientos de protestas sociales al día sin que ninguna raspe la piel del más grande empresario capitalista del país: el Estado chavista.

El problema es mayor si se considera que el malestar social solo ha podido, hasta ahora, articularse a través de lo político sin que lo político sea articulado a través de lo social.

La misma MUD creó sus fuerzas en grandes eventos electorales. Gracias a las elecciones la MUD llegó a ser la organización opositora más poderosa de todos los países del ALBA. Gracias también a las elecciones aparecieron excelentes líderes políticos pero muy pocos líderes sociales. ¿Tendrán los actuales líderes políticos capacidad para entender las demandas sociales y dar a ellas alguna orientación política? Es la pregunta decisiva.

Tanto más decisiva si consideramos que ante la ausencia de convocatorias políticas las movilizaciones sociales no pasan de ser simples estallidos anómicos. El Caracazo (1989) como el Bogotazo en Colombia (1948), ocurrieron como cualquier "azo", no gracias a la existencia de conducción política, sino a su ausencia. Estallidos que solo conducen a la militarización de las calles, o a masivas represiones cuya sangre pavimenta el camino que lleva a los gorilas al poder.

El desafío que enfrentará la oposición durante 2014 será entonces todavía más grande que ganar una elección.

La luchas del 2014 no estarán centradas en plazas citadinas sino al interior de cada fábrica, recinto comercial, dependencias públicas y asambleas populares. Será también la oportunidad para que las numerosísimas luchas sociales venezolanas adquieran ese contenido político del que hoy carecen. Y a la vez, para que la oposición desarrolle una vocación social que todavía no ha podido demostrar. Si esa oportunidad es bien aprovechada, el mismo Maduro se verá obligado a hacer lo que más detesta: dialogar.

En política un dialogo no se solicita: se impone

domingo, 15 de diciembre de 2013

Carta abierta al alcalde Cocchiola



Editorial

Estimado Señor Cocchiola:

En primer lugar, nuestras felicitaciones a usted y a su equipo -incluida la MUD-, por su bien merecido triunfo en las recientes elecciones. ¡Èxito, Michele, éxito a tu equipo!

También debemos honrar a quienes perdieron, tanto a Miguel Flores como a Misael Tineo. Ambos hicieron su mejor esfuerzo y obtuvieron resultados positivos, aún cuando no ganaron. A ellos, en quienes muchos depositaron sus esperanzas, les deseamos sigan trabajando en pro de la ciudadanía, desde sus respectivos lugares.

Pero ahora viene lo bueno. Una cosa es ganar y otra, muy distinta, es gobernar. En su caso, señor Cocchiola, esto se le hará un tanto dificil si consideramos que tiene en su contra una mayoría de concejales que pertenecen al partido de gobierno. Con ellos tendrá usted que mostrar sus mejores instintos de político, sus mejores dotes diplomáticas y en definitiva deberá convencerles de que si están en su contra están, en definitiva, en contra del mismo pueblo que los eligió.

Usted ha manifestado en varias ocasiones que para bien gobernar requiere del concurso y la buena voluntad de todos los valencianos, hayan o no votado por usted. Ese, visto desde este Observatorio, nos parece un dato muy importante. Para que tenga éxito, Don Miguel, debe usted, en efecto escuchar voces distintas a las que lo rodean. Incluso escuchar con atención a aquellos que lo critican. Si es sana, toda crítica no sólo es aceptable sino necesaria para el buen gobierno. Escuchar, tomar acciones basadas en ideas o proyectos de personas o grupos que no sean los de su entorno inmediato pudiera ser valioso para una buena gestión.

A tal efecto, este Observatorio, preocupado como tantos otros grupos y ciudadanos, por el deterioro de las instituciones, la destrucción de la ciudad, la incoherencia en los proyectos y el mal manejo de los fondos públicos, tiene mucho que aportar. Sólo a título de ejemplo, citaremos a continuación algunos asuntos sobre los que hemos reflexionado a lo largo de los años.

La descentralización, desde luego, es clave. Entendemos que el gobierno que dirige el presidente Maduro es contrario a esas ideas. Pero hay que insistir, no rendirse, pues los hechos van confirmando lo que mantenemos como cierto: la descentralización hace posible el acercamiento del gobierno a los pueblos. A todo trance, defendemos y defenderemos el derecho a autogobernarnos, para el bien de todos. Defendemos el derecho a que nuestro estado disponga, nuevamente, del control de sus puertos, aeropuertos, carreteras y autopistas, de sus impuestos y de muchos otros derechos que han sido centralizados o conculcados. Esto, el gobernador Franciso Ameliach debería exigirlo y agradecer nuestra demanda. Pero vayamos a los hechos locales.

En primer lugar, creemos que la coordinación entre alcaldías es de suma importancia. Ya Valencia, en 2013, no es la Valencia del Rey de 1551, un pequeño poblado limitado a un escaso espacio geográfico con poca población. Valencia es hoy en día, como mínimo, el espacio que ocupan los tres municipios: Valencia, San Diego y Naguanagua. Hay problemas en estos tres municipios que son comunes y hay continuidad geográfica e intercambio permanente entre sus pobladores. Tal vez ha llegado el momento de crear el “Distrito Metropolitano de la Gran Valencia”, tal como en su momento sucedió en Caracas. Eso no significa que se vaya a implantar de un día para otro. Lo que si pudiera acontecer es que, de común acuerdo, estos tres municipios nombren, de oficio, una autoridad coordinadora que les ayude a planificar la ciudad del futuro y a resolver problemas puntuales, tal como en estos momentos están haciendo para aliviar la recogida de basura del municipio Valencia. Creemos que la formulación de un “Coordinador del Área Metropolitana de la Gran Valencia” sería un buen comienzo. Lanzamos la idea que esperamos sea recogida de algún modo por los tres gobernantes electos: usted, señor Cocchiola, Feo la Cruz (Naguanagua) y Scarano (San Diego).

En segundo lugar, recuperar el sur, dotarlo de los mejores servicios, convertirlo en parte de la solución a la convivencia ciudadana y no dejarlo en el abandono más absoluto, creciendo de la forma más desordenada y caótica. Allí, en el sur, viven personas dignas, trabajadoras, y con cierta capacidad económica; circunstancia ésta que no ha sido valorada adecuadamente en los últimos tiempos. Hay que integrar a sus habitantes, darles la propiedad de la tierra donde han construido sus viviendas que a lo largo del tiempo se han ido convirtiendo en casas sólidas y bien edificadas. Hay que dotarles de buenos servicios de electricidad, bien instalados, de telefonía, de cable para TV, de calles y aceras, de centros cívicos, de lugares de recreación, cines, deportes, espacios para el comercio, para la cultura... En fin, incorporarlos plenamente a las bondades que la civilización y el avance de la ciencia pone a nuestro alcance.

En tercer lugar, el transporte público y la vialidad. Esta última tiene difícil solución, como todos intuimos, pero tiene remedios a corto, mediano y largo plazo, si se planifica y se ejecuta un coherente plan metropolitano. Durante años hemos estudiado los sistemas de transporte colectivo en ciudades españolas; el Observatorio dispone de aportes que pueden ser de mucha utilidad; esperamos que el alcalde Cocchiola tome en cuenta nuestras observaciones en esta materia. También hemos estudiado con detenimiento la planificación y el rescate de ciudades en nuestro continente, en especial Bogotá y Curitiba. Debemos seguir estos y otros buenos ejemplos de ciudades que han cambiado sus destinos. Esperamos que lo dicho por usted, señor Cocchiola, durante su campaña, “Valencia cambiará” se haga realidad. Incorpore usted, señor Alcalde, a algunas de las instituciones que mucho le pueden aportar, en especial las universidades -Carabobo en particular, habida cuenta de los expertos de que dispone, en muchos temas- Cámara de Comercio, Industrial y Asociación de Ejecutivos, y otras asociaciones gremiales, etc. Involucre usted a estos organismos y con seguridad no le harán quedar mal; pues todos, absolutamente todos tenemos esto en común: amamos a la Valencia donde vivimos, crecemos y trabajamos; y todos deseamos una mejor ciudad.

Por último, dele usted la importancia debida a los medios modernos de gobernar: recursos informáticos, redes sociales, facilitándole así la vida al ciudadano en sus gestiones... ¿Para que ir hasta la zona industrial, sede de la Alcaldía, si un trámite puede ser llevado a cabo por Internet? Descentralice, en la medida de lo posible, los trámites. El ahorro de tiempo y la eficacia, le darán a su gestión un sello que puede ser determinante para que en el futuro digamos: “la gestión Cocchiola fue la mejor de todas”. Contrate a los mejores, sean o no sus amigos. Oiga a sus críticos, que le dirán cosas que sus colaboradores cercanos tal vez no ven (o que callan por conveniencia). Y gobierne para los amarillos azules y rojos. Los que vivimos en esta “tierra de lo posible” se lo agradeceremos.

Amigo Cocchiola, usted va a tener una dura batalla para recuperar las competencias que le han sido arrebatadas y tal vez deba llamar al pueblo en su defensa. Recuerde, como dijimos en otra ocasión, que el carabobeño sigue a quien se hace respetar.

Comité Ejecutivo del Observatorio

Alcaldes ¿conserjes de la ciudad?




Nelson Acosta Espinoza

Hace varias semanas escuché una entrevista que le estaban haciendo en una importante radiodifusora a uno de los candidatos que competían por la alcaldía de la ciudad. El aspirante, en cuestión, describía las tareas que debería realizar un alcalde. En síntesis, indicó que el corregidor debería ser como el conserje de una ciudad.

La metáfora, a primera vista, parece apropiada. Un conserje debe dedicarse a la administración y mantenimiento de los espacios comunes de un edificio. Extrapolando este significado a la ciudad la función del alcalde consistiría, entonces,  en el mantenimiento y cuidado de los espacios públicos de nuestras ciudades. En suma, mantener y cuidar lo ya existente.

Ahora bien, parece válido preguntarse ¿es apropiado este concepto? ¿Expresa cabalmente una filosofía de cambio? ¿Una nueva concepción de lo urbano? O, por el contrario, ¿no implica este concepto una visión conservadora que tiende a reproducir lo ya existente? ¿Mantener y cuidar es suficiente?

Definitivamente esta idea de conserjería, como descripción del trabajo de un alcalde, es hondamente conservadora e, implícitamente, expresa una visión subordinada a los intereses de los grupos que dominan y determinan la vocación de una ciudad.

En el caso de Valencia han sido las "urgencias" inmobiliarias las que han definido su vocación. La ciudad ha crecido más en función de estos intereses que el de los ciudadanos. Es por ello que su desarrollo se ha desplegado a espalda de sus habitantes.

Es hora de dar una vuelta de tuerca y elaborar una nueva narrativa (acupuntura urbana). El alcalde ha de ser un soñador con capacidad de  formular una nueva mirada sobre lo urbano. Su gestión debería estar enmarcada en un profundo respeto a la dignidad de los ciudadanos. Me tomo, entonces,  la licencia de proponerles a los alcaldes electos que trasciendan la idea que encierra el término conserje de la ciudad. No olvidemos que en los últimos años Valencia ha sido administrada por diversos "conserjes"; los resultados están a la vista.

¿Cómo traducir la idea de respeto ciudadano? Lo que hace a una urbe amable, es  la prioridad que se les otorga a sus peatones. Las vías peatonales, las plazas, los parques, las banquetas, las ciclópistas expresan, por ejemplo,  que la administración de la ciudad tiene un inmenso respeto por la dignidad humana.

Valencia es una ciudad que se ha desarrollado de espalda a sus habitantes. Esta circunstancia ha limitando el ejercicio de su democracia cívica. ¿Qué significa este término? Veamos. No existe algo más democrático en una ciudad que sus aceras. Por ella camina y transita la diversidad de sus habitantes. Valencia carece de estas vías urbanas. La "aristocracia del automóvil"  las ha invadido y sustraido a los ciudadanos. En fin, lo que se intenta resaltar es que la democracia cívica se ejerce en los espacios públicos (aceras, autobuses, parques, bibliotecas, museos, etc.). Una ciudad, es igualitaria, cuando la pluralidad de sus habitantes (ricos y pobres) usa las mismas calzadas y transportes públicos.  Valencia carece de ambas facilidades y, en consecuencia, se encuentra restringido el culto a su civilidad democrática.

Definitivamente estas elecciones han permitido que alcaldes democráticos asuman las tres alcaldías más importantes de la ciudad: Naguanagua, San Diego y Valencia. El sentido común indica la necesidad de que exista un espacio común donde se pueda debatir en torno a la enunciación de una visión compartida para la totalidad de la ciudad. Asumir  la idea que la ciudad es el hombre pudiera constituir un buen punto de partida.

En fin, Valencia cambiará cuando ricos y pobres compartan las mismas aceras y transporte público. De lo que se trata es encontrarnos como iguales en esos espacios urbanos.


El modelo MUD ¿agotado?



Asdrúbal Romero Mujica

No importa la alharaca que monten a través de los canales de su hegemonía comunicacional, el Gobierno rumia en sus entrañas un preocupante resultado. Particularmente al PSUV le fue muy mal, ni siquiera logró los cinco millones de votos que la mayoría de los analistas políticos consideran es el tamaño de su clientela cautiva (empleados públicos, beneficiarios de su misiones, etc.). 

Quizás la arriesgada estrategia “DAKA” les reportó algunos dividendos electorales, pero estos quedaron sepultados por el tsunami que se les viene en contra: el creciente descontento en sus seguidores derivado de una crisis económica que ya se les ha ido de las manos.

Me comentaba un amigo, muy informado de las interioridades del otro lado del muro, que en una elección anterior: el 70% de los electores en un nuevo urbanismo cuyas viviendas habían sido regaladas por este régimen no habían acudido a las urnas. Que a ellos les preocupaba esa “deslealtad”. ¿Y qué les extraña? Si este socialismo ramplón lo que ha servido es para criar una clientela dependiente que pide más y más, porque no dispone de medios propios para afrontar su permanente crisis vivencial. Y cuando ya no se les puede continuar dando, responden como castigo con total indiferencia electora. 

Dame, dame o sino no voto. Se sienten defraudados, con o sin razón, todavía no sienten la motivación de poner sus esperanzas en una opción del otro lado del muro, pero al oficialismo ya no le quieren votar. En una parroquia eminentemente chavista (Miguel Peña en el Municipio Valencia), la participación bajó de un 80 a un 52,5 por ciento de las presidenciales de abril a este 8D. 

Una emblemática demostración del castigo abstencionista que propinó un creciente sector otrora pro oficialista: ¡que tiene su explicación! Quizás no tan descarnada como la que les he bosquejado, con diversas variantes, pero todas contentivas de un factor común: el nefasto impacto de la crisis social y económica que a ellos más les afecta.  

 Y la abstención del lado opositor: ¿Cómo se explica? Porque vamos a estar claros, la oposición representada en la MUD también tuvo su descalabro. Se puede matizar: no tuvo prácticamente acceso a los medios de comunicación; los recursos de los que dispuso para hacer campaña brillaban por su blanca palidez frente a la grosería de dispendio electoral del Gobierno (ayer estuve en Caracas y lo de los afiches de Villegas rayaba en lo grotesco e inmoral); el CNE se dejó irrespetar hasta límites nunca vistos, permitiendo una campaña que podríamos proponer para el libro de records mundiales de Guinness por su inequidad. 

Todo lo anterior es verdad, pero   por otra parte: La crisis no es un “coco” que está por venir. Ya la tenemos instalada en nuestros predios y con tendencias claras de evolucionar hacia daños verdaderamente severos a nuestro modo de vida.  Nos ha empobrecido y nos va a empobrecer aún mucho más. Además, ya hemos sido testigo de las respuestas absurdas que este gobierno diseña para hacerle frente. ¿Qué más nos resta por ver? 

Por esto y porque en esta etapa de crisis siempre he supuesto que el voto opositor tiene en promedio un mayor nivel de educación y por ende: mayor capacidad para tomar conciencia sobre el tipo de sociedad hacia la cual se nos quiere conducir, es que no lograba entender, esa noche del 8D, que de los más de siete millones trescientos mil electores que votaron por Capriles en abril, la votación opositora fuese tan menguada por la abstención.


Así lo puse en un “tweet” y alguien me recomendó que al calor de tan frustrantes resultados mejor era: no exteriorizar opinión. Pero continuaba preguntándome: ¿Era errada mi premisa de que todos esos opositores de abril debían tener, ahora, mayor conciencia de las razones por las cuales a este gobierno había que propinarle un nocaut electoral? 

Para mí era como si en una pelea de boxeo, tuviésemos al contrario mareado, propenso a caer a la lona si le propinásemos un buen golpe, y nos abocáramos a dar saltitos mingoneando para permitirle que se mantuviese en pies hasta el final del round. Por supuesto, una imagen metafórica, como simbólica y muy acertada era la tesis de asumir estas elecciones como un plebiscito. No iba a sacar a 

Maduro de la Presidencia, obviamente, pero lo iba a frenar en sus intenciones que, por lo demás, a estas alturas ya están claramente develadas (por si acaso todavía alguien tenía dudas al respecto). ¿Qué tan diferente sería hoy el ambiente político en el país si la Oposición hubiese obtenido al menos unos seis millones y medio de votos?

La tesis plebiscitaria tenía además la virtud de sobre imponerse por encima de algunos niveles de ruido opositor ocasionado por el descontento con relación a algunas candidaturas locales. El caso de Evelin Trejo en Maracaibo es un ejemplo emblemático: si la motivación anti gobierno no hubiese movilizado a muchos hacia las urnas, otro gallo estaría cantando en ese patio cuyo potencial opositor fue desaprovechado. Otro tanto, aunque en menor medida, podría decirse de Cocciola en Valencia, aunque haya resultado victorioso por un buen margen (seguramente habrá otros ejemplos, pero me refiero a dos escenarios sobre los que dispuse de suficiente información). 

Al final, ese sentido de urgencia que pretendía transmitir el mensaje plebiscitario de La Unidad no cuajó en su totalidad y no queda más remedio que tratar de entender lo que me resistía a entender esa noche de duros insultos contra los opositores que no votaron. 

Eso sí, sigo negándome a creer que el único argumento explicativo sea la naturaleza local de las elecciones. Esto podría ser válido en el caso de un país en circunstancias políticas y económicas normales y ese no es, ni remotamente, nuestro caso.

Por razones de extensión, me atreveré a proponer sólo dos temas a considerar en el análisis de las posibles causas de la abstención opositora (por supuesto que hay otros): la desconfianza en el CNE es uno. Aunque se han desarrollado buenos argumentos para motivar el voto como vehículo para derrotar también esa evidente parcialidad del árbitro electoral, se observa que la duda sigue haciendo mella en muchos electores.

El otro es el agotamiento del modelo MUD como plataforma integradora de las fuerzas democráticas. Es evidente que ha crecido un sentimiento disidente sobre la forma cómo se está conduciendo a la Oposición  – a lo mejor sigue siendo la adecuada, pero requiere de su legitimación en un escenario de mayor participación democrática. Esto lo reflejan los resultados del 8D: un crecimiento nada desestimable de los votos obtenidos por grupos opositores al Gobierno que actuaron fuera de la MUD (casi un 20%).  Algunos pretenden agotar la discusión acusándolos simplemente de divisionistas. ¿Por qué no pasearse por el argumento de que no se dio la adecuada acción política que permitiera alinearlos en una estrategia unificada? ¿Hasta cuándo una cofradía de partidos puede tener el derecho exclusivo de decidir sobre candidaturas sin que otras fuerzas opositoras se sientan que sus propuestas y liderazgos no son tomadas en cuenta?

Fue ese 20% adicional lo que permitió matizar el resultado final: la Oposición ganó, sí, pero fue una victoria pírrica y no podemos darnos el lujo de repetirnos en este esquema. Por esto es que urge un esfuerzo serio de reorganización de las fuerzas democráticas, pero esto será ya objeto de consideración en otro artículo. 



viernes, 6 de diciembre de 2013

Nelson Mandela: la grandeza de la sencillez


El crepúsculo es claridad: alba y aurora. Se vislumbra desde el estreno del amanecer hasta la salida del Sol. Es vespertino también. Se inicia en poniente y finaliza hasta que cae la noche. El de Mandela sintetiza los dos significados de este término. Matutino y vespertino. En su larga trayectoria dio inicio a una nueva forma de vida en su país Sudáfrica. Su crepúsculo simboliza, tambien, el fin de una era.

La extensa vida de Mandela ha recorrido casi todo el atroz siglo XX. Ha sido testigo de una etapa cruenta, pródiga en aberraciones e infortunios, una de las más terribles de la historia. Contra su persona se enfilaron distintos tipos de violencia. La política para intimidarlo; la física para aterrorizarlo y la emocional para socavar su espíritu. Todas se estrellaron frente a su orgullosa dignidad y pudo evitar caer en la tentación de la violencia. Mandela recurrió a las  armas de la sencillez, la buena voluntad, la benevolencia, la esperanza, la reconciliación, la fe… Hoy en día nadie posee tanta autoridad moral como él.

Mandela nos convoca nuevamente. Nos emplaza en un momento crepuscular de nuestra historia. Vivimos, por así decirlo,  un momento Mandela; una coyuntura que exige poner en práctica las enseñanzas que proporciona su biografía.  En el país se vive una situación lamentable de polarización social y política. Desde luego, existen razones que propician este desencuentro. Por un lado, tenemos la acumulación histórica de grandes desigualdades sociales, por el otro, un escenario  político que ha dividido a los venezolanos en polos mutuamente excluyentes. Debido a estas circunstancias, me permito sentenciar,  que para  poder dirigirnos hacia una nueva alborada será  indispensable reconocernos todos, pobres y ricos, opositores y oficialistas, como venezolanos.

Esta reconciliación es posible. Pero en su construcción deberá asumirse a plenitud que con exclusión no puede haber reconciliación. Una alternativa para la paz y la convivencia en Venezuela, es absolutamente viable sí, respetando las diferencias, somos capaces de encontrar y promover las coincidencias y construir un clima de tolerancia y respeto. Reconocer al otro, aunque piense distinto, es la clave. Esta es una de las enseñanzas de Mandiba.

En estos tiempos turbulentos, el espíritu autónomo que define el alma universitaria exclama,  junto a Mandiba, estas estrofas del poema Invictus

Soy el amo de mi destino;
Soy el capitán de mi alma.

Mandela siempre en nuestros corazones.

Viva eternamente Nelson Mandela
Paz a sus restos



El pueblo sigue a quien se hace respetar



Nelson Acosta Espinoza
Amigo lector, este breve escrito ha sido redactado a dos días del 8D. En cierto sentido lo que va a pasar hoy domingo, ya sucedió en los corazones y cabezas de los electores. El tono relativo de  esta afirmación obedece a las diferentes posibilidades de los bandos en contienda de desplegar sus fuerzas para garantizar la presencia de los votantes en las urnas. Como estimulo para votar, en el bloque democrático opera la convicción y la voluntad de cambio; en el oficialista, se requiere del aparato burocrático y la coacción para carrear a sus electores.

Ahora bien, intentemos posar la mirada en los días sucesivos después del 8D. Para ello sería necesario caracterizar al país sobre el cual van a operar los alcaldes democráticos electos y, desde luego, la dirección política de la oposición. Hagamos un esfuerzo de descripción: inflación del 50% a fin de año, y más de un 60% en alimentación; importación mensual de alimentos por valor de 4.600 millones de dólares; cotización del bolívar en el mercado negro abismalmente por debajo de su valor nominal; evasión de capitales que en los últimos nueve años alcanza unos 150.000 millones de dólares; índice de corrupción, compilado por organismos internacionales, en que Venezuela ocupa el lugar 165, sobre 174 países; unos 60 homicidios por cada 100.000 habitantes.

En el ámbito del poder, la imagen iría así: el estado en manos de una oligarquía; construcción de un orden de naturaleza corporativa y destrucción de las organizaciones sociales horizontales; evaporación de la división de poderes y ejercicio de una forma de gobierno cercana al Partido-Estado; definición del adversario político como enemigo, al cual hay que destruir; recentralización del poder y prensa opositora acallada. Estos serían algunos de los rasgos más sobresalientes.

Sobre este escenario (descrito muy someramente) le tocará actuar a la oposición y a sus alcaldes electos. En relación a este último tema, ya sabemos que la disposición es aniquilar operativamente a estas instancias. El ejemplo de la Alcaldía Mayor es ilustrativo de esta tendencia. Recordemos que la propuesta del gobierno es la construcción del estado comunal. En este sentido, estas estructuras de poder (las alcaldías) deberán hacer ejercicios de resistencia cívica y constituirse en faros lúcidos de oposición al régimen.

Detengámonos en esta última afirmación. La oposición deberá ir al encuentro con la calle. Sólo así podrá conectarse con las necesidades reales de la gente. Las posturas legalistas, el tacticismo per se, deben ser desterrados de la conducción política de los sectores democráticos. Hay que "enmarcar" la gestión de las alcaldías dentro de esta apuesta política. Para ello sería necesario renovar el discurso y léxico democrático con la finalidad de que se constituya en una trinchera para resistir el embate autoritario y, de esta manera, poder emocionar a los ciudadanos.

Lo voy a decir por la calle del medio: el pueblo venezolano sigue a quien se hace respetar. La rebelión cívica es, entonces,  el mecanismo que tenemos a la mano para evitar que la ciudadanía se habitúe a las actuales carencias. El tiempo por venir es el de asumir riesgos. Tal como lo hicieron los padres de la democracia.

El 2014 será el momento de la política y la prueba de fuego para la actual dirección de la oposición. Es importante oír a las regiones. En Carabobo, Lara, Táchira y Zulia, por ejemplo, existen en formación nuevas formas progresistas de asumir lo político. Allí se esta configurando una manera de hacer política que puede enriquecer la que tradicionalmente ha asumido la dirección de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). En fin, hay que abrirse a nuevas enunciaciones. Lo homogéneo, no es democrático.



¿CUAL ES EL CAMINO DESPUES DEL 8D…

 
Warner Corrales


Esta es la pregunta más importante que todos debemos responder “en pensamiento, palabra y obra”, como hace tiempo se decía… Para el 8D tenemos sólo un camino y está muy claro, no tenemos otro… Acudir masivamente a votar por la democracia… 

Pero para después del 8D debemos decidir todos qué hacer, padres y madres de familia y ciudadanos de a pie, dirigentes políticos y sociales, académicos, empresarios, estudiantes, trabajadores…. en fin, todos… Porque no sólo se nos aleja la Venezuela de paz y progreso que queremos, se nos está cerrando a todos la posibilidad de vivir en libertad, la libertad de hablar y reunirnos… de decidir qué comprar y cómo educar a nuestros hijos… Se nos está robando a todos la dignidad mínima que requerimos para vivir…

Suceda lo que suceda el 8D, bien sea que la Oposición Democrática obtenga una mayoría abrumadora de votos o una pequeña diferencia a favor, es altamente probable que el CNE declare a Venezuela una patria “Roja Rojita” y la dibuje así en los mapas… Creo que es claro: Hay que considerar muy probable que el 8D no será un “Plebiscito”, porque no es plausible la hipótesis de que un triunfo de la Oposición sea reconocido por el árbitro…. Años de conducta antidemocrática y de ausencia de límites éticos nos deberían haber enseñado esto… 

Pero además, lo que dicen muchos analistas y políticos serios desde hace meses se ha demostrado cierto en la práctica: El gobierno ha planeado y ha ido logrando la destrucción sistemática de las capacidades y las oportunidades reales de la Oposición Democrática para dar una lucha electoral… El CNE no es en absoluto imparcial... Los medios ya son un lugar prohibido para la dirigencia… La movilización de los candidatos opositores por el país es impedida… El acceso de testigos opositores a mesas de ciertas zonas ha sido metódicamente impedido en los últimos eventos electorales… La represión es un hecho cuotidiano, en forma de secuestros de activistas, de golpizas a manifestantes y hasta de asesinatos de candidatos… 

Pues bien, ante esta realidad que ya no puede ser negada por ningún grupo, del Gobierno o de la Oposición, sería infantil y suicida mantener una estrategia de Oposición que esté limitada a lo electoral, negada a la movilización popular y que cierre salidas que la propia Constitución prevé para que la sociedad se defienda de gobiernos que la violen.

Un cambio en la estrategia y tal vez en los liderazgos de Oposición tendrá que venir, porque la historia política la hacen las sociedades y no solamente -ni fundamentalmente- los liderazgos… 

La Venezuela democrática se beneficiaría mucho de contar con las virtudes innegables que tienen algunos líderes de la actual dirigencia, pero para que eso sea viable, los líderes tendrán que hacer varias cosas que los legitimen ante una mayoría que ve cerrarse las opciones, y que los hagan políticamente eficaces, no solo esforzados demócratas … Entre ellas abrirse a la Política (con “P” mayúscula) y no sólo a lo electoral, responder más a la sociedad y no sólo los partidos, oír más a otros, convertirse en un grupo más plural… 


Una marea así haría flotar todos los barcos… Por el bien del país, mientras más pronto suceda, más cerca estaremos de la Venezuela que queremos todos…