domingo, 30 de marzo de 2014

Guarimbas, héroes y mártires



Nelson Acosta Espinoza

En Venezuela estamos presenciando un desplazamiento del poder. Hoy en día el aparato militar se ha apoderado de las calles y ejerce autónomamente la represión contra los que se atreven a disentir del gobierno. El balance de muertos, heridos, detenidos y la violación constante de derechos humanos parecen confirmar este deslizamiento hacia un régimen cada vez más autoritario y militarista.

Hay 32 personas fallecidas en estas protestas; 400 heridos; más de 1500 presos; 700 procesados por motivos políticos; dos alcaldes presos; persecución despiadada contra la diputada María Corina Machado, amenaza de enjuiciamientos sobre diversos alcaldes opositores; clandestinidad para jóvenes dirigentes, allanamientos de viviendas ejecutados por grupos para militares y la construcción de un clima de intimidación cierra el ambiente político que caracteriza la vida pública en este momento crucial que vivimos.A este panorama, poco halagador para el cultivo de las virtudes cívicas (la democracia, es bueno recalcarlo, exige una densidad moral y un modo de comportarse que trasciende el simple funcionamiento de determinadas reglas de juego), hay que añadir la compleja situación económica que afronta la ciudadanía en los momentos actuales. Presenciamos, esta semana, la devaluación más brutal de nuestra historia económica. En algo más de un año, se ha producido una perdida masiva de valor del bolívar en relación al dólar: del Cadivi a 4:30 pasamos al dólar 6:30bsf y de allí brincamos al dólar Sicad 1 cuyo cambio es, en promedio, a 11bsf por dólar y la semana pasada emergió el Sicad 2 cuyo cambio se ha estrenado por los 51 bsf por dólar. Digámoslo de una vez: estamos en presencia de una devaluación por el orden del 723%.

En fin, la represión política y la precaria situación económica pareciera que se refuerzan mutuamente. La primera, para contener los efectos políticos que se derivarían de la desastrosa situación que ha provocado las erradas políticas diseñadas por el gobierno. Sin embargo, me voy a permitir hacer una advertencia, la economía por sí misma no provoca cambios en la cultura y conducta política de la población. Para alcanzar este logro, se requeriría de una activación en el plano de las ideas (significaciones) que dispute el discurso ideológico que ha predominado en el país a lo largo de estos últimos 15 años. Sería un error, a mi juicio, hacer descansar exclusivamente en esta dimensión las razones para enfrentar y propiciar un cambio radical del modelo cultura y político del socialismo del siglo XXI.

La protesta protagonizada por los estudiantes, jóvenes y ciudadanos en general, tuvieron un importante valor simbólico y discursivo. Despojaron al régimen de su careta democrática y humanista. Vocablos como dignidad, heroico, sacrificio, valor, en fin, toda una ética y épica fue construida con el sacrificio y la combatividad de estos jóvenes desparramados por toda la geografía nacional. En sus "trincheras de la libertad" alcanzaron logros que la oposición acartonada no pudo alcanzar en esta década y media de revolución.

La situación económica, desde luego, proporciona insumos que deben ser procesados por la práctica política. Pero, insisto, esta actividad debe estar enmarcada en una lógica simbólica; debe expresar una alternativa cultural distinta a la del adversario y engranarse con los problemas que confronta la población. La lucha que se lleva a cabo en las "trincheras de la libertad", más allá de las incomodidades que este tipo de protesta provoca, han tenido un efecto simbólico sustantivo. La oposición posee, gracias a estas confrontaciones, un relato épico que deberá procesar y orientarlo hacia objetivos políticos concretos.
Ahora bien formulemos las siguientes preguntas ¿cómo enfrentar a este régimen político militarizado? Las virtudes cívicas ¿serán suficientes? Pronto lo sabremos.

De un neofascismo light al totalitarismo


Humberto García Larralde

La gestión de Hugo Chávez encajó bastante fielmente con los cánones del fascismo clásico: evocó mitos épicos (la epopeya independista) para legitimar sus ansias de poder; deliberadamente tergiversó la realidad para “justificar” estos designios; controló a los medios para proyectar una visión maniquea en la que “revolucionarios” se enfrentaban a poderosos enemigos de la Patria, tanto externos como internos; concibió a la política como una guerra por otros medios; organizó a los suyos según preceptos militares; desconoció los derechos de la disidencia para implantar un verdadero apartheid político; desató la violencia para aplastar opositores; y demolió las instituciones del Estado de Derecho liberal –entre otras cosas. No obstante, contó con dos recursos poderosos que le ahorraron tener que recurrir a los extremos de violencia, muerte y destrucción de sus antecesores: un carisma indiscutible que aglutinó tras de sí a buena parte del país, y unos ingresos petroleros jamás vistos. El reparto de la renta le hizo creer que no importaba destruir la economía privada, pues contaría para siempre con el apoyo popular. Como dolorosamente han descubierto los venezolanos durante el último año, ello resultó en “pan para hoy, hambre para mañana”.

Muerto el gran embaucador y dilapidada las arcas del Estado entre misiones dispendiosas, regalos y corruptelas, se desnuda la naturaleza fascista del régimen en toda su ferocidad. Lo que ha vivido el país durante el último mes y medio, con su secuela de represión salvaje, muertes y heridos, más de mil detenidos, persecución de dirigentes opositores y de periodistas, y la desolación desatada por bandas armadas y Guardias Nacionales, ha sido un amargo y brusco despertar. Con una eficacia digna de mejor encomio se ha concatenado un terrorismo de Estado contra el cual no parece haber amparo. Y si hubiese duda de que entramos al tenebroso túnel del totalitarismo, el régimen afianza su neolengua para encubrir crímenes e implantar la única verdad aceptable: la suya. Los “diálogos para la paz” se convocan insultando a opositores y conculcándoles sus derechos; los Guardias Nacionales que golpean y matan a mujeres desarmadas son “valientes”; se califica de “ejemplar” la conducta de las bandas paramilitares que aterrorizan a la población; los que cometen y amparan desde el poder estos desmanes llaman “fascistas” a los luchadores por la democracia; y, a pesar de la convulsión social y política que sacude al país, todo está “normal”.

Pero, al igual que salió a la superficie el rostro sanguinario y desalmado del fascismo duro, también emergieron, de manera cada vez más resuelta, las reservas morales, democráticas y libertarias que anidan en este noble pueblo, en particular, en su juventud. A estas alturas está bastante claro que la represión, lejos de aplacar la protesta, ha contribuido a afianzarla, en rechazo de estas prácticas dictatoriales. Entonces, ¿Por qué persiste el régimen en su camino destructivo y equivocado?

Es obvio que los que usufructúan a sus anchas el poder tienen demasiado que perder soltándolo. Las cifras oficiales del BCV permiten calcular que, durante los últimos quince años, pasaron por las manos de los que administran el Estado más de USA $1,3 billones (millones de millones), un promedio anual de casi $90 millardos, cifra varias veces superior a la de cualquier gobierno pasado. Más allá, la demolición de los contrapesos al Presidente, la falta de transparencia y de rendición de cuentas, y el usufructo discrecional y clientelar de estos dineros, se ha traducido en un formidable dispositivo de expoliación que ha enriquecido mucho a unos pocos, a la par que compró amplio apoyo político, interno y externo, para perpetuarse en el poder. Partir con estas mieles es simplemente inaceptable para quienes carecen notoriamente de méritos para justificarlas.

Sin embargo, aun más grave es la terrible descomposición moral y de valores que se ha producido en el ejercicio del poder. Las triquiñuelas en la OEA para evitar que María Corina hablara, la mentira descarada y repetida para enrostrarle a otros sus propias culpas –v.g. la estupidez de la guerra económica como coartada a su desastrosa conducción de lo económico- la deshumanización y el desprecio por la vida de los demás puesta de manifiesto en los episodios de represión recientes, la depravación revelada en los testimonios de estudiantes torturados, la burla desvergonzada de las leyes por parte de un poder judicial demasiado presto a complacer al ejecutivo en todo, el desprecio por la voluntad popular al querer despojar a alcaldes y diputados electos, y la sustitución de toda norma legal por “el que me da la gana” -como es el caso de la negativa del alcalde Rodríguez en permitir que los estudiantes marchen al Distrito Libertador- dibujan una situación de creciente anomia, en la que se enseñorea el malandraje y la violencia de bandas armadas protegidas por el Gobierno. Han soltado amarras con todo lo que significa decencia, respeto y convivencia democrática porque creen que con la barbarie se impondrán definitivamente a la protesta ciudadana.

Y en esta prolongada e intermitente versión criolla de la noche de los cristales rotos, resalta como máximo exponente de tanta perversión, el capitán Diosdado Cabello. Arremete con una absurda acusación contra Teodoro Petkoff y Tal Cual,y despliega toda su patanería para despojar “a lo macho” a María Corina Machado de su condición de diputada, porque no soporta que personas ampliamente reconocidas por su integridad, verticalidad y apego a principios de justicia y libertad, señalen con su verbo valiente y certero el abismo moral en que ha caído esta “revolución”. Como dice el dicho, “es a la sombra que prospera el crimen”. Lo humilla el honroso historial de luchas de Teodoro y la valerosa y digna actitud asumida por María Corina. Apelando a otro aforismo, la inquina y el resentimiento que exudan Cabello y los suyos en contra de ambos, no son más que “el tributo que paga el vicio a la virtud”.

De manera que hemos caído de nuevo en la disyuntiva entre civilización y barbarie que inmortalizó hace cien años Gallegos en Doña Bárbara. La acción política de los herederos de Chávez, como lo muestra Cabello, adquiere ahora una dimensión visceral en la que los bajos instintos tienen rienda suelta. En uno de sus escasas confesiones honestas, Diosdado señaló que el “comandante eterno” era quién los “contenía”. Pero tampoco el amado mentor sale liso de tanto desmán: se cosecha hoy sus catorce años de invectivas y de odios contra quienes lo adversaron.

Los militares fascistas creen estar en el país de Carujo, en el que predominan los fuertes. Toca a los venezolanos reivindicar a Vargas y hacer que el nuestro sea “el país de los justos”.

domingo, 23 de marzo de 2014

Resistir es vencer


Nelson Acosta Espinoza

La estrategia represiva del régimen ha avanzado un escalón más. La detención de los alcaldes de las comunidades de San Diego y San Cristóbal, Enzo Scarano y Daniel Ceballos respectivamente y la solicitud a la Fiscalía General de la República de iniciar las acciones que conduzcan a un antejuicio de mérito contra la diputada María Corina Machado marcan, en forma indeleble, el carácter autoritario del post chavismo personificado en su presidente Nicolás Maduro.

Treinta muertos, cientos de heridos, miles de detenidos, maltratos, torturas y una represión feroz ha sido el balance, hasta este momento, de las protestas encabezadas por estudiantes y jóvenes venezolanos. El oficialismo no ha podido entender que estas manifestaciones constituyen la declaración legítima de miles de patriotas que aspiran que sus voces sean escuchadas y respetadas. El bloqueo de los canales de expresión autónomos los obliga a refugiarse y expresarse en esas “trincheras de la libertad” (Vargas Llosa dixit) que han sido organizadas en las principales ciudades del país.

El régimen ha implementado una estrategia maliciosa: hablar de paz y hacer la guerra. Por un lado, ensambla un tinglado para iniciar conversaciones de paz (en realidad un monólogo, con invitados tarifados) y, por el otro, arrecia la represión, promueve iniciativas tendentes a decapitar el poder municipal y produce declaraciones agresivas como las pronunciadas, en relación a María Corina Machado, por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello: “Esa diputada es cómplice, incitadora de asesinatos en este país. A esto hay que ponerle el nombre correcto: asesinato, 29 muertos en este país”. Desde luego, en este contexto, esas iniciativas de diálogo están destinadas a fracasar y reflejan la debilidad del gobierno y, de ahí, su necesidad de recurrir a la represión.

Vamos a estar claro, este gobierno no va a retroceder ni va a propiciar diálogo alguno. La explicación es sencilla: reconocer a la oposición como un interlocutor válido implicaría descalificar y recular en relación a su proyecto autoritario. No olvidemos que la lógica política que informa su conducta es aquella que prevalece en situaciones de carácter bélico: no hay adversarios, sólo enemigos a ser destruidos. Es por ello que la conciliación, con esta oligarquía bolivariana, no es posible a estas alturas del juego político en el país.
Los estudiantes y jóvenes, con valentía, arrojo y con un costo en heridos, detenidos y fallecidos, han mostrado la ruta a seguir. Han revelado, nacional e internacionalmente, el verdadero rostro del gobierno. Lograrón poner en evidencia la dictadura que ejerce Nicolás Maduro.

La mesa se encuentra servida para la dirigencia opositora: seguir la ruta trazada por los estudiantes. Dejar atrás el pragmatismo electoral, la improvisación táctica para poder asumir el proyecto estratégico de cambiar este régimen político. No es tarea fácil. Se requiere del concurso de todos, sin excepción. A diferencia del oficialismo, la oposición deberá ir al encuentro del “otro”; indagar sobre los canales de comunicación que permitirían conectar con los sentimientos de la mayoría del país; comprender que es indispensable “emocionar para convencer”. En fin, diseñar políticas comunicacionales para entrar en el corazón de los venezolanos y, así, poder asumir el modo irreverente que caracteriza la conducta de los sectores populares del país.

La épica estudiantil ha colocado el punto de partida para el diseño de una política de esta naturaleza. Desnudaron el carácter totalitario del régimen. Le toca ahora a la dirigencia opositora asumir el reto de combatir esta dictadura bolivariana.

En esta trama totalitaria es bueno retomar la consigna del demócrata y socialista español Juan Negrín: resistir es vencer.


El gobierno no quiere paz



Asdrúbal Romero Mujica

Llevo varios días devanándome los sesos, tratando de visualizar salidas a LA SALIDA. El no ocurrírseme nada se había convertido en un disuasivo para sentarme a escribir. Los últimos acontecimientos, sin embargo, me motivan a hacerlo. Desde el lunes (17/3) se comenzó a percibir la posibilidad de una recuperación progresiva de la normalidad en el país. La mayoría de las guarimbas habían detenido su acción. Incluso alguien, sin mucha experiencia política, llegó a decirme: al parecer los “políticos” se han puesto de acuerdo por arriba. En las zonas más afectadas, los niños habían recomenzado su actividad escolar. El día miércoles en la noche, el mismo gobierno se encarga de dinamitar esa especie de tregua, al ordenar al Tribunal Supremo de Justicia se dictara sentencia que llevaba a prisión al Alcalde de San Diego Enzo Scarano. Ya en la tarde habían detenido al Alcalde de San Cristobal y no puedo dejar de mencionar: la brutal y cruenta arremetida de la GN contra ciento cincuenta manifestantes en el pueblo de Rubio, estado Táchira, dejando como saldo varios heridos de bala. ¿Cuál es la lectura que podemos hacer sobre esta arremetida del Gobierno?

La respuesta es clara y evidente: Al Gobierno no le interesa la Paz. Por alguna razón (o razones) que analizaremos a posteriori, el Gobierno parece estar convencido que su mejor opción es no dejar perder elmomentum que trae y continuar hasta descabezar las fuerzas opositoras y lograr una rendición incondicional. Sigue a la perfección el guion cubano mientras hace aspavientos de un llamado a diálogo que nadie se lo cree. En todo caso: ¿Diálogo para qué? Me permito remitirles a una excelente entrada en el blog de mi estimado amigo, Octavio Acosta Martínez (http://labragaazul.blogpost.com). Por supuesto que el reconocimiento de la absoluta falta de interés de parte del Régimen en restablecer la paz como una premisa básica, obliga a un rediseño integral de toda la estrategia opositora.

En cuanto a las razones que pudieran tener para proseguir incitando a la violencia, una estrategia que algunos han calificado de suicida pero ya no estoy tan convencido de ello, la primera que señalaré está relacionada con la convicción que pudiera existir en el Alto Gobierno sobre la fortaleza de su apoyo internacional. Tienen conque sustentarla: han venido obteniendo resonantes éxitos en las instancias internacionales –incluido el de hoy viernes en la OEA-, en cuanto a detener cualquier iniciativa orientada a intervenir en la situación venezolana de alguna manera, aunque sea en un nivel mínimo e inoficioso en la práctica (la visita de alguna comisión). Lo de resonante puede sonar paradójico, con el hecho real que el principal daño que ha sufrido el Régimen a lo largo de este conflicto es el de haberse mermado, considerablemente, su credibilidad en el ámbito internacional como gobierno democrático. Los videos e imágenes distribuidos a través de los medios de comunicación y redes sociales han sido devastadores para la imagen del Régimen. Cabe aclarar que ese significativo daño se ha internalizado, fundamentalmente, a nivel de los pobladores de los diversos países más vinculados culturalmente a nuestro país. Una prueba concreta de esto son los diversos pronunciamientos que se han producido a nivel de los órganos parlamentarios de muchos de esos países, aun cuando los respectivos líderes ejecutivos se hayan resistido a emitir una opinión más proactiva al respecto, como es el doloroso caso de España. Ya es bien sabido que los parlamentos suelen ser más sensibles a las opiniones públicas prevalentes en sus colectivos nacionales, por ello, más proclives a hacerse eco de ellas. En todo caso, en la misma medida que ha crecido esa imagen del Régimen como una neo dictadura autoritaria y represora de las libertades democráticas, más tiene que calificar uno de “resonantes” los éxitos de nuestra diplomacia oficialista al lograr mantener a sus aliados incólumes ante el dantesco testimonio gráfico que se ha logrado filtrar comunicacionalmente.

¿Hasta cuándo se mantendrá la solidez del apoyo internacional al Régimen? A juzgar por la votación de hoy en la que se le negara a María Corina Machado ejercer su derecho de palabra en la OEA, la incidencia del Convenio Petrocaribe sigue siendo determinante. Un poco de pequeñas islas, cuyos votos valen igual que el de países como Estados Unidos, Méjico o Chile, le aportan al Régimen un colchón en el cual sentirse sabroso y sobrado. Con gobiernos como los de Argentina, Bolivia y Nicaragua no hay esperanzas. Brasil es el que debe estarse sintiendo más incómodo con todas las torpezas de Maduro y Cabello: éstas le complican su manejo geopolítico como la otra potencia influyente del continente. Por otra parte, están los dos millardos de dólares de deuda con las constructoras brasileñas, pero aun así: el superávit a su favor de la balanza comercial entre los dos países sigue pesando demasiado. ¡Les compramos de todo! Esto es lo que España no ve. En vez de buscar oportunidades para salir de su crisis en una Hispanoamérica con la cual ha mantenido históricos lazos de influencia, mantiene volcada su mirada hacia una Europa en la que Alemania y Francia llevan el peso de las decisiones estratégicas. España pudiera erigirse en el gran socio comercial que ayudara a un nuevo gobierno democrático en Venezuela navegar hacia el final de nuestra prolongada crisis. Pero, ni pendiente. En definitiva, todo parece indicar que el Régimen seguirá teniendo a su favor la variable internacional. Esto sólo podría cambiar si Estados Unidos se abocara a presionar, pero Obama no parece ser el tipo de presidente proclive a ello. Lo de hoy en la OEA tiene que haber sido un duro golpe de desánimo para los que queremos un cambio en Venezuela.

Si cambiamos al escenario interno, pudiera haber otra razón por la que no les interese la Paz. No tienen otra alternativa que no sea la de siquitrillar a toda la Oposición, antes de que les termine de estallar la poderosa bomba económica sobre la que están sentados. Y hasta el más ignorante de ellos, a estas alturas, sabe que estamos hablando de unos cuantos megatones por encima de la de Hiroshima. LA SALIDA ha tenido el negativo efecto de convertirse en manto obnubilador del severo problema económico que afrontamos. Lo seguimos padeciendo, pero el tema político le resta visibilidad. Eso no quiere decir que su nefasta evolución se haya detenido, todo lo contrario; cada día de parálisis profundiza su agravamiento. Ellos saben que les queda muy poco tiempo para que se generalice hacia todos los estratos sociales: el efecto de la masiva devaluación que sigue en imparable proceso evolutivo hacia convertir el supuesto bolívar fuerte en la nada. Hasta ahora el impacto lo habían sufrido más los estratos de mayor ingreso, pero ya no van a poder impedir que se masifique el nefasto virus y no quieren tener a una oposición obteniendo réditos de la situación ni organizando protestas, como tampoco medios que informen verazmente sobre ella. Manejamos información que están comprando comida como nunca, a sopetones, al menos quieren tener ese flanco controlado; pero, obligados por la realidad, tendrán que decretar medidas que desnudarán la crisis ante los ojos de todos los venezolanos. Los cubanos bien que lo saben, por eso han dado la orden: hay que extinguir cualquier foco de resistencia. ¡Ya!

Dos buenas razones. La segunda más determinante que la primera, pero la cruenta exterminación de la resistencia democrática no pudiera darse si no se contara con la solidez del frente internacional. Lamento no tener buenas noticias, pero este es mi análisis. A los dirigentes de la Oposición les digo: no se sigan entregando. María Corina es más útil en el frente internacional que viniéndose a este país para que la pongan presa. El Régimen está decidido a todo y no parece haber fuerza que lo detenga en su empeño. ¿Le ocurrirá lo mismo que a Rosales? No, un sonoro no, las circunstancias han cambiado drástica y dramáticamente.
¿No se ha derivado de LA SALIDA alguna consecuencia positiva? Claro que sí, la más importante: ubicarnos en la realidad. Pero eso es materia de otro artículo, porque en este ya estoy excedido.

Dictadura bicéfala


Carlos Tablante

El régimen esta dándole patadas al diálogo con la oposición. Por un lado, usa la palabra diálogo de manera acomodaticia dentro de una retórica que promueve permanentemente el odio y la confrontación, y por el otro, aumenta la arremetida contra la disidencia y la critica.

Ya no le basta con el control absoluto de los poderes públicos, con el intento de imponer la tesis del pensamiento único, el partido único y el líder único, ahora también quiere aplastar de manera definitiva cualquier expresión opositora frente a un pésimo gobierno que es responsable de los niveles de inseguridad, inflación y corrupción mas altos del mundo. Los venezolanos sufren como nunca antes de escasez y colas para abastecerse de los insumos básicos para la subsistencia y ya es una realidad la tarjeta de racionamiento para la adquisición de bienes y servicios, clara demostración del fracaso económico del modelo anticonstitucional que el régimen pretende imponer a la fuerza a los venezolanos.

Todo esto es demasiado parecido a la tragedia que ha sufrido el pueblo cubano en el último medio siglo bajo la dictadura de los hermanos Castro. No quedan dudas entonces del destino que el grupo que desgobierna el país pretende darle a la nación.

En la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello trata a los diputados como si fueran parte de un pelotón militar. Con una arbitrariedad nunca vista, se despoja a los parlamentarios de la oposición del derecho a la palabra, de la inmunidad parlamentaria, llegando al extremo de golpearlos físicamente en el interior del hemiciclo. El propio Cabello, desde la presidencia de la AN, interviene abiertamente en el área de competencia de Maduro como jefe del gobierno. Pareciera que estamos ante una dictadura bicéfala, donde cada cabeza compite con la otra en quien tiene un desempeño mas autócrata y antidemocrático, dentro de una disputa por el control interno de lo que queda del chavismo. El PSUV apenas sostiene así una frágil unidad apoyada en la sombra del que han definido como “el comandante eterno”.

La orden es no dialogar con los sectores opositores sino perseguirlos, criminalizando la protesta y anularlos, judicializando la política, como está ocurriendo con Leopoldo López, Enzo Scarano, Daniel Ceballos, María Corina Machado, Carlos Vecchio y Antonio Rivero.

Paralelamente el régimen, en nombre de un mal denominado proceso de pacificación, está realizando un diálogo con los jefes de las bandas criminales y con los corruptos y sus cómplices, los boliburgueses. Todo ello fortaleciendo aún más el esquema de impunidad y corrupción existente, característica principal de un Estado delincuente, cleptocrático o kakistocrático, como lo hemos venido denunciando.

Frente a todo esto, para lograr la salida a la profunda crisis de gobernabilidad que estamos padeciendo todos los venezolanos sin distinción, ahora más que nunca la salida es la protesta.

Para ello es necesario ampliar la base social de esta justa resistencia, sumando a nuevos actores y creando novedosas formas de lucha no violenta con la mayor creatividad posible, como de hecho ya esta ocurriendo.
El papel de los estudiantes ha sido fundamental. Su valentía, coraje y determinación nos compromete a todos. Cada dia son mas los padres, profesores, maestros y vecinos que respaldan su legítima protesta pacífica en las calles. No están solos y el régimen lo sabe, de allí la desesperación por aplastarlos. Los crímenes cometidos por guardias nacionales, funcionarios del Sebin y grupos paramilitares armados por el régimen, no prescribirán. Más tarde que temprano, serán juzgados por sus delitos.

La única forma de asegurar que en algún momento se produzca un diálogo verdadero para lograr los cambios que la mayoría de los venezolanos anhela es organizando y movilizando de manera sistemática la presión frente a este desgobierno. Como dice Francisco Suniaga, la normalidad de los venezolanos en este momento debe ser la protesta democrática cotidiana sin dejarse atrapar por el miedo, la incertidumbre y la apatía.
Para evitar males mayores como el aumento de la violencia, deberíamos encontrar un camino de solución política al conflicto con la mediación internacional y en el marco de las opciones que ofrece la Constitución.
Para ello es indispensable que Maduro, que es el que tiene mayor responsabilidad en lo que está pasando, envíe una señal de rectificación que facilite un dialogo auténtico que permita canalizar el cambio que reclama la mayoría del país.

La lista es conocida: Liberación y cese a la persecución de los manifestantes detenidos y sometidos a procesos judiciales, liberación de Iván Simonovich, Leopoldo López y todos los presos políticos, cese a la persecución a los dirigentes de Voluntad Popular Carlos Vecchio y Antonio Rivero, retorno de los exiliados, cese a los ataques del régimen contra la prensa y los periodistas, contra la libertad de información y de expresión, contra los ciudadanos convertidos en reporteros que a través de las redes sociales luchan por el cambio y en especial contra el diario TalCual dirigido por Teodoro Petkoff; designación de las autoridades del TSJ, Contraloría y CNE con periodos vencidos y nombramiento a finales de año como lo establece la ley, de los nuevos titulares de la Fiscalía General de la República y la Defensoría del Pueblo.

Una reflexión final. Algunos me plantean con impaciencia comprensible que hay que “salir de esto, ya!”. La situación que vivimos es muy complicada y no hay un manual para alcanzar una salida de manera inmediata, como algunos plantean. El proceso que vivimos los venezolanos en medio de esta crisis, forma parte de la degradación y deterioro que hemos venido sufriendo en los últimos quince años.

De manera que la salida no es fácil ni inmediata y no debemos crearnos falsas expectativas. La victoria que aspiramos solo será posible a través de la protesta organizada y pacífica pero firme y combativa, la movilización permanente y la apertura de espacios de diálogo auténtico en cada barrio, comunidad y urbanización para encontrar entre todos la hoja de ruta apropiada a fin de sacar a Venezuela de este inmenso atolladero.

domingo, 16 de marzo de 2014

¿Inverna la oposición en su capullo discursivo?


Nelson Acosta Espinoza

Hay que señalarlo con firmeza. No son golpistas ni están comprometidos con una supuesta asonada militar los jóvenes y ciudadanos que se han mantenido en las calles a lo largo de estos últimos treinta días. Desde luego, es legítima cierta preocupación generada por aspectos violentos presentes en las protestas contra el gobierno. Son situaciones excepcionales que contrastan con la ferocidad criminal exhibida por la Guardia Nacional y los grupos paramilitares movilizados por el oficialismo. Estas demostraciones ciudadanas han sido espontáneas. Hijas de la desesperación y la necesidad de expresarse ante los atropellos y el deterioro de su calidad de vida.

Es necesario admitir, sin embargo, que estas demostraciones ciudadanas se encuentran huérfanas de orientación. Sus acciones son espontáneas; no obedecen a un plan estratégico que le proporcione direccionalidad política. Una cierta perplejidad se ha apoderado del liderazgo opositor. Se encuentra dividido, desarticulado y ensimismado lo cual no le permite ejercer la dirección política y encauzar la protesta hacia el tránsito de vías más creativas y de mayor eficacia estratégica. Parece inevitable, entonces, advertir sobre un serio peligro: de permanecer este sesgo anárquico se estaría ante la posibilidad de repetir el desencanto que se vivió en el año 2002 con consecuencias políticas y electorales dañinas para la causa democrática. La MUD debe tomar una decisión. Acompañar a la gente. Ponerse al frente de las protestas y canalizarlas hacia un objetivo político concreto y alcanzable.

Hay aspectos de la cultura política que no favorecen la construcción de esta alternativa aliento mayoritario. Nuestra elite política, por ejemplo, practica lo que los antropólogos denominamos endogamia política. Para el amigo lector que desconoce el término, me voy a permitir definirlo. Este rasgo de nuestra cultura política puede describirse como una práctica social de rechazo a las ideas, actitudes y valores ajenos a un grupo determinado. Expresa exclusión, segregación, clientelismo y constituye un obstáculo poderoso que impide institucionalizar una verdadera modernidad política.

La extremada polarización que experimenta la sociedad venezolana, por ejemplo, es una expresión de esta práctica endogámica. Situación peligrosa que pone en peligro los esquemas de convivencia social y achica los espacios comunes y necesarios para la negociación y resolución de los conflictos presentes en la sociedad. No reconocer al otro, en cualquier direccionalidad, es una práctica antidemocrática y abre caminos para la profundización de los mecanismos autoritarios. Vencer estas mañas endogámicas y salir al encuentro del otro debería constituir punto de partida en la búsqueda de un acuerdo nacional.

Desde luego esta no es una tarea fácil. Las políticas represivas del gobierno y la ausencia de un liderazgo efectivo de parte de la oposición dificultan la posibilidad de romper con estas barreras. No poseo la clave maestra para poder salir del cerco que tiende la endogamia donde se encuentran ambos bandos en pugna. La oposición, sin embargo, cuenta con ventajas objetivas indiscutibles: una situación económica deplorable que tiende a acentuar sus perversidades en un futuro próximo; un deterioro de la calidad de vida y empobrecimiento acelerado de los sectores medios. En fin, objetivamente hay condiciones para hacer coincidir, en sus demandas, a la mayoría de la población: clases medias empobrecidas y sectores populares en la pobreza. Pero para lograr esta conexión y alianza entre estos sectores se requiere salir de los “capullos discursivos” dentro de los cuales “inverna” el liderazgo oposicionista y abrirse a la diversidad social y cultural que define a la mayoría de los venezolanos.

Mi solidaridad con los habitantes de El Trigal. Sometidos al acoso policial.

A continuación un vídeo sobre la resistencia propuesta por Gene Sharp, autor del libro "De la dictadura a la democracia".


Auge y caída de la guarimba


Miguel A. Megias Ascanio

La “guarimba”, es una expresión venezolana que se usa para significar un refugio cuando un grupo de vecinos hacen barricadas en sus calles, quemando neumáticos y basura e impidiendo el libre tránsito a sus conciudadanos. Originalmente, guarimba era usado por los niños, en sus juegos, para designar un lugar seguro. Hoy, guarimba ha adquirido el nuevo significado de "barricada que impide el tránsito por una calle o avenida".

Los pueblos se expresan de diversos modos cuando deciden protestar contra un gobierno: marchas, protestas masivas, manifestaciones, elaboración de pancartas o carteles alusivos, obras de arte, afiches, música, volantes, … Y la guarimba es una de esas expresiones. Es imperativo preguntarse cual es el malestar que da origen a la protesta. Y la respuesta es casi unánime: inseguridad (25.000 asesinatos en 2013); escasez de productos alimenticios (harina de maíz, con que los venezolanos preparan sus arepas, es uno de ellos); escasez de todo tipo de productos (de aseo corporal, de repuestos para automóviles, de insumos médicos, de medicinas); inflación que diluye la paga de los asalariados (en 2013 llego a la cota de 56%); corrupción, que va llenando todos los espacios; y pronto, escasez generalizada de muchísimos productos. Esos son los principales motivos para la protesta generalizada. Analicémoslos por partes.

Las causas de la inseguridad son muy difíciles de explicar y más aún de erradicar. Por tanto, no entraré a discutir ese fenómeno a pesar de que es uno de los principales motivos de las guarimbas.

En cambio las protestas, tanto por inflación, escasez, corrupción y desabastecimiento si tienen una raiz clara: el modelo “socialista” (que de socialista sólo tiene el nombre) que durante 15 años han tratado de imponer a todos los ciudadanos de este país, estén o no de acuerdo. Cada vez que el gobierno de Chavez gritaba “¡expropiación!”, los pilares de la economía temblaban. Pues cada expropiación condujo a corrupción, ineficacia y desabastecimiento. Basta con un par de ejemplos. Al momento de expropiar las fábricas de cemento, el saco de ese producto se conseguía en todas las ferreterías al precio regulado, de alrededor de Bs 18. Bastó con expropiar las fábricas (“el cemento ahora es del pueblo”, gritaba iracundo Chávez) para que el producto comenzara a desaparecer hasta tal punto que hoy en día es muy difícil conseguir un saco ni siquiera al astronómico precio de Bs 200, diez veces el precio oficial. ¿Adonde va el poco cemento que se produce? A las mafias que compran en fábrica el producto regulado y lo revenden en el mercado negro al precio que les da la gana. Corrupción y desabastecimiento van de la mano. El caso de las cabillas para la construcción es casi idéntico. La re-nacionalización de las fábricas del conglomerado de SIDOR, ha abierto las puertas a las “mafias de las cabillas”, que compran la producción a la empresa del gobierno y la revenden en un mercado negro que ellos mismos han creado. En conclusión, las empresas que han sido expropiadas dejar de funcionar eficientemente, no tienen dolientes y son victimas de mafias propiciadas por grupos cercanos al poder. En resumen, el Socialismo del Siglo XXI sencillamente no funciona, no resuelve los problemas sino que los agrava, no disminuye la desigualdad social sino que la aumenta y ha ido de comprobado fracaso en fracaso..

Siguiendo con el tema del modelo “socialista”, los controles impuestos por el gobierno, con la excusa de que es necesario regular a los “especuladores” no han hecho sino acentuar tanto la escasez como la corrupción. De todos los controles, el control madre de todas las corrupciones es el control cambiario: sin duda, el mayor foco de corrupción y la principal causa del desabastecimiento y escasez de alimentos y de todo tipo de productos. Lo que comenzó en 2003 como una forma de “controlar” políticamente a unos cuantos supuestos “traidores al pueblo”, ha terminado convirtiéndose en una hidra no de mil sino de un millón de cabezas. Como en la historia griega, por cada cabeza cortada surgen dos nuevas. Y exactamente eso es lo que ha ocurrido. Tómese en cuenta que los dólares obtenidos legalmente a Bs 4,30 se pueden fácilmente vender en el mercado negro a 10 veces ese valor. ¡Tremendo negocio, tremenda tentación! Igual podemos decir del precio de la gasolina subsidiada, que es “exportada” ilegalmente (contrabando) pues su precio regulado en Bs 0,1 no llega ni a la centésima parte de su valor comercial. Con un euro, a valor de mercado negro, ¡se pueden llenar los tanques de 25 automóviles! Por tanto, en los estados fronterizos hay un tráfico de combustible, manejado seguramente por personas que pueden “comprar” lealtades en la frontera, de un valor incalculable. En todas las naciones donde se trató de imponer el socialismo, este término llegó a constituirse en sinónimo de corrupción. Controles y corrupción van de la mano.

Mientras el gobierno dispuso de un precio creciente del petróleo, el control de cambios funcionó; con dificultades, pero funcionó. Ahora que el petróleo se ha “estancado” en “solo” $100 (recordemos que el precio del crudo, por muchos años, raramente superaba los $10) y que no crece, se le acaba el ciclo al gobierno, se ve en apuros y comienza un vía crucis, que tendrá que transitar en los próximos meses y años, para pagar la deuda anterior, por una parte; y para proveer de dólares frescos a presente y futuro, por la otra. Muchos analistas opinan que el gobierno no podrá con las deudas acumuladas y algo, nada bueno, sucederá.

Dada la ingente deuda con una multitud de organizaciones y empresas, se hace muy difícil que el gobierno pueda honrar las deudas anteriores al precio pautado (4,30 y 6,30 en los dos últimos años). Eso, aunado a las necesidades corrientes de alimentos e insumos industriales obligarán al gobierno a cambiar el rumbo del socialismo del siglo XXI. O eso creen muchos, al menos. ¿Cambiará el rumbo del socialismo del siglo XXI? Sólo el tiempo lo dira.

Ahora, de vuelta a las guarimbas. Según mi personal opinión, que coincide con la de muchos analistas, estas son la expresión del malestar reprimido por años que, ahora, por fin, se manifiesta abiertamente. La guarimba es una forma de decir “estoy harto” de tanta dificultad, de tanto desatino, de tanta escasez, de tanta cola y de tanta escasez.

Por consiguiente, si el detonante ha sido el malestar público, al expresarse de esta manera hay un primer momento de euforia, al que le sigue la calma y finalmente, cuando se ha drenado el descontento, se muere de forma natural. La guarimba, creo, ha muerto; su corta vida ha servido, como mínimo, para alertar a los medios internacionales y a los gobiernos (amigos y no tanto), de que aquí está pasando algo, de que aquí hay un profundo descontento ya que el ciudadano valora más la protesta que su propia vida. Algo anda mal…

¿Qué viene ahora? La aparición del fenómeno de la barricada ha traído consecuencias que no serán fáciles de borrar. Imágenes que han circulado en todo el planeta ilustran como la brutalidad de una fuerza denominada Guardia Nacional Bolivariana (y Guardia del Pueblo) que ha acosado a justos y pecadores. Se ha desnudado el talante represivo, del gobierno (o de partes del gobierno) que preside Nicolás Maduro. Y esto, repetimos, no será fácil de olvidar –como no olvidamos las imágenes de las primaveras árabes.

La desaparición de la guarimba traerá otras consecuencias. La represión, ahora, será más selectiva; por primera vez en la historia de Venezuela aparece en forma importante la figura de “el sapo”. Es decir, ciudadanos como usted y como yo que habiendo visto a sus amigos y vecinos actuar ahora los denunciarán. Llegarán las fuerzas del (des)orden a allanar, sin más, las viviendas de los acusados. Habrá un aumento del terror generalizado pues ahora no son actores de guarimba sino receptores de acusaciones secretas. Mientras preparan sus alimentos, mientras ven televisión, mientras ayudan a los hijos a hacer sus tareas, los sapos acusan, en oscuras oficinas burocráticas, a quienes hasta hace poco eran sus amigos o vecinos. Esta es la siguiente fase del terror que se nos viene encima.

Y esto es lo que nos hace recordar la triste historia de la guerra civil española. Fueron miles los españoles encarcelados, fusilados y desaparecidos, al perder la guerra las fuerzas democráticas, víctimas del “chivatazo”. El sapo de hoy era el chivato de entonces. Siempre ha existido y siempre existirá. Ese ciudadano capaz de denunciar a otro, con o sin motivo, por rencillas personales, por envidia o por simple maldad.

Así ocurrió en la España post-guerra, cuando la represión del régimen se hizo presente y durante años se corrió el peligro del chivatazo. Ahora, las fuerzas que nos mandan no fusilan, como en los tiempos de Franco. Pero encarcelan sin motivo, torturan sin razón, ejercen todo el poder que les da la más absoluta impunidad. Eso ha quedado bien demostrado y son muchos, demasiados, los casos de tratamiento inhumano, tortura física o síquica; y hasta la muerte sobrevenida de algunos. Y si bien es verdad que en Venezuela el fusilamiento no ha existido, no olvidemos que en el gobierno de los infortunados cubanos (que muchos venezolanos creen que tienen ingerencia en los asuntos del país), si hubo este tipo de represión –y continúa aún latente. Los tres últimos fusilados del régimen castrista fueron “Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodán Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, "los tres principales, más activos y brutales jefes de los secuestradores"; y fueron ejecutados al amanecer de este viernes”, indicó un comunicado oficial, fechado, el 12 de abril de 2003.

Los elementos que estuvieron presentes en la España pre-Franco parecen estar presentes en la Venezuela de Chávez-Maduro, guardando las distancias, claro. Confrontación; división social; y fuerzas ajenas a la nación. Nos acercamos a tiempos peligrosos, muy peligrosos. Es deber de los ciudadanos tratar por todos los medios de buscar una solución a las desavenencias entre hermanos venezolanos. Lo último que quisiéramos ver es una guerra civil. Pero las oscuras nubes del presente parecen anunciarla. Pongamos nuestro mejor empeño en evitarlo. Corrijamos el rumbo, todos, o pereceremos, todos.

Venezuela y el pensamiento troglodita


Ni Maduro es Allende ni Leopoldo López es un golpista como Augusto Pinochet



EL PAÍS (España)
Jorge Castañeda (*), 14 de marzo de 2014


Hace unos días tomó por segunda vez posesión de la presidencia de Chile Michelle Bachelet, exiliada, hija de militar ultimado por los militares y receptora de la banda presidencial de parte de Isabel Allende, senadora socialista e hija del presidente chileno que se quitó la vida el 11 de septiembre de 1973. Asistieron a la ceremonia un buen número de jefes de Estado de América Latina, perseverando en una costumbre anacrónica medio absurda de celebrar cada traspaso del mando presidencial como si fuera un acontecimiento excepcional, cuando de hecho se trata de la normalidad que siempre hemos anhelado en América Latina. Aunque Nicolás Maduro no asistió, su sombra y la de su predecesor estuvieron presentes, y es ahora objeto de una de las analogías más descabelladas de la historia reciente de una región a la que no le faltan cuentos fantasmagóricos.

En efecto, entre las muchas estupideces que un sector de la izquierda latinoamericana ha manifestado a propósito de la situación actual y pasada en la región figura una triple analogía falsa y aberrante. En este pensamiento troglodita, Venezuela hoy es Chile en 1973, en año de golpe contra la Unidad Popular; Nicolás Maduro es Salvador Allende; Barack Obama y John Kerry son Richard Nixon y Henry Kissinger. Hay que ser muy ignorantes para afirmar o creer semejantes barbaridades.

En primer lugar, si bien tanto Allende como Maduro fueron elegidos, el primero lo fue sin el menor cuestionamiento por parte de los candidatos derrotados, al grado que por no haber obtenido el 50% del voto, Allende resultó electo por el Congreso chileno, gracias a los sufragios de la Democracia Cristiana. No es que el margen de victoria de Maduro haya sido menor o mayor que el de Allende; lo importante es que la otra mitad de la sociedad venezolana, y su candidato a la presidencia, cuestionaron a tal grado la elección que desconocieron a Maduro como supuesto ganador. Han producido, asimismo, una enorme cantidad de pruebas de fraude electoral que, si bien no son contundentes, son altamente sugerentes.

Pero, sobre todo, Maduro no es Allende porque el Chicho, aunque pudo haber gobernado mal, gobernó de manera democrática. No cerró medios masivos de comunicación; no reprimió a estudiantes; no encarceló a los líderes de la oposición Demócrata Cristiana o del Partido Nacional, ni siquiera a los de la ultraderecha; no cambió la Constitución chilena, ni la Suprema Corte, ni buscó rehacer a su imagen y semejanza a todas las instituciones chilenas. Mientras que en el caso de Maduro, aun si se acepta que su elección haya sido democrática, difícilmente se puede considerar así su gestión, como tampoco lo fue la de Chávez, hoy recordado al año de su muerte como una especie de prócer, no solo de la patria sino de la América Latina entera, pero que recurrió a las mismas prácticas autoritarias desde el poder. Entre ambos —Chávez y Maduro— han expropiado, comprado, clausurado y censurado medios de comunicación, detenido a dirigentes de la oposición, manipulado a las instituciones para restarle fuerza a los alcaldes de oposición, intervenido en sindicatos para cambiar liderazgos, gastado dinero en prácticas clientelares descaradas y, en general, han incurrido en conductas gubernamentales todo menos democráticas. Solo la ceguera ideológica y la ignorancia histórica pueden comparar a un demócrata martirizado con un demagogo desenfrenado.

Otra diferencia radical reside en las características de la oposición en ambos casos. En Chile, los camioneros, el grupo Patria y Libertad, buena parte de la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y, por supuesto, las Fuerzas Armadas eran efectivamente fascistas y tan golpistas... Que dieron un golpe de Estado. Algunos podrán decir que eso mismo sucedió en Venezuela hace 12 años. Pero justamente: hace 12 años. Difícilmente alguien puede equiparar a Leopoldo López o a Henrique Capriles o a María Corina Machado con Augusto Pinochet o los dirigentes de Patria y Libertad, o muchos otros políticos efectivamente fascistas de aquella época en Chile. Uno puede discrepar o avalar la táctica y la estrategia de unos dirigentes opositores u otros en Venezuela. Pero sus credenciales democráticas al día de hoy permanecen intactas. El que está en la cárcel es Leopoldo López; no Nicolás Maduro.

La última vertiente de la analogía aberrante absurda es la de Estados Unidos. Nixon y Kissinger empezaron a conspirar contra el Gobierno de Allende antes de que fuera Gobierno: desde el asesinato del general René Schneider en la primavera austral de 1970. Quizás Bush y Powell lo hicieron también en 2002 en Venezuela; pero hace seis años que Bush ya no es presidente de Estados Unidos y no hay absolutamente ningún indicio de que Barack Obama haya tenido o tenga la menor intención de conspirar para derrocar al pobre Maduro. A menos de que en la estulticia extrema de un sector de la izquierda latinoamericana, opinar sobre lo que sucede en Venezuela equivale a intervenir en lo que sucede en Venezuela. En eso la izquierda de la región dentro y fuera del Gobierno se identifica con el viejo nacionalismo revolucionario mexicano, con el peronismo o con la rancia rétorica juridicista de la región, pensando que decir algo es intervenir y, como no se quiere intervenir, mejor no se dice nada. Solo en ese tipo de cabezas cabe la idea de que la comunidad iberoamericana o internacional no debe pronunciarse sobre lo que sucede en Venezuela o en Ucrania, o en Cuba, o en Siria, aunque supongo que sí en Chile cuando Pinochet, en Sudáfrica bajo el apartheid, en Argentina bajo Videla, en México bajo… el PRI (de antes, por supuesto).

Claro, esta aberración se explicaba —que no se justificaba— antes por otra diferencia fundamental entre Allende y Maduro: el entorno mundial de la guerra fría. Esta última ya no existe, porque desapareció el bloque socialista, y por tanto en ninguna cabeza cabe que el chavismo en cualquiera de sus encarnaciones represente una amenaza para nadie —salvo para el pueblo venezolano—. Estados Unidos se limita —no es poco, ni aceptable— a recurrir a la fuerza abierta o encubierta solo para defender intereses geopolíticos directos, no preferencias ideológicas. Allende, al final, fue una victima más de la guerra fría; Maduro es una tragicómica reminiscencia.

Nadie sabe cómo va a terminar lo de Venezuela, salvo que que va a terminar mal. Habría cómo evitarlo: gracias a una actuación colectiva, regional, defensora de la democracia representativa, en un país que suscribió la Carta Democrática Interamericana de 2001 y el Pacto de San José de los años sesenta. Como por su propias razones, ningún país de América Latina se propone hacerlo, o bien esa desdichada nación seguirá a la deriva o bien otros empezarán a actuar, por sus propias razones. No conspirando, ni subvirtiendo, ni asesinando, sino simplemente cancelando visas y congelando cuentas. Que para las élites venezolanas —viejas oligarquías o nuevas boliburguesías— es abominable y el peor de los mundos posibles: no poder ir a Miami de compras por el día.

(*) Jorge G. Castañeda es analista político y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.

domingo, 9 de marzo de 2014

La revolución no será televisada: será tuiteada

Génesis Carmona, herida, es trasladada en moto a un centro asistencial.

Miguel A. Megias

En los últimos y convulsos tiempos que vivimos en Venezuela, he tenido el tiempo y la paciencia de ver un documental “La revolución no será televisada”, sobre los sucesos de abril 2002. Lo que la mayoría de los venezolanos vio, en esos días, fueron las gigantescas marchas de ciudadanos, cuando miles de personas convirtieron su rechazo al gobierno de Chávez, en una inmensa cola humana. El principal medio de comunicación, para ese momento, eran la TV, la radio, el teléfono fijo y, tímidamente, los mensajes de texto y comunicación directa telefónica por medio de celulares (móviles). Para ese momento, muy pocos celulares incorporaban una cámara; y desde luego, no existía ni twitter, ni conexión directa a Internet.

Siguiendo con la película, se dice que al llegar la concentración a un cierto punto, algúnos personajes redirigieron la marcha y enfilaron la multitud hacia la sede del poder político: el palacio de Miraflores. Algunos, creo que muy pocos, sabían el peligro que se corría, pues alrededor de Miraflores muchos seguidores del gobierno de Chávez, se habían reunido en lo que pudiera considerarse como un muro de contención humano..

Al llegar a cierto punto, supuestos francotiradores empezaron a disparar desde el techo de edificios cercanos. En unos momentos de gran confusión, la marcha se detuvo y 19 personas perdieron la vida, asesinados a balazos; se presume que quienes disparaban estaban equipados con fusiles de precisión y miras telescópicas.

Lo que sucede en los minutos y horas siguientes ha sido objeto de miles de artículos, foros, discusiones y se han publicado decenas de libros al respecto. Lo único cierto es que un personaje (Pedro Carmona Estanga, apodado "Pedro el Breve"), presidente de la patronal venezolana, Fedecámaras, se autonombra “Presidente” de Venezuela y mediante un papel que él mismo lee, y destituye de un solo plumazo a todos los poderes legalmente constituidos: Congreso Nacional, Corte Suprema de Justicia, Gobernadores, Alcaldes, ministros, etc. Por razones que no han sido totalmente aclaradas, pocas horas después de esta absurda proclama, (digna de un sainete), el Vicepresidente Diosdado Cabello es juramentado presidente en ausencia de Chávez y éste retorna, horas después, a Miraflores, en medio de la aclamación de sus seguidores.

Aunque es un poco largo (1h 15 min) creemos que es importante ver este film, para evitar repetir los errores del pasado. Según un dicho, atribuido a Carlos Marx, “la historia se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. En estos tiempos convulsos, donde muchos piden que se renueve el gobierno, y el “Chávez vete ya” se convierte en “Maduro vete ya”, es importante, muy importante, aprender de lo hechos anteriores. La calentura de muchos ciudadanos está plenamente justificada. Primero, por el altísimo índice de inseguridad que nos convierte a todos, sin excepción, en posible blanco de robo, atraco o muerte. Segundo, por la inflación galopante, que sube año a año y que llega, en 2013, a la cifra de 56% (cifras oficiales, porque extraoficialmente todos percibimos una inflación mucho mayor). Y tercero, por la escasez, cada vez más aguda, de algunos alimentos y mercancías de uso diario, algunas de las cuales ha sido ridiculizadas por la prensa internacional (el papel higiénico).

La calentura ha colmado el aguante de muchos, muchos ciudadanos, ricos, pobres o de clase media. Por eso, salen a protestar, manifestando de diversos modos su malestar, con inconformidad con el estado actual de las cosas y culpando al gobierno. Los últimos cartuchos de libertad son usados así para expresar el descontento, la negativa a aceptar lo que muchos ven como el final de la república que una vez conocimos como democrática, pluripartidista y libre. El gobierno, primero el de Chávez y ahora el de Maduro, han ido copando todos los espacios, todas las instituciones e incluso la actividad privada es invadida por los poderes políticos y la ideología. Y por eso protestan, marchan, gritan, queman y, según el gobierno, asesinan.

Se les llama “fascistas” o “derecha criminal”, a quienes reclaman libertad o cambio de gobierno o liberación de presos políticos. En una frase atribuida a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler (¡ese si que era fascista!), “una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en realidad”. ¿Será ese el caso actual? Veamos.

En en la época de Hitler los únicos medios de comunicación eran la radio, la prensa y, desde luego, el boca a boca personal o vía telefónica. Bastaba con controlar estos medios para sumir a la población en la oscuridad más absoluta. Para el momento de la caída y vuelta al poder de Chávez, en 2002, los celulares hacían su modesta aparición. Algunos medios lograron salir al aire y propagar “su verdad”. Por ejemplo, a pesar de ser obligatorio que las estaciones de radio y televisión fueran “encadenadas” (es decir, debían convertirse en repetidores del discurso oficial del momento), estas, en desafío a la ley, mostraron una pantalla dividida donde, por un lado, mostraban el “aquí no pasa nada” gubernamental y por el otro la masacre de Puente Llaguno, con los pistoleros disparando desde posiciones ventajosas. Los celulares jugaron un papel menor en esa ocasión.

Muy distinto es lo que sucede en la actualidad. Gracias a los avances tecnológicos, es mucho más difícil, por no decir que imposible, acallar lo que sucede en el país. Muchas personas, en especial la gente joven, está provista de celulares que pueden tomar fotos, vídeos y transmitir o retransmitir mensajes. La inmediatez del Twitter, donde una fotografía o un vídeo puede ser transmitido en el momento en que ocurre un hecho, y puede ser “retuiteado” (perdonen el neologismo), es decir retransmitido, a miles de personas con cadenas de enlace que crecen de manera exponencial. El Twitter nos ha permitido ver las salvajadas de las fuerzas del (des)orden, la represión, los combates entre ciudadanos desarmados y policías vestidos con un aparataje que nos recuerda las imágenes de Robocop, el policía-robot invencible de la película de Paul Verhoeven. También hay un Facebook (FB). Tal vez a muchas personas de mi generación (bastante mayores), no les agrade esta “red social”; pero es indudable, gústenos o no, que comunica a millones de personas en forma muy inmediata, muy directa. Y que un mensaje puesto adecuadamente en FB puede llegar, sin censura, a miles de personas que lo repiten hasta el cansancio. Y por último, la red Whatsapp, que también puede transmitir voz, vídeos, fotos, lugar de ubicación, etc.

Por eso, esta vez al menos, el gobierno no se puede salir con la suya. La “verdad” del gobierno está siendo desmentida miles de veces por ciudadanos cuya única arma es la verdad objetiva que se genera en sus celulares. Las “redes sociales”, como se les llama ahora tuvieron un papel fundamental en las rebeliones del norte de Africa, la “primavera árabe”. Sin esos instrumentos, no hubiera sido posible reunir y movilizar a tantos ciudadanos descontentos con Ben Alí, en Túnez, Gadafi en Libia, Mubarak en Egipto y (en pleno proceso) Al-Asad, en Siria. En todos los casos, excepto tal vez en Siria, Internet y las redes sociales jugaron un papel fundamental en la caída de los viejos regímenes. Desde luego, las causas subyacentes eran muchas y de larga data.

En nuestro caso, “la revolución de las guarimbas”, término este que acuño por vez primera, ha permitido a una gran parte de la población, al menos los que poseen teléfonos “inteligentes” o Internet, ver lo que está pasando, pedir auxilio cuando han sido atacados por las fuerzas del (des)orden, y poner imágenes de un dramatismo extremo, como la de la joven modelo Génesis Carmona, siendo llevada en motocicleta a un centro de atención médica, que ilustra este artículo.

Por más que traten de impedirlo, la revolución no será televisada, pero si será tuiteada.

A continuación, el enlace del documental "La revolución no será televisada"

Lo importante no es lo que se dice sino lo que se escucha.


Nelson Acosta Espinoza

Recientemente dos intelectuales cercanos al "proceso" han puesto de manifesto los desaciertos en la conducción política del llamado socialismo del siglo XXI. Estas declaraciones son importantes porque provienen de investigadores que han participado y contribuido a la puesta en escena de la revolución bolivariana. Me voy a permitir reproducir los aspectos más importantes de sus observaciones.

La primera, proviene del ex ministro Pérez Martí, en ella afirma. "A Maduro no lo va a tumbar la clase media que hoy está protestando, sino el pueblo chavista, cuando se dé cuenta de que lo que ocurre no es responsabilidad del sector privado, sino del gobierno. Afirma, luego de analizar el escenario que vive el país: un déficit de 15% del PIB, signos de hiperinflación, insostenibilidad fiscal, desabastecimiento de productos básicos, deterioro del aparato productivo, escasez efectiva de divisas y emisión de dinero inorgánico". Por su parte, Heinz Dieterich, el ideólogo del chavismo, expresa lo siguiente: "La renta petrolera ya no alcanza para financiar el modelo, el sistema fiscal no genera los ingresos necesarios, la insostenibilidad del sistema monetario nacional frente a las monedas externas, la esterilidad del discurso político, todos estos son aspectos que en apenas un año se han manifestado con palpable claridad para todo el mundo. Durante los últimos años de Chávez eran tendencias visibles para los especialistas. Hoy son dominio del público en general". En fin, estos dos "revolucionarios" coinciden plenamente con los diagnósticos que sostenidamente han elaborado diversos cientistas sociales, economistas y politólogos de diversas universidades dentro y fuera del país: este modelo es inviable. Por otra parte, Rafael Groscor Caballero, en un interesante análisis de los resultados electorales de los últimos comicios llevados a cabo en el país, demuestra que el sentimiento de los venezolanos era adverso, ya sea por omisión (abstención) o votación, al oficialismo.

Sin duda el país se encuentra "maduro" para experimentar un cambio del modelo político vigente. Para ello, es necesario que los ciudadanos que aún respaldan al régimen se den cuenta de quienes son los verdaderos responsable de este desastre económico y social. Y para alcanzar este objetivo sería indispensable sacudir la narrativa que ha elaborado el gobierno la cual es difundida intensamente a través de su red comunicacional. La rebelión estudiantil, indudablemente, ha logrado desenmascarar al oficialismo evidenciando su rostro militarista-represivo y ha ensanchado las grietas existentes en el seno del gobierno. Pero es indispensable avanzar hacia los sectores empobrecidos de la población.

En fin, los sectores democráticos cuentan con circunstancias objetivas positivas para avanzar en la conquista de los corazones de la mayoría de los venezolanos. En este punto se hace indispensable tener en cuenta el papel de los sentimientos y percepciones en el diseño de sus ofertas políticas. En corto, hay que deshacerse de la vanidad ideológica y la prepotencia programática que prevalece en algunos sectores del campo democrático. Hay que ir al encuentro de las percepciones de los ciudadanos empobrecidos del país. Henrique Capriles, Leopoldo López, Aristiguieta Gramco y El Manifiesto de Mérida han elaborado propuestas para salir de la crisis política en la que estamos sumidos. Para lograr que éstas sean "escuchadas" por la población, insisto, deberían apelar a la subjetividad (emociones, valores y sentimientos) que marcan la identidad de la mayoría empobrecida de los venezolanos. Hablar con su lenguaje. Comprender que lo importante no es lo que se dice sino lo que se escucha.

Cómo enfrentarse al chavismo

La oposición no debe inventarse una insurrección, sino llegar a ser mayoría




Joaquín Villalobos
Publicado en EL PAÍS (España), el 5 de marzo de 2014

¿Es en realidad posible que a corto plazo se derrumbe el Gobierno chavista?; ¿puede ocurrir en Venezuela lo que acaba de ocurrir en Ucrania o lo que pasó recientemente en el mundo árabe?; ¿está el modelo bolivariano social y políticamente agotado?; ¿son similares las condiciones que vive Maduro con las que tumbaron a Fujimori en Perú y a otros Gobiernos del continente? Las informaciones que llegan de Venezuela, sobre todo de los opositores, dejan la impresión de que el gobierno de Maduro está a punto de caer fruto de las protestas callejeras. Sin embargo, derrocar Gobiernos a partir de movimientos civiles no es fácil.

La polarización que domina Venezuela ha contaminado los análisis políticos con una lógica de buenos o malos, empobreciendo el debate intelectual sobre lo que está pasando en ese país. Luego de una década, denunciar las maldades antidemocráticas del chavismo se ha vuelto repetitivo e irrelevante. Es público que en las actuales protestas callejeras no solo están presentes descontentos sociales, sino una lucha entre las estrategias de los dos principales líderes opositores sobre cómo enfrentarse al chavismo. La estrategia de Leopoldo López se inclina por provocar la caída a corto plazo del gobierno de Maduro y la de Henrique Capriles se orienta a acumular fuerzas para enfrentarse al chavismo y derrotarle en futuros procesos electorales. ¿Cuál de estos líderes tiene la razón?

Toda protesta rompe la normalidad de quienes participan y de quienes no participan; esto vuelve imposible mantener de forma indefinida a miles de personas movilizadas permanentemente. La lucha de calle tiene por ello un periodo de ascenso y un periodo de descenso que ocurre por agotamiento natural. Una protesta social solo puede sostenerse de forma prolongada si hay un motivo de gran potencia que sea retroalimentado por una represión tan brutal como la de Ucrania. La crisis económica y la inseguridad son factores potentes para motivar una protesta social normal, pero no para tumbar un Gobierno. Las elecciones son el mecanismo más efectivo para descargar descontentos sociales y Venezuela ha tenido casi una elección anual durante los últimos 15 años.

La oposición ha sobrevalorado el factor externo en su lucha, sin considerar que la presión internacional hace ruido, pero no derrumba Gobiernos, a menos que se trate de una intervención militar, que es impensable en Venezuela. Hay mayoría de gobiernos de izquierda en Latinoamérica y estos seguirán apoyando a Maduro a partir de considerar que si este llegó por los votos, solo por los votos debe salir del poder. Este argumento no tiene nada que ver con solidaridad izquierdista, sino con defender la propia estabilidad de sus gobiernos.
Los gobiernos bolivarianos manipulan las instituciones, aplican la justicia a su antojo, coartan la libertad de expresión, pero no matan y usan la represión de forma moderada. Cuando una represión es brutal, ni se puede ocultar, ni es necesario exagerarla. Teniendo a cuenta los quince años de polarización extrema que tiene Venezuela, la violencia política sigue siendo poco relevante. Ni el Gobierno quiere matar, ni los opositores están dispuestos a provocar que les maten. La realización sucesiva de eventos electorales ha impedido que la violencia se generalice.

Si López persiste en su estrategia de revuelta popular para que “Maduro se vaya ya”, las protestas tenderán a ser cada vez menos masivas, menos pacíficas, más violentas y más impopulares. Los grupos de choque de López se enfrentarán a los grupos de choque de Maduro por el control de la calle, hasta volverse una situación cotidiana desgastante que producirá muertos por goteo de lado y lado, tal como ya está empezando a ocurrir. Las protestas pueden servir para acumular fuerzas, denunciar y debilitar al chavismo, pero no podrán por sí solas derrocar al Gobierno de Maduro. La oposición no cuenta con ningún instrumento de poder para generar un desenlace y esto solo sería posible si se produjera una división en el Ejército o en las filas chavistas.

Sin embargo, la estrategia “insurreccional” de López genera miedo al revanchismo en las filas chavistas y el miedo es un factor de unidad y no de división. Por lo tanto, López está cohesionando más al chavismo en vez de dividirlo.

Las crisis económicas hacen perder elecciones, pero no derrumban gobiernos automáticamente. El chavismo como fenómeno político ha sido un proceso de inclusión social y de construcción de nuevas élites. Ambas cosas han ocurrido mediante una reorientación desordenada de la renta petrolera con mecanismos que pueden ser considerados corruptos, ineficientes y populistas, pero este tipo de mecanismos son históricamente similares a los que dieron base a muchas otras élites y fuerzas políticas en el pasado en todo el continente. Se trata de una fuerza social que nació políticamente con Chávez, y esto genera unas lealtades que no se degradan tan rápidamente por efecto de la crisis económica o porque se violen libertades.

La oposición venezolana cometió graves errores en el pasado, siguieron una estrategia invertida que se inició con un golpe de Estado y continuó con huelga, protestas callejeras, elecciones, denuncia de fraude y retiro de las elecciones hasta fragmentarse en decenas de pequeños grupos. Ese error implicó que los opositores le regalaran a Chávez el control total del Ejército, del petróleo, del Parlamento, de la justicia y del poder electoral. Luego corrigieron, se unieron, regresaron a las elecciones, ascendieron en resultados y cometieron un nuevo error al convertir en derrota su excelente resultado frente a Maduro. Su obsesión por denunciar “fraudes” electorales inciertos termina en deslegitimación de las elecciones, que son el único instrumento que tienen para llegar al gobierno. No es lo mismo enfrentarse a un fraude que competir en desventaja.

Sin duda Maduro es un pésimo gobernante, Venezuela vive una terrible crisis y el chavismo se está agotando, pero su fuerza social es suficiente para mantenerlo en pie. El problema central de la oposición venezolana no es inventarse una insurrección, sino convertirse en mayoría superando las arbitrariedades antidemocráticas, dar seguridades al chavismo de que no habrá revancha, ganar elecciones y reunificar a Venezuela con chavistas incluidos. El medio siglo de castrismo habría sido imposible sin la cooperación de la oposición recalcitrante del anticastrismo de Miami y el bloqueo de Estados Unidos. Capriles tiene razón: hay que acumular fuerzas. La estrategia de López paradójicamente puede dividir a la oposición y darle fuerza a Maduro. El debate principal no es sobre la maldad del chavismo, sino sobre la estrategia de la oposición, porque la suerte de Venezuela, solo los venezolanos pueden decidirla.

domingo, 2 de marzo de 2014

¿Oposición sin relato?


Nelson Acosta Espinoza

La semana pasada asistimos a un grupo de discusión sobre la coyuntura política del país. Este colectivo está formado por estudiantes y profesores de postgrado en ciencias humanas. Asistieron, también, individualidades y personalidades de la llamada sociedad civil. Fue un encuentro interesante. A lo largo de las intervenciones se puso al descubierto un conjunto de interrogantes que requieren respuestas para poder comprender la crisis actual y, así, poder diseñar una salida a la misma.

En este intercambio, en forma reiterada, se formuló la siguiente interrogante. ¿Cómo explicar el sostenido apoyo que ha suscitado el gobierno de Maduro en el marco de una situación económica en franco deterioro? La revolución, por ejemplo, ha malbaratado más de 800.000 millones de dólares que han entrado en las arcas del estado a lo largo de estos 15 años; exhibe una de las tasas de inflación más alta del mundo; carestía crónica de alimentos, electricidad, medicinas y otros insumos primarios; altas tasas de desempleo, inseguridad y corrupción generalizada en las empresas públicas. A pesar de estos indicadores ha podido mantener un razonable apoyo popular. Principalmente en los sectores populares. En el polo opuesto se encuentran las fracciones democráticas. A pesar de la situación descrita, no han podido interpelar a una mayoría significativa de la población. Su accionar político se despliega en los territorios físicos y simbólicos donde se ubica la clase media de la población.

A lo largo del debate quedó claro que la situación económica, por si misma, no explica la ausencia o apoyo ciudadano a las políticas de la oposición y el gobierno respectivamente. ¿Cuál sería, entonces, la variable explicativa que hace falta? En la búsqueda de respuesta se apeló al concepto de relato. Vamos a exponer rápidamente este término para pasar a describir los relatos que compiten en la vida política del país.

En principio, la literatura especializada sugiere que los relatos son, en el fondo, mecanismos para simplificar situaciones complejas. El tránsito de la IV a la V república, por ejemplo, ha sido transformado de un evento complejo a una simple lucha entre el bien y el mal. Una disputa, según el relato oficialista, entre la revolución purificadora y la democracia corrupta. Esta narrativa tuvo éxito. Dotó de legitimad a los golpistas del año 1992 y, posteriormente, proporcionó la partida de nacimiento a la llamada revolución del siglo XXI. Ante esta situación, los sectores democráticos, no supieron crear una narrativa alternativa que disputara este relato. No elaboraron su propia historia para explicar lo sucedido y, así, dotar de sentido a las luchas cívicas que se desatarían en los años posteriores.

Regresemos a la actual situación de crisis política. El oficialismo, con todo el despliegue de su aparato de comunicación, ha simplificado la coyuntura política como una "guerra económica" desatada por el imperialismo y dirigida por una trilogía del mal (Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma). Ha enmarcado las protestas cívicas y democráticas de la oposición como expresiones de un "golpe de estado" en desarrollo y la ha acusado de ser responsable de la violencia y muertes sucedidas desde el inicio de la protesta estudiantil. En paralelo ha convocado a una Conferencia de Paz para debatir el tema de la violencia. Los sectores democráticos, aún, no han elaborado su propia narrativa. No han creado, en forma sistemática y unitaria, una historia que compita con la del oficialismo e interprete la coyuntura. La respuesta, hasta el momento, ha sido un tanto desarticulada, reactiva, enmarcada en temas de carácter moral, legal y abstracto. Es indispensable, para expresarlo con las palabras de HCR, de un foco narrativo que proporcione sentido a las múltiples protestas que se suceden día a día en el país. Los sectores democráticos deben elaborar su propio esquema narrativo que facilite, por un lado, generar empatía con otros que atraviesan dificultades semejantes y, por el otro, inspirar una nueva visión del país.

Después de todo, gana siempre la mejor historia.

La soledad de los estudiantes venezolanos


Mientras el país se encamina hacia una dictadura, en Latinoamérica hay un apoyo al chavismo por parte de la izquierda derivado, en el fondo, del prestigio menguado pero extrañamente vivo de la Revolución cubana


Enrique Krauze, 
El País (España), 27 de febrero de 2014

La mayoría de los estudiantes de Venezuela no tienen memoria de otro régimen que no sea el chavista, y no quieren envejecer con él. Sus democráticas voces se escuchan a todo lo largo y ancho de Venezuela. Marchan arriesgando la vida. En 2007, salieron a las calles a protestar contra la confiscación del RCTV, la más antigua estación de televisión independiente en el país. A fines de ese año, fueron la principal fuerza de oposición al proyecto chavista de confederar a Cuba con Venezuela. Y lograron detenerlo, al menos en su aspecto formal. Sus hermanos menores han decidido recoger la antorcha.

En Venezuela hay 2,4 millones de estudiantes de nivel medio y 400.000 de educación superior. Aunque los estudiantes activos en todo el país suman varias decenas de miles, la mayoría simpatiza con el movimiento opositor. Prueba de ello es que, desde hace años y hasta la fecha, la principal universidad pública —Universidad Central de Venezuela— elige sistemáticamente a líderes opositores al chavismo.

No buscan revertir la atención social a los pobres. Critican la ineptitud económica del régimen y —sobre todo— el ocultamiento de la gigantesca corrupción, que alguna vez saldrá a la luz. Saben que Hugo Chávez acaparó uno a uno todos los poderes (legislativo, judicial, fiscal, electoral) y enmascaró, con el velo de su discurso, el dispendio sin precedente de más de 800.000 millones de dólares que durante sus mandatos entraron a las arcas de la empresa estatal de petróleo PDVSA. Saben que los niveles de inflación en Venezuela son los más altos del continente, que la deuda pública se ha vuelto tan inmanejable que hay una carestía crónica de alimentos básicos, electricidad, medicinas, cemento y otros insumos primarios (como producto de las masivas expropiaciones a las empresas privadas y la caída brutal de la inversión). Y saben muy bien que la criminalidad en su país es también la más alta del continente.

Los jóvenes calibran estos problemas, pero su mayor agravio es el ahogo sistemático y creciente de la libertad de expresión, que impide a la gente tomar conciencia y sopesar por sí misma las realidades del país. Chávez voceaba sus logros (algunos reales, la mayoría imaginarios) a toda hora y en especial en su maratónico programa dominical Aló presidente, pero su sucesor Nicolás Maduro (primitivo, proclive a disparates y fantasías) ha recurrido a la represión directa de las voces disidentes. La idea es hacer que prive la verdad única, la verdad oficial. Ya desde 2012, el Gobierno chavista absorbió Globovisión, la última cadena abierta de televisión independiente en el país. También desfallece la radio independiente. Y se ha limitado a tal extremo la venta de papel periódico que la prensa escrita tiene los días contados. Venezuela, es la dramática verdad, se encamina hacia una dictadura y, en varios sentidos, lo es ya.

Sorprende la cantidad de usuarios de Twitter que asumen el libreto del Gobierno de Maduro
Los estudiantes venezolanos cuentan con el apoyo de sus padres y maestros y de al menos la mitad de la población que en 2013 votó contra Maduro (y que si no sale a las calles es por una natural precaución frente a los delatores en los barrios). Pero, en el ámbito latinoamericano, los jóvenes están casi solos. Es sorprendente la cantidad de usuarios de Twitter (jóvenes por añadidura) que en América Latina asumen el libreto del Gobierno venezolano y atribuyen “los disturbios” a las fuerzas “fascistas”, “reaccionarias”, “de derecha” que, aliadas con el “Imperio”, en un oscuro “complot”, traman un “golpe de Estado” para “derrocar al Gobierno”. Ante el alud de vídeos en YouTube que circulan mostrando el asesinato a mansalva de estudiantes por parte de unidades móviles de las milicias formadas en tiempos de Chávez (La Piedrita o los Tupamaros), muchos usuarios comentan que las imágenes están “truqueadas”. Paradójicamente, Maduro ha condenado el uso del Twitter (“esas máquinas imbéciles”, llamó a esa red) y se declaró víctima de una “guerra cibernética”.

En México, la prensa de izquierda —con gran ascendiente entre los jóvenes— apoya sin cortapisas a Maduro. En esos ámbitos, Leopoldo López resulta ser el instigador de la insurrección y no lo que es: un líder desarmado y ahora sometido a un juicio ilegal sobre cargos falsos y fabricados.

El poder de la ideología en Venezuela es explicable: en millones de personas perdura el convencimiento de que la obra social de Chávez fue tangible y de que si no hizo más por ellos fue porque se le atravesó la muerte. Otro factor es la dependencia directa de millones de venezolanos del erario, consecuencia del debilitamiento progresivo de la actividad empresarial y la inversión privada. Las simpatías de los países dependientes del petróleo venezolano tienen la misma raíz. El clientelismo tiene intereses creados en creer en el chavismo. Pero ¿cómo explicar la popularidad de la ideología chavista o sus variantes en países que no pertenecen a su órbita?

Aunque la Revolución cubana ha perdido su aura mítica, la democracia representativa y el liberalismo no han podido arraigar de manera definitiva en la cultura política de América Latina. Por eso el chantaje ideológico de Cuba y Venezuela funciona aún: nadie quiere parecer “de derecha” en un continente enamorado de la Revolución, donde los ídolos políticos no han sido demócratas como Rómulo Betancourt, sino redentores como Eva Perón, Che Guevara, Fidel Castro o Hugo Chávez. Octavio Paz señaló la razón de este anacronismo: tras la caída del muro de Berlín, sectores amplios de la izquierda latinoamericana se negaron a practicar la crítica del totalitarismo cubano. Y si no lo hicieron con Cuba, menos lo hacen con esa versión derivada que es la Revolución Bolivariana.

La relación de Dilma Roussef con La Habana y Caracas es cínica y paradigmática
Debido a esta falta de autocrítica, hoy en México vivimos una paradoja. El movimiento de 1968 fue una hazaña de los estudiantes y de las corrientes políticas e intelectuales de izquierda. Los estudiantes fueron masacrados por el Gobierno de Díaz Ordaz y grandes líderes de izquierda fueron encarcelados. Hoy, no pocos herederos de esa izquierda defienden las acciones represoras del Gobierno venezolano, que son equiparables a las de Díaz Ordaz. Hoy muchos herederos de esa izquierda han volteado la espalda a la democracia.

El apoyo al chavismo es, en el fondo, un derivado del prestigio menguado, pero extrañamente vivo de la Revolución cubana. Estar contra ella es estar con “el Imperio”. Que Cuba sigue siendo una meca de la ideología latinoamericana se comprobó cuando en la reciente Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada los días 28 y 29 de enero de 2014 en La Habana, prácticamente ningún presidente faltó. Y Fidel fue proclamado “guía político y moral de América”. En esa cumbre, por cierto, todos los participantes (incluida Cuba) firmaron respetar los derechos humanos. Su firma vale el papel en que está escrita.

Pero más importante que la ideología son los fríos intereses materiales. En este sentido, la postura de Brasil es tan paradigmática como cínica: las oportunidades económicas (turísticas, energéticas, sobre todo) que se abren en Cuba después de la eventual muerte de los hermanos Castro son demasiado importantes como para tomar posturas idealistas y arriesgar la estabilidad de la isla. Y esa estabilidad implica mantener intacta la alianza entre Venezuela y Cuba. Solo así se explica que Dilma Rousseff, que en su juventud fue una estudiante torturada por los militares, ahora apoye a un Gobierno cuyas fuerzas policiacas emboscadas reprimen estudiantes.

Esta lógica es ajena a los estudiantes venezolanos. Aquilatan el valor de la libertad porque —a diferencia de sus coetáneos en otros países de la zona— la ven seriamente amenazada. Saben que en el mundo prevalece y avanza la democracia. No tienen pensado emigrar del país. Pero América Latina —sus Gobiernos, sus instituciones, sus congresos, sus intelectuales y aun sus estudiantes— es ingrata con Venezuela. El país que en gran medida la liberó hace 200 años, hoy lucha solo por su libertad.

En defensa de nuestra nación

El documento que reproducimos a continuación fue elaborado por los miembros de TREN Venezuela (Talleres de Reconstrucción Nacional de Venezuela)




Ante la actual situación que atraviesa nuestra nación, caracterizada por un clima de violencia desbordada, inestabilidad institucional, y exaltación de la confrontación política, que ha dejado como consecuencia un deplorable saldo de heridos y muertos, de represión y torturas sistemáticas por las fuerzas públicas, de encarcelamiento de jóvenes estudiantes que ejercían su legítimo derecho de protesta contra las políticas hegemónicas que, en todos los campos, ha desarrollado el gobierno de la llamada “ revolución socialista del siglo XXI” , lo cual ha agravado la profunda crisis económica, social , institucional y moral que agobia a nuestro pueblo; NOSOTROS, quienes tenemos responsabilidades al frente de instituciones que cumplen un rol fundamental en nuestro país, presentamos a la Nación, y a la Comunidad Internacional de Países Democráticos y Libres, la siguiente propuesta, como una solución institucional y democrática, destinada a encontrar coincidencias, y caminos, mediante la mediación imparcial de entidades y personalidades que garanticen la credibilidad de un diálogo por la paz, para superar la actual coyuntura y evitar el grave y peligroso conflicto que amenaza en convertirse en una irracional y fratricida guerra entre compatriotas venezolanos, para lo cual hemos decidido constituir la

“PLATAFORMA NELSON MANDELA POR LA PAZ EN VENEZUELA “
BASES PARA LA BÚSQUEDA DE UNA SOLUCIÓN CONCERTADA A LA CRISIS VENEZOLANA

1.- Invitamos, a todos los compatriotas que interactúan en las instituciones académicas, gremiales, sindicales, juveniles, populares y de la sociedad civil, así como a personalidades de talante democrático, nacionales e internacionales, y en especial a quienes han sido distinguidos como premio Nobel de la Paz, a solicitar la urgente intervención de la Organización de las Naciones Unidas, en la persona de su Secretario General, para que instrumente y dirija el proceso de búsqueda de acuerdos entre los sectores en pugna, con el propósito de lograr que nuestro país recupere la plena libertad, la convivencia pacífica, la plena vigencia del estado de derecho y el absoluto respeto y acatamiento a los valores y principios consagrados en su Constitución Nacional.

2.- Instar, a través de dicha Plataforma, a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, para que, de oficio, mediante sus competencias de garante de la supremacía e integridad de la Constitución, DECLARE la inconstitucionalidad de la omisión de la Asamblea Nacional, en la elección de nuevos integrantes del Tribunal Supremo de Justicia, y la designación de los nuevos
miembros del Consejo Nacional Electoral, y en consecuencia le fije el plazo en el que debe abocarse, de manera consensuada y plural, a dichas escogencias; así como también a la del Fiscal General del Ministerio Público; el Contralor General; y el Defensor del Pueblo, todo ello con base a los requerimientos constitucionales que permitan su selección en virtud de sus altas credenciales académicas y morales, su independencia de criterios y libertad de conciencia, que constituyan garantía del ejercicio de sus funciones con apego a la legalidad, objetividad, imparcialidad, y aplicación de una Justicia igual para todos, que coadyuve al objetivo de la reconciliación de la sociedad venezolana.

3.- Instar a los organismos internacionales, como la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Secretaría de Justicia y Paz de la Santa Sede, la Organización Internacional del Trabajo, el Instituto Latinoamericano del Ombudsman, la Comisión Internacional de Juristas y la Comisión Andina de Juristas; así como a los Parlamentos de países democráticos, entre otros, a que exijan al Gobierno de Venezuela, que ordene el cese inmediato de la represión contra los sectores de la sociedad venezolana que ejercen su legítimo y constitucional derecho a la protesta, en especial contra nuestros jóvenes estudiantes; y que ordene el desarme de los ilegales grupos irregulares conocidos como “colectivos”, que actúan como fuerzas de choque al servicio de la violencia.

4.- Exhortar a los integrantes de los componentes de la Fuerza Armada Nacional, a sujetar su conducta al cumplimiento de su deber fundamental de garantizar la paz e integridad de la Nación venezolana, y a acatar las disposiciones constitucionales que la definen como “UNA INSTITUCIÓN ESENCIALMENTE PROFESIONAL, SIN MILITANCIA POLÍTICA” que “ESTÁ AL SERVICIO EXCLUSIVO DE LA NACIÓN Y EN NINGÚN CASO AL DE PERSONA O PARCIALIDAD POLÍTICA ALGUNA”.

5.-Exigir al Gobierno Nacional, como demostración de su voluntad de construir la paz y de iniciar un diálogo entre los diferentes sectores en conflicto, la inmediata liberación de todos los presos políticos, y en especial del Comisario Iván Simonovis; de todos los estudiantes detenidos y sometidos a procesos judiciales manipulados con acusaciones insostenibles; el juzgamiento en libertad del dirigente Leopoldo López; el cese de la persecución a los dirigentes políticos opositores; las garantías de no persecución que permita el regreso de todos los exiliados políticos; y una investigación imparcial y objetiva para la determinación de las responsabilidades de las muertes ocurridas en los últimos días y el severo castigo a sus autores.

6.- Exigir al Gobierno Nacional plenas garantías del absoluto respeto a la libertad de expresión, al libre acceso de cualquier ciudadano a los diferentes medios de comunicación social, y el respeto a la integridad e independencia de los comunicadores sociales.

7. Crear los elementos operativos, como sede neutral y segura de reunión, escogencia de interlocutores calificados, compromiso de neutralidad de los mismos, veedurías nacionales e internacionales, y amplia e imparcial cobertura sobre el contenido y desarrollo del diálogo como garantía de su credibilidad y transparencia.
Sólo sobre bases objetivas de respeto a nuestro Estado de derecho, y el pleno acatamiento a nuestra Constitución Nacional, que determina y rige la organización y funcionamiento de nuestra vida ciudadana, podrá lograrse el restablecimiento de la paz, la reconciliación y la reconstrucción de nuestra amada PATRIA. El país no pertenece a ninguna de sus minorías, nos pertenece a todos los venezolanos en igualdad de condiciones.

Estas bases que hemos propuesto están perfectamente ajustadas a nuestro ordenamiento jurídico, son de posible aplicación inmediata o en corto plazo, y ellas permitirán encontrar el camino de la superación de la actual crisis, sin más muertos o heridos, sin más llanto y dolor, sin más odio.

Carabobo, donde nació Venezuela. Febrero de 2014.

Por TREN Venezuela (Talleres de Reconstrucción Nacional de Venezuela) 
Rubén Pérez Silva
Phillipe Thorogood
Carmelo Ecarri 
Aixa Armas 
Manuel Barreto
Guillermo Manonsalva
César Peña Vigas 
Ulises Rojas Frank López
Yván Sierra