sábado, 30 de septiembre de 2017

¿Cuál es el sentido político de las elecciones de gobernadores?


Nelson Acosta Espinoza
Parece apropiado dedicar esta columna a reflexionar sobre la actual situación política en el país, con especial atención sobre las venideras elecciones de gobernadores. Es importante subrayar que al auscultar esta realidad observaremos dos vertientes que se retroalimentan mutuamente. Por un lado, tenemos la crisis que atraviesa el país y que afecta a casi la totalidad de la población. Conflicto este  de naturaleza sistémica que impone la necesidad de proponer una salida que rompa de manera definitiva con el pasado reciente. ¿Qué significado podemos atribuir a esta afirmación? Y, desde luego, ¿cómo se puede relacionar la respuesta a esta interrogante con los comicios de gobernadores?. Estos son dos de los aspectos involucrado en las próximas elecciones. Es vital conectar ambos lados de esta moneda. La elección de gobernadores debería implicar el cuestionamiento del gobierno central y, lo que es más importante, de sus políticas.

En fin, hay que despejar unas preguntas sencillas, por ejemplo, ¿cuál es el objetivo principal de estas elecciones? ¿A qué meta superior deberían estar subordinadas? ¿Cómo podrían conectarse con el sentimiento radical de cambio presente en la población? En otros términos, ¿cuál sería el relato apropiado para interpelar con éxito a los ciudadanos que sufren este desastre económico, social y cultural?

Desde luego son interrogantes complejas que requieren respuestas que van más allá del inmediatismo electoralista. Las venideras elecciones de gobernadores pudieran ser una excelente oportunidad para cuestionar radicalmente al gobierno y proponer opciones políticas que apunten hacia un nuevo horizonte político que rompa con las practicas del pasado. El electoralismo, vale decir, el uso de las herramientas del mercadeo electoral, no son útiles, en estas circunstancias, para el logro del objetivo estratégico implícito en estos comicios. Serian rentables si se subordinaran al propósito estratégico de exponer las fallas del chavismo y de difundir las nuevas opciones políticas que sustituirán al viejo régimen.

¿Se está aplicando este sentido de pedagogía política en las campañas electorales regionales? Desafortunadamente, tengo la impresión, de que no se está aprovechando esta oportunidad para una comunicación política a servicio de un objetivo estratégico definido. Las viejas prácticas electoralistas se están imponiendo, y, en un sentido, se “olvidan” del objetivo final: el cuestionamiento del socialismo del siglo XXI y sus desastrosas políticas económicas.

¿Cuál sería el propósito fundamental? Sin la menor duda la respuesta es favorecer el cambio político. En consecuencia, se hace imprescindible conectar la conducta electoral con ese objetivo primordial. De no ser así se corre el riesgo de producir cierto desafecto en la población votante. En otras palabras, las elecciones regionales deberían estar subordinadas a este objetivo. Dicho sea de paso. Es eso lo que anhela la población. Si se logra establecer esta conexión las regionales serán unas elecciones exitosas, tanto en el plano electoral y como en el político.

Hay otros aspectos a considerar. El probable desconocimiento de los gobernadores opositores y su probable subordinación a la ANC. Igualmente, el vaciamiento de competencias a través de normas que dicte la ANC y, desde luego, la posibilidad de la designación de autoridades regionales para superponerlas a los gobernadores electos de la oposición.

Este es un escenario altamente probable. De ahí en la necesidad de resaltar la responsabilidad POLITICA de los futuros gobernadores de la oposición y la necesidad de transformarse en voceros de los procesos descentralizadores y federalistas como alternativa al estado socialista. Desde luego, esta propuesta puede sonar abstracta y desligada de los sucesos políticos del día a día. Hay un cierto sentido de verdad en esta apreciación. Sucede y, hay que admitirlo, que los actores políticos no la asumen y tampoco la traducen en consignas que lleguen e interpelen a la población.

Si no se elabora un nuevo relato político que sustituya el viejo esquema democrático y el de la restauración bolivariana estaremos deslizándonos en círculos: de ningún lado hacia ninguna parte.

No tengo la menor duda, la política podría ser así

EL CRETINISMO ABSTENCIONISTA

Fernando Mires

La palabra cretino suena como un insulto.Y claro que lo es en ciertas ocasiones. Pero no nos veamos la suerte entre gitanos. En política es un término usual. La política, al venir de la guerra, es antagónica y agónica, controversial e inamistosa. En todo caso no es un lugar para ganar amigos. La lucha política está plagada de insultos y descalificaciones, y a veces asoman con fuerza en los debates parlamentarios de los países más democráticos del mundo.

No obstante hay que saber diferenciar: el insulto político, cuando es aplicado a una persona en particular, no es político; es simplemente una ofensa personal. En cambio, cuando es aplicado a un grupo, a una tendencia, a un partido, a una ideología o a una postura, el insulto pierde su procacidad sin perder su carácter político. Es un insulto, pero es un insulto político. Por ejemplo: si digo “el marxismo es una estupidez”, no quiero decir que mi amigo Juan que es marxista, sea una estúpido. Y así lo entiende Juan.

Pero la palabra cretino no es solo un insulto. Es una calificación política que tiene cierta escuela. Karl Marx por ejemplo, usaba constantemente el concepto de “cretinismo parlamentario” para referirse a quienes hacían del parlamento el centro de la política. En su 18 de Brumario, por ejemplo, leemos lo siguiente: “Hay que estar verdaderamente muy afectado por esta enfermedad tan particular que desde 1848 golpea a todo el continente, es decir, el cretinismo parlamentario, que relega a un mundo imaginario a aquellos que la sufren y les quita toda inteligencia, todo recuerdo, toda comprensión del rudo mundo exterior”. Lenin, que no era un marxista demasiado ortodoxo, le devolvió la mano a Marx y en su libro “El izquierdismo, enfermedad infantil de comunismo” calificó de cretinos a esos izquierdistas que, para no legitimar al orden burgués, no aceptaban sufragar en las elecciones parlamentarias de los países de Europa.

En la acera del frente, la del conservativismo militante, sucedía exactamente lo mismo. De Maistre (“Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”) y Donoso Cortés no se quedaron en chicas para calificar a los defensores de la democracia parlamentaria, llamados por ellos, cobardes, indecisos y pusilámines. El filósofo de la extrema derecha alemana, Carl Schmitt (admirador confeso de Lenin) fue más lejos: calificó a los parlamentarios y parlamentaristas de “papagayos” (al menos los cretinos son seres humanos)

En términos políticos, menos que un insulto, el concepto de cretinismo, al ser ya parte de una larga tradición, ha terminado por convertirse en una metáfora destinada a designar a quienes se niegan a aprender de las experiencias y hacen todo lo contrario a lo que indica el sentido común, es decir, a quienes creen en mitos y en fantasías irrealizables, a los que asumen posturas infantiles o emocionales, moralistas o épicas, carentes de madurez y reflexión.

En ese sentido he calificado a los grupos políticos organizados que defienden el abstencionismo en Venezuela, como a cretinos políticos. Algunos de ellos, los más ignorantes, es decir los que ni siquiera saben que la palabra cretinismo tiene una connotación política despojada de una designación clínica ya en desuso, lo han tomado como una ofensa personal. Problema de ellos. Uno no tiene por qué hablar siempre de acuerdo al nivel de las supinas ignorancias.

El abstencionismo políticamente organizado –no las personas que por razones A o X no desean votar- vale decir, esa tendencia convertida en movimiento y que, siguiendo la lógica de la dictadura venezolana está llamando abiertamente a la abstención, es, para quien escribe estas líneas, una expresión de cretinismo político en su fase más avanzada de desarrollo.

Cretinismo político es romper con una tradición política que ha rendido frutos, contra Chávez (plebiscito del 2007) y contra Maduro (6D.) Cretinismo político es imaginar que una dictadura se legitima con votos. Cretinismo político es creer que la comunidad democrática internacional va a apoyar a una oposición que se niega a participar en elecciones. Cretinismo político es oponer las manifestaciones de calle como alternativa a la lucha electoral, como si esta última tuviera lugar en los dormitorios. Cretinismo político es soñar con un golpe de estado democrático. Cretinismo político es esperar que Trump se juegue la vida por los venezolanos, Cretinismo político es entregar al enemigo gobernaciones que son fáciles de ganar. Cretinismo político es negar una opción sin ofrecer ninguna otra. Cretinismo político es que, cuando justamente todas las encuestas te muestran que la dictadura se encuentra en abierta minoría, tú te retiras de las elecciones. Cretinismo político es hacer justamente lo que la dictadura quiere que tú hagas, boicotear las elecciones, el único espacio en donde esa dictadura no puede ganar. Y no por último, cretinismo político es dividir a la oposición, a la única que existe, justo en los instantes en los cuales la unidad es más importante que nunca.

La tradición política no se equivoca. Hay seres humanos que, siendo muy inteligentes, no saben pensar, escribió Hannah Arendt (“La Condición Humana”.) No saber pensar políticamente, aunque en otra materias seas un genio, es en cierto modo un síntoma de cretinismo político. Cretinismo político, al fin, es no saber pensar de acuerdo a tus intereses articulados con los de los demás en el marco de un espacio político común.

domingo, 10 de septiembre de 2017

¿Elecciones de gobernadores?


Nelson Acosta Espinoza
La oposición celebrará primarias este domingo 10 de septiembre. Se escogerán 19 candidatos a gobernador en estas elecciones internas. En los estados Nueva Esparta, Vargas, Anzoátegui y Carabobo no se llevarán a cabo estos comicios. La MUD, vía consenso, eligió a sus aspirantes en estas regiones. En fin, se habilitarán 977 centros de sufragio conformados por 3110 mesas de votación para 14 millones 835 mil electores.

Sin la menor duda este evento reafirmará la esperanza en una solución democrática a la actual crisis. El solo hecho de que la oposición celebre primarias implica una apuesta fuerte por una salida electoral al actual aprieto político. Sin embargo, existen peligros que deben ser enfrentados: la abstención es uno de esos riesgos. De producirse, se estimularía la idea de que el sentimiento opositor ha perdido fuerza; igualmente, reforzaría la visión oficialista de acuerdo a la cual la MUD apuesta por salidas no institucionales y de fuerza.

Sin lugar a dudas, la celebración de estas primarias trasmitirá un mensaje positivo a la población y fortalecerá la unión de los diversos actores políticos que participan en este evento. No debemos pasar por alto el hecho de la heterogeneidad de esta alianza y la diversidad de voces y apuestas que hacen vida al interior de esta coalición.

Hasta aquí un descripción del evento del domingo 10 de los corrientes. Sin embargo, parece apropiado formular algunas interrogantes sobre el contexto político dentro del cual se llevará a cabo estas primarias y las próximas elecciones de gobernadores.

En otras palabras, parece apropiado preguntarse sobre la naturaleza actual del régimen político chavista. Los recientes acontecimientos de naturaleza política apuntan hacia un reforzamiento del sesgo autoritario del madurismo. ¿Qué debemos entender por esta afirmación? ¿No expresaba el madurismo desde su inicio una conducta autoritaria? ¿Estamos en presencia de un totalitarismo político? Y, de ser así ¿tiene sentido participar en las venideras elecciones de gobernadores?

Desde luego, no es fácil dar respuestas a estas interrogantes. Igualmente, en el marco de esta incertidumbre conceptual y práctica resulta complicado el diseño de tácticas y estrategias políticas. Algunos estudiosos del tema, por ejemplo, conceptualizan estas coyunturas como regímenes híbridos. Otros analistas, en mi opinión más acertados, utilizan al calificativo de autoritarismo competitivo. Los más radicales lo adjetivan con el término de totalitarismo hegemónico.

Lo cierto es que el país se encuentra frente a una encrucijada. Las venideras elecciones de gobernadores van a decidir, hasta cierto punto, el camino que recorrerá la sociedad venezolana. Son dos las opciones: totalitarismo o recomposición democrática. Ante esta disyuntiva, la dirección política de la oposición tiene una gran responsabilidad política. Debe saber manejarse en diversos escenarios (electorales, institucionales, internacionales, la calle) y acumular fuerzas, sin discriminaciones, de la totalidad del entorno político.

Una estrategia de esta naturaleza tiene a su favor algunos elementos sustantivos. Entre otros, ausencia del líder carismático, crisis fiscal del petro estado y, en consecuencia, dificultad para financiar lealtades políticas.

En otras palabras, existen condiciones objetivas y subjetivas propicias para desafiar al gobierno. Las votaciones, a mi juicio, deberían asumirse como una trinchera para enfrentar al chavismo y construir un nuevo sentido democrático en la población. Lo sustantivo no es ganar las elecciones en cada estado (electoralismo). Estos comicios, disculpen lo redundante, han de asumirse como una oportunidad para enfrentar al oficialismo y echar las bases de una nueva forma de ejercer la democracia.

Los candidatos que serán seleccionados el domingo 10 de septiembre deberían estar conscientes de la particularidad política de este contexto histórico. Excusen si es excesiva esta afirmación. Lo cierto es que existe una real posibilidad de inducir una fractura en la coalición dominante. O, en forma más precisa, una derrota cultural, política y electoral al madurismo. Y, de ser así, se estaría iniciando la capitulación del totalitarismo hegemónico en ciernes.

Esperemos que la dirección política democrática asuma en estos términos las venideras elecciones de gobernadores.

Sin duda alguna, la política debería ser así.






Hiperinflación



Humberto García Larralde
La revelación del diputado Ángel Alvarado de que el alza de precios en agosto fue del 33,8% obliga a preguntarnos si ya estamos en presencia de la hiperinflación. Más allá de los criterios cuantitativos con base en los cuales se define esta situación, existen dos condiciones básicas que la provocan:

1) La pérdida absoluta de confianza en el bolívar como depositario de valor.
2) La indexación casi inmediata con la inflación observada, de remuneraciones y precios.

La primera condición ya existe. Nadie guarda bolívares. Bolívar que entra a nuestros bolsillos se gasta comprando dólares, artefactos, ropa, comida, reparando bienes, lo que fuera. Nadie ahorra bolívares.

La segunda está en acelerada expansión. Para muchos bienes importados, la indexación ha sido forzosa a través del dólar paralelo, que sube con la inflación. Los precios de repuestos, ropa, artefactos y de comida importada, entran en carrera intentando conservar su valor en dólares. Por su parte, los servicios de reparación, peluquería, mecánicos, plomeros, los restaurantes y otros, buscan desesperadamente alinearse con la inflación. Ni se diga de la comida, los cauchos y medicamentos. Es notorio, sin embargo, el rezago de los salarios que, en términos reales, han perdido fuertemente su poder adquisitivo.

La inflación en 2017 hasta el 31 de agosto ha sido, según la Asamblea Nacional, de 367%. Este cálculo sirve para ajustar, con base en el poder adquisitivo que tenía el bolívar para finales de agosto, los montos del bono de alimentación y del salario mínimo a finales del gobierno de Rafael Caldera, como del de Hugo Chávez, y compararlo con el decretado el 7 de septiembre por Maduro (ver cuadro). Se aprecia que la remuneración mínima integral se mantuvo más o menos igual de Caldera a Chávez (disminuyó un 5,5%). Pero con el ajuste recién de Maduro se gana menos de la mitad, en términos reales, de lo que se ganaba en el último año de Caldera (o el de Chávez). Se evidencia que para los asalariados el desbordamiento inflacionario ha tenido un costo terrible.

Salario mínimo integral a precios del 31 de agosto de 2017
Bono Alimentación Salario Mínimo TOTAL
Caldera 14 01 1998 358,672 421,471 780,143
Chávez 17 02 2012 247,493 489,611 737,105
Maduro 08 09 2017 189,000 136,543 325,543
Var. % durante Gob. Maduro -23.6% -72.1% -55.8%
Var. % 2017/2016 -52.4% -19.2% -42.5%
Var. % desde Gob. Caldera -47.3% -67.6% -58.3%

FUENTE: BCV; AN; Gacetas Oficiales; diario El Nacional; y cálculos propios.

La otra área que falta por indexar es el de los servicios públicos (telefonía, luz, agua), el gas y la gasolina, que se venden a precios risibles, ocasionando grandes pérdidas y deterioro del suministro. Pero es perentorio ajustar estos precios si se quiere evitar su deterioro aún mayor, como de las finanzas públicas. Pero sanear sus cuentas no es preocupación del régimen; basta con que el BCV imprima más billetes para cubrir sus enormes déficits. En lo que va de año, este dinero sin respaldo se ha sextuplicado. La liquidez monetaria -el dinero que circula incluyendo depósitos a la vista y de ahorro- ha crecido en un 225%. El gasto público deficitario (financiado por el BCV) es uno de los principales motores de la inflación. En tal contexto, la aceleración de los ajustes del salario mínimo integral decretados por Maduro -van cinco este año; en el 2016 hubo tres- alimentan aún más el alza de precios.

¿Y cómo ha respondido Maduro a este terrible flagelo que empobrece tanto a los venezolanos? ¿Ofreció rectificar sus políticas económicas el jueves 7? ¡No! Insistió en muchas de las mismas medidas que han provocado la situación actual: precios controlados, pero ahora con diferente nombre (“acordados”); los CLAPs y los consejos comunales como fiscalizadores de tales precios; el aumento de salario antes mencionado; y un nuevo parapeto, el “Consorcio Agroalimentario del Sur (Agrosur)”, para apoyar a los productores del campo, ¡manteniendo el control de precios y después de que acabó con los servicios que prestaba Agroisleña! Completan su anuncio un impuesto al patrimonio de los ricos -¿las enormes fortunas amasadas por boliburgueses y quienes lo acompañan en el poder?-; una huida del dólar para complicar y encarecer aún más las transacciones externas del país (un verdadero harakiri); y -cuando no- una nueva batida rentista, pero ya no con petróleo si no con el arco minero.

La oligarquía a que pertenece Maduro no le interesa resolverle los problemas a la gente. No desea atajar las amenazas de hiperinflación porque su agenda es otra: permanecer en el poder para seguir enriqueciéndose con los controles, compras, contratos y otras ardides aplicados discrecionalmente, con el monopolio de importaciones, el acceso al dólar regalado, el tráfico de drogas y otras irregularidades. Y todo ello se hace revestido de un discurso justiciero, de redención social y de lucha contra el imperio. ¡Impresiona que todavía se continúe con la idiotez de culpar a una supuesta “guerra económica”!

Ese discurso, además de alimentar el espíritu de secta de los fanáticos que le siguen, busca encubrir y legitimar el control social sobre los más humildes a través de dádivas y facilidades otorgadas, … siempre que exhiben el “carné de la patria”. Definitivamente, la “revolución” necesita a los pobres como mampara para expoliar al país, a costa de su hambre y miseria, pero clamando luchar por sus intereses.

Estamos a las puertas de la hiperinflación. Las condiciones están dadas y el gobierno lo sabe, como también sabe que hay formas de enfrentar esta terrible amenaza, como hemos venido proponiendo muchos economistas desde hace tiempo. Pero es que ese no es su problema.

No. Maduro, como auténtico fascista que es, está en guerra contra el país, porque éste lo rechaza y busca -cada vez más por razones de mera sobrevivencia- su salida del poder. Como expresión de este desprecio por el sentir mayoritario, se recoge esta perla que soltó en referencia a las próximas elecciones regionales, el mismo día de sus anuncios económicos: “Todos los gobernadores que sean electos deberán subordinarse a la Asamblea Nacional Constituyente (sic), de lo contrario, deberán ser destituidos de inmediato” (¡¡!!) Y tiene los santos riñones de acompañar esta barbaridad afirmando que “Democracia y libertad reinan en Venezuela” (¡!).

Maduro se burla una vez más de la voluntad popular, de sus anhelos, aspiraciones y necesidades. Para ello fue que montó ese adefesio fraudulento al margen del ordenamiento constitucional, que pretende imponernos como Asamblea Constituyente. No vaciló en incurrir en un altísimo costo político, tanto nacional como internacionalmente, para semejante desatino. Hay que extremar el control dictatorial sobre los venezolanos para impedir toda posibilidad de cambio. Para los integrantes de la oligarquía militar civil que se ha enseñoreado sobre el país, todavía es posible exprimirlo un poco más; claro está, a expensas de las condiciones de vida del pueblo. Pero para eso nada mejor para lavar conciencias y absolver atropellos que los clichés comunistoides y las pretensiones “revolucionarias”.

¿Hay algún inocente que crea que esta oligarquía no tiene con qué protegerse contra la inflación y que, por tanto, le interesa enfrentarla?

¿Hay alguien que ponga en duda la necesidad de un nuevo gobierno?

El Kremlin en Caracas


Moisés Naím / Andrew Weiss
Una operación violenta para reprimir a los ciudadanos que se manifiestan contra un presidente autocrático deja decenas de muertos. La represión empuja a más gente a la calle, lo cual desencadena una espiral de violencia y una acuciante crisis humanitaria. Un presidente de Estados Unidos afirma rotundamente que el brutal dictador debe irse. La Unión Europea está de acuerdo, pero ninguna gran potencia tiene ganas de llevar a cabo una intervención militar directa. De pronto, como si surgiera de la nada, Vladímir Putin coloca a Rusia en medio de la crisis y garantiza la permanencia del dictador en el poder. El presidente estadounidense queda en ridículo por su ineficacia.

Por desgracia para el presidente Trump, esta situación, que ocurrió con Siria, está repitiéndose ahora con Venezuela.

A pesar de sus palabras beligerantes y sus nuevas sanciones contra Nicolás Maduro, el gobierno de Trump ha guardado un curioso silencio sobre el papel de Rusia, tal vez porque prefiere no llamar la atención sobre el hecho de que Moscú se ha convertido en el prestamista de último recurso del país latinoamericano en plena bancarrota.

A primera vista, puede parece extraño que Rusia intervenga en un país tan alejado de sus fronteras y que da la impresión de estar precipitándose hacia la ruina total. Pero los lazos de amistad entre Rusia y Venezuela vienen de atrás, del primer viaje del difunto presidente Hugo Chávez a Moscú en mayo de 2001. Después regresó 10 veces, antes de morir de cáncer en 2013. En ese periodo, Venezuela llegó a ser uno de los mejores clientes mundiales de la industria armamentística rusa. Entre 2001 y 2011, le compró armas por valor de 11.000 millones de dólares.

A medida que empeoraba su situación económica, la compra de armas disminuyó de volumen y los intercambios comerciales pasaron a centrarse de las armas a la energía. Al principio, los contratos estaban garantizados, en su mayoría, por las ventas de petróleo venezolano. Pero los acuerdos comerciales fueron volviéndose más complejos cuando los rusos empezaron a exigir más activos materiales como garantía. Caracas accedió, y las empresas rusas a través de las que se realizaban los contratos obtuvieron acciones de las compañías petrolíferas e incluso el derecho a explotar yacimientos enteros en Venezuela.

Si bien la relación entre Rusia y Venezuela ha sido siempre esencialmente económica, la política, tanto nacional como internacional, nunca ha estado lejos. La decisión del gobierno venezolano de neutralizar a la Asamblea Nacional democráticamente elegida, que desató una escalada de las protestas callejeras de la oposición en los últimos meses, se debió precisamente a la necesidad de obtener un préstamo de Rusia.

La Asamblea Nacional es la única palanca de poder que no controla Maduro. La ley establece que todos los créditos internacionales y todas las ventas de los activos nacionales deben someterse a su aprobación. Los líderes opositores que están al frente de la Asamblea son totalmente contrarios a los acuerdos que estaba ofreciendo el gobierno a empresas extranjeras, en particular a Rosneft, el gigante energético ruso propiedad del Estado. El gobierno, muy necesitado de dinero, decidió eludir el trámite e hizo que el Tribunal Supremo, un órgano que sí controla, emitiera un fallo por el que se hacía con la autoridad de la Asamblea Nacional, incluida la potestad de aprobar las nuevas transferencias de activos a entidades rusas.

Hoy, el gobierno de Maduro está haciendo todo lo que puede para pagar los 5.000 millones de dólares de deuda exterior que vencen en los próximos 12 meses. Con las sanciones recién anunciadas por Estados Unidos, la empresa nacional de petróleos, PDVSA, principal fuente de divisas, ha perdido la capacidad de pedir préstamos a los bancos estadounidenses o europeos para poder pagar o refinanciar la mayor parte de esa deuda.

En esas circunstancias, resulta especialmente importante que Rosneft prestara a PDVSA en abril más de mil millones de dólares; en total, los préstamos y créditos concedidos por Rusia a Venezuela en los últimos años ascienden a más de 5.000 millones de dólares.

Además, Moscú ha ofrecido apoyo político. El ruso fue uno de los pocos gobiernos extranjeros que aprobó la reciente disolución de la Asamblea Nacional, y los máximos diplomáticos rusos, como el ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, acusan de forma habitual a Estados Unidos de ser la mano oculta que alimenta la crisis venezolana. Sin embargo, la ayuda del Kremlin no es barata. Según se dice, PDVSA está en negociaciones para vender a Rosneft acciones en otros lucrativos proyectos de gas y petróleo a un precio muy bajo. Y Rosneft ha arrebatado a la petrolera venezolana la rentable tarea de comercializar el crudo entre sus clientes de Estados Unidos, Asia y otros lugares.

Después de los éxitos logrados por Putin en sus hazañas de aventurerismo geopolítico, la gran pregunta es si está pensando en intervenir también en Venezuela. Como inveterado oportunista que es, tiene que ser consciente de que las palabras recientes de Donald Trump sobre las posibles opciones militares para resolver la crisis venezolana no eran más que vanas amenazas. En las agitadas calles de Caracas, también está cada vez más claro que el régimen controla la situación y que no parece que vaya a caer a corto plazo.

Lo que no sabemos es si el Kremlin podrá permitirse los costes económicos y políticos de mantener a Maduro en el poder. Pero nos sorprendería que Putin deje pasar la oportunidad de ejercer su influencia en el patio trasero de Estados Unidos y, de paso, conseguir buenas fuentes de ingresos. En Siria, Putin dio la vuelta a una guerra civil caótica e impidió que Estados Unidos lograra su objetivo de cambiar el régimen.

Tal vez dejar al descubierto la vaciedad de la pomposa política exterior del gobierno de Trump en Venezuela sea, por sí solo, suficiente recompensa.

Moisés Naím ha dirigido la revista Foreign Policy y actualmente dirige y presenta Efecto Naím a través del canal NTN24. Andrew Weiss es director de estudios del Carnegie Endowment y ha trabajado en asuntos rusos en los gobiernos de George W Bush y Barack Obama.

domingo, 3 de septiembre de 2017

“El cansancio de las palabras” A propósito de la Bienal Eugenio Montejo


Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, en esta oportunidad voy a referirme a un tema distinto de los que habitualmente han sido objeto de esta columna. Ojo, lo diferente no significa una aproximación distante a la que he venido tratando a lo largo de estos breves escritos. De hecho, intentaremos acércanos a una realidad de naturaleza simbólica. Haciendo hincapié en sus implicaciones culturales y políticas para el país.

¿A que me estoy refiriendo? Bien, se está configurando la idea de organizar a finales del mes de noviembre un conjunto de actividades que se concretarían en la denominada Bienal Eugenio Montejo. Esta Bienal sería patrocinada por la Alcaldía de Valencia. Tendría como propósito reunir a un grupo de intelectuales (nacionales y extranjeros) para discutir sobre distintos aspectos de la obra y vida de este intelectual venezolano.

Me voy a permitir mencionar algunos de los temas que probablemente serán tratados en este magnífico evento: Vivir con Eugenio; Testigos y amigos de vida comparten recuerdos y anécdota; Eugenio y la ciudad; Eugenio ensayista; Eugenio y el paisaje: como la naturaleza se vuelve un empeño verbal, entre otros. Desde luego, cada uno de estos tópicos será abordado por un grupo de intelectuales del ámbito de la poesía, narrativa y el ensayo. Expertos nacionales y extranjeros. En fin, por la naturaleza de la obra del homenajeado y el nivel de los participantes, sin duda alguna, este acontecimiento marcará un hito en la vida intelectual del país.

Ahora bien, ¿un evento de esta naturaleza posee significación política? ¿Su trascendencia rebasa lo estrictamente poético? ¿Reivindicar la obra de Eugenio Montejo no implica apostar por el clima cultural que cobijó esta creación?

Voy a intentar dar respuestas a estas interrogantes. Entiendo que es una aventura la que estoy emprendiendo. No soy especialista en el tema ni experto en la creación poética y literaria de este ilustre compatriota. Mi atención la centraré en la trascendencia que puede tener reivindicar a este autor y al clima intelectual dentro del cual se formó.

En principio en justo afirmar que el temple cultural en el país se ha deteriorado. Las bienales culturales del pasado se han extinguido. Son pocos los eventos que permiten y apuestan por la confrontación cultural y de ideas. En este sentido esta Bienal Eugenio Montejo puede verse como una respuesta a estas ausencias. En especial en el ámbito de la poesía y literatura.

Me atrevo a señalar que la creación poética y literaria se encuentran un paso adelante de otras narrativas. En cierto sentido avizoran el futuro. Constituyen vanguardias del pensamiento y, en consecuencia, deberían alimentar la creación discursiva en el ámbito de la política. La historia proporciona ejemplos que ilustran esta mutua correspondencia. Los cambios, es importante recalcarlo, se inician en esta actividad creativa. Dependerá, entonces, de los actores políticos transformar estas innovaciones en planteamientos de naturaleza colectiva.

En otras palabras, es vital asumir la dimensión intelectual de la política. Eventos como esta Bienal brinda un escenario para el debate de ideas y el enriquecimiento de las apuestas de naturaleza colectiva. Puede sonar extraño. Pero la creación poética siempre ha tenido una profunda impronta en el atmosfera política del país. Es por esta circunstancia que reivindicar la poesía, la narrativa y el ensayo, hoy día, constituye un acto de resistencia cívica.


Eugenio Montejo nos señaló la vía. Hay que desconfiar de las palabras y prestar atención al lenguaje: “Alguna vez escribiré con piedras / midiendo cada una de mis frases / por su peso, volumen, movimiento. / Estoy cansado de palabras".

Quizá, sea profético el verso de Montejo que Sean Pen recita a Naomi Watts en la película de los mexicanos Alejandro Gonzalez Iñarritu y Guillermo Arriaga, 21 gramos:

"La tierra giró para acercarnos, / giró sobre sí misma y en nosotros, / hasta juntarnos por fin en este sueño".

La política, sin duda alguna, será así.






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¿Tenemos tiempo para relegitimar una dirigencia opositora? ¿Cuándo pelea Rondón?


Asdrúbal Romero M.


Mi anterior publicación, “Danza Infernal”, generó un número de comentarios superior al habitual. Mucha diversidad. Algunos se extrañan de percibirme ahora como un “defensor a ultranza” de la MUD. Otros hablan de lucidez en mi posición. Pero sí existe un punto en común en medio de tan amplio espectro de opiniones y es esto lo que me ha animado a darle una vuelta de tuerca adicional al asunto. La mayoría, con mayor o menor irritación, termina admitiendo que la pelea había que darla también en el frente electoral regional. Resulta obvio que no es el frente que les gusta, no obstante se va internalizando que, ubicados en el punto actual del avance en nuestra lucha por la democracia, no hemos acumulado aún la fuerza suficiente como para determinar el escenario de confrontación.

A los efectos de precisar la caracterización del punto en el que estamos ubicados: es uno de derrota parcial, en el sentido utilizado por Benigno Alarcón Deza, Director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB. Lo señala así en su muy interesante artículo “10 lecciones de una derrota” -www.politikaucab.net/2017/08/25/10-lecciones-de-una-derrota/ -, de cuya lectura no debería eximirse nadie interesado en estos temas. Se produjo una derrota, insisto en lo de parcial, cuando el 30J se celebró el acto de elección de la asamblea nacional constituyente (anc) que se inventó el Régimen. El común de los opositores percibía ese evento como algo que había que evitar a toda costa que se diera. Albergaron la esperanza que la MUD se encargaría de lograr ese objetivo, como si fuese una encomienda no explícitamente exteriorizada. Y tal cosa no ocurrió. No sé cuántas personas de ese común se habrán detenido a analizar si en verdad la MUD tenía el potencial para evitar el acto de cristalización de la derrota. ¿Es la única culpable?

Parte de las respuestas a esa pregunta están contenidas en el artículo ya referido. No todas, porque un análisis más exhaustivo de tan compleja interrogante tendría que pasearse por otras: ¿De verdad el pueblo ha salido a luchar por su democracia? ¿Qué porcentaje de ese pueblo, del cual nos encanta hablar en abstracto, nos queda con posibilidades de salir a sumarse a esa lucha? ¿Será que se aplica aquello de “Rondón no ha peleado todavía”? –hace poco un amigo politólogo, Yván Serra, nos traía a colación esa otrora frase popular que el tiempo ha desdibujado, para referirse a nuestra situación política actual-. ¿Saldrá Rondón en algún momento? ¿Le quedarán fuerzas para salir?

Lo cierto es que la celebración de las elecciones y la posterior entrada triunfal de los “nuevos constituyentes” portando los cuadros del rechazado injerto del Bolívar- Chávez, se constituyeron en acontecimientos que generaron un tremendo desinfle emocional de las bases opositoras. Después de eso, siendo justos, no fue que la MUD cambió calle por elecciones regionales, fue que no quedó calle para convocar.

Ahora bien, retornando a esa región de coincidencia de los comentarios que suscitó mi anterior artículo, además de quedarme la sensación de que la gente poco a poco se va a ir convenciendo que, de realizarse las elecciones, concurriría a votar –lo cual debe tener al Régimen desde ya pensando en cómo se sale del paquete electoral-: la acumulación de errores que la MUD ha cometido, balance incuestionable, le ha generado un importante clima adverso de opinión. El disgusto ya no es normal. Uno lo percibe en expresiones como esta: “quizás tú tengas razón, pero es que la MUD….” o similares. A pesar de que la MUD va ganando la pelea por decisión, va arriba en los puntos, -recordando ahora al boxeador Vicente Paul Rondón-, ha tenido rounds donde ha puesto al Régimen al borde del nocaut, su dirigencia más visible ha acumulado un desgaste político significativo.

Ya ni Leopoldo, de ellos el líder con el que más me identifico, se salva de los efectos de esa erosión corrosiva que es consecuencia de los errores y también del hecho que el combate ha durado demasiado. Que sí, que hemos llevado al contrario a la zona donde sólo puede hacer trampas propias de un régimen con perfil delincuencial, de lo cual todo el mundo finalmente se ha enterado, es verdad. Pero el combate ha sido tan rudo, el costo económico y social para el país es tan inconmensurablemente alto, que el cerebro principal de la oposición ya anda muy agotado y afectado. Además de que éste es un cerebro distribuido donde la responsabilidad de los errores se diluye entre varios y eso termina irritando aún más. En virtud de esto, me parecieron absolutamente pertinentes las recomendaciones contenidas en la lección novena del artículo de Alarcón.

“Para superar la situación de no-cooperación, o cooperación insuficiente entre actores y partidos de oposición” –una forma muy elegante y sintética para describir todo lo complicado que está el mundo opositor- recomienda tres medidas correctivas. 1) Constituir una dirección política que dé sentido a la lucha, que se gane el respeto y la legitimidad entre los actores (partidistas o no) que se oponen al Gobierno. 2) Partiendo del reconocimiento que no se cuenta con una estrategia unitaria, conformar una plataforma amplia que incluya a todos los sectores de la oposición bajo el compromiso de estructurar un plan político unitario. 3) La oposición debe escoger, lo antes posible, quién será la cara visible de este proceso. Reconozco que ya ando resumiendo. Quien quiera puede ir a la fuente original de la propuesta, que yo en mi mente, antes de conocerla, sintetizaba de la siguiente manera: Es urgente diseñar y convocar un proceso de relegitimación de la dirigencia política opositora.

Se dice fácil pero no lo es. Nada fácil. Parte del diagnóstico de lo abigarrado y caótico cómo ha evolucionado nuestra estructura política opositora. En todo caso, otra pregunta pertinente: ¿Habrá tiempo para construir una opción opositora más limpia, clara y legitimada? Mi respuesta, en primera aproximación, es negativa. Tiene que ver con lo acelerado del escenario que se nos viene encima. ¿Qué va a ocurrir? Muchos me preguntan como si uno tuviese una bola de cristal. No la tengo, pero sí una visión del escenario más probable que compartiré con mis lectores en mi próximo artículo.