Nelson Acosta Espinoza
La anécdota la relata la escritora española Adela Cortina en un artículo en el diario español El País. El cuento es como sigue. Cuando el candidato a presidente de los Estados Unidos Adlai Stevenson libraba su campaña frente a Dwight Eisenhower, una señora le dijo admirada, después de una reunión, "cualquier persona pensante le votaría", y que él replicó: "Señora, no es suficiente, necesito una mayoría". La moraleja o enseñanza de esta pequeña historia pone de relieve la importancia que juegan las emociones a la hora de emitir un voto. Estas reacciones subjetivas resultan ser decisivas; tienen mayor contundencia que el cálculo racional del elector sobre programas o propuestas políticas.
Da fe de esta afirmación la extraordinaria concurrencia a las elecciones primarias convocadas por la MUD. Esta afluencia no fue el resultado de una decisión estrictamente racional. No fueron “razones” las que impulsó a esta masa de venezolanos a acudir a las urnas de votación. El papel detonante, por así decirlo, lo constituyó las emociones; a través de estos sentimientos la población interpretó la realidad política del país y mostró con valentía su rechazo a los enfrentamientos, divisiones y extremismos que han caracterizado nuestro pasado político reciente. Votó, parafraseando Adela Cortina, una sociedad civil alérgica a los enfrentamientos, “harta de sentirse identificada con el Duelo a garrotazos de Francisco Goya”.
Enrique Capriles Radonski interpretó este sentimiento; logró traducirlo y concretarlo con humildad en la victoria del 12 de febrero pasado. Toca ahora transitar un trayecto lleno de dificultades. La reacción del oficialismo, en relación a estas elecciones primarias, proporciona una medida del talante conflictivo que pudiera presentarse durante el desarrollo de la futura campaña presidencial.
En el plano de la comunicación política Enrique Capriles va por buen camino. En la iglesia del Valle del Espíritu Santo cumplió su palabra de visitar a la patrona de los margariteños si resultaba escogido como candidato de la unidad democrática. Inicia así su recorrido hacia el encuentro con los “apegos primordiales” que definen las diversas formas de ser venezolano. En otras palabras, frente al concepto único de país que póstula Chávez los demócratas debemos oponer la diversidad (cultural, religiosa, gastronómica, geográfica, religiosa etc.) sobre la cual se asientan estos afectos que nos definen como venezolanos. Ejercicio devoto y sincero, como el llevado a cabo en Margarita, permitiría conectar estos sentimientos con la plataforma política que expresa el candidato de la unidad. Recordemos que esta sensibilidad popular devela la visión degradante que del pueblo ofrece el asistencialismo populista.
Es bueno tener presente que la cultura es un universo de significados y la política el escenario donde estos arreglos deben desenvolverse públicamente. En este sentido, la plenitud hegemónica la proporciona la articulación y complementariedad entre ambas dimensiones. En el plano electoral esta tarea parece obvia: se trata de desarrollar una narrativa que impregne con estas emociones el espacio público de la política.
Sobre este tema existe una experiencia exitosa: “la adequidad”. En su momento, Acción Democrática logró una suerte de transmutación subjetiva entre pueblo y partido que le permitió asumir y procesar la diversidad cultural que caracterizaba lo nacional-popular. En este contexto se inscriben las distintas formulas de la “adequidad”. Desde los estilos culinarios (menús adecos), las preferencias deportivas (adeco y magallanero), hasta llegar a las concepciones más profundas de emotividad nacional, cuando por ejemplo Betancourt habla sobre “el despreocupado riesgo ante la muerte que es característica peculiar en la gente venezolana”.
En fin, “federalizar” el discurso consistiría, precisamente, en dar cuenta de estos “apegos primordiales. Un relato de esta naturaleza proporcionaría a la oposición una ventaja estratégica en relación a la visión monotemática que exhibe el candidato del chavismo. Recorrer los 23 estados, asumir su complejidad cultural y narrar nuestra historia democrática son claves para obtener éxito y restituir la pluralidad civil a la política democrática.
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