domingo, 26 de noviembre de 2017

Venezuela: ¿tierra arada lista para la siembra?


Nelson Acosta Espinoza
Sin lugar a dudas, son complicados los tiempos actuales. Por un lado, se han agotado las certezas que en el pasado orientaron el accionar político de los partidos de la oposición. El oficialismo, por su parte, se desenvuelve bajo el cobijo de un manto discursivo arruinado. El concepto de crisis histórica podría sintetizar apropiadamente la complejidad del momento actual. Voy a intentar desarrollar esta idea y aplicarla para caracterizar la coyuntura política del momento.

Los actores democráticos se encuentran sumidos en una cierta indefinición. Parece más apropiado precisar esta conducta con la palabra perplejidad. El diccionario de la Real Academia Española define esta conducta como “irresolución, confusión, duda de lo que se debe hacer en algo”. Todas y cada una de estas características pueden ser aplicadas a la conducta política que la oposición exhibe ante el país. Este sector perdió la brújula y, en consecuencia, su accionar político es un tanto incoherente y sin la debida orientación. Entiendo que es dura esta caracterización. Voy a intentar respaldarla con algunos ejemplos del accionar de los partidos que conforman la oposición en el país.

En los años 2014 y 2017 un sector de la oposición se lanzó a las calles con la finalidad de solicitar la inhabilitación de los jueces de la Corte Suprema, liberación de los presos políticos, elecciones y ayuda humanitaria. Con diferencias en intensidad y duración estas protestas fracasaron en alcanzar los objetivos señalados. Ambos eventos produjeron un saldo trágico en muertos, heridos y manifestantes presos.

La inconsistencia más evidente la encontramos en su conducta electoral. Las elecciones parlamentarias del año 2015 resultaron en la victoria de la MUD, con 112 de los 167 diputados de la Asamblea Nacional. Primera victoria electoral de la oposición en 17 años. Estos éxitos proporcionaron oxigeno político a estos grupos políticos y estimularon las esperanzas de cambio que anidaban en la población.

Sin embargo, los errores u omisiones cometidos en el marco de las protestas callejeras se expresaron en los resultados electorales en las elecciones de gobernadores. Un sector importante de la ciudadanía opositora se abstuvo. Esta circunstancia, aunada a un cierto triunfalismo, contribuyó al éxito electoral del oficialismo. Es importante resaltar que, a pesar de esos resultados, la población opositora es mayoría en el país. De ahí que utilicemos el término perplejidad para caracterizar la conducta errática que han exhibido los distintos comandos que intentan dirigir la oposición política del país.

En la actualidad el sector democrático se encuentra desprovisto de política. Una parcialidad, por ejemplo, intenta convocar a unas primarias para definir el candidato presidencial en las elecciones del 2018. En mi opinión   no creo que una iniciativa de esta naturaleza estimule a la población a participar. Espero equivocarme. Sin embargo, las próximas elecciones de alcaldes pondrán a prueba esta aseveración. En fin, la ciudadanía se encuentre huérfana y sin un relato político que responda a sus expectativas de cambio y exprese una visión alternativa de futuro para el país.

“Tierra arada lista para la siembra”. La expresión es del finado Dr. Ramón J. Velásquez. Así caracterizaba Ramón Jota la actualidad política del país de su tiempo. Advertía la necesidad de que los sectores democráticos comprendieran la situación por la que atravesaba la nación y, advertía, los peligros del autoritarismo que acechaban a la democracia. Las cúpulas partidistas hicieron caso omiso a estas advertencias. Estamos padeciendo los resultados de esta omisión.

En la actualidad, “la tierra se encuentra, nuevamente, en condiciones para la siembra política”. Es imprescindible, entones, la construcción de un nuevo relato que supere las carencias del antiguo proyecto democrático, el fracaso del socialismo del siglo XXI y anuncie una visión de futuro que rompa con el estado centralista rentista y apunte hacia la verdadera edificación federal de la nación.

Para su construcción es indispensable que la oposición democrática se revise y tenga la generosidad política de abrirse a las nuevas ideas e identificar el nuevo liderazgo que intentará superar la presente situación que padece el país.

No tengo la menor duda, la política será así.








Una narrativa para la democracia en Venezuela




Isaac Nahon-Serfaty*
Ahora se ha puesto de moda hablar de narrativa en el ámbito político. Las derrotas de unos o la mala imagen de otros se justifican por “falta de narrativa”, por la carencia de un relato coherente y atractivo para ganar simpatías, elecciones o batallas de opinión pública. En el caso catalán, por ejemplo, muchos se quejan que la causa constitucionalista del gobierno español no tiene buena prensa en muchos países, pues le falta una narrativa atractiva. En cambio, los independentistas han logrado la simpatía de algunos periodistas y comentaristas en el mundo, pues cuentan con un bien articulado relato victimista que martillan constantemente. Repiten medias verdades y mentiras. Por ejemplo, han armado su relato diciendo que los catalanes viven bajo una supuesta opresión del Estado español, o que la represión durante el referéndum del 1 de octubre habría causado cerca de mil heridos, cifra que no ha sido confirmada por ninguna fuente seria. Pero así son los relatos. Generan percepciones, confirman prejuicios y ofrecen esquemas moralizantes donde hay un mundo en blanco y negro, sin matices, de buenos y malos.

Lo mismo ocurre todavía con la tragedia venezolana bajo el chavismo. El régimen de Nicolás Maduro repite las mismas mentiras que Hugo Chávez decía ad nauseam, y todavía hay académicos, periodistas y políticos que compran el relato chavista. A pesar de los signos visibles de violaciones de derechos humanos, represión brutal, destrucción de la economía, empobrecimiento de la población, deterioro de la salud, desnutrición, hay todavía quien dice que en Venezuela no hay nada que sea muy distinto a lo que ya ocurría durante los 40 años de la república civil.

Así lo acabo de confirmar en Canadá recientemente. Lisa North, profesora de ciencia política canadiense, escribió (requiere suscripción) hace unos días en The Hill Times de Ottawa que el período que precedió al chavismo estuvo plagado de la misma corrupción, el mismo nivel de violación de derechos humanos y el mismo desastre económico que hoy viven los venezolanos. El argumento de la académica canadiense se resume en este párrafo de su artículo: "La muy promocionada historia democrática previa a Chávez y los patrones de desarrollo económico de Venezuela tenían profundas fallas. Precisamente porque los problemas de hoy están enraizados no solo en décadas recientes sino también en décadas pasadas de corrupción, mala administración y violaciones de derechos (aunque de diferentes tipos), el cambio de régimen no los resolverá. Incluso puede empeorarlos si se desata una violencia generalizada en el marco de la aguda polarización entre las fuerzas progubernamentales y una oposición dividida que no ha sido capaz de presentar un liderazgo unificado o creíble que pueda gozar de un amplio apoyo popular ".

La profesora North se cargó así 40 años de la historia de Venezuela, reproduciendo la misma leyenda negra que Chávez y sus acólitos han vendido sobre la mal llamada “cuarta república”. Para colmo, el argumento de la profesora canadiense le daba pie para pedir que se levanten las sanciones contra los funcionarios venezolanos involucrados en casos de violación de derechos humanos y corrupción.

La profesora North y otros como ella se han tragado el argumento chavista que los males de hoy son simplemente la continuidad de los males del pasado. ¿Cómo una persona ilustrada, profesora emérita de ciencia política en la Universidad de York, puede comprarle la mentirosa narrativa chavista a Maduro y su banda? Entre otras cosas, porque el chavismo ha gastado millones de dólares en una máquina de propaganda que, desde el clásico victimismo de la izquierda latinoamericana, ha vendido la idea que la “revolución bolivariana” es víctima de los ataques del imperialismo yanqui y sus aliados locales. Y también porque hay gente que todavía se aproxima al chavismo con anteojeras ideológicas que asumen que la revolución bolivariana representa los ideales de una izquierda justiciera.

Pero la realidad es bien diferente. El chavismo acentuó todas las taras del pasado, destruyendo los logros de la república civil en lo social, en lo cultural, institucional y económico. Por ejemplo, la república civil, sobre todo gracias al liderazgo del doctor Arnoldo Gabaldón como ministro de Sanidad, logró casi erradicar el paludismo en Venezuela, una enfermedad endémica que afectaba a los más pobres y que ahora reaparece con fuerza por la negligencia del gobierno. En lo cultural, Venezuela también tuvo una política de amplitud en los tiempos de la democracia que le dio cabida a todos los puntos de vista y sirvió para enriquecer la literatura (con editoriales como Monte Ávila y la Biblioteca Ayacucho), las artes plásticas (con la creación de instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber) y la música (con la puesta en marcha del sistema de orquestas juveniles en los años 70). Y en cuanto a la infraestructura, es la democracia civil la que construyó obras de inmensa significación, como el complejo hidroeléctrico del Guri o el Metro de Caracas, hasta hace poco ejemplo de buena ingeniería y planificación, pero cuyo servicio se degrada bajo la administración chavista.

Para contrarrestar esta propaganda es necesario que la oposición democrática produzca un relato alternativo que sea atractivo y ofrezca una visión de futuro para el país. Ese relato alternativo tiene que cumplir con algunas condiciones de todo buen relato. Debe primero apelar a un cierto heroísmo, que en este caso debe ser el heroísmo civil. El chavismo ha llevado a extremos no antes vistos la borrachera militarista o, en las palabras de la escritora Ana Teresa Torres, le abrió la puerta a una casta armada para que reclamara la “herencia de la tribu”, como si fueran los únicos héroes de la patria. La historia pasada y reciente de Venezuela está llena de ejemplos de heroísmo civil en las ciencias, la cultura, la política, las luchas sociales. La narrativa democrática debe comunicar sin complejos que la Venezuela moderna, democrática, plural, la hicieron y la harán hombres y mujeres sin uniforme. No hay que ser ingenuos, sin embargo. La sombra militarista seguirá estando allí. Habrá que forjar compromisos para que ese fantasma marcial no se vuelva a tragar la república civil cuando la democracia vuelva a Venezuela.

El otro elemento de ese relato alternativo debe ofrecer a los venezolanos una visión de futuro, un sentido de propósito. Eso implica romper con el modelo económico dependiente del petróleo. Aunque la república civil no pudo, ni quiso, romper con el esquema monoproductor y el estatismo, el chavismo lo llevó a niveles delirantes de dependencia extrema del petróleo y de las importaciones, en estrecha vinculación con una corrupción desbordada. La narrativa democrática tiene que decir sin miedo que la sociedad venezolana debe acabar con mitos sobre la propiedad estatal de los recursos minerales y el estado rentista.

Por último, toda narrativa está anclada en el presente, o para decirlo en venezolano, en el “¿cómo se come eso?”. Suena muy bien rescatar el heroísmo civil y proponer una visión para el porvenir, pero el relato de la república civil tiene que decirle a la gente cómo será ese cambio. Ese presente se construye ya desde un pacto de gobernabilidad que abarque a todos los sectores, incluyendo los militares demócratas y los chavistas descontentos, que ponga fin a la retórica del odio y los maximalismos tremendistas. Y eso requiere ir contra la maraña de intereses creados que existen tanto en la dictadura como en sectores que se llaman opositores.

Sin embargo, no hay que creer que contar con una narrativa bien articulada bastará para cambiar las percepciones y la situación del país. La oposición necesita reunificarse, lidiar con sus contradicciones internas e identificar un nuevo liderazgo. Para ello harán falta acuerdos políticos, negociaciones, y valentía para tomar decisiones difíciles. El relato servirá para darle sentido a una transición y reinstaurar la república civil. Es un primer paso para contrarrestar las mentiras de la propaganda chavista que incluso gente educada, como la profesora North, se han creído y se creen todavía.

*Profesor en la Universidad de Ottawa, Canadá.
“Letras Libres” 23 Noviembre 2017

domingo, 19 de noviembre de 2017

¿La oposición hace “oposición” al gobierno?


Nelson Acosta Espinoza

Gobierno y oposición, nuevamente, intentarán llevar a cabo negociaciones con la finalidad de construir una salida a la crisis política que vive Venezuela. Santo Domingo será el escenario donde se llevará a cabo este encuentro entre las partes en conflicto. Las expectativas en torno el resultado de estas negociaciones no son muy optimistas. En principio, los fracasos anteriores hacen pensar que el resultado de este nuevo encuentro, lejos de facilitar una salida razonable a la crisis, pudiera profundizar aún más la grave situación política, económica y social que padecen los venezolanos.

En esta ocasión pareciera que el gobierno tiene interés en iniciar negociaciones. Desde su óptica, este sector posee algunas ventajas de naturaleza estratégica. Viene de derrotar a la oposición en las últimas elecciones de gobernadores. Y, en los próximos comicios municipales, se espera resultados que pudieran ser favorables a los candidatos del oficialismo. Igualmente, existe la necesidad de contar con cierto reconocimiento de la comunidad internacional. El gobierno afanosamente intenta acceder a los mercados internacionales con la finalidad de obtener financiamiento. Desde la óptica del oficialismo, esta ronda de negociaciones pudiera servir para alcanzar la legitimidad necesaria para acceder a los circuitos financieros internacionales.

La oposición, por su parte, no se halla en su mejor momento. De hecho se encuentra dividida. Por un lado, se tiene un bloque compuesto por AD, UNT y AP y, en el otro extremo, están situados PJ y VP. Es razonable pensar que los resultados de las elecciones el 6D profundizarán esta división y, desde luego, impondrán la necesidad de intentar un acuerdo con el gobierno que garanticen condiciones apropiada para la participación en las elecciones presidenciales. En otras palabras, esta nueva cita en Santo Domingo es vital para la oposición venezolana. En ella intentará alcanzar cambios en las condiciones de naturaleza electoral bajo la veeduría internacional.

Lo anterior fue una descripción apresurada de la coyuntura. Existen interrogantes que es necesario dilucidar para obtener una visión apropiada de lo que acontece en el país. Vamos a intentar formular y dar repuestas a algunas de esas incógnitas.

Un aspecto a tomar en cuenta tiene que ver con el discurso opositor. Formulemos algunas interrogantes. ¿El relato opositor expresa una diferencia sustantiva con el oficialista? ¿Logra alcanzar a los sectores populares de la población? ¿Los altos niveles de abstención en los sectores medios no expresan un rechazo al discurso opositor? En fin, ¿ha construido la oposición venezolana una narrativa que se diferencie sustantivamente a la que caracteriza al oficialismo?

Bien, amigo lector, entiendo que son complejas y provocadoras estas interrogantes. De hecho, son susceptibles a interpretaciones erróneas. En fin, voy a intentar diseñar una repuesta. Tarea nada fácil. Lo que viene, advierto, es un ejercicio simplificador con la intención de arrojar un poco de luz que derrumbe algunas penumbras de naturaleza política.

Una primera observación. Las dificultades de la narrativa opositora es resultado de su parecido sustantivo con el relato oficialista. Desde luego esta aseveración, a los ojos de muchos, puede parecer una blasfemia. ¿Qué intentó señalar? Veamos.

Hoy día un conjunto de investigaciones han llegado a la conclusión de que el cambio social implica obligatoriamente el cambio de marco cognitivo. Pero, ¿qué es un marco cognitivo? En forma sencilla se pueden definir como estructuras mentales que dibujan nuestro modo de ver el mundo. En otras palabras, conforman lo que los científicos cognitivos denominan el inconsciente cognitivo, “…estructuras de nuestro cerebro a la que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias, nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común”.

Puede parecer aventurado y, un tanto abstracto, pero considero que en lo básico oposición y gobierno comparte el mismo marco cognitivo. Más allá de repudiar las políticas gubernamentales, la oposición tiene una visión de naturaleza distributiva acerca del oficio de gobernar. Estructura narrativa que ha prevalecido en el país a todo lo largo del siglo XX y lo recorrido en esta centuria. Las diferencias entre estos actores políticos es de énfasis: distribuir y asistir predomina sobre producir. Las narrativas opositoras y gubernamentales, (inconscientemente en el caso de la oposición), operan con los mismos marcos que definen la manera de ver el mundo en ambos actores.

Desde el año 36 los grupos políticos se mueven al interior de la misma estructura discursiva. Las diferencias han sido de énfasis. El chavismo reivindicó y profundizó el discurso distribucionista de los demócratas.

Lo señalado suena extraño y un tanto abstracto. En forma sencilla lo que se intenta subrayar es la necesidad de elaborar un nuevo relato político que sustituya al vigente y muestre los pasos para alcanzar un futuro distinto. Una narrativa que tenga la capacidad de interpelar a la población desde nuevos marcos y, en consecuencia, constituya el nuevo sujeto político protagonista de la democracia ciudadana.

Desde luego llevar a cabo esta tarea no es fácil. Las divisiones que en plano electoral se están sucediendo constituyen una señal de las dificultades para salirse de las ataduras del viejo marco cognitivo.

Sin embargo, seamos optimistas. Es posible que a corto plazo seamos testigos del surgimiento de una opción política que rompa definitivamente con la vieja narrativa.

Sin duda, la política es así.-












Retornemos a los Fundamentos



Asdrúbal Romero

En estos tiempos de tanto desconcierto, sostengo que puede ser útil retornar a la revisión de los fundamentos que, a nivel de los países democráticos más desarrollados, se consideran las bases imprescindibles para alcanzar la idoneidad de la dinámica política que transcurre en ellos. Quizás, esta es mi hipótesis: podamos encontrar en dicha revisión parte de las causas que nos han traído hacia este escenario de severo desencuentro de las fuerzas opositoras y los ciudadanos –intra e inter-.

Cuando las cosas no andan bien, el equipo no gana, se dice en el argot beisbolero: “let’s go back to basics” –retornemos a los fundamentos-. Uno de ellos, cuando hablamos de procesos políticos, es el de la necesaria existencia y cohabitación de partidos cuyo funcionamiento sirva de soporte a una democracia siempre perfectible. Que los partidos son indispensables para el funcionamiento de la democracia es una verdad tan de Perogrullo, que algunos la utilizan para intentar acallar cualquier crítica que se le haga a los partidos bajo la acusación de ejercicio nocivo de la “Antipolítica”.

Los partidos políticos son necesarios, sí, pero no cualquier tipo de partidos. Las democracias exitosas han sido bien estudiadas. También los partidos políticos que les dan sustento a ellas. En un foro organizado en el contexto de la celebración de la FILUC, “Para seguir leyendo al País”, a raíz de una pregunta que se me hiciera en mi carácter de panelista, proponía que los estudiosos de las Ciencias Políticas acometieran una investigación. Que diseñaran un instrumento contentivo de todos aquellos rasgos deseables de funcionamiento que debieran ser satisfechos por los partidos políticos, que en nuestro ámbito nacional afirman estar comprometidos con un cambio de régimen y la construcción a futuro de una moderna democracia. En cada uno de estos ítems, una escala que permitiera medir cualitativamente el grado de cumplimiento por parte del partido bajo escrutinio del factor de deseabilidad en cuestión. Reconozco que es un proyecto ambicioso porque debería involucrar el examen de todos nuestros partidos, si ellos accedieran, extendido hacia todos los ámbitos regionales. El objetivo: obtener un ranking de aptitud de estas organizaciones, de cara al desafío que constituirá reconstruir una democracia donde los ciudadanos se sientan representados en los partidos.

El tema de la representatividad es fundamental. Desde hace muchos años, se ha reconocido, a nivel de toda Latinoamérica, que el principal obstáculo para la concreción de una agenda de democracia orientada hacia la ciudadanía es la crisis de representatividad de sus partidos políticos. Según el Latinobarómetro: en 2008 el 77% de los electores tenía ninguna o baja confianza en los partidos. En Venezuela, esta crisis hizo su erupción en la década de los 90 dando paso a la emergencia de esta pesadilla de la cual todavía no sabemos cómo salir. A muchos se les ha olvidado y recargan toda la culpa del surgimiento del fenómeno político del Chavismo en la “Antipolítica”.

En mi opinión, este es un argumento sobre simplificador de la realidad de aquel entonces. Una posición extrema que se contrapone a otra también extrema, y sobre simplificadora, que le achaca toda la responsabilidad a los partidos. Hoy día, vemos como esta confrontación maniquea entre el blanco y el negro reitera su presencia en el debate político. Se ha generado toda una corriente de opinión que les endilga toda la responsabilidad de la debacle electoral del 15 de octubre a los abstencionistas y a los ciudadanos que no sólo se dejaron, supuestamente, seducir por ellos sino que, además, tampoco se movilizaron a participar en las protestas de las semanas anteriores con la cuantía requerida. En simultáneo, otros tantos generadores de opinión recargan la tinta de la culpabilidad sobre los errores, incoherencias y traspiés de los líderes de los partidos aglutinados hasta ese evento alrededor de la MUD. Se me podrá acusar de un cómodo eclecticismo, pero es mi más sincera y profunda convicción que las dos corrientes no son disyuntivas, como algunos pretenden, sino contributivas en el sentido de que ambas aportan con su verdad parcial a la explicación de lo que ha venido aconteciendo en el mayoritario flanco opositor. Todos, partidos y ciudadanos, le hemos añadido ingredientes y condimentos a este caldo indigesto que no terminamos de hallar la forma de cómo digerirlo.

En ese “todos” debemos incluir a los cómodos ciudadanos que no terminan de entender que este descomunal problema que afrontamos es de todos y que ya basta de exonerarse de responsabilidades asignándole exclusivamente a los partidos la titánica tarea de resolverlo. Pero también hay que incluir a todas las fuerzas políticas. A las que salieron derrotadas pero que, sintiéndose arropadas por el argumento extremo de señalar como única causa de su derrota al abstencionismo, continúan en una endemoniada dinámica hacia adelante como si nada hubiese ocurrido. No han dado muestras de haberse detenido a pensar si su problema pudiera ser el de haber perdido la conexión con sus supuestos representados. Hablan de Unidad, Unidad, Unidad…, pero tampoco dan muestras de haber hecho esfuerzos en la dirección de cómo recomponerla. Y también son responsables, las otras fuerzas que ubicadas en la otra esquina del maniqueo boxeo blanco versus negro, pierden representatividad al no percibir los ciudadanos de a pie claridad ni concreción en la prometida ruta alternativa que nos conducirá al cielo –porque sí, ese día que hayamos salido del Régimen me sentiré como en el cielo-. Critican a los otros de haber acabado con la “calle” pero tampoco se muestran ellos con la potencialidad de organizar “su calle”, quizás porque tengan miedo de que a ellos sus supuestos representados tampoco les acompañen.

En definitiva, que estamos todos quedando muy mal como país. ¡Todos! Y que en este trágico escenario del desencuentro, parece evidenciarse, de nuevo, una crisis de representatividad de los partidos. ¿Qué hacer? “Let’s go back to basics”. Los partidos deberían hacerse un profundo examen de conciencia sobre si lo están haciendo bien como partidos. ¿Están trabajando en la consolidación de una organización celular que les proporcione cobertura geográfica a sus iniciativas estratégicas, más allá de lo mediático? Esto es fundamental de cara al reto de convertirse en un auténtico partido moderno. Estoy consciente de la dificultad de avanzar en este aspecto en el contexto específico del país como lo tenemos y las severas restricciones de financiamiento, pero aún con todas las limitaciones no se debería perder el norte de hacer todo lo que se pueda, y donde se pueda, para ir ganando terreno en esta dirección. Si al menos se hubiese avanzado en el ámbito de los bastiones opositores, otro gallo hubiese cantado el 15O.

¿Se está trabajando en la estructuración y fortalecimiento de los organismos funcionales? Esto es básico de cara a la instalación de mecanismos de articulación con la sociedad civil. Se necesitan urgentemente las fracciones partidarias de jóvenes, gremios profesionales, educadores, organizaciones obreras, universitarias, etc. Cada una de ellas haciendo política en su ámbito natural. ¿Cómo está funcionando la democracia interna? ¿Existe confrontación de ideas en el partido y se respeta su diversidad? ¿Se producen documentos sobre estas discusiones? ¿Se trabaja en el diseño de una visión estratégica compartida por todos los miembros del partido? ¿Cómo anda la formación de los dirigentes del partido a todos los niveles?

¿Se trabaja en el diseño de una narrativa política y los diversos instrumentos de comunicación para poderla permear hacia todos los ciudadanos en sus diversos niveles de formación? ¿Disponemos de mecanismos para elegir a los mejores para el ejercicio de las funciones públicas que el partido vaya a asumir? ¿Se han incorporado mecanismos meritocráticos para la designación de los representantes? ¿Se han creado las condiciones para que intelectuales, empresarios, en general ciudadanos con trayectoria en otros ámbitos no políticos pero con inquietudes, puedan incorporarse con cierta comodidad a las labores del partido?

Podríamos continuar postulando interrogantes como esta, pero no se trata de diseñar en este artículo el instrumento al cual hicimos referencia. Estamos conscientes, lo reitero una vez más, de que los positivos de las respuestas a todas estas interrogantes apuntan hacia un ideal muy difícil de construir habida cuenta de las nefastas circunstancias. ¿Pero al menos se tiene claro el norte de hacia dónde deben enfocarse las actividades del partido y se ha comenzado a trabajar en cada una de las áreas? Porque el quid de la cuestión es el siguiente: Tenemos por delante el formidable reto de reconstruir al país; y lo queremos hacer en democracia; necesitamos para ello de partidos idóneos con visión de modernidad. No se vale eso de que ahora tengamos partidos mediocres, chucutos, que luego, cuando lleguemos al poder, los vamos a reconvertir de la noche a la mañana en los partidos que se requieren en esa visión del gran país del futuro que pretendemos vender. En consecuencia: la gran pregunta que deberían hacerse al interior de todos nuestros partidos es si ellos ya se están preparando para funcionar como los partidos de esa vigorosa democracia que nos venden como en un sueño. A lo mejor, al calor de estas respuestas, a preguntas que quizás ahora parezcan como inoportunas, podamos conseguir algunas claves de por qué la representatividad de los partidos vuelve a estar siendo tan comprometida.


domingo, 12 de noviembre de 2017

Construir una nueva narrativa política


 
Nelson Acosta Espinoza
Bien, nos encontramos en las semanas finales del año 2017 y a días para la celebración de las elecciones municipales. En esta ocasión, un sector político de la MUD (Acción Democrática, Vanguardia Popular y Primero Justicia) ha decidido no participar en estos comicios. Por otro lado, independientes y miembros de otras agrupaciones políticas han inscrito sus nombres como candidatos a presidir alcaldías en algunas regiones del país. En fin, el sector democrático, no ha asumido una posición unitaria en relación a estos sufragios. Ante esta circunstancia, no sería una sorpresa que el oficialismo gane la mayoría de las alcaldías del país.

En otros artículos he intentado reflexionar sobre la dificultad de los sectores políticos democráticos para leer en forma apropiada la presente coyuntura política. Sin ánimo de exagerar, en los pasados comicios, este sector se auto impregnó de una exagerada confianza. Se esperaba que la desastrosa situación económica y social que padecen los venezolanos actuara como catalizador de la voluntad del voto contrario al oficialismo. Circunstancia esta que operó como obstáculo para evaluar correctamente la capacidad operativa y fraudulenta del sector oficialista. Salvo algunas excepciones (Táchira, una de ellas) la campaña electoral se llevó a cabo en los términos tradicionales que han caracterizado estos eventos electorales. Su narrativa estuvo impregnada de un cierto racionalismo ingenuo que no alcanzó a tocar el corazón de los electores. Por ejemplo, el alto nivel de abstención pudiera ser explicado, parcialmente, como una conducta de sectores decepcionados que no fueron interpelados apropiadamente por la propaganda de los candidatos democráticos.

Desde luego, la situación descrita es mucho más compleja. Existen otros eventos que ayudan a comprender estos resultados. Sin embargo, en esta ocasión me voy a detener en una de estas variables que se ubica en el centro de un razonamiento que podría dar cuenta de lo acontecido y lo que está por acontecer electoralmente. Me refiero a una sobrevaloración de las circunstancias de naturaleza económica. Lo que habitualmente, en la jerga académica, se denomina reduccionismo económico. En forma breve, podemos definir esta opción como un criterio o formulación política que concede al factor económico primacía sobre los de cualquier otra índole. Irónicamente, esta desviación generalmente es observada en la conducta política de actores de procedencia marxista.

En fin, la dirección política de la oposición otorgó un alto valor a las circunstancias económicas que caracterizan la actual situación del país. Se esperaba que la combinación de inflación, alto costo de la vida, depreciación del salario, deterioro de la calidad de vida, delincuencia, corrupción, entre otras variables, conformaran un contexto favorable a las invocaciones políticas del sector opositor. En consonancia a este precepto, su narrativa electoral se posó sobre este supuesto y no abordó en forma apropiada las condiciones de naturaleza subjetiva y las particularidades de naturaleza regional. En otras palabras, no fue “mercadeada” apropiadamente la oferta electoral en el plano subjetivo. Es apropiado señalar que esta explicación requeriría ser enriquecida por otras variables que juegan en la dilucidación de lo acontecido en las pasadas elecciones. En un próximo escrito abordaremos esas circunstancias.

En el año 2018 se producirá las elecciones presidenciales. Las recientes experiencias electorales deberían verse como un aviso de lo que no se debe hacer en el plano electoral. Es imprescindible que la dirección política democrática haga un esfuerzo de autocritica y revise los criterios sobre los cuales se conformó la pasada unidad.

Un punto de partida podría ser despojarse de la tentación economicista. Entender que la crisis por sí sola no va a producir los cambios de subjetividad que se requiere para alcanzar la victoria en las presidenciales. Es imperativo, entonces, construir una narrativa alterna a la oficialista que interpele emocionalmente a los ciudadanos. La combinación de crisis económica y la subjetividad apropiada, a mi juicio, constituye la llave adecuada para poner fin definitivo a este desastre del socialismo del siglo XXI.

La política, sin duda alguna, es así.




¿Cómo terminará la función?


SIMON GARCIA.
Si no resultara un agravio a los amigos que han decidido no votar, escribiría un artículo que se titulara “Tu abstención es necesaria”. El predicado no requiere vueltas: potenciar un triunfo del gobierno y asestar una derrota mortal a la oposición.

Si los 2 millones 200 mil votantes que abandonaron a la MUD en octubre por negligencia cívica, malestar y decepción con su desempeño o insatisfacciones morales contribuyeron a que el fraude llegara más allá de su tradicional catálogo de trampas, no hay que tener una bola de cristal para ver lo que hará el gobierno con la decisión angustiada y desesperada de contingentes opositores que prefieren apartarse de la batalla electoral. Tienen sus razones, pero el costo ´será alto.

Todo indica que las direcciones de partidos con peso optan por esperar la derrota sin intentar evitarla o minimizarla. La cercanía de elecciones presidenciales incentiva anticipar los deslindes por candidaturas, pero no justifica dinamitar sus relaciones y ahondar sus divisiones. En tales circunstancias califico la decisión de participación de AP y UNT de heroica, no por adjudicarles virtudes, que las tienen igual que AD, PJ y VP, sino para subrayar sus empeños afanosos de nadar bajo un vendaval y contra la corriente.

El patriotismo de partido inclinará a los militantes de las organizaciones que no presentaron candidatos al ausentismo. Los comisarios del CNE en los Centros de Votación y los efectivos del plan república adoctrinados en la ideología roja actuarán el 10 de diciembre contra una línea defensiva desguarnecida. Los ciudadanos, de la MUD y fuera de ella, que vayan a votar por candidatos de oposición, tendrán que sacar músculo que hoy no tienen. A menos que las comunidades cercanas a los centros y la propia sociedad civil tomen en sus manos la resistencia al fraude, serán avasallados.

Buena parte de mis amigos que no van a ir a votar no son abstencionistas de doctrina o de interés político particular, tipo Vente. Se toman un taima en la lucha y concentran su energía en ajustar cuentas dentro de la oposición, afincándose en reclamos a un líder o un partido o que se jure que nadie se juramentará ante la moribunda Constituyente. 

No parecen ver las consecuencias políticas injustas y dañinas para el país y para la lucha de la sociedad democrática contra un Estado autocrático. La peor es inflar las posibilidades de perpetuación de Maduro.

Más acá de la nariz la conflictividad entre los partidos de la exMUD podría llegar incluso a bloquear toda iniciativa para recomponer alguna forma de acción conjunta en determinados espacios, conservando autonomía para desarrollar políticas competitivas en otros.

Se producirá una fuerte pulsión a convertir la desesperanza en la retirada hacia una vida sin mundanal política y tomará posición hegemónica la idea de que no hay salida. 

Quedaremos guindando de la fílmica irrupción del séptimo de caballería para poner en huida a los bandidos, en una de superhombres e indios.

Pero, la pregunta permanecerá, en medio de incertidumbres y tensiones, ¿quién se quedará en la cabina de proyección cuando termine esta función?

sábado, 4 de noviembre de 2017

Hacia la construcción de una nueva hegemonía política


Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, el país se encuentra en una situación complicada. Pareciera que existe un desajuste entre la vida cotidiana y el sistema político. O, expresado en otros términos, la política no enuncia en su justa dimensión lo que acontece en la vida diaria de los ciudadanos. Por el contrario, esta dimensión de la vida colectiva va a contrapelo de la cotidianidad ciudadana. En otras palabras, los venezolanos enfrentan la crisis más profunda en su historia republicana. Y, sin embargo, no existe aún un relato que dé cuenta de esta situación y proponga una salida efectiva que permita superar este impase histórico. Quizá, esta ausencia constituya el signo inequívoco de la naturaleza de la crisis que soporta la nación.

Entiendo que estas afirmaciones son un tanto contundentes y, en cierto sentido, su generalidad no permite adentrarse con precisión en lo sucedido en los últimos acontecimientos políticos y electorales. Sin embargo, este distanciamiento me parece apropiado. Hay que tratar de discernir el sentido histórico de estos eventos para poder explicar sus resultados.

Formulemos algunas interrogantes. Quizá las respuestas a estas dudas permitan comprender la situación límite que padece la nación. Por ejemplo, ¿cómo esclarecer los últimos resultados electorales? ¿El ventajismo y otras argucias proporcionarían repuesta a esta interrogante? ¿Por qué los sufridos votaron por los responsables de su sufrimiento? ¿La elección de gobernadores, por ejemplo, abrirá sendas para la solución de los gravísimos problemas económicos, sociales y políticos nacionales? ¿Cómo explicar que en el marco de la crisis más profunda que ha vivido el país, sus responsables salgan victoriosos en esta contienda electoral?

Desde luego son preguntas complejas que apuntan a dos situaciones distintas. Por un lado, a la coyuntura. Vale decir, a lo que sucedió empíricamente. Por el otro, a su significación de naturaleza histórica. En el primer caso, ya se han elaborado los respectivos análisis y despejado algunas de las interrogantes formuladas al inicio de este breve escrito. En general los observadores coinciden en apuntar dos variables que explicarían estos resultados. Primero, el ventajismo clientelar utilizado por el oficialismo. Sin rubor alguno manipularon las necesidades de la población a través de los “puntos rojos” electorales, los “carne de la patria” y las bolsas CLAP. En otro ángulo, es necesario anotar la falta de vuelo estratégico de la oposición. Carencia esta que se evidenció en sus profundas diferencias y desconfianza que minaron la capacidad operativa de este grupo político. Desafortunadamente, en la actualidad, lo descrito tiende a profundizarse. Se observa una división alimentada a través de descalificaciones mutuas que desprestigian a este grupo opositor ante la opinión pública.

Ahora bien, ¿cuál es el sentido histórico de estos eventos? ¿Qué ponen en evidencia? Bien intentemos esbozar algunas reflexiones a partir de estas dos interrogantes. En mi opinión el país se encuentra bajo el imperativo que implica el cierre de un periodo histórico. Me refiero al lapso que se inició en el año 36 y que comienza dar muestra de agotamiento a finales de la década de los años setenta. Sobrevive artificialmente gracias a los aumentos sucesivos de la renta petrolera e inicia su clausura con el llamado socialismo del siglo XXI. En otras palabras, más allá de la actual coyuntura lo que se está poniendo sobre el tapate es el fin de una época y los síntomas del inicio de otra etapa histórica. Desde luego, para colocar el cierre definitivo al pasado se requiere de actores colectivos que comprendan esta peculiaridad histórica y, en consecuencia, elaboren el o los relatos que vayan construyendo un nuevo sujeto político sobre el cual apuntalar el futuro político del país.

Sin lugar a dudas, este es un proceso lento y complejo. Sin embargo, soy optimista. Estos últimos acontecimientos pueden servir de acicate para apresurar el surgimiento de estos nuevos relatos y sujetos políticos que inicien la construcción de una nueva hegemonía política en el país.

No tengo dudas, la política tiene que ser así.

MORIR VOTANDO.


SIMON GARCIA.
La ausencia de pedagogía política ha hecho estragos. Los partidos toman decisiones sin ocuparse de justificarlas ante el público. Dirigen sin crear conciencia.

AD, VP y PJ, el triangulo estrella de la oposición, decidió saltar a la abstención.Las direcciones de UNT y AP se niegan a seguir el camino que ellos señalan.

UNT y AP, tomaron una decisión heroica: buscar el respaldo de los ciudadanos para compensar la falta de unidad y sacar fuerza de ellos para defender la institución del voto. Hay que tener coraje para quedarse solos. Si logran convencer y emocionar a sociedad civil, le ganarán a la trampa. Y la gente, tomando la campaña en sus manos, le hará sonar una campana a sus dirigentes.

Algunos opositores buscan desviar la atención de esta crucial disyuntiva y llaman a organizar primarias para seleccionar un líder único y candidato presidencial. Se entusiasman quienes tienen aspiraciones de que el dirigente que apoyan sea el seleccionado. Y a su vez dicen que es anodino elegir el Alcalde que rige la vida de comunidades locales porque es irrelevante para el cambio político. Menudo invento!

La no participación se basa en el descubrimiento tardío de que el gobierno no proporciona condiciones justas a los procesos electorales. Debería añadirse que también las impone en otras actividades de la sociedad. El régimen nunca ha actuado obedeciendo a la Constitución sino asegurando la perpetuación de la “revolución”. A esa ventaja, característica esencial de su vocación totalitaria, no renunciará el poder actual.

Fundamentar la abstención en la existencia de condiciones injustas es un punto de partida erróneo. Ello implica armar otra voltereta hacia el desconcierto cuando esos partidos decidan dentro de pocos meses, participarcon similares condicionesen las anticipadas presidenciales de 2018. El régimen mantendrá hasta el final todos sus corta fuegos contra la democracia.

El gobierno nos lleva al modelo cubano sin partidos, elecciones libres y donde la gente votasin elegir. Y en la oposición, sin advertirlo, pavimentamos ese objetivo: renunciar al voto y decretar cerrado el camino electoral.

UNT y AP encabezan una rebelión cívica, llaman a la resistencia democrática a los electores. Apuestan a salir de Maduro por vía electoral: la clave es la votación masiva que la misma oposición obstaculiza cuando se abstiene.

A los ciudadanos les corresponde vencer el fraude. En una elección que tiene triple importancia: elegir la figura institucional más vinculada a la atención de los problemas cercanos a la gente; escoger la vía para salir del régimen y alcanzar espaciospara apalancar la lucha por el cambio político, desde abajo y descentralizadamente.

Si se le otorga una victoria a los abstencionistas se producirá un grave retroceso en la cultura democrática, se incrementará la desesperanza y crecerá la desconfianza en todos los partidos y líderes de la oposición.¿Quieren mejor desenlace para la perpetuación de Maduro en el poder?

Que nadie se frote las manos porque participar sin unidad es cuesta arriba. Nunca la lucha por la libertad ha sido cómoda, sin riegos, pérdidas, derrotas y sacrificios. Que nadie se alegra si llegan a doblar las campanas, porque lo estarán haciendo no sólo por los que vayan a votar.