jueves, 1 de noviembre de 2018

LA DESAFECCION POLITICA (Cómo combatirla)


Nelson Acosta Espinoza
Recientemente han aparecido en el ámbito de la reflexión política y social una diversidad de ensayos y libros que posan su atención sobre las distintas situaciones de naturaleza crítica que están padeciendo los regímenes democráticos en distintos países del mundo occidental.

Heterogéneas son las herramientas conceptuales utilizadas para intentar comprender este proceso de deslegitimación a que está siendo sometido el liberalismo democrático.

El relato más frecuente tiende a resaltar y ubicar el origen de la crisis como resultado de las penurias que sufren densos sectores de la población debido al proceso de globalización de sus economías. De hecho, es posible constatar un desmejoramiento de sus condiciones de vida. La movilidad social, al contrario del pasado, es ahora descendente y una intensa precarización define el mundo laboral de la mayoría de la población trabajadora.

Una de las explicaciones más recurrente es aquella que responsabiliza de esta precarización a los déficits que presentan los sistemas políticos, Sostiene, esta postura, que el punto de origen de la actual crisis debería ubicarse en la incapacidad del sistema político para integrar a la población empobrecida y al progresivo abandono de los consensos básicos que se tomaron tras la segunda guerra mundial.

Este desarraigo de naturaleza democrática es posible encontrarlo en diversos países europeos y no europeos. EE.UU con Trump, Rusia con Putin, India con Modi, Turquía con Erdorgan , Brasil con Jair Bolsonaro, entre otros. En fin, esta depreciación de la cultura política democrática ya no es una característica exclusiva de países subdesarrollados, en especial, América Latina. Venezuela, por ejemplo, constituye un ejemplo paradigmático de esta dinámica de empobrecimiento democrático y su sustitución por una cultura política de signo autoritario.

Los estudiosos de estas realidades han caracterizado esta peculiaridad con el término de desafección política. Este término alude, entre otras cosas “al sentimiento subjetivo de impotencia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas que genera un distanciamiento y alienación respecto a éstos, y una falta de interés en la política y los asuntos públicos, pero sin cuestionar el régimen democrático".

En un cierto sentido los resultados de las pasadas elecciones presidenciales en el país ilustran esta condición de desafección política. La mayoría de los votantes no acudieron a las mesas de votación. Y, en términos generales, un sentimiento de apatía y desencanto caracteriza el humor político presente en la generalidad de la población del país.

Ahora bien ¿cómo explicar este sentimiento que anida en los corazones de los votantes? ¿Por qué los electores no se sintieron motivados a participar en esas elecciones presidenciales?

Desde luego estas interrogantes apuntan a un numeroso grupo de variables. Sin embargo, voy a intentar resaltar una de ellas. En el entendimiento que dilucidar su importancia es vital para construir, por un lado, una repuesta apropiada al autoritarismo socialista y, por el otro, generar una nueva narrativa política que entusiasme a los ciudadanos.

En principio, parece apropiado, resaltar que tradicionalmente el proceso político ha sido asumido desde la deliberación, desde el intercambio de razones y la búsqueda de acuerdos o, en su defecto, de compromisos y negociaciones justas. En un cierto sentido, esta aproximación se ha olvidado del “efecto de los afectos” en la construcción de voluntades colectivas. A partir de esta constatación las investigaciones en el campo de la neuropolitica formulan las siguientes interrogantes: ¿no será precisamente la insistencia en las razones como base de la democracia, la sobrevaloración del acuerdo racional, la razón última de esta desafección? ¿No es la concepción desapasionada de la política como un intercambio de razones la causante de este descontento y frustración?

Desde luego, en el marco de este breve escrito no será posible profundizar en las implicaciones de naturaleza práctica que se desprende de esos postulados de la neuropolitica. Sin embargo, me atrevería a señalar que el fracaso electoral del candidato Henri Falcón, entre otras circunstancias, puede ser atribuido a una apuesta racionalista que no se paseo sobre el horizonte emotivo dentro del cual militaban la grandes mayoría del país. Carecía, en otras palabras, del relato apropiado para procesar el estado de ánimo de los votantes.

Recordemos que el relato político es casi lo opuesto a transmitir datos. Se trata, por el contrario, de elaborar una historia que moviliza, seduce, evoca y compromete mediante la activación de los sentidos y las emociones.

La coyuntura actual es apropiada para ensayar iniciativas de esta naturaleza. El relato “oficial” esta devaluado. Lo prueba la presencia de una retorica plagada de repeticiones y estereotipos, en la que se reiteran formulas que se transforman en etiquetas. Han perdido conexión con la realidad mutante de la política. En consecuencia, hay un aumento progresivo de la agresividad y represión de naturaleza policial.

En fin, la oposición democrática debe abandonar las posturas racionalistas y entender que es necesario emocionar para convencer.

Solo así, se podrá combatir el desanimo que se ha apoderado de la voluntad de densos sectores de la población del país.

2 comentarios:

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