domingo, 25 de junio de 2017

¿Cómo salimos de esto? Los Juegos Hay Que Cerrarlos

Asdrúbal Romero M.

I-Una metáfora deportiva

Cualquier aficionado a deportes como el tenis, el basket ball, el beisbol e incluso el futbol, sabe de la importancia, para el jugador o equipo que va ganando, de contar con la resistencia física y emocional así como la habilidad para cerrar los juegos. Traigo esta imagen deportiva a colación porque creo encontrar en ella: cierta semejanza con el desarrollo del dificultoso desentrañamiento del nudo gordiano político en nuestro país. Esta creencia, por supuesto, parte de una premisa: la pavorosa dinámica del mal gobierno ha engendrado unas circunstancias tales que es harto difícil para el Régimen, en su configuración actual, mantenerse en el poder. Quizás para algunos esta premisa pueda lucir como demasiado optimista, y les extrañe que sea precisamente yo, el mismo que en significativa cantidad de documentos pronosticara la incubación de tétricos escenarios en lo económico, y por ende en lo social, quien se atreva ahora al feliz augurio de señalar que el final del nefasto y oprobioso régimen está cercano. Insisto, así lo creo, pero todavía nos falta cerrar el partido a nuestro favor. Intentaré explicarme.

II-La Crisis nos puso a Ganar

En primer lugar, el Régimen está acorralado económicamente. Las señales son evidentes. La venta del bono de PDVSA a Goldman Sachs con un 69% de descuento; las intenciones de vender otro del Banco Venezuela, no transable, ¡con un descuento del 80%! hablan por sí solas de su desesperación por hacer algo de caja. Se habla también de un impago a Rusia por más de un millardo de dólares causados por un contrato de compra de armamento. Como no es una operación a mercado abierto, es posible que hayan convenido un diferimiento, pero el estrechísimo margen con el que viene jugando el Gobierno queda registrado. Amenazas de embargos en territorio americano por impagos de deudas a empresas expropiadas. Las reservas en mínimo. En materia financiera, como se dice en criollo: han llegado al llegadero. Y en un horizonte no muy lejano está un octubre que debe darles pavor con vencimientos de más de cinco millardos de dólares, aunque quizás tengan conciencia que hasta allá no llegan.

Las consecuencias del acorralamiento financiero son dolorosas hacia el interior. No hay dólares para importar de cara a satisfacer necesidades muy básicas. El nuevo DICOM no pasó de ser otra falacia como muchos ya sabíamos. El verdadero marcador de los precios continúa inalterable su recorrido a través de una curva exponencial que ya transita por un tramo con pendiente muy acelerada. Es la misma curva de la que hablamos a inicios del 2013, predicha, cualitativamente, a partir de la aplicación de principios muy básicos de la teoría dinámica de sistemas. El ciudadano común se sorprende cada día de la escalada de los precios, pero esta realidad continuará su rumbo a mayor velocidad hacia un peor que no tiene techo. Los productos regulados se confinan a unas cajas CLAP que la mayoría de los pobladores no reciben. Para quienes no somos objeto de esa atención “privilegiada” por parte del Régimen, el acceso a productos fundamentales está signado por la dolarización de los precios. Así, la vida ha venido cubanizándose: la pasta dental y el desodorante se convierten en un lujo para la inmensa mayoría de los ciudadanos. El problema de las medicinas e insumos médicos se agrava. Ya se consiguen algunas importadas, pero, igualmente, a precios inalcanzables para la mayoría. Las coberturas de los seguros médicos se hacen ridículamente insuficientes. Enfermarse en este país implica el riesgo de morir.

Tampoco es que a ese programa apartheid –no lo reciben todos los que deberían recibirlo- del suministro CLAP se le perciba con garantía de sostenibilidad en los tiempos por venir. El anunciado decrecimiento de la producción agroalimentaria por parte de los conocedores del tema, así como la aguda escasez de dólares para importar –reducida aún más por la desvergonzada inversión en equipamiento represivo-, permiten prever una tendencia a que esa, hoy día ya bastante escasa e insuficiente, ayuda alimentaria vaya perdiendo cobertura en cuanto al número de familias al cual asiste, así como en la cantidad y calidad de los productos que se distribuyen. La merma de peso por habitante es evidente. Los reportes de los expertos y organizaciones abocados a escudriñar el tema de la nutrición en el país son alarmantes. Deberían ocupar lugar preponderante en la temática de esas asambleas ciudadanas que emplean la mayor parte de su tiempo, en distraer a los ciudadanos alrededor de todo ese brollerío jurídico que se ha armado alrededor de una constituyente en la que menos del 10% de la población cree.

El Régimen gasta cuantiosos recursos en profusas campañas comunicacionales –pena debería darles-; jingles con aires de mundiales de futbol que pretenden vender una alegría vestida de farsa, así como la paz de un rap que resuena con la vaciedad de su mensaje. Mientras más abusan de su presencia en los medios radioeléctricos, más invocan en la conciencia de todo un pueblo su impostura. La paz se transmuta en violencia y la alegría en profunda tristeza ambientada por la precarización de la vida. Ya casi nadie les cree, sólo los enchufados que siguen velando por sus intereses y unos pocos, cada vez menos, enceguecidos todavía por un fanatismo que les impide ver la realidad. Si no han sido capaces de resolver nada, ni lo van a ser ahora, para qué gastar tanto dinero en la promoción de una solución inverosímil que, transcurridos dieciocho larguísimos meses, por obra y gracia del Espíritu Santo comenzaría a cumplir, supuestamente, tantas fantasiosas promesas. ¿En qué invivibles circunstancias nos encontraríamos para ese entonces? Esta es la interrogante que nos hacemos todos porque cada cual, en su nivel, está siendo víctima de una verdadera pela propinada por una crisis que no tiene parangón en nuestra historia.

Desde la perspectiva de su potencialidad para gobernar brindando soluciones, el Régimen está técnicamente caído. De aquí en adelante sólo puede generar una profundización de la precariedad. Que avanza a paso de vencedores, a través de múltiples caminos sistémicos que el ciudadano de a pie quizás no alcance a vislumbrar. De allí que se multipliquen los efectos adversos: Es el problema cíclico de la gasolina o el del gas doméstico. El de la continuada desvalorización del trabajo. El de la semiparalización del aparato productivo y muchas otras instituciones de servicio público. El de la impunidad que campea asimilando al país a un escenario de guerra. Es el problema de la proliferación de atentados contra la propiedad en los que resaltan los desmantelamientos por hurto de múltiples instalaciones eléctricas. El de la no consolidación del nuevo cono monetario que agrava el problema del efectivo e incrementa la mayor dependencia, para las transacciones, de una plataforma electrónica de pago ya muy vulnerada por el deterioro y obsolescencia de las redes de comunicación. El de los bancos, la mayoría cada vez más endebles financieramente y con mermada capacidad de respuesta. Es esa sensación que se ha instalado en el imaginario de la gente, del colapso que podría sobrevenir en cualquier momento, sin que nadie sea capaz de precisar cuáles de las múltiples nudos problemáticos se combinarán en definitiva para detonarlo. Cada día se suman nuevos problemas a los ya existentes, convirtiendo al vivir por estas tierras en un tenaz ir contra un viento, por lo demás terriblemente tormentoso.

Respiramos en una atmósfera de últimos días porque un régimen cercado internacionalmente, con casi nula credibilidad popular, acorralado económica y financieramente, sin margen de maniobra para poder resolver algo debería ya no estar en el ejercicio del poder. Pero los días transcurren y ni ellos buscan sus propias vías para abandonarlo -irse mientras puedan que sería mi recomendación-, ni se concreta un esquema político con la suficiente fuerza para sacarlos de ese poder al cual, paradójicamente, se atornillan con creciente vehemencia. Visto desde la perspectiva de los factores democráticos que han acometido una tenaz oposición, no siempre alineada del todo, es como si el juego ya lo tuvieran claramente a su favor pero no lo terminan de cerrar. ¿Será que no saben cómo cerrarlo?

III-¿Por qué no se cierra el Juego?

Si la Oposición no lo sabe, tampoco debe avergonzarse por eso. Nos enfrentamos a un cuadro político muy complejo e inédito En cualquier gobierno medianamente democrático, la acumulación de pruebas de un tan rotundo fracaso como el del chavismo sería suficiente como para provocar una salida que le diera botón de cierre al juego político. Pero no es ese nuestro caso. Resulta que lo paradójico del atornillamiento no lo es tanto, tiene que ver con el carácter tan particular del régimen que nos acogota. Creo justo el momento para hacer el siguiente reconocimiento: toda la caracterización del Régimen que desde hace varios años adelantaron esos sectores a los cuales se les acuñó la etiqueta de “radicalismo” terminó siendo la precisamente correcta. Se puede resumir en una frase: “nunca van a entregar el poder por las buenas”. No lo pueden hacer habida cuenta de su carácter abiertamente delincuencial. Aclaro que tal calificación no es solo utilizable para referirse a delitos como la participación en el tráfico ilícito de productos y seres humanos o la sustracción de recursos del erario público para beneficio personal, también lo es cuando se delinque violando las leyes para ejecutar actos que comprometen al Estado sin el cumplimiento de las debidas autorizaciones. Donar graciosamente recursos a otros países en actos de impulsiva “generosidad” sin haber solicitado, previamente, la autorización de las instancias con el mandato constitucional para tramitar y aprobar tales concesiones, constituye un ejemplo muy claro de lo que refiero. Aunque hubiesen intentado maquillar a posteriori todos esos heterodoxos manejos, seguro estoy que con un exhaustivo seguimiento cronológico se podrían conseguir innumerables casos específicos en los que tal maquillaje no pudo ser aplicado con el suficiente blindaje.

Este régimen, desde sus comienzos, se ubicó al margen de la legalidad al permitir que su finado líder manejara la hacienda pública como si fuera la suya personal. Estos señores supieron, desde el principio, que en cuanto entregaran el poder serían ineluctablemente enjuiciados por ejecutorias de esa naturaleza. Terminaron acostumbrándose a pensar que nunca entregarían el poder, se produjo el relajamiento y la apertura de puertas a las más diversas y lesivas tentaciones. Pero las ruedas de la historia siempre giran. Ahora nos encontramos en el poder a una “banda de delincuentes que ha tomado control del Estado y asaltado su tesorería”. Lo dice el prof. Evan Ellis, quien remata manifestando: “El problema de fondo es que no existe un mecanismo jurídico internacional ni un modelo de cooperación regional que permita rescatar a un Estado en esas circunstancias sin violar su soberanía”. La pregunta entonces que debe analizarse es: ¿Cómo se cierra el juego con un régimen delincuencial? Excluyendo de su consideración la vía de la rebelión armada de civiles que todo parece indicar, a Dios gracias, que todavía no se ha dado el tiempo para germinar. Esta interrogante, con la añadida condición de contorno, permite esclarecer el grado de complejidad del entrampamiento en el que estamos sumidos.

Estamos cerca de una salida. El avance de la precariedad lo garantiza porque es como una liguita que se continúa estirando, estirando, estirando, hasta que no ceda más. Pero en el ínterin de estos angustiosos días: ¿cómo se avanza en el desentrañamiento del nudo gordiano? El camino menos violento sería la negociación. ¿Pero cómo se negocia con una representación del Régimen tan embarrada de ilicitud? ¿Quién se atrevería a asumir el costo político? ¿Se imagina usted negociando con un Carreño preguntándole cómo va a quedar él? ¿Se dispone del tiempo para elaborar un esquema transparente de justicia transicional? Algunos juran que ya existen negociaciones en las que se persigue darle respuesta a tan acuciantes cuestiones, los dirigentes opositores de mayor visibilidad lo niegan. Yo no tengo ni ofrezco respuestas, sólo una visión del por qué todavía no se ha podido cerrar el juego. Y otra: la de liguita a máxima tensión. ¿Se fracturará ella provocando una urgencia de imprevisibles consecuencias? ¿O se fracturará el Régimen en un escenario donde algunos busquen salvarse y otros decidan resistir hasta lo último con las botas puestas? Algunos y algunas ya han dado el paso.

La Fiscal que estremeció al chavismo


Gloria M. Bastidas*

Lo que parecía un simple acto burocrático se convirtió en un escándalo. La Fiscal presentaba la memoria y cuenta de su gestión y, de pronto, soltó una frase que taladró la aparente estructura monolítica del chavismo: En Venezuela se ha roto el hilo constitucional. Luisa Ortega Díaz (nacida en 1958, año en que el país inició su democracia) lanzaba una estocada a las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia. Los dictámenes despojaban al Parlamento de sus funciones y anulaban la inmunidad de los diputados. Ha podido usar el término autogolpe. Pero fue más elegante: tiene un doctorado en Derecho Constitucional. El equipo de funcionarios que la acompañaba prorrumpió en aplausos. Largos aplausos contrarrevolucionarios. Metamorfosis: la jefa del Ministerio Público transformada en una deidad republicana.

La Fiscal. La que había sido juramentada por Diosdado Cabello, el delfín de Chávez que ejerce el control del aparato militar. La que izó la bandera del juicio contra Leopoldo López. La que negaba rotundamente que en Venezuela hubiera presos políticos. La que decía que el derecho a manifestar no era absoluto. La Fiscal. La que insinuó que Franklin Brito (productor agropecuario a quien el Gobierno arrebató sus tierras y murió tras hacer una huelga de hambre) estaba incapacitado mentalmente. La Fiscal. La que negó en la ONU que la ex jueza María de Lourdes Afiuni (detenida por órdenes expresas de Chávez y que fue violada en la cárcel) hubiera recibido malos tratos estando en prisión. Ella, en vivo.

Era la crónica de una muerte anunciada. Luisa Ortega Díaz ya venía dando señales de un distanciamiento del Gobierno. En febrero de 2015, vetó la Resolución 8610 emitida por el ministro de la Defensa. Este decreto autorizaba el uso de armas de fuego para controlar las protestas. En diciembre de ese mismo año, se negó a firmar el acta para la designación de 33 magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Encontró vicios en el procedimiento: incluida la postulación de aspirantes con antecedentes penales. El 2 de febrero de 2016, compareció ante la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, para rendir cuentas de su gestión. La comparecencia fue interpretada como un guiño hacia los adversarios del régimen. Y lo más importante: hace ocho meses advirtió que el Tribunal Supremo no podía disolver la Asamblea Nacional.

Luisa Ortega Díaz lleva una década como jefa del Ministerio Público. Su período vence en el 2021. ¿Por qué, sabiendo a lo que se expone, decide deslindarse del Gobierno? Hay grandes diferencias entre ella y la cúpula gobernante. Una fundamental: la fiscal no es narco. No aparece en las listas que salpican al staff revolucionario. Quizá la cuenta que sacó es que los herederos de Chávez terminarán inmolándose. Defender la revolución es defenderse ellos mismos. Y en esa defensa, barrerán con todo vestigio de institucionalidad. Por eso han colocado sobre la mesa la carta de una Constituyente fraudulenta. La Fiscal no está dispuesta a llegar tan lejos. Su empaque es republicano. Y hace un cálculo político: intuye que la inmolación no tendrá un final feliz.

El Gobierno mueve sus fichas para llevarla a la guillotina. A la pornográfica justicia revolucionaria. El Tribunal Supremo admitió la solicitud de un antejuicio de mérito en su contra. Su destitución luce inminente. A lo Robespierre. La Fiscal ya no habla de ruptura del hilo constitucional. Va más allá: “Estamos en un Estado de terror”. Pero Luisa Ortega Díaz no está sola. La Constituyente, que se activó sin consultar al pueblo si está de acuerdo o no con que se redacte una nueva Constitución, ha dividido al chavismo. El propio esposo de la Fiscal, el diputado oficialista Germán Ferrer, advierte que con esta estrategia el régimen busca eternizarse en el poder. La ex Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, tampoco avala la Constituyente. Y el hasta hace poco secretario del Consejo de Defensa de la Nación y pupilo de Chávez, el general Alexis López Ramírez, renunció a su cargo por estar en desacuerdo con esta apuesta de Maduro.

No, la Fiscal cuenta con un vasto conglomerado de adeptos: ocho de cada diez venezolanos quieren que Nicolás Maduro se vaya de Miraflores. ¿Se convertirá la jefa del Ministerio Público en una figura clave de la transición? La revolución da para todo. El ímpetu republicano que priva en Luisa Ortega Díaz en este momento tan delicado para el país –van 90 muertos en casi tres meses de protestas– convierte su pasado en un error reparable. Una mancha en un océano. Ese océano está representado por la Constitución. Impedir que la dictadura se imponga es un fin superior. Realpolitik, como señala la escritora Ana Teresa Torres. ¿Llegará hasta el final Luisa Ortega Díaz? El diario El Nacional recoge una frase atribuida a ella que delata su temple: “El día que repartieron el miedo, yo no llegué”.

* (Caracas, 1963) Analista política. Periodista egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

domingo, 18 de junio de 2017

En la búsqueda del antimadurista inteligente

Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, pareciera que estamos adentrándonos en un tiempo histórico de naturaleza terminal. Lo que intento señalar es que en un futuro próximo los venezolanos vamos a experimentar cambios sustantivos en nuestra forma de vida colectiva. Esta observación puede parecer obvia. Después de todo hemos estado expuestos, en estos últimos años, a los embates de la ofuscación política. Y esta última condición puede ser vista como un síntoma que presagia las transformaciones que están por venir.

Parece apropiado, entonces, preguntarse ¿de qué naturaleza pudieran ser estas potenciales modificaciones del sistema político? ¿Quién o quiénes serán sus portadores? Y, finalmente, ¿a la palabra democracia se le podrá otorgar un nuevo significado?

Despejar esta última interrogante me parece vital. El sentido conferido a este vocablo por actores políticos en estos últimos tiempos ha sido equivoco y contradictorio. Por ejemplo, Chavismo y oposición usan indistintamente esta expresión. Sin embargo, en el marco de sus respectivas narrativas este concepto denota significados opuestos. Los socialistas abogan por una democracia participativa y protagónica. Los demócratas, por su lado, por un sistema de pactos, contrapesos y transacciones. Ambas opciones son de naturaleza normativa y su correlato con la realidad ha sido débil. En el primer caso, lo vivido en estos años muestra la falacia de la idea democrática socialista (la convocatoria de la Constituyente es un ejemplo paradigmático). Por otro lado, la partidocracia vació de contenido sustantivo la experiencia democrática. Probablemente esa insuficiencia de naturaleza política cuenta para explicar la emergencia del actual modelo populista.

Ahora bien, los acontecimientos se están acelerando. La convocatoria de la Constituyente y los peligros implícitos en esta iniciativa coloca al país en una situación límite. Condición esta que pudiera dar pie para ensayar iniciativas tácticas que facilitarían el desbloqueo de esta coyuntura de naturaleza terminal. Desde luego, es variado el abanico de propuestas y actores en juego para salir de esta crisis. En esta ocasión y, por razones de espacio, me voy a referir a una de esas oportunidades que pudieran preparar el tránsito hacia la democracia.

Puede parecer sorpresiva la siguiente propuesta. Quizá una de las opciones que los demócratas pudieran experimentar es la búsqueda de un “antimadurista inteligente”. Salido, desde luego, de las filas del chavismo. La frase la copio de una expresión del desaparecido líder del PCE Santiago Carrillo. Así definió Carillo a Adolfo Suarez “un anticomunista inteligente”.

A pesar de ser un desconocido para la mayoría del pueblo español, este político, fue capaz de aglutinar a un grupo de dirigentes de su generación que comenzaban a transitar por diversos caminos la ruta democrática. Supo reunir junto a “conversos” como él, a socialdemócratas, liberales, democristianos, etc. y logró desarbolar el régimen franquista con la colaboración de fuerzas opositoras tales como el PSOE y, muy especialmente, el Partido Comunista Español.

En fin, una opción a ser pensada y transitada por los demócratas venezolanos seria la búsqueda de nuestro Adolfo Suarez. Vale decir, un líder capaz de establecer puentes en todas las direcciones y crear las condiciones para una salida política democrática a la actual crisis. En fin, parafraseando al finado líder comunista español, un “antimadurista inteligente”.

Tengo la impresión de que los acontecimientos por venir van permitir la posibilidad de emergencia de un dirigente con esta característica. Capaz de jugar al centro político, trascender la polarización y crear las condiciones que permitan la transición democrática.

Desde luego, están en juego otras opciones: civiles y militares. Sin embargo, confío plenamente en la cultura democrática que está enraizada con las diversas formas de ser venezolano. En consecuencia, apuesto por la vía civilista y de profundización democrática de nuestro sistema político.

No tengo dudas, la política es así.

La Guerra Popular


Humberto García Larralde
La “Guerra popular” es uno de los mitos favoritos de los “revolucionarios”. Es una figura de raigambre rural, reminiscente de guerras campesinas contra crueles terratenientes. En el imaginario comunistoide, se invoca la gesta del octavo ejército de ruta durante la Gran Marcha liderada por Mao Dzedong, o la guerra del Vietcong contra la ocupación estadounidense de lo que era Vietnam del Sur. En Venezuela, la mitificación de Ezequiel Zamora (“General de hombres libres”), hizo de la batalla de Sta. Inés un antecedente “popular”, anti-oligárquico, de la lucha anti-imperialista, que tanto provecho le sacó el “eterno”. Una muestra de hasta dónde llegó lo ridículo de este afán, se aprecia en la amenaza de Chávez en 2006 a eventuales invasores yanquis en su programa Aló Presidente Nº 251:

“Por allá (en Bolívar) un capitán, ¿saben lo que me dijo?... Comandante, tengo 500 indios que lanzan unas flechas y le ponen en la punta el veneno ese, curare. … Esos indios no pelan a 200 metros. La flecha hay que lanzarla con viento a favor y el indio sabe cómo es. Yo no he tenido tiempo de practicar, pero voy a hacerlo con arco y flecha. Si a algún gringo invasor hubiera que meterle un flechazo aquí (señala con un dedo en el cuello), con curare del bueno, en 30 segundos usted está listo querido gringo, usted estaría listo. (…) Con arco y flecha los indios tuvieron en jaque a los españoles durante siglo y medio desde las montañas que rodean a Caracas, ideales para la guerra de resistencia…”[1]

Lo cierto es que la fulana “guerra popular” entró a formar parte de la doctrina militar de nuestra (¿?) Fuerza Armada. ¿Y cómo se ha preparado el contingente castrense para esta eventualidad?

La evidencia nos indica que, entre los preparativos de la “guerra popular” en Venezuela, está la importación de tanquetas nuevecitas, equipadas con paneles que cierran calles y con dispositivos bélicos; “ballenas” capaces de arrollar y lesionar personas con chorros de agua a altísima presión; bombas lacrimógenas a montón, mejor caducas para mayor efecto tóxico; escopetas que disparan estas bombas y todo tipo de proyectiles metálicos; bastones y cachiporras; e indumentaria de tortugas ninja, con escudos de flexiglass, que protegen a los valientes guardias contra viejitas y jovencitos desarmados. En contraste, se prohíbe la importación privada de máscaras antigás, cascos y otros bienes que pudiesen ser usados por aquellos desalmados que pretenden protegerse de los “gloriosos” GNB. Porque la guerra en que se viene preparando la Fuerza Armada es “popular” porque es contra el pueblo.

Entre las tácticas de esta guerra contra el pueblo está el cierre de muchas estaciones del metro para incomodar a los caraqueños, el bloqueo de calles para impedir el desplazamiento de automóviles y buses, y la destrucción de puentes a la autopista que el mismo gobierno construyó hace poco para aliviar el congestionamiento vehicular. Todavía peor son las arremetidas, disparando y lanzando bombas lacrimógenas indiscriminadamente, contra edificios residenciales y barriadas populares, en las que someten a sus pobladores -incluyendo ancianos y niños- a asfixias y atropellos crueles. En estas salvajadas no se salvan centros comerciales y clínicas, ni los heridos (y enfermos) ahí atendidos.

Para estos militares (y PNBs) depravados, el ciudadano se ha transformado en objetivo de caza. Todo es válido. Alimentan sus escopetas con metras de metal, tornillos y clavos para que la investigación balística no sepa con qué arma fue asesinado un manifestante. Saquean negocios y apartamentos, abusan de mujeres a quienes detienen y les roban celulares, dinero y otras pertenencias como “trofeo de guerra”. Amparan y alientan a colectivos de sicópatas armados -los fascii di combattimento de Maduro- para asesinar y perseguir a quien pueda asomarse a protestar por sus derechos, y colocan francotiradores agazapados en azoteas de edificios cercanos a donde han sido convocadas protestas, para que el trabajo sucio no les sea achacado. Detienen arbitrariamente a cualquier manifestante y lo someten a juicio militar por “asalto a centinela”, “ofensa a la fuerza armada” u otras ridiculeces. Por último, torturan a detenidos y los vejan con todo tipo de crueldades y bajezas, como si se tratara de saldar afrentas entre caudillos montoneros del siglo XIX.

Y uno se pregunta, ¿son éstas “nuestras gloriosas fuerzas armadas”? ¿Las que supuestamente son “herederas del Ejército Libertador”? La crueldad y malicia exhibida por muchos de los Guardias y/o Policías Nacionales contra los muchachos, capturados en tantos videos, desafían toda comprensión. Al comienzo, se corrió la especie de que eran cubanos disfrazados. Luego, que la ministro Varela había soltado a criminales para lanzarlos, vestidos de Guardia, contra los manifestantes. Tristemente, la verdad es bastante más fea: son venezolanos egresados de escuelas militares “bolivarianas”. ¿Cómo fueron formados? ¿No tienen familia, madre, hijos? ¿Viven en Marte para no entender lo que está pasando?

Auxilia a nuestras mentes perplejas la explicación de Hannah Arendt sobre la terrible banalidad del mal. Pero es menester algunas precisiones referentes a la situación venezolana actual. Toda empatía con la población venezolana objeto de estas atrocidades ha sido deliberadamente destruida descalificando a los manifestantes como “desestabilizadores de ultra-derecha”, “traidores” o, incluso, de “fascistas”. Los conceptos en sí no importan -estos criminales ignoran su significado- sino su uso como etiquetas hacia donde canalizar el odio. ¿Qué sentido tiene, para un proyecto tan primitivo y retrógrada como el de Maduro, descalificar a otros de “ultra-derecha”? ¿En qué mente cabe que los “fascistas” son los que salen a manifestar pacíficamente y no los gorilas que los reprimen salvajemente? Como en el caso nazi, el uso de epítetos denigratorios sirve para quitarle todo viso de humanidad al otro, degradarlo de manera de facilitar su aniquilación. No hay fundamentación racional de tan brutal represión, sino ponzoñosos resentimientos viscerales. Se atropella, no gente de carne y hueso, sino a la expresión del mal, a los “terroristas” que quieren destruir la “revolución bolivariana” y que, por ende, traicionan a la patria.

Visto así, la Guardia Nacional asume la función de ejército de ocupación en urbanizaciones y barriadas, conquistadores de un territorio en el que residen pobladores enemigos que constituyen un peligro y que es menester aplastar. P’al carajo la admonición del Libertador, “Maldito el soldado que empuñe su arma contra su propio pueblo”, pues no pertenecemos, no somos pueblo sino habitantes extraños. De ahí que para ellos pierde todo sentido lo dispuesto en el artículo 68 de la constitución:

“Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley.
Se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas. La ley regulará la actuación de los cuerpos policiales y de seguridad en el control del orden público.”

Ese es el cruel legado de los simbolismos maniqueos que animan ese odio para defender, a sangre y fuego, a la oligarquía expoliadora que ha destruido a Venezuela. “Justifica” el uso de los medios de violencia del estado para aplastar las garantías constitucionales y librar una guerra de rapiña contra el país. ¿Es ésta la “guerra popular” con que se caen a embustes en los cuarteles para disfrazar sus semejanzas con los Pinochet, Videla y Somoza, que tanto han azotado el continente?

Generales Benavides, Reverol y González López, son demasiadas las evidencias, testimonios y videos de las atrocidades cometidas. ¿Detrás de qué clichés “revolucionarios” van a intentar esconderse para negarlos y evadir sus culpas? Y usted, Gral. Padrino López, no basta con haber reconocido, ¡al fin!, que la Guardia Nacional comete atrocidades. Si no procede en consecuencia a imputar a los esbirros responsables por asesinato y/o graves violaciones a los derechos humanos y a desmarcarse de este régimen fascista, usted también es cómplice. ¿Hasta cuándo defender lo indefendible?


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[1] Citado en el artículo de Pedro Llorens, “Usted está listo, querido gringo”, El Nacional, Pág. A-8 02/04/06.

sábado, 10 de junio de 2017

¿Se enfrentará Chávez a Maduro?

Nelson Acosta Espinoza
La crisis en el país tiende a profundizarse. En un cierto sentido es de carácter general. En otras palabras, estamos en presencia de un masivo sentimiento de indignación ante el sistema político socialista y los efectos de naturaleza perversa que este modelo produce sobre la vida de los ciudadanos. Su onda regresiva, sin la menor duda, alcanza la totalidad de los ámbitos económicos, políticos, sociales y culturales. Dos meses de protestas en las calles, setenta muertes, centenares de heridos y miles de detenidos constituyen la prueba empírica de la voluntad de cambio que se ha anidado en la conciencia y espíritu de la población.

En fin, este sistema bolivariano muestra síntomas inequívocos de que se encuentra exhausto. Es incapaz de resolver las crisis que mantiene al país en zozobra. Se abre, entonces, una oportunidad real para iniciar una transformación sustantiva del régimen político y su sustento económico y cultural. Sin embargo esta oportunidad de naturaleza histórica, es vital tenerlo en mente, no descarta la posibilidad de que parcialidades que han detentando el poder pretenda restaurarse y seguir ejerciendo el control de la vida política en el país. La historia reciente proporciona ejemplos restauradores que frustraron intentos de transformaciones sustantivas del régimen político prevaleciente en esas épocas (CAP II, por ejemplo).

Bien, vamos a dar una vuelta a la tuerca y posar la atención sobre los últimos acontecimientos en la vida política del país. Las recientes iniciativas propuestas por el gobierno (convocatoria de una asamblea nacional constituyente y la sugerencia de someter a referéndum la Constitución que apruebe esta instancia política) han generado un rechazo amplio en los círculos políticos, en especial los de inclinación chavista.

Ilustra esta última afirmación la solicitud de nulidad de la Constituyente que se votará el 30 de julio. De acuerdo a la fiscal general Luisa Ortega Díaz esta iniciativa violenta la progresividad de los derechos humanos, la democracia y el derecho al sufragio. Igualmente, importantes personalidades del chavismo han expresado públicamente su coincidencia con esta posición de la fiscal general. De hecho, se ha generado dentro de este grupo una corriente de opinión contraria al gobierno y que se sustenta en la idea de que el Presidente Maduro actúa a contra corriente del legado del difunto presidente Chávez.

En este sentido, el recurso que se entregó al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) contra la Asamblea Constituyente del presidente Nicolás Maduro no sólo pudiera profundizar las grietas en el gobierno, sino también ayudar a crear enlaces entre chavistas críticos y la oposición. De hecho, ex fiscales, ex jueces, representantes de la oposición y público en general se han adherido a esta acción legal a través de documentos públicos a depositarse en TSJ. En lo inmediato, entonces, se están creando las condiciones para conformar un frente más amplio que enfrente al madurismo. Puede resultar extraño, pero lo cierto es que existe la posibilidad para un acercamiento táctico entre demócratas y chavistas.

Tal como lo afirmamos al inicio de este breve escrito la crisis tiende a profundizarse. A pesar de esta circunstancia, el gobierno se encamina directo a experimentar una situación de inestabilidad sin parangón en nuestra historia. De no producirse rectificaciones los meses venideros van a estar signados por una fuerte conflictividad de naturaleza política. La oposición enfrentará con fuerza militante a esta iniciativa del gobierno. Es plausible suponer que la fachada contra la Asamblea Constituyente se ensanchará con nuevos agregados provenientes del chavismo. En el plano internacional el gobierno pierde adeptos y se encuentra cada vez más aislado. En fin, pareciera que estamos ante una encrucijada definitiva: la derrota del madurismo y el triunfo de los demócratas.

Tengo la convicción de que este éxito abrirá las puertas, por un lado, para ensayar formas más avanzadas de la vida política democrática y, por el otro, sepultar de una vez por todas la tendencia autoritaria que ha prevalecido en el pasado reciente.

Sin la menor duda, la política es así.






Maduro es la derecha


SIMON GARCIA
Existe una idea según la cual, quizá asociada a su falta de transparencia y a su visión como astucia y engaño, en política nada es lo que parece. Pero, estos duros días nos demuestran lo contrario. La cúpula gobernante perdió no sólo la capacidad para expresar el interés del país, sino que el grupito atornillado en Miraflores se ha convertido en un cuerpo extraño al pueblo que le dio origen y contrario a la Constitución, fuera de la cual juró no actuar nunca.

La caótica respuesta de quienes se niegan a abandonar privilegios y negociados ilegales parece y es el principal obstáculo que tiene que superar, desplazar o derrotar el conjunto de una nación que aspira rescatar el primero de todos los derechos, el de una existencia digna. La cúpula de Maduro es la más agresiva fuerza conservadora.

En la calle está el retrato de la crisis política actual: 1. Maduro se apoya en una criminal represión desatada por policías, guardias y colectivos paramilitares; pero perdió su mayoría en el pueblo. 2. La cúpula oficialista desechó definitivamente la realización de elecciones libres. 3. Se está configurando una dictadura. Las bases comiciales son un fraude electoral ex ante, para consagrar el control totalitario del poder: sin partidos políticos, persiguiendo opositores y disidentes, eliminando el sufragio universal, introduciendo la elección censitaria y de segundo grado. 4. Existe una inestabilidad sin fondo, el gobierno no tiene soluciones y su permanencia agrava las crisis en la economía y degrada la situación social de todos. Maduro rebasa su nivel de incompetencia y el pueblo su nivel de aguante.

La convocatoria de la ANC constituye la destrucción de dos principios fundamentales del proceso promovido por Chávez: a) la titularidad y el ejercicio de la soberanía pasa del pueblo a Maduro, quien lo sustituye apoyado en el TSJ, el CNE y el alto Mando de las FANB. b) la democracia participativa retrocede ante una democracia representativa diseñada para constitucionalizar la prolongación de una federación de mafias en el poder.

La actitud de la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, es el símbolo del rechazo que los seguidores del proceso, dentro del partido y los órganos del Estado se está acumulando contra las políticas de Maduro. Muestra las reservas de conciencia de país y decencia existentes aún en el campo oficialista.

Hay que apoyar el llamamiento de la Fiscal para anular el fraude. Sumar propuestas para promover la vigencia de la Constitución Nacional de 1999 como pacto social que garantiza la convivencia y los derechos de todos los venezolanos, al margen del proyecto político que defiendan.

Es el momento de evitar, por medios democráticos y pacíficos, la continuación del golpe de estado. Tenemos menos de cincuenta días para lograrlo. En la calle, en integrar una amplia alianza y en la determinación de cada ciudadano está uno de los factores de éxito.

Ese cuartel llamado Venezuela


Juan Carlos Méndez Guédez*
Un hombre desarmado huye en un burrito.

Es un día de 1835. El primer presidente civil de Venezuela: José María Vargas, escapa en un burro mientras un grupo de militares intenta tomar el poder.

Ese sería el día en que, glosando a Vargas Llosa, podríamos decir que se jodió Venezuela. Desde ese momento, salvo el paréntesis que va desde 1958 hasta 1998, el país ha sido un cuartel dirigido con mano firme por hombres de armas.

Toda “gesta heroica” requiere su relato épico. El chavismo construyó el suyo; un relato lleno de flecos y omisiones. Dentro de esa narración la parroquia de El Valle tiene lugar protagónico. Zona popular, allí se vivieron innumerables saqueos y una violentísima represión del ejército durante la rebelión popular del Caracazo en el año 89.

En la hagiografía chavista los golpes del año 92 consistieron en una oficialidad que indignada por las actuaciones de esos días de febrero conspiró contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez para reestablecer la democracia. Pero estudios como los de Domingo Irwin demuestran que desde los años setenta diversas logias militares conspiraban para acabar con la democracia civil. Por otro lado, durante la represión militar del 89, miembros de esas logias participaron activamente en el sofocamiento armado de la revuelta.

En los modestos edificios de El Valle residieron Nicolás Maduro y varios de los líderes del chavismo. Quien recorre ahora mismo el lugar jamás sospecharía esta circunstancia. Las calles aparecen llenas de huecos, cubiertas por aguas negras, montañas de basura, enjambres de moscas; las chabolas continúan allí como una herida de las zonas montañosas. La variación del paisaje consiste en la construcción de edificios acompañados por el nombre, la firma o el retrato del teniente coronel Chávez; edificios atenazados por servicios precarios y deficientes.

Por eso el golpe moral sufrido por el régimen cuando a finales de abril esas calles fueron tomadas por vecinos que gritaron consignas contra el Gobierno. Hasta bien entrada la madrugada continuaron las escaramuzas. Para ese momento, desde Madrid, en mi torpe ingenuidad, aconsejaba a las personas que para protegerse de las lacrimógenas se lavaran el rostro con leche y la respuesta fue desoladora. “Hace mucho que no se consigue. Si tuviese un poco me la tomaría”.

Llego a El Valle a media tarde. Hay tensión. Pregunto qué ha sucedido y me cuentan que el alcalde chavista (antiguo habitante de la parroquia) pasó por el lugar para regalar comida pero el cacerolazo y los insultos recibidos fueron de tal magnitud que debió huir

Veo noticias en las redes porque la tele está completamente amordazada. Hoy una tanqueta de la guardia, al más puro estilo yihadista, embistió salvajemente a un grupo de adolescentes y aplastó a uno de ellos; hoy por Valencia un guardia remató en el suelo a un muchacho herido. ¿O eso fue ayer? ¿O eso será mañana? Un violista de 17 años fue asesinado y sus compañeros salieron a la calle a llenar de triste música la protesta. ¿Hoy, ayer, mañana?

Los principales ministerios venezolanos son controlados por militares. “… ocupan las carteras de Producción Agrícola y Tierras, Pesca y Acuicultura, Alimentación, Defensa, Energía Eléctrica, Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Vivienda…”, refiere la periodista española Alicia Hernández, que también señala: “… en el Ministerio de Alimentación una élite militar concentró el poder en los últimos tres años… Algunos incluso llegaron a tener cuatro cargos de directivos al mismo tiempo”.
Maduro suele usar ropas verdes y se fotografía utilizando armas de guerra. Él es uno más en la lista de civiles que en Venezuela han sido fachada del militarismo.

No hay que obviar que los militares venezolanos han sido conservadores, liberales, centralistas, federalistas, nazis, pronorteamericanos. Tienen la capacidad de mutar sus ideas para preservar el monopolio del poder. En este momento se han impregnado de toda la iconografía de una ultraizquierda internacional que con avidez corrió a comer del festín petrolero que Chávez compartió con ellos.


El resultado de la gestión actual de esta élite militar no puede ser más sombrío: inflación feroz, escasez de productos básicos, control sobre el poder judicial y electoral, y la sospecha del narcotráfico llenando de penumbras a varios de sus más altos jerarcas.

Una mañana me incorporo a una marcha de protesta al otro lado de la ciudad; nos indican que debemos transitar por la Castellana. Hay miedo. Esos días no cesan de llegar las noticias sobre personas asesinadas por balas, lacrimógenas, metras y perdigones disparados por la Guardia Nacional, la policía y los paramilitares.

Camino con perplejidad, hace décadas que vivo en España. Ni siquiera sé si podría orientarme por la ciudad si hubiese una desbandada y el peligro no es sólo la represión inmediata; a los detenidos se les somete a torturas salvajes, aunque primero los llevan a los cajeros y les roban el dinero de sus cuentas.

Subimos un trecho. Justo antes de acceder a la Cota Mil nos lanzan la primera andanada de gases. Los equipos represivos son abundantes: en Venezuela el Gobierno no tiene dinero para importar antibióticos pero sí para equipar con largueza a sus esbirros. La marcha se abre en dos: un grupo de jovencitos con cascos y escudos de madera se desplaza hacia el cordón policial. Uno de los muchachos comenta que ellos no tienen dinero para irse del país, que no les queda otro remedio que luchar dentro de él.

Después de un rato entramos a la zona popular de Chapellín. La guardia nos suelta una nueva andanada de gases. Ahora corremos. Un hombre sin camisa nos advierte que sigamos recto y nos indica el modo de huir.

Me invade una sensación desoladora. Vine a Venezuela a presentar un libro. Quizá se pueda hacer, quizá no. Poco importa. Pero al final yo regresaré a España y aquí quedarán mi familia y mis amigos: gaseados, delgadísimos, tristes.

Corremos, corremos. Una vez más, como desde 1835, los civiles corremos y un grupo de militares nos persigue. Ahora ya ni siquiera tenemos el burrito que usó José María Vargas.

*Juan Carlos Méndez Guédez es escritor, autor de La noche y yo (Páginas de Espuma) y El baile de madame Kalalú (Siruela).


sábado, 3 de junio de 2017

¿Permanecerá Maduro en el poder?


Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, las protestas en forma de marcha y plantones han continuado ininterrumpidamente. Caracas, Trujillo, Zulia, Táchira, Aragua, Carabobo y Nueva Esparta han sido teatro de movilizaciones en sus principales vías de comunicación. En esta ocasión, los ciudadanos marcharon con ollas vacías en señal de protesta debido al gigantesco desabastecimiento y penurias que está sufriendo la población de este país.

En paralelo el gobierno da muestra de su disposición de avanzar de cualquier forma con su proyecto de redactar una nueva constitución. Su último guiño a la ciudadanía, anunciado la noche del jueves pasado en un Consejo de Ministros televisado, sería someter a votación la propuesta de Carta Magna que se presentaría a la consideración de la Asamblea Nacional Constituyente. “La nueva Constitución saldrá a referendo consultivo para que sea el pueblo el que diga si está de acuerdo o no está de acuerdo”.

Diversos analistas han destacado que esta iniciativa ha sido diseñada con la finalidad de intentar reunificar a sus antiguos aliados. Es importante señalar que en las últimas semanas se han producido deserciones importantes dentro del chavismo. Desde luego, las más notorias son la Fiscal General de la Republica Luisa Ortega Díaz y la ex Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez.

En el marco de estas circunstancias es apropiado preguntarse por la estrategia apropiada para enfrentar la voluntad de perpetuarse en el poder de esta dirigencia socialista. Algunos analistas sostienen que este régimen está a punto de derrumbarse. La magnitud de sus errores, el cerco diplomático a que está siendo sometido, la grave crisis fiscal, las continuas protestas de la población, entre otras variables, harían inviable la permanencia de Maduro en el poder por más tiempo. En esta versión predomina la hipótesis, de acuerdo a la cual, que el régimen está a punto de desmoronarse y sería necesario prepararse para este escenario futuro. Desde luego, el electoral sería uno de ellos.

Existe otra lectura de la coyuntura. Menos optimista. ¿En qué sentido? Quienes sostienen esta visión la fundamentan en el hecho que el madurismo no va entregar el poder en un gesto de racionalidad institucional. Todo lo contrario. Su sector radical se va aferrar al mando con el uso de todos los medios que tienen a su alcance. La Constituyente, los CLAP y la acentuación de la represión serían los instrumentos apropiados. Intentaran ganar tiempo, en el convencimiento de que podrán reclutar la población empobrecida que se abstuvo de votar en las elecciones del 2015. Subrayan el hecho que la oposición ganó el control de la Asamblea Nacional porque el pueblo chavista se inhibió de votar.

En fin, estas dos visiones en un cierto sentido se complementan. Ambas parten de la idea que este régimen es inviable. La diferencia, a mi juicio, tiene que ver con consideraciones de naturaleza táctica. En la primera versión, se subestima la capacidad de maniobra del chavismo y se sobrestima la voluntad de resistencia de los sectores opositores. Se da por sentado, por ejemplo, que las variables objetivas (crisis económica, devaluación institucional, etc.) son suficientes para acelerar la caída del régimen. Desde luego, esta interpretación alimenta la legítima apetencia electoral presente en algunos grupos opositores.

El relato alternativo, parte de la idea que el chavismo aún cuenta con herramientas para aferrarse al poder y, en consecuencia, hay que acumular fuerza en el sentido estratégico. Hay que vencer el proyecto socialista en forma definitiva. En lo económico, político y cultural. Y, para ello, se hace necesario implementar una estrategia que vaya más allá de la inmediatez táctica y electoral. Reconocer el carácter histórico de esta coyuntura y comprender que en las luchas callejeras se está forjando un nuevo liderazgo que ha roto amarras con el pasado. Sin duda, estamos en los prolegómenos de una nueva era política y cultural.

En cualquier caso pudiéramos afirmar, parafraseando al cantautor cubano: “estas luchas están pariendo un  corazón”.

No tengo la menor duda, la política es así.
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Un ejercicio de imaginación constituyentista Nada Que Perder



Asdrúbal Romero M.

El joven devoraba vorazmente la comida que le había traído un vecino. Se dirigió a mí y me comentó:

-Ya ve usted, señora. Dios provee. ¿Qué me iba a imaginar yo esta mañana que después de pasar todo el día guerreando este buen señor me iba a resolver?

Llegué a las inmediaciones del distribuidor del Trigal pasado el mediodía. Desde el primer momento me llamó mucho la atención la actividad hiperquinética de aquel guerrero de franela, como ahora los denominan, convertido en mi interlocutor. No paraba de guerrear, usando su expresión. Orientaba a los demás, algunos más jóvenes. A veces, les daba órdenes. Pero nunca dudaba en ponerse al frente de las acciones de combate.

-Esta madrugada me levanté a las cinco. Abrí la nevera. Vacía. No había nada de comida. Me tomé un vaso de agua para engañar al estómago y me pregunté qué hacer. ¿Ir a la Universidad? Está cerrada. Aunque la Rectora diga que tiene sus puertas abiertas. Decidí venirme hacia acá. ¡A guerrear!

-¿No habías comido nada en todo el día? –le pregunté-.

-¡Nada! Aquí no hay comida, no hay estudio, no hay futuro señora. Ya no tenemos nada que perder. Gracias a este señor hoy pude comer – volteando su rostro hacia el vecino con gesto de agradecimiento-.

Casi con lágrimas en sus ojos, una amiga me cuenta su experiencia relevante del día. Es muy triste cuando un joven como él te dice que ya no tiene nada que perder. ¿Hacia dónde va este país? –concluye su relato con esta pregunta hacia mí rebosante de angustia-.

Me dijo otra cosa –mi amiga, después de un significativo lapso de silencio-. Una vez lo agarraron los guardias y le molieron a palos hasta cansarse. Participaba en una protesta estudiantil. Los guardias son malos. No es como se dice ahora que se han vuelto malos. ¡Siempre han sido malos! Ese fue el broche de oro con el que cerró mi joven guerrero.

Este breve relato lo concateno con un video visto hace algunos días en una red social. Habla otro guerrero de franela pero este es barinés: “Aquí no estamos representando ningún grupo político. No estamos llamando a la gente que está en la politiquería a que salga a manifestar por las cuestiones que nos están pasando en Venezuela. Somos estudiantes. Somos las personas, las cuales no tenemos insumos, no tenemos comida, estamos cansados, no tenemos trabajo y estamos cansados de este gobierno que nos agobia, que nos destroza y nos trata como animales”. Más adelante en el video, otra voz nos informa que todos eran del PSUV. El grupo termina quemando unas franelas distintivas de su adscripción anterior al chavismo.

No hablan de constituyente. Hablan de la crisis que a mucha gente en este país la está llevando a un estado casi terminal. Ya me lo había argumentado un amigo con buena visión para la política: ¿Tú crees que lo que está ocurriendo en los estados más pobres del interior del país tiene algo que ver con la oposición comandada por la MUD? Aquí se está gestando algo que va a rebasar, por mucho, a los partidos. Se ha insertado en la conciencia colectiva la creencia de que Maduro es hambre y muerte. De que hay que tirar el resto porque, de lo contrario, no tendremos vida. ¡No habrá nada que perder!

En el pasado, el PSUV hizo gala de tener un mejor estetoscopio para auscultar lo que acontecía en la Venezuela profunda. Algo les habrá quedado de esa mejor capacidad. Es muy posible que ellos sepan, mejor que muchos analistas intelectuales de clase media, de ese fenómeno tendiente a crear un tsunami social que los arrollará a todos. Saben que tienen los días contados y que necesitan, desesperadamente, crear un escenario de negociación. Por eso empujan hacia una constituyente que también saben que es inviable. No son lo suficientemente estúpidos como para no saber que es imposible que un 15%, a lo sumo un 20, pueda imponerle al resto del país la celebración de un evento consustanciado con tan graves implicaciones para el futuro de todos y extremadamente vulnerable en las actuales circunstancias. Lo que andan buscando, simplemente, es acrecentar su poder de negociación. Crear las condiciones para que se tenga que pagar un mayor costo a cambio de su salida del poder.

Por eso aparentan correr. La Tibisay, después de regodearse en anuncios de complejos cronogramas para la celebración del Referéndum Revocatorio, ahora se ha inscrito para una carrera de cien metros planos. Mientras los técnicos electorales allá dentro saben que lo hace imponiéndose lapsos inviables para su gordura. Eso poco le importa. Quiere estar en el barco de los que negocien su salvamento. Que sean los maduristas más pendejos los que se queden pagando la abominable cuenta. En simultáneo, los que a la luz de la dantesca realidad pretenden auto enlistarse dentro del chavismo más puro, dudan sobre la mejor vía para desmarcarse. Algunos, paralizados por el temor de verse víctimas en un más que improbable escenario tipo Ruanda.

Para la sala situacional de la cúpula corrupta, los escenarios de uno o más diferimientos para la celebración del día C forman parte del ramillete de opciones manejables. Monitorearán con agudeza esa posibilidad. Por un lado, les brinda la oportunidad de seguir ganando tiempo y, simultáneamente, continuar mermando la energía de la principal columna opositora para que vaya desapegándose de la marcha. Acrecentar su desesperanza, así sea al costo de seguir tiñendo de rojo a la patria con la sangre de los mártires. Pero en la contraparte, continuar bluffeando y elevando la apuesta es jugar con fuego.

En el reinado del nada que perder existe un volcán que ha comenzado a rugir, sin alcanzar, todavía, la energía que le obligue a liberar su magma candente. En cualquier momento hace erupción: el hambre y la impotencia de ver cerrarse todos las vías para sobrevivir con dignidad le nutren diariamente de más energía. Y ellos saben que ya no tienen forma ni manera de evitar eso. Tendrán que hilar bien fino sus posibilidades de manejar el dilema Constituyente versus Negociación a su favor. Porque de llegar al día C, esa será una fecha muy proclive para que esa energía potencial contenida en el lecho del volcán se libere y se una a la otra, que aunque reprimida, se habrá mantenido intacta. De la unión surgirá una tromba, que podría convertirse en tornado con la energía para elevar a estos dinosaurios malignos centenares de metros y ponerlos rabiosamente a girar en el hiperespacio de la nada.