domingo, 30 de junio de 2013

“Es lo que hay”


Nelson Acosta Espinoza.

Él retorna de su trabajo. Agobiado por el tráfico y las angustias económicas. Ella regresa, malhumorada, de su tour de mercados en busca de los artículos de consumo que con mayor frecuencia escasean. Ambos se sientan a disfrutar su programa de televisión en la hora premium. Se corta la luz. Un apagón no programado. Escena que se repite en miles de hogares a lo largo del país. Ella reta a su esposo en relación a la conducta a seguir frente estas precariedades. El sale al paso, para evitar una tormentosa discusión; con voz firme y autoritaria sentencia: “es lo que hay”.

A estas vicisitudes, desde luego, sería posible añadir muchas más (encarecimiento de la vida, inflación, inseguridad, falta de medicinas, etc.).

Este cansancio que cansa


“El mayor cansancio proviene del trabajo no realizado”.
Eric Hoffer

Manuel Barreto Hernaiz

De acuerdo al diccionario, cansancio tiene dos acepciones: 1) falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado; 2) aburrimiento, hastío, tedio, fastidio. Según una definición médica, el cansancio es una sensación subjetiva de falta de energía física o intelectual, o de ambas. Otras versiones médicas del cansancio, son: agotamiento, letargo. astenia.

La mayoría de los venezolanos siente cansancio, y no precisamente por las largas colas para conseguir productos de primera necesidad, como tampoco de todas esas peripecias que tanto fatigan por obtener los anhelados dólares. O de las que ocasiona un endemoniado tráfico por la falta de planificación vial. Digamos que lo que se aprecia en buena parte de los compatriotas es simplemente cansancio político. Nuestra sociedad muestra rasgos de cansancio, de agotamiento. Hasta algo tan grave para el porvenir de la educación superior, y por ende, de la formación profesional de nuestros jóvenes, no despertó las expectativas que se esperaban… pues eso es asunto de los universitarios. Como tampoco la persecución despiadada que arrincona a María Corina Machado, quien sin haberse recuperado de la salvaje golpiza, ahora es víctima de ese “Stasi tropical”; y menos aún el encarcelamiento criminal contra Simonovis y demás funcionarios que purgan condenas que nunca se aclararon, y a cuya hija recientemente le escribía Agustín Blanco Muñoz: “… Por todo esto, Ivana, no es tiempo de que el cansancio nos venza, ni que dejemos el camino libre a la muerte. Ahora, frente al tamaño de la herida y el desparpajo, hay que levantarse con más energía, y aunque cargues tus 15 años envejecidos, ahora es cuando tu padre necesita tu fuego de sinfonía creadora para seguir resistiendo…” 

Mandela y los otros


Willy McKey

Un país, en algún momento de su historia, es apenas una persona. Y la historia es, también, un pacto ficcional.

Siempre que los ojos del mundo han estado viendo hacia Sudáfrica, están viendo hacia Nelson Mandela, el buen Madiba. Así fue en 1990, en 1994 y ahora. Incluso en 2010, cuando el Mundial de Fútbol, lo que el planeta veía girar no era un balón de fútbol sino la historia de una nación que parecía imposible y él hizo realidad.

Pero hasta los hombres que logran dividir la historia tienen una propia, íntima y capaz de rebasarlo por ser finita.

En los medios sudafricanos, se lee que a la casa de Qunu acudieron “los viejos del clan” para trazar en conjunto el final del hombre grande. Han sido consultados y conminados a decidir. La línea de hombres y mujeres de los clanes vinculados con Mandela se reunieron en torno al cuerpo de un hombre cuyos ojos, a pesar de estar cerrados desde hace cuatro días, replantearon la visión global de su continente.

Una nota en el periódico Times afirma que allí estaban todos aquellos que pueden hablar de la muerte de Mandela. En la tradición africana, un hombre debe morir con los suyos. Incluso éste, cuyo mérito mayor pudo haber sido enseñar que es posible vivir entre los otros.

Cuando ingresó en el Colegio Universitario de Fort Hare, en 1938, dos de los objetivos que se propuso fueron aprender inglés y conocer la historia de las civilizaciones occidentales. A muchos les pareció que eso, antes que ir en detrimento de la causa africana, iba a favor del poder blanco. Hay quienes, poniéndose cerca de las doctrinas, terminan alejándose de las ideas. El hombre que de niño escuchaba atento a los ancianos hablar de su pueblo libre antes de la llegada de los blancos, y que de adolescente fue tutelado por el rey de los tembu, estaba levantando una de las bases fundamentales de su lucha: conocer al otro como primer paso, el escalón obligatorio para poder sumarlo sin someterlo.

En pocos días, Internet estará repleta de narraciones pormenorizadas de la gesta de Nelson Mandela. El bufete con Oliver Tambo. La fundación en 1948 del temible Partido Nacional Sudafricano y su apartheid. La Campaña de Desobediencia Civil de 1952. El Congreso del Pueblo, en 1955. La Carta de la Libertad. El Congreso Nacional Africano y sus rupturas. El Congreso Pan-Africano. La Masacre de Sharpeville, en marzo de 1960. La resistencia armada convocada por el propio Mandela como La Lanza de la Nación. La mismísima Organización de Naciones Unidas, en el extravío de los informes oficiales, declarando a Madiba como un terrorista. Los años de prisión. La libertad. La presidencia. Suráfrica y su siglo XXI. Mandela, el hombre-nación.

Sin embargo, quienes se reúnen a su alrededor no son líderes de Estado, ni miembros destacados del Ejecutivo ni la militancia de un partido: son sus parientes, incluso los más lejanos, esa familia extensa que la tradición africana reviste con dimensiones distintas a las nuestras. Ya no es él quien actúa, ni quien activa ni quien decide. Ellos, juntos, son su espíritu.

Madiba se marcha. Sus ancestros lo llevan fuera de este tiempo donde quedamos nosotros, sin saber si hemos aprendido la lección de Mandela. ¿Hemos decidido, cada uno, entender el universo del otro aprendiendo cómo lo nombra? Porque entender no es pactar: es conocer y tener conciencia de que hay otra mirada igual de posible. ¿Hemos decidido evitar cometer los mismos errores de quienes se excedieron ejerciendo el poder, desconociendo al otro? Porque conocer no es convencer: es acercarse al otro para tener noticias de sus diferencias. ¿Nos hemos decidido a argumentar con la palabra? Porque argumentar no es tener la razón: es dar las razones propias y contrastarlas.

Conocer al otro. Reconocerlo. Sumarlo sin someterlo.

Madiba se marcha. No Suráfrica. El referente está allí. El país no fue mejor porque Madiba naciera allí, sino por lo que él hizo y cambió allí.

En apenas unos días estará resumido en el periódico que usted lee, en los web-sites que visita, en los noticieros que sintoniza, en cada conversación. Mientras tanto, nosotros seguimos en este presente contenido, preñado de día siguiente. Pero ese tiempo que vamos siendo no debe olvidar que cuando Madiba levantó su voz la primera vez no era el hombre-nación que ya se ausenta. Era uno más. Uno de los habitantes de este tiempo compartido. Era él y era el otro.

domingo, 23 de junio de 2013

Taller: Emocionar para convencer


Mucho interés ha despertado en la comunidad valenciana el taller que dictará este próximo miércoles 26 el profesor Nelson Acosta Espinoza. El Observatorio les invita a participar, en especial a quienes tienen entre sus intereses el análisis político y la respuesta ciudadana ante elecciones.

Para mayores detalles, haga click aquí.

¿Un Aveledo para Carabobo?


Asdrúbal Romero M.

Soy un firme convencido que el eje central de la propuesta política que debiera presentársele al país tendría que sustentarse en el federalismo descentralizador. De la redistribución del poder político hacia las regiones que ello implica, se generarían los escenarios para una mayor eficiencia y control ciudadano de la gestión pública, mayores índices de participación y desarrollo de ciudadanía e, incluso, el surgimiento de liderazgos emergentes que pudiera fungir de contrapeso al excesivo poder central. Por esta razón, accedí a la invitación que me hicieran los fundadores del Observatorio Venezolano de las Autonomías para ejercer la presidencia pro tempore de esta ONG.

Ahora bien, para que la propuesta federalista asuma un cierto protagonismo en el debate político a nivel nacional, luce lógico y natural que su empuje provenga de las regiones. A estas alturas del proceso tendiente a lograr un cambio en el país, nos gustaría ver unas plataformas políticas fortalecidas en el ámbito regional, dispuestas a asumir con mayor autonomía y responsabilidad la gestión política en el plano local. A estas alturas, quisiera ser testigo del accionar en los distintos estados, o al menos en los estados más importantes, de unas mesas de la unidad democrática (MUD) regionales más funcionales y consustanciadas con el rol político que ellas, ya, deberían estar jugando en sus respectivos ámbitos.

La universidad que deseo

Vista parcial del campus de la Universidad de Carabobo


Teresa Morán L.

Advertencia: El siguiente es un texto apto para ciudadanos conscientes, no contiene retórica lastimera ni poses sentimentales.

Parafraseando al poeta Leonardo Padrón “Confieso que estoy agotada”. En los últimos cuatro años las universidades autónomas venezolanas han sido asfixiadas y ahora con una aplicación homogénea de ajuste retributivo ni se diga. Esta medida me plantea un desacuerdo profundo de forma y de fondo, remitiéndome a un universo de sombras y otredades que son interrogadas desde mi vigilia ante la indolente pose irracional de algunos personeros y personajes que nos acompañan en el diario vivir de nuestras actividades.

Quizá por ser esta mi primera experiencia como empleada universitaria me siento tan angustiada porque la Casa que Vence las Sombras,  a mi entender, no sólo ha sido asediada con diferente y creciente entonación por los gobiernos de turno, sino también desde su interior; observo una acumulación de villanías y desprecios que le vienen muchas veces de quienes han recibido su bien, al punto de desear gritarles, como Cesar a Bruto, “ustedes también hijos míos”

Pese a todo, nuestra Universidad de Carabobo, una de las más importantes del país, se ha ganado un prestigio no sólo por su pizarra mágica donde la tiza dibuja día a día la posibilidad del aprendizaje, sino por el trabajo que hacemos desde las diversas dependencias que la integran el cual a su vez nos da derecho al salario y a la dignidad. Todo lo que hacemos dentro de ella lo hacemos además con la valentía de la libertad, en la tolerancia del otro, en el quehacer creativo y con la lámpara de Diógenes de la investigación.


A continuación un vídeo: Canto infinito, UCV


La universidad y su compromiso con el país

Acto de conferimiento del doctorado Honoris Causa a
Nelson Mandela en la Universidad de Carabobo en 1988

Nelson Acosta Espinoza

Año 1988, en el estadio inglés de Wembley se celebra un concierto de rock solicitando la liberación del preso número 46664, confinado en Robben Islan, Sudáfrica. En la ciudad de Valencia, auspiciado por la Universidad de Carabobo, el 30 de Junio de ese mismo año se le confiere el título de Dr. Honoris Causa al ciudadano Nelson Rohlihlala Mandela, prisionero por más de 25 años, en esa isla prisión. Este acto fue, quizás, uno de los más relevantes llevado a cabo por las autoridades de esta universidad en esa década. Se reconocía, en este líder político sudafricano, la eterna lucha por la libertad y la democracia. Ideales consustanciales con la esencia misma de la universidad venezolana.

No podía ser de otra manera. Nuestras universidades autónomas han sido baluarte de la democracia y del desarrollo del conocimiento científico y tecnológico sobre el cual se han apoyado nuestras libertades en todos los órdenes.
En cierto sentido, más implícito que explícito, ha existido un acuerdo entre la comunidad académica universitaria y el Estado. Los términos de este contrato se han mantenido hasta el día de hoy. Consiste en que el Estado asume que la ciencia es un espacio ordenado por los científicos y sus reglas; al Estado le incumbe financiar la investigación científica y la formación de recursos humanos; en retorno, a los investigadores les corresponde producir conocimientos, capital humano y tecnologías transferibles a los diversos tejidos que conforman la urdimbre social y cultural del país.

Este pacto permitió a las universidades autónomas y a sus comunidades científicas generar una visión de largo plazo. Enfoque este que hizo posible que la sociedad y el estado venezolano pudiesen contar con capacidades científicas y técnicas que no hubieran podido ser previstas desde la esfera política. Ilustra esta idea de anticipación, la formación de profesionales en hidrocarburos antes que la nacionalización del petróleo se decretase. Esta circunstancia permitió organizar, en corto tiempo, una institución dedicada a la tecnología, como lo fue INTEVEP (Instituto Tecnológico Venezolano de Petróleos) de un alto perfil innovador.

La Universidad Central de Venezuela, por ejemplo, ha aportado importantes avances científicos y tecnológicos al país. De sus laboratorios ha salido la vacuna contra la lepra creada por Jacinto Convit, la Vacuna New Castle que ha hecho posible la cría masiva de aves de corral, la raza Carora de ganado vacuno de engorde y lechero de gran calidad; el pabellón de Venezuela en Sevilla para la celebración de V Centenario del Descubrimiento. Por citar algunos logros de nuestra primera casa de estudios.

domingo, 16 de junio de 2013

Taller "Emocionar para convencer"

El profesor Nelson Acosta, Secretario Ejecutivo del Observatorio, conducirá el próximo miércoles 26 de junio, un taller sobre neuropolítica y las implicaciones que tiene, tanto para los políticos como los electores, el sentimiento y las emociones contraponiendolo a la teoría de acuerdo a la cual para llegar al elector basta con presentarles razonamientos lógicos.

A continuación, detalles del taller:


Homologar o Heterologar: esa es la cuestión



Miguel A. Megias Ascanio

Aún no sabemos como terminará esta saga que tiene a las universidades nacionales venezolanas en pie de guerra. Si el gobierno logra torcerle el brazo a la organización gremial, FAPUV (Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela) bien sea porque lleguemos a un punto muerto en esta lucha o porque los profesores, en asambleas, decidan aceptar la migajas que el gobierno está ofreciendo, nuestra representación perderá la fuerza que le ha permitido luchar –y ganar- en muchos de los escarceos de los últimos 30 años.

Ante este previsible panorama, cabe preguntarse que son la Normas de Homologación (NH) y como nacieron. Antes de entrar en el tema, debo advertir a nuestros lectores que he sido, desde hace varios años, muy crítico –y vocal- en lo que a homologación se refiere. Homologar significa que un organismo central “omnisciente” interpreta las aspiraciones de todos los profesores de Venezuela. Así, al establecer una tabla salarial que no toma en cuenta ni región geográfica, ni capacidades de los profesores ni mucho menos el grado de conocimientos, ni si el profesor produce, investiga, publica, etc., se genera una igualdad (homologación) que en vez de incentivar el trabajo creativo, más bien estimula la mediocridad y la inproductividad.

Para enfocarnos un poco más en esta cuestión, un profesor, de cualquier grado en el escalafón, gana lo mismo en Caracas, en Mérida o en San Carlos de Rio Negro (esta es una población indígena de unos 2.000 habiantes, en el sur de Venezuela, estado Amazonas). Sin embargo, las exigencias de la vida cotidiana en Caracas son muy diferentes a las de Mérida o Rio Negro. Para empezar, una vivienda, alquilada o en hipoteca, es muchísimo más cara en Caracas. Allí, además es necesario tener un automovil para desplozarse, dadas las pocas opciones del transporte público. Los colegios para los hijos son mucho más costosos (también tal vez son mejores, claro), los alimentos en supermercados y abastos son más variados pero más onerosos, etc., etc. Queramos o no, hay marcadas diferencias entre poblaciones.

El cerebro político


Nelson Acosta Espinoza

"¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio."

La frase anterior se le atribuye a Albert Einstein. Expresa una realidad inocultable: el obstáculo que pueden presentar los llamados marcos cognitivos en el proceso de conocer y modificar la realidad. Estos juicios anticipados, sin duda alguna, constituyen expresiones de determinados hábitos entrelazados con sistemas compartidos de entendimiento y comprensión.

La práctica política no escapa a la influencia de estos patrones culturales. Generalmente esta se encuentra “contaminada” por pre-juicios que impiden su conexión con la realidad y, en consecuencia, cancelan su esencia básica, vale decir, su capacidad para propiciar cambios y transformar realidades. Parafraseando al divulgador científico catalán Eduard Punset Casals, podemos sentenciar que cuando un marco cognitivo de naturaleza política percibe una explicación distinta a la acostumbrada, no solo la cuestiona, sino que también corta los circuitos de comunicación para que no penetre en el cerebro. Por esta razón, sentencia Punset, resulta difícil modificar la conducta del votante.

El populismo es un ejemplo que ilustra lo señalado en el párrafo anterior. Este marco discursivo se encuentra inscrito en el cerebro político de la mayoría de los actores que se desempeñan en los espacios públicos. ¿Cuál es su máxima? ¡Cómo se estructura su relato? La respuesta a la primera interrogante es la siguiente: el pueblo no se equivoca. Sobre el segundo tema, la versión más primitiva es aquella que cuaja en líderes políticos que se presentan como encarnación o intérpretes de la “voluntad del pueblo”, destinados, según ellos mismos, a realizar “misiones históricas”. Otra versión, más moderada, es aquella que podría definirse como “populismo de encuesta”. Defenderé lo que el pueblo quiera.” Esta frase resume la perturbante sencillez con que se asume asuntos de una alta complejidad. Esta última versión es altamente delicada. Organizaciones políticas, por ejemplo, con cierta identidad programática, caen en esta trampa cognitiva bajo el pretexto de la existencia de un consenso sobre temas engorrosos.

En el país ambos tipos de prejuicios populistas se encuentran fuertemente arraigados en nuestra cultura política. Ello explica, por que en ciertas circunstancias, no es posible establecer diferencias sustanciales entre los diversos actores políticos. Ilustremos lo antes afirmado con un ejemplo.

El país se encuentra atrapado en una crisis de carácter sistémico. Su arista más visible, desde luego, es la económica. Las medidas que la situación requiere se encuentran a la vista. De hecho, ya hemos experimentado circunstancias parecidas en el pasado. Sin embargo, ninguno de los actores en pugna, se atreven a diseñar y aplicar los correctivos apropiados. El gobierno, porque su aplicación implicaría la negación de su modelo y restaría respaldo popular. La oposición, por su parte, no expresa en forma contundente su apreciación sobre el tema, por miedo de erosionar la lealtad de su electorado. Ambas versiones, empañan la práctica y competencia democrática. Su crónico ejercicio transforma los partidos en simples recolectores de votos. La política, entonces, no se orienta a resolver sino a evitar la solución de los problemas. Pareciera que para ganar elecciones hay que olvidarse del futuro. En fin, se encuentran atrapados dentro de la red que extiende este prejuicio populista.

Si ánimo de exagerar, hemos estado sorteando la realidad a lo largo de los últimos 32 años. En este sentido, Eduard Punset Casals, tendría razón: el “cerebro político” de los actores en pugna no ha permitido que penetren nuevas ideas y discursos.

El reto parece obvio: generar un marco cognitivo que proporcione un nuevo sentido a la práctica democrática. En válido preguntarse, entonces, ¿existe voluntad política? ¿estamos a tiempo?

domingo, 9 de junio de 2013

A Pancho lo atrapó el centralismo

Cartilla de racionamiento cubana (sin "chip")


Editorial

No se asombre, amigo lector. El propósito de estas líneas no es defender la aplicación del "sistema de regulación de la compra de alimentos básicos" a través de un “chip”. Dispositivo este que permitiría adquirir víveres sólo una vez a la semana. Por el contrario, nos unimos al rechazo colectivo que esta moderna y sofisticada “tarjeta de racionamiento”, que el gobernador del Zulia, Francisco Arias Cárdenas, intentó imponer en su estado hace unos días.

Más bien, interesa resaltar otro tema. La dictadura centralista que exhibe el señor presidente Nicolás Maduro, a nombre de la revolución del siglo XXI, una vez más se ha impuesto por sobre los designios de un gobernador legítimamente electo por la voluntad de los zulianos, que en principio debiera tener las facultades de ejercer soberanamente su mandato. En palabras del señor Presidente, tal decisión “es una locura”. 

Este incidente refleja la poca autonomía e independencia que posee “Pancho”, gobernador del Zulia. Se comprueba así que este funcionario, lejos de poder tomar decisiones soberanas que afectan –para bien o para mal- a los ciudadanos de su estado, es un mero empleado del gobierno central, sujeto a los humores o conveniencias políticas del ejecutivo. Si esto le sucede a un gobernador afecto al "proceso", imagínese, amigo lector, que no le sucederá a un gobernador de la oposición. De hecho, hubo rumores de amenaza de no enviar (a tiempo) el situado constitucional que por ley les corresponde a los estados por disposiciones constitucionales. A menos que "se porten bien."

Como señalamos más arriba, no entraremos a calificar si la decisión del gobernador fue buena o mala, oportuna o extemporánea; lo que nos interesa destacar es el cercenamiento de autonomías a los gobiernos locales. En el caso que nos ocupa, a la gobernación del estado Zulia. ¡Pancho, te atrapó el centralismo revolucionario!

Este Observatorio ha venido insistiendo en que la contradicción fundamental en Venezuela, en el ámbito de lo político, es aquella que, por un lado, apuesta al centralismo autoritario y, por el otro, a la federalización del poder que propician las fuerzas democráticas.

Este evento muestra, descarnadamente, la justeza de nuestra propuesta en torno a la necesidad de las autonomías políticas.

¿La hora de las trincheras?


Mario Vargas Llosa
(diario El País, 2 de junio de 2013)

"Chile parecía haber dejado atrás esa visión mezquina que aún alienta en la derecha iliberal de América Latina, pero la destitución del director de Centro de Estudios Públicos indica lo contrario."

La súbita destitución de Arturo Fontaine como director del Centro de Estudios Públicos (CEP) ha causado un pequeño terremoto en Chile, a juzgar por la veintena de artículos sobre el tema que han llegado a mis manos. A muchos nos ha apenado esa mala noticia, más que por Arturo, por el CEP y por Chile.

Arturo Fontaine es un hombre de varios talentos, poeta, novelista, filósofo, profesor, versado también en economía y en derecho, y uno de esos cuatro gatos liberales que desde hace muchos años nos reunimos periódicamente en España y América Latina para promover la cultura de la libertad, digamos que con logros más bien reducidos. Hasta ahora, el más exitoso de esos cuatro gatos parecía ser él, precisamente gracias al CEP, que dirige desde hace treinta y un años. Sin exagerar un ápice, estethink tank es una de las instituciones que más ha contribuido a la formidable transformación política, social y económica de Chile del país subdesarrollado que era en la democracia moderna y próspera que es ahora y que araña ya las características de una nación del primer mundo.

El Centro de Estudios Públicos lo fundaron un puñado de empresarios empeñados en modernizar el pensamiento político de su país y de fomentar estudios e investigaciones rigurosas de la problemática chilena en todos los ámbitos desde una perspectiva independiente. Arturo Fontaine hizo del CEP algo todavía más ambicioso: una institución de alta cultura en la que la doctrina liberal inspiraba los análisis, propuestas y sondeos de los especialistas más calificados al mismo tiempo que se promovían debates y encuentros entre intelectuales y comentaristas de todas las tendencias, sin complejos de superioridad (ni inferioridad). Entre sus innumerables aciertos, figura el haber creado el sistema de encuestas de opinión pública más objetivo y confiable de Chile, a juicio de todos los sectores políticos.

Más allá del lucro


Arturo Fontaine T.


"Lo que nos hace falta es una cultura universitaria inclusiva y meritocrática. De allí la importancia central que le atribuyo al fortalecimiento de la educación pública. La filantropía puede hacer una contribución muy importante al país si asume ese desafío en lugar de concentrarse en proyectos exclusivistas de menor alcance republicano."

Resumen de la su intervención en el Seminario “Universidad y Lucro”, Centro de Estudios Públicos (CEP), Chile.

(Ver vídeo al final del texto)

Quisiera aproximarme al tema desde otro ángulo: ¿Queremos que haya universidades sin fines de lucro o no? ¿Queremos que se desarrolle una cultura de la filantropía en el campo de la cultura o queremos que eso sea sólo tarea del Estado? Porque la mezcolanza corroe la confianza que hace posible que surja una cultura de la filantropía. La desconfianza que produce es tal que daña el prestigio del empresariado, deslegitimando el capitalismo. Los gobiernos, entonces, retiran los beneficios tributarios y concentran el control de la cultura. Porque la gracia de la filantropía es que fomente la diversidad y el pluralismo en la cultura. Si eso no ocurre, pierde sentido.

¿Para qué donar a una universidad sin fines de lucro si la de al lado tiene utilidades y sus controladores prosperan gracias a ella? ¿No hace el loco un rector que solicita dinero como donación para un proyecto si su competidor no sólo no requiere donaciones sino que obtiene utilidades? ¿Qué pensará de él el potencial donante? ¿No lo mirará como a un leso incompetente? ¿De cuándo acá un empresario le pide a otro una donación para su negocio?

Y mirado desde el Estado: ¿por qué el gobierno va a sacrificar parte de lo que recauda para que asignen ese dinero a personas que a la hora de hacerlo, por ejemplo, no valoran la calidad de la universidad y su importancia para el país y sólo se guían por criterios ideológicos o religiosos? ¿Por qué darles beneficios tributarios a empresas lucrativas que deberían estar pagando impuesto a la renta?

El negocio que se presenta como filantropía es como una compraventa que se hace pasar por regalo. Empequeñece y envilece a quien lo da.

Esta majamama de universidades sin fines de lucro que, al mismo tiempo, tienen fines de lucro, que son y no son, que son lo que no son y no son lo que son, tiene un efecto corruptor de la filantropía.

¿Es quizás que nuestra sociedad no puede cultivar la filantropía, no sabe hacerlo, o tal vez muchos de nuestros empresarios, en el fondo, no creen en ella? ¿Será que algunos de nuestros economistas -o quienes han sido sus profesores- piensan que el mero crecimiento económico genera y consolida instituciones capitalistas, las que se sostienen por esa sola causa de manera mecánica? ¿Será que, sin saberlo, quizás, son materialistas históricos, cándidos y desaprensivos discípulos de Karl Marx?

Si Putnam, si Douglas North, si Acemoglu en su libro reciente tienen razón, la cosa es más bien al revés: son las instituciones socioeconómicas y políticas que Acemoglu llama “inclusivas” las que generan el crecimiento económico sostenido. Esas instituciones surgen de una cultura inclusiva y desde allí se legitiman. El crecimiento económico las refuerza y se produce así un círculo virtuoso.

Lo que nos hace falta es una cultura universitaria inclusiva y meritocrática. De allí la importancia central que le atribuyo al fortalecimiento de la educación pública. La filantropía puede hacer una contribución muy importante al país si asume ese desafío en lugar de concentrarse en proyectos exclusivistas de menor alcance republicano.

sábado, 1 de junio de 2013

Entrevista a Nelson Acosta

La periodista Rosa Indriago de DAT TV, entrevistó recientemente al Secretario Ejecutivo del Observatorio Venezolano de las Autonomías, Nelson Acosta, para divulgar y explicar ¿qué es el Observatorio?

A continución el primer segmento del vídeo. Si desea visualizar los otros tres segmentos, haga click en la página "Vídeos" de este mismo blog.

El buen comisario o la banalidad del mal

Grupo de soldados alemanes se divierten en Auschwitz


Nelson Acosta Espinoza

El Comisario se despide cariñosamente de su esposa. Besa con ternura a sus hijos y emprende el camino hacia la oficina. En su despacho en el Ministerio para la Seguridad del Estado, procede a dar visto bueno a dos listas contentivas de los nombres de detenidos por amenazar a la seguridad de la república. El primero de estos inventario se refiera los prisioneros que deben ser desaparecidos; la segunda, los que serán sometidos a interrogatorios severos (torturas)) para obtener información sobre las organizaciones de resistencia al gobierno. El Comisario cumple con eficiencia y rapidez esta tarea. Al mediodía regresa a recoger a sus hijos al colegio católico donde estudian. Posteriormente se detiene, y compra unas flores para su esposa. Nuestro burócrata, sin duda alguna, es un buen hombre de familia.

Esta conducta, aparentemente contradictoria, fue conceptualizada por la politóloga judía Hannah Arendt como la “banalidad del mal”. En su obra Eichmann en Jerusalén, acuñó este términos para referirse al hecho que determinados individuos son capaces de llevar a cabo acciones malvadas (como la del comisario de marras), no porque estén aprisionados dentro de una tendencia especial para la maldad, sino porque operan dentro de un sistema de normas establecidas, adaptándose a cumplirlas sin reflexionar sobre las consecuencias de sus actos.

Con esta categoría conceptual la politóloga Hannah Arendt se refería a un tipo especial de maldad. Distinta a la absoluta y demoníaca. Una perversidad diferente y mucho más amenazante. Aquella que nace de lo cotidiano y lo burocrático (Mario Silva dixit). Su peligro reside en que hombres y mujeres comunes pueden ser atrapados en esta red de banalidad y ser parte y cómplices de esta lógica de la criminalidad y represión.

UCV, mon amour



En 1956, Alain Resnais, un joven director de cine francés, hizo un documental sobre el exterminio de los judíos con material del propio ejército nazi. Se llamaba Noche y niebla. Un par de años después andaba en Japón buscando material para otro documental, esta vez sobre la caída de la bomba Atómica en Hiroshima. Resnais no estaba muy seguro de qué hacer con el material, acaso las imágenes eran demasiado fuertes. Entonces se le ocurrió contactar a la escritora Marguerite Duras, quien escribió el guión. Era una historia de ficción, la historia de una cineasta francesa que va a Japón a hacer un documental sobre el mismo tema y allí tiene una relación con un japonés. Las imágenes de los amantes entrelazados dicen sobre la tragedia de Hiroshima y Nagasaki acaso más que las imágenes directas de la destrucción. En todo caso plantean una mirada diversa, creativa, sobre un acontecimiento histórico. Tal vez por esas razones ganó la Palma de Oro como mejor film en el Festival de Cannes en 1959 y el Oscar al mejor guión en 1961.

II

En 1825, regresa a Venezuela el médico cirujano y científico José María Vargas, tras haber permanecido exiliado en Puerto Rico donde desarrolló una importante labor profesional y científica. Desde su llegada se dedicó de inmediato al ejercicio de su profesión, incorporándose además a la Universidad Real y Pontificia de Caracas como profesor de Anatomía. En 1827, fue reorganizada dicha universidad por el Libertador, cambiándosele el nombre a Universidad Central de Venezuela, y aboliendo los criterios de exclusión que impedían ingresar a la casa de estudios a mestizos y a pobres. Vargas fue electo el primer rector, de acuerdo a los nuevos estatutos republicanos y convierte a la UCV en la primera universidad del país, condición que hasta hoy ostenta, a pesar de todo. La Universidad se muda desde el seminario Santa Rosa hasta San Francisco.

Calixto y la moderación endógena


José Julián Hernández C.

Lo ignoro, pero tal vez Calixto Ortega tenga un canal de comunicación con José Vicente Rangel. Lo digo por aquello de la postura inclinada a moderar. El tono de la Revolución chavista es la intransigencia como sentido y la exaltación como derivación; o sea, la puesta en marcha del mensaje provocador y aglutinador desde el poder y la reacción esperada de fanatismo colectivo. Dicho sea de paso, los llamados “colectivos” rara vez han caído en ese juego; lo de ellos es “jugar a la revolución” pero con armas de verdad y de cierto calibre. No así Lina Ron que se prestaba al juego de poder, cumplía su rol simbólico, pero terminaba siempre desautorizada.

Cuando los eventos tomaban cierto calor y el propio Gobierno se veía involucrado en los hechos, la intransigencia se mezclaba con la exaltación y las cosas se salían de control. Aparecía la ponderación que era administrada por el propio Chávez, y le servía para apaciguar los ánimos, crear un relativo letargo y, dependiendo de la situación, se podían poner las cosas en el congelador o asumir un repliegue táctico. En tales circunstancias la moderación de Calixto, en la línea de José Vicente, aparecía en escena no sólo como artimaña sino como un ejercicio que, aún lejos de la sindéresis, era útil para el entendimiento; pero no entendimiento con el contrario, sino de la fuerza, estatura o razón circunstancial del contrario. La autoridad de Chávez y el “llamado de alerta” de los refrenados hacían que existiera una suerte de moderación endógena que, aunque llevada al gusto y al ritmo de las necesidades del oficialismo, daba un cierto respiro a la república como afirmación de coexistencia.
Comedido y prudente –visto así en sus propias filas– Calixto ha sido designado como Encargado de Negocios de nuestra Embajada en Washington. Investido como cuasi embajador tiene la tarea de incrementar el diálogo con la sociedad estadounidense, lo cual incluye a los sectores comerciales y gubernamentales.