Carlos Ochoa
El desplazamiento de Chávez como eje político tiene consecuencias predecibles e impredecibles tanto para el chavismo como para la oposición. En ese universo de conjeturas y supuestos que se arman y se desarman a partir de la enfermedad del Presidente candidato, los actores políticos de ambos bandos están desarrollando y probando estrategias que se conocen, y otras más veladas y crípticas que responden a objetivos montados sobre escenarios analizados por las salas situacionales que operan en el país y en el exterior.
Para la alternativa democrática y su candidato, no está del todo claro en cuanto beneficia o perjudica el desplazamiento de Chávez como principal protagonista de la agenda política. La estrategia de Capriles hasta ahora ha tenido éxito, porque ha podido asociar su imagen de joven político exitoso, a un relato identificado con las necesidades de cambio y de reconciliación que requiere la sociedad venezolana para concretar un futuro de progreso, bienestar y seguridad. El Comando Tricolor se está montando en toda Venezuela para enfrentar y derrotar el 7 de octubre a un candidato Chávez, sano o convaleciente, pero no enfermo terminal. En el escenario donde el factor emotivo juega a explotar la solidaridad y la lástima, Chávez apelará a los sentimientos profundos de los electores y a la religiosidad, como último recurso para disminuir la ventaja que en el contacto cara a cara le lleva Capriles en sus recorridos a pie por todo el país.
La campaña de la “misión lástima” que está siendo comandada por Diosdado Cabello, obedece a una estrategia política de doble propósito. Por un lado, abonar el terreno emocional para preparar al electorado chavista para cualquier situación. Y por otro, posicionar a Cabello dentro del chavismo y en la opinión pública. Esto no tiene nada que ver con lo que quiere hacernos creer Diosdado, que es una muestra de solidaridad y afecto sincero por el caudillo, que retorna y retorna cada vez más enfermo y ausente del país. Diosdado Cabello es hábil y tiene poder, aspira a suceder a Chávez, pero está escogiendo su hora, una distinta a la del 7 de octubre.
En el escenario ideal de Diosdado, Chávez es candidato y gana apuradito y empujado las elecciones, pero una vez reelecto el cáncer se lo lleva con todo y la mejor medicina del mundo. Por supuesto, constitucionalmente hay que convocar una nueva elección para elegir un nuevo presidente. ¿Quién creen ustedes que se ve como candidato en esa segunda elección? La verdad es que la lógica de Cabello no es tan descabellada tomando en cuenta la tragedia interna del chavismo. Por eso no hace mucha fuerza para imponerse como sustituto para octubre; el Teniente conoce la naturaleza y los afectos del Comandante, que apuntarán, en caso de ser necesario, a un candidato o candidata de última hora, hacia su entorno familiar.
Pero en la Venezuela de estos tiempos de cambio no hay nada seguro para el chavismo, mucho menos para el poschavismo. Así que Diosdado en el mejor de los escenarios posibles, pueda que resulte un buen negociador con el nuevo gobierno que presidirá Henrique Capriles.
¿No dicen que Cabello hace negocios y es un hombre adinerado? Si esto es verdad, que no me consta, le durará muy poco el discurso radical de hoy, cuando en octubre se cierre el ciclo del eterno retorno.
No está de más recordarle al primer Vicepresidente del PSUV, ahora que está en campaña para la segunda elección, que nunca las segundas partes fueron buenas.
*Título original: “Diosdado en campaña para la segunda elección”
No hay comentarios:
Publicar un comentario