sábado, 10 de marzo de 2012

La trampa del centrista

George Lakoff

Nelson Acosta Espinoza

En la última década, la reflexión sobre la actividad política ha avanzado considerablemente. Estos nuevos desarrollos teóricos se han caracterizado por poner distancia en relación a ciertos estilos investigativos que tradicionalmente han prevalecido en este campo. Me refiero al ensayo intuitivo, la crónica pasajera y la simulación electoral. Estas tendencias están siendo emplazadas, hoy en día, por nuevos enfoques en el campo de la investigación política. En especial por los que se cobijan bajo la denominación de “política de las emociones”. 


Colocar las emociones en el centro de esta indagación facilita desembarazarse de ciertos atavismos racionalistas que generalmente se encuentran enlazados con cierta jactancia ideológica no lejana de una prepotencia programática. 


Es bueno tener en mente que estas desviaciones racionalistas, hasta cierto punto, han sido responsables de derrotas electorales en el pasado reciente.


Tres libros emblemáticos proporcionan los referentes teóricos sobre los cuales descansa la política de las emociones: “Palabras que funcionan: No es lo que tú dices, es lo que la gente escucha” del analista político Frank Luntz; “El cerebro político. El papel de la emoción en la decisión del destino de la nación” escrito por el Dr. Drew Wester, profesor del Departamento de Psiquiatría y Psicología de la Universidad Emory en Atlanta; y, finalmente, los trabajos de George Lakoff, dentro de los cuales vale destacar “No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político” y “Punto de reflexión. Manual progresista”. El común denominador presente en estas investigaciones consiste en que todos estos autores han situado este debate sobre el lenguaje en el centro de las preocupaciones estratégicas de los dirigentes políticos.


George Lakoff, por ejemplo, advierte sobre los peligros de caer en el “mito centrista”. Esta “trampa”, así lo califica este investigador, consiste en creer que existe una ideología propiamente centrista. En nuestro caso, por ejemplo, este cuerpo de ideas se expresaría en la existencia de un grupo bien posicionado entre el chavismo y el progresismo de la oposición. De esta hipótesis se desprende una conclusión: si deseas triunfar en las venideras elecciones sería necesario seducir a este electorado centrista. 


Sin embargo, esta apuesta implica ciertos apuros políticos. Por ejemplo, al “moderar” o “centrar” el mensaje se corre el riego que la propuesta pueda ser “enmarcada” en el discurso chavista. Esta circunstancia ocasionaría pérdida de identidad discursiva y comprometería la esencia emocional del mensaje de la oposición. Las primarias fue una elección excepcional. Se centró en un electorado cautivo, cansado de las experiencias extremas. El “mito del centrista”, en esta ocasión funcionó en forma efectiva. Me parece que las elecciones generales plantea un escenario distinto y mucho más complejo.

¿Qué repuesta proporciona George Lakoff a este dilema discusivo” El biconceptualismo: “el llamado centro está formado por biconceptuales, es decir personas que son conservadoras en algunos aspectos de su vida y progresistas en otros”. El biconceptualismo, en otras palabras, es la cualidad que tiene el votante centrista de pensar en términos “socialistas” en determinados aspectos y en vocablos progresistas y democráticos en otros temas. No existe pureza discursiva en las actitudes y emociones de los votantes centristas. Los electores que se consideran “chavistas” suelen tener valores democráticos en cuestiones importantes de su vida. 


En consecuencia, sería necesario conectar con estos biconceptuales parcialmente liberales y progresistas apelando a sus identidades democráticas y regionales. La alternabilidad, derecho al voto, reconocer la victoria al adversario, identidad regional, elección de autoridades estadales y locales son valores que se encuentran profundamente arraigados en el cerebro de todos los votantes y que el socialismo aún no ha podido borrar. Este es el marco donde deben, por así decirlo, “enmarcarse” problemas como empleo, vivienda, salud, seguridad, etc.

El Ego (foto Flickr, autor anónimo)

No hay necesidad de “escorar” la propuesta chavista. Centrar, insisto, podría significar reforzar los valores del oponente y, en consecuencia, cuestionar los propios y alejar la base electoral de la oposición.


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