viernes, 28 de julio de 2017

Carta abierta al Presidente Nicolás Maduro. Evitemos más derramamiento de sangre



 
El Grupo de Pensamiento Universitario (GPU) ante la situación que confronta la nación manifiesta lo siguiente:

El país vive una situación crítica. Pareciera que no existe la posibilidad de un entendimiento que ponga fin al conflicto que enfrenta a las dos opciones políticas en pugna. Vale decir, entre la resolución mayoritaria de la población de encauzar a la nación por los rieles de la democracia y, por otro lado, la decisión gubernamental de convocar una constituyente que aniquilaría los últimos rasgos que aún existen de convivencia democrática consensuada, pautadas en la actual constitución. En otros términos, se está viviendo una situación límite. El GPU advierte, sin ánimo de exagerar, que en los próximos días se decidirá el futuro del país.

Nos parece apropiado recalcar que la ciudadanía ha dado muestras contundentes de fe y compromiso democrático. La dirección política de la oposición, por su parte, ha puesto sobre la mesa las condiciones para iniciar un proceso de intercambio y diálogo político con el gobierno: apertura de un canal humanitario que permita hacer ingresar al país alimentos y medicamentos; la presentación de un cronograma general de elecciones; el respeto a la autonomía de la Asamblea Nacional y la liberación de los detenidos por causas políticas. Y ahora, por supuesto: el retiro de una ANC que por no tener el aval del soberano, único depositario del poder originario, terminaría consolidando la violación del hilo constitucional. Y es en la práctica, tal como lo señala el padre Luis Ugalde: “…una declaración de guerra contra las instituciones democráticas, muerte para la Constitución y eliminación de la oposición y derechos democráticos de la población”.

En fin, el país confronta una situación en extremo conflictiva. Una imagen que pudiera ilustrar el tono dramático de la situación sería la de un choque de trenes. Hasta el día de hoy no se vislumbra una solución negociada; tampoco la construcción de una opción alternativa a las que se encuentra en pugna. A esta descripción habría que añadir la ausencia, por ahora, de instituciones y personalidades que pudieran ejercer el papel de mediadores. Este rol, pareciera que sólo podría ser asumido por instituciones o actores internacionales.

Las fuerzas democráticas y el gobierno se equilibran de una manera catastrófica, lo cual le imprime rasgos de alta peligrosidad al presente escenario político. Podría llegarse al extremo que la confrontación, en su fase terminal, implicara la destrucción recíproca de las fuerzas en pugna. Ello abriría las compuertas para todo tipo de intervenciones, en especial, las de naturaleza autoritaria.

Sin embargo, hay que ser optimista. Venezuela tiene una larga tradición democrática. En ella, palabras como diálogo y negociación han sido consustanciales con su práctica política. Desde luego, en la actualidad estos conceptos están envilecidos. Experiencias previas de negociación con el ejecutivo no han sido exitosas, generando grados de desconfianza que gravitan con fuerza a la hora de replantarse nuevas conversaciones No obstante hay que insistir en la búsqueda de acuerdos. Los puntos de partida para iniciar estas negociaciones se encuentran definidos. Los últimos acontecimientos, liderados por el sector democrático, podrán haber abierto una brecha en el oficialismo que facilitaría avances en dirección de una salida negociada a la actual crisis política.

Señor Presidente, nos dirigimos a usted en su condición de Jefe de Estado y, por ende, principal responsable de lo que acontezca en el país, en sus manos está evitar más derramamiento de sangre de los venezolanos, especialmente de los jóvenes que son el futuro del país. En ese sentido, le hacemos un llamado a desistir en la convocatoria a una ANC y hacer el esfuerzo por buscar puntos de encuentro con la dirigencia de oposición, a los fines de crear las condiciones suficientes para tomar el camino de la reconstrucción del país en un ambiente de paz; en el marco de las reglas de la democracia; restableciendo la institucionalidad por la vía del cumplimiento y respeto a lo previsto en la Constitución. En síntesis: retomando el tan necesario hilo constitucional.

Evitemos más derramamiento de sangre y muertes de ciudadanos que lo único que demandan es civilidad, ejercicio racional de la política, LIBERTAD.

DE ASALTOS Y RAZONES


Pedro Villarroel.

La arremetida del estado venezolano, con la clara excepción de la Asamblea Nacional, revela una deliberada y oprobiosa tendencia criminal, una especie de máquina de aniquilación, de exterminio y terror, apalancado por esa coalición diabólica entre el estado cubano, componentes de la GNB y la PNB, el narcotráfico y las bandas delincuenciales.

Ante ello, se necesita obligatoriamente una alta dosis de racionalidad, de sensatez, de realismo y comprensión del contexto político de la hora. Probablemente las decisiones políticas tomadas por el conjunto de la oposición venezolana no hayan sido del agrado del gusto o la satisfacción de los múltiples y exigentes paladares del Twitter, Facebook, Instagram o cualquier otra forma de teleparticipación.

Esto es naturalmente comprensible dentro del múltiple y variado espectro humano. Pero de allí a decir o denostar, incluso acusar de actuaciones irracionales e inconsultas, impropias de la moral y conducta democrática, francamente raya en la locura y desencaje propio de una lectura errónea de la realidad nacional.

La MUD ha construido durante años de lucha un acervo simbólico importante. Las distintas manifestaciones de esta lucha: marchas, paros, plantones, huelgas. Protestas organizadas de sectores por mejorar la salud, en contra de la escasez, de la inseguridad, por las libertades públicas, etc., han colocado progresivamente al gobierno fuera del ámbito constitucional, actuando al margen de la constitución en una especie de maltrecho organismo de doble poder. Estos han sido logros de lucha civil y democrática.

Después del 16 de julio se abrió un espacio de legitimación de la Asamblea Nacional, un reforzamiento popular de las propuestas hechas por la unidad política alrededor de la MUD. La crítica siempre será bienvenida, lo intolerable es ese extraño estado de negación permanente sobre nosotros y nuestras ejecutorias y hasta nuestros propios éxitos por pequeños que pudieran observarse

Estamos en un interregno, un punto de llegada y de salida. El pueblo venezolano está pariendo un nuevo tiempo, una nueva era. Y es aquí donde creo hay que poner la lupa.

El cisma es cultural. Se mueven las placas tectónicas del ser venezolano. Una sacudida de mil grados en la escala de Ritcher. Aquí los Eudomar Santos, con su prosa melosa y pegajosa del "como vaya viniendo vamos viendo" que retrata al individuo de frontera entre Apolo y Dionisos, entre el logo y el desenfreno, representa el imaginario sociocultural que ha atravesado el mito sociográfico del ser venezolano: bonachón, pícaro y militarista.

Ahora bien, identificados los adversarios y los obstáculos o barreras culturales, toca entonces otear en prospectiva. Hurgar en ese manantial de los días por venir. Pensar y repensar propuestas, formas de construcción de relación de civilidad, de organización desde la producción, del trabajo, la educación, la familia, el marco institucional, organizacional. En fin, la construcción de políticas sustentables en un ambiente de afirmación y encuentro de ciudadanos en democracia.

Esta tarea requiere el desarrollo de una conciencia de destino propio, común a todos, que requiere inteligencia, talento, honradez, coherencia y amor por Venezuela y su gente.

Ese es el reto de la Venezuela por venir, reto que requiere por otra parte una gran dósis de amplitud para articular factores políticos que, de procedencia ideológica y pareceres distintos, podamos construir un espacio de tolerancia y respeto ya que compartimos la defensa de la constitución y sus instituciones. Este es un gran punto de encuentro en las diferencias, dónde disentir y pensar, no es ni será un delito o motivo de segregación política o social.

La soledad de Venezuela



Antonio López Ortega
Hay un sentimiento dominante en la Venezuela de hoy: pese a los niveles de conflictividad extrema que se viven, la resolución final estará en manos de los mismos venezolanos. No serán los jugadores de ajedrez los que canten el jaque mate, sino las propias piezas que se mueven en el tablero. Hay quien quiere creer que el conflicto ha escalado a una instancia multilateral pero es más bien el pulso de los días, el peso de las víctimas, las gestas cívicas de voto organizado, lo que reducirá lentamente el conflicto hasta lograr la paz duradera. Esa añoranza de creer que la resolución vendrá de afuera, sin ánimo de criticar a las múltiples voluntades que nos apoyan, hace tiempo que desapareció del espíritu de los ciudadanos insomnes que hoy defienden la tradición republicana en la calle. En medio de gases y perdigones, al menos una lección constructiva hemos corroborado: al venezolano le gusta votar. Lo viene haciendo desde 1958, e incluso antes, aprobando en la década de los años treinta el voto femenino. Ese ADN democrático del voto está muy sembrado en la conciencia venezolana: le sirvió a Chávez mientras la chequera petrolera permitía el despilfarro y el saqueo de las arcas públicas, y le sirve hoy a los votantes que quieren un cambio sin que los herederos de Chávez, convertidos en dictadores, se lo permitan. Quién sabe si la misma obstrucción del voto ha sido el detonante de la crisis.

No ha sido una lección fácil de asimilar la pusilanimidad del contexto de naciones, sobre todo porque la tradición venezolana en sus años democráticos priorizó la solidaridad con las naciones necesitadas. El destierro español, italiano o portugués, ya sea por razones políticas o por hambre, tuvo en Venezuela un refugio seguro y a la larga significativo. Luego en los años setenta, cuando el Cono Sur se sembró de dictaduras, abrimos los brazos a intelectuales, científicos o profesionales chilenos, argentinos o uruguayos. Y en tiempos más recientes, dependiendo de las penurias económicas de sus países de origen, hemos tenido sucesivas oleadas de colombianos, ecuatorianos, haitianos o dominicanos. A estos últimos los recordamos especialmente cuando en días recientes la República Dominicana votó en contra de la Carta Democrática promulgada por la mayoría de los países de la OEA. Las víctimas que a diario caen en la calle no fueron argumento suficiente para torcer un voto que ha debido tener presente nuestra condición de buenos anfitriones.

Pero más allá de sentimientos encontrados o decepciones la crisis es enteramente propia. Responde en gran medida a condicionantes históricas y, bajo ese mismo tenor, la superaremos. Tampoco se trata únicamente de allanar el escollo de una clase gobernante que viene de la ultraizquierda, se nos vendió como socialista y ha terminado como un régimen de facto, sino también de revisar las fallas o carencias que tuvo nuestro período democrático (1958-1998), sobre todo en cuanto al gran desafío de reducir la pobreza. Queda claro que no aspiramos ni al país de hoy (destrozado) ni al país de ayer (insuficiente), sino a un replanteamiento de la apuesta republicana que tiene desafíos colosales: superar la pobreza con programas eficientes, recuperación económica fomentando la iniciativa privada, educación abarcante, avanzada y especializada que nos permita convivir en un mundo altamente competitivo. Los errores se han pagado caros y nunca pensamos que la penitencia fuera tan cruenta, pero sin duda que el país debe y tiene cómo salir adelante, con aprendizajes que servirán para no caer en los mismos errores del pasado y capacidad para anticiparse a los que no conocemos.

Las políticas públicas deben cambiar por completo y la nueva clase gubernamental debe caracterizarse sobre todo por su alto profesionalismo y su probidad. Mención aparte merece el estamento militar, cuyos integrantes se han convertido en verdugos de los ciudadanos. El país tiene que pensar qué papel quiere darle a las Fuerzas Armadas y cómo puede servirle a la ciudadanía.

Los tiempos de soledad ya comenzaron y proponen, como primer paso, un gobierno de unidad. Soledad entendida como unión de voluntades, como convicción compartida, como solidaridad automática entre los ciudadanos de bien. Es la hora de la ciudadanía, y también del futuro que todos añoramos. Y la ciudadanía no retornará a sus hogares hasta que la calle sea para caminar, el parque para disfrutar o la escuela para convivir. Quien no entienda el clamor profundo de un país que bulle por dentro o es un ciego o es un criminal.

Antonio López Ortega es escritor y editor. El País, 28 Jul 2017

sábado, 22 de julio de 2017

¿Triunfará la voluntad democrática de los venezolanos?


Nelson Acosta Espinoza
El fin de semana pasado fue escenario de un hecho político sin precedentes en la historia del país. Me refiero a la organización, celebración y, desde luego, resultados de la consulta popular emprendida por la oposición el 16 de julio del año en curso. En poco más de 15 días se lograron desplegar y habilitar en el país 2.029 puntos soberanos, que albergaban 14.303 mesas de votación. De acuerdo al último conteo 7.186.170 ciudadanos votaron en este evento. En otras palabras, bajo condiciones precarias desde el punto de vista organizativo, la población acudió masivamente al llamado del sector democrático de la oposición.

Sin la menor duda, a partir de este acontecimiento es otra la configuración del espectro político del país. Y, lo que es más importante, la población hizo un acto de fe democrática y mostró su voluntad de abrir caminos para una salida civilista a la crisis política que sacude al país.

Ahora bien, es oportuno preguntarse, ¿el gobierno ha leído apropiadamente este hecho? ¿Ha mostrado signos de rectificación? O, por el contrario, ¿se ha afianzado su decisión de convocar una Asamblea Nacional Constituyente? Tengo la impresión de que esta última alternativa es la que en la actualidad se encuentra vigente. Con una torpeza inaudita el círculo que controla el poder insiste en llevar a término esta convocatoria y, en consecuencia, enrumbar al país hacia una situación en extremo conflictiva.

En sus últimas intervenciones el Presidente Maduro, sus ministros y dirigentes de la cúpula de PSU insisten en devaluar el evento del pasado 16 de este mes y proseguir con la convocatoria de la ANC. No han querido comprender el significado factual y simbólico de esta consulta.

En términos simbólicos la fuerza de los sectores democráticos ha aumentado en forma geométrica. Su legitimidad ha crecido y hoy constituyen una alternativa cierta de poder y reemplazo de la cúpula madurista. Prueba de esta afirmación lo constituye, entre otras, la designación por parte del parlamento de los miembros del Tribunal Supremo de Justicia en reemplazo de los designados arbitrariamente en los últimos días de la gestión de Diosdado Cabello.

Sin embargo, parece legítimo formular la siguiente interrogante ¿coexistirán en el país dos TSJ? Igual reflexión podríamos hacer en relación a la Fiscalía. En otras palabras, estamos en presencia del enfrentamientos de dos “voluntades”• de poder excluyentes. En un escrito anterior califiqué esta situación como de “equilibrio catastrófico”. Esta condición calamitosa es peligrosa. Uno de los escenarios previsibles sería una salida de naturaleza fascista con un alto costo para la vida política en el país. Otra alternativa, la deseable, es el triunfo de la voluntad democrática y, en consecuencia, llamado a elecciones regionales y nacionales bajo la supervisión de la comunidad internacional.

Para lograr concretar esta última opción sería necesario intensificar la presión de la calle, desarrollar formas novedosas de lucha y atraer la atención internacional.

Estamos en presencia de una coyuntura histórica única. En principio, se requiere derrotar el populismo socializante, centralista y autoritario que ha reinado en estos 18 años. Pero igualmente, es imprescindible ir formulando el nuevo proyecto de país que reemplace las distintas versiones de democracia que han estado vigente a lo largo de este ciclo histórico que culmina. No se trata de restaurar las viejas prácticas políticas. Por el contrario, habría que sustituirlas por una nueva cultura democrática que haga del ciudadano su principal protagonista. En esta dirección apunta el acuerdo de gobernabilidad anunciado recientemente por la dirección política de la MUD. Se entiende que las tareas del futuro requerirán de grandes consensos políticos que proporcionen la debidad viabilidad a las políticas que remplazarán este desastre socialista.

Es importante recalcar que al calor de estas luchas se ha venido forjando un nuevo liderazgo político que puede encabezar la histórica tarea de construir una nueva Venezuela que cancele, de una vez por siempre, tentaciones populistas, centralistas y autoritarias.

La juventud del país está pagando un costo alto en la búsqueda de una salida a la tragedia que estamos enfrentando. Hagamos honor a su sacrificio y derrotemos el presente autoritario y las tendencias restauradoras del pasado.

La política tiene que ser así.

Perspectivas de transición a la democracia.

Argenis Urdaneta
Las líneas siguientes contienen una breve reflexión sobre el reto de una salida política e institucional.

Lo que ha venido sucediendo desde abril de 2017, indica que existe una situación de rebelión popular, o si se prefiere, una rebelión ciudadana. Fenómeno que no se produce comúnmente. Y en las condiciones de la Venezuela de hoy eso implica, no sólo la espontaneidad de sectores diversos de la sociedad, sino también la ausencia de dirección política o la dificultad para orientar políticamente a ese movimiento. Adicional al riesgo de anomia y anarquía.

En abril se dio inicio a un movimiento de protesta pacífica activa, vinculada al espíritu de desobediencia civil, lo cual ha derivado rápidamente en rebelión popular. En ese proceso se produce algo que es reconocido por los estudiosos de estos movimientos, en tanto que si bien ellos se inician como movimientos pacíficos, en el desarrollo de su actuación se generan situaciones de violencia. Por una parte, debido a la respuesta estatal y, por otra parte, como consecuencia del surgimiento de sectores inclinados a las prácticas de violencia. 

Asimismo, cabe destacar que estos movimientos de protesta expresan una notoria creatividad que acompaña a la espontaneidad de origen, lo que también se ha evidenciado en esta protesta venezolana. Y hay que destacar, como característica específica, la significativa participación de extremos etarios, los jóvenes (algunos casi niños) y los adultos mayores (tercera edad), los primeros en su papel de vanguardia (futuro y presente, rebeldía y entusiasmo), los segundos (disposición a pesar de las limitaciones) uniendo pasado, presente y futuro.

En nuestro caso se observa una escalada de la violencia, a pesar de que la dirección del movimiento sigue teniendo una orientación pacífica. Violencia que ha contado con el impulso expreso por parte del régimen, con una considerable brutalidad en la desmedida, alevosa e indiscriminada represión a cargo de la GNB y la PNB.

Por su parte, la dirección política opositora, de manera progresiva, ha vencido dificultades derivadas de su diversidad y pluralidad y se ha fortalecido en la unidad, al punto de haber alcanzado un triunfo significativo en las elecciones parlamentarias de 2015, que ha permitido conformar una Asamblea Nacional como opción institucional de contrapeso al Ejecutivo Nacional, aunque con las dificultades de la hegemonía ejercida por éste, con su control fáctico sobre los demás órganos del Poder Público. Se trata de un equilibrio muy inestable que depende mucho del crecimiento de la fortaleza que logre alcanzar la AN, al tiempo que el Ejecutivo Nacional vaya debilitándose.

La antes señalada situación de rebelión pudiera contribuir a ese fortalecimiento; pero ello dependerá, en buena parte, de la inteligencia con la que actúe la dirección opositora. De allí la preocupación por las debilidades que aun tiene, y lo que también explica la incertidumbre que genera el que esa dirección política funcione ocasionalmente cuando las actuaciones pueden ser conducidas con cierto grado de orden por gestión de la MUD y los partidos de oposición, pero que tienda a disminuir ante decisiones y actuaciones de grupos radicales espontáneos, que en momentos obligan a que la dirección opositora ceda con la modificación de instrucciones para las actividades del día. Por ello esa dirección opositora ha de actuar con inteligencia y con el mayor grado posible de racionalidad para compensar o contrarrestar los efectos de la emocionalidad de grupos radicales espontáneos. Emocionalidad que tiende a encontrar reciprocidad (natural) en el común de la gente, dadas las condiciones de la angustia que se sufre cuando no se atisba soluciones inmediatas. Se requiere, entonces, del manejo de esas situaciones con inteligencia emocional

A pesar de estas dificultades, se han dado pasos importantes en la lucha contra un régimen de carácter hibrido (posiciones autoritarias y formas de democracia) que ha devenido en francamente autoritario con fuerte tendencia al totalitarismo. Así, en la lucha contra esta dictadura militar y militarista, luego del significativo avance obtenido con la votación alcanzada en diciembre de 2015, y la consecuente conformación de un parlamento con clara mayoría opositora, la AN ha dado pasos institucionales, y ante ello el régimen ha respondido con actuaciones definidamente inconstitucionales que significan una expresión propia de los golpes de Estado. Y en este caso se ha venido dando una especie de golpe de Estado continuado, que se explica por una actuación dictatorial y autoritaria acompañada de la retórica (cada vez más débil) de un supuesto respeto a la Constitución. Esta combinación es cada vez menos efectiva, en tanto que se hace difícil para el régimen la actuación dentro de ciertas formas de democracia, viéndose obligado a suspender inconstitucional e ilegítimamente las elecciones regionales y locales, evitar abruptamente la revocatoria del mandato presidencial, y tratar de anular la actuación del parlamento con decisiones inconstitucionales del TSJ, como única forma de mantener poder sin recurrir (expresamente) a la fuerza física. Ese golpe continuado se sostiene, además, en una declaración inconstitucional de estado de excepción con prorrogas continuas.

Hay que observar que también, mientras en el lado opositor se consolida la unidad, ella se resquebraja en el lado del régimen con el crecimiento de la disidencia en el PSUV y la actuación institucional de la Fiscalía General de la República. Esto, aparte de la dificultad que tiene el sucesor de mantener la unidad de mando que sostenía el líder fallecido, lo que ha conducido a un mando de múltiples cabezas.

Ante la situación conflictiva se ha venido produciendo una actuación de terceros internacionales. Tercería que tiende a ser más efectiva que la de carácter nacional, debido a la anulación que han sufrido los actores llamados a cumplir ese papel, como efecto de la estrategia y actuación del líder fallecido. Y esa mayor efectividad también implica su crecimiento cuantitativo con la incorporación de nuevos actores, tanto individuales como de organización.

En este complejo proceso, la AN ha dado un paso de significativa importancia al acordar la consulta o plebiscito realizado el 16 de julio, solicitando la opinión del soberano en el sentido de dar respaldo institucional al Parlamento, incluida la exigencia a los órganos del Poder Público y a la Fuerza Armada de reconocer a la AN; y al mismo tiempo oponerse a la convocatoria inconstitucional e ilegítima de la Asamblea Constituyente Comunal. Y como tercer objeto se busca legitimar una posible transición que se produzca a partir de elecciones extraordinarias. Esta consulta se realiza a escasos 15 días de la elección de constituyentistas ya programada por el régimen

La contundencia de esa decisión de la AN provocó como reacción, por parte del régimen, un asalto al parlamento caracterizado por una violencia desmedida efectuada por la organización para-militar conocida como “los colectivos”, asalto que se llevó a cabo con la anuencia de la GNB. Lo desmedido de este acto violento hace ver experiencias del pasado como simple expresiones de violencia simbólica o sicológica. Ello ha causado una fuerte impresión en el ambiente externo, caracterizado por ser un mundo globalizado en el cual lo que ocurre en un determinado país no es un hecho aislado y puede tener repercusiones en otras latitudes. Tal preocupación global produce la movilización de terceros internacionales, buscando incidir en el proceso que estamos viviendo; de allí que se sorprenda a Venezuela con una medida de arresto domiciliario para Leopoldo López, ejecutada en horas de la madrugada y conocida primero en el exterior y luego en Venezuela. Esta decisión constituye una actuación obligada de parte del régimen, un actor que se encuentra en retroceso ante la actuación de su adversario u oponente, y también es consecuencia de sus propios errores. Lo que hace pensar en la posibilidad de algunos otros “gestos obligados”, como pudiera ser la libertad de otros presos políticos.

De esa manera, la celebración de la consulta del 16j, adquirió una relevancia mayor, dado que se percibía que su éxito podría tener consecuencias definitorias y conducirnos a momentos definitivos, los cuales estarían enmarcados en el inicio de una transición que podría ser transada, acordada o negociada, o por el contrario conducirnos a la imposición de una transición que, de cierta manera, ya se ha iniciado. La primera opción sería una transición hacia la democracia, vista como democratización o redemocratización; la segunda sería la consolidación de un proceso de transición en marcha hacia formas definidas de autoritarismo, hacia la instauración definitiva de una dictadura militar de rasgos totalitarios.

La experiencia del 16j también reveló la compensación que produce la intervención ciudadana en organizaciones formales (asociaciones diversas de la sociedad) y no formales (el voluntariado), participación que fue clave en la organización específica de la consulta y de su resultado exitoso, lo que conduce a hablar de rebelión ciudadana, en lugar de popular; y que genera expectativas en cuanto a un necesario proceso de reconstrucción de la sociedad venezolana.

Si tomamos en cuenta que en lo que va de siglo se ha venido dando una confrontación entre una tendencia de carácter progresista que aspira mejorar la democracia y descentralizar el poder, que comenzó a expresarse a finales del siglo pasado; y ella es contrarrestada por otra tendencia, de carácter regresivo, que desde el poder nos ha venido conduciendo a prácticas y formas autocráticas de nuestro pasado (antes de la experiencia democrática), procurando la concentración del poder y la hegemonía militar. Se podría estar planteando un trascendental dilema. En ese sentido, o se hace todo lo posible por una transición hacia la democracia, sin pretender una salida política perfecta y pura, o en Venezuela se consolidará un régimen autoritario de dictadura militar y totalitaria. Y esto obliga a una actuación inteligente, con la atención en una necesaria intervención de terceros, en este caso de carácter internacional. De otra manera, el alto grado de conflictividad, con rasgos de anarquía y anomia, y con algunas expresiones de barbarie como la toma de la justicia por mano propia, pudiera conducir al caos; y con la degeneración hacia un Estado fallido, pudiéramos tener como riesgo la imposición de un tercero de fuerza (tipo Cesar o Bonaparte).

El momento exige prudencia, astucia e inteligencia, es decir razonabilidad; pero al mismo tiempo exige celeridad, respuesta inmediata, organización día a día y un importante grado de efectividad. Realmente, una prueba difícil para una dirigencia política compuesta, en buena parte, por gente joven cuya experiencia de vida política se circunscribe a la era chavista y el inicio de la era post chavista. Se trata de un importante reto o desafío.

En todo caso, la dirección opositora hizo una nueva apuesta, y se obtuvo un resultado, pues la consulta del 16j fue un éxito. Cierto que no satisfizo las expectativas que algunos sectores se habían hecho y promovieron por las redes, pero en términos objetivos, ante las dificultades operativas, organizativas e institucionales para realizar la consulta, ella se dio con una muy buena participación tanto en sentido cuantitativo como cualitativo, bastante cerca de los 8 millones de participantes y con una significativa participación en zonas populares (sectores de menores recursos), lo que implica una coincidencia de intereses de las clases media y baja. Situación ésta que condujo a algunas expresiones de violencia por parte del régimen, como manera de enfrentar la evidente pérdida de apoyo popular.

Ese éxito tuvo una importante repercusión internacional. De inmediato se produjo el pronunciamiento de Presidentes y ex Presidentes, así como de representantes de organizaciones, en el sentido de advertir de la legitimidad de la consulta y de la necesidad de desistir y suspender la constituyente, como consecuencia de ello.

En sentido político e institucional, la Asamblea Nacional asume los resultados, y en su actuación se destaca, como paso trascendente, la designación de nuevos Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, en la ruta a restablecer el hilo constitucional. Esto significa que la AN, como órgano de representación, acoge la decisión del pueblo soberano y se somete a ella, a la vez que exige un comportamiento semejante de parte de los demás órganos del Estado. De manera que lo novedoso del caso está en una legitimación previa o anterior de los actos a realizar. A diferencia de la legitimación posterior a la realización de un golpe de Estado, que sería lo planteado para el caso de la llamada Asamblea Constituyente Comunitaria y su posible producto (una nueva Constitución). Se trata de un “golpe anunciado”, que está en desarrollo y que aspira legitimarse con la instalación de esa asamblea y su producto normativo.

Conforme a esto, ya la AN ha aprobado el informe que contiene los resultados de la consulta, y en consecuencia procede a la designación de nuevos Magistrados del TSJ, posteriormente realizará otros actos conforme a atribuciones y facultades establecidas en la Constitución. Mientras en paralelo, la MUD anuncia su decisión referente a los posibles acuerdos de gobernabilidad. Por otra parte, la efectiva celebración de la constituyente podría implicar una posible confrontación de poderes públicos. La ya legitimada AN, por una parte, y la constituyente y los órganos que ella creé, por la otra. Actos que requieren de un análisis aparte (posterior).

En el tiempo que corre hasta el 30 de julio habrá de producirse nuevas diferencias en el seno del régimen, así como nuevas actuaciones de terceros internacionales; sin descartar la posible suspensión o diferimiento de la elección de integrantes de la asamblea. También estaremos pendientes de ello.


Lo que queda de Venezuela


Joaquín Villalobos*


En Latinoamérica están en marcha tres transiciones que golpean a la extrema izquierda: el fin de la lucha armada en Colombia; el retorno gradual, pero irreversible, de Cuba al capitalismo; y el final de la Revolución Bolivariana.Venezuela es el eje de estas tres transiciones. Con más de 400 presos políticos y la negación a la alternancia mediante elecciones libres, el régimen chavista se destapó como dictadura. Después del intento de Fujimori, se acabaron en el continente las dictaduras de extrema derecha y tras casi 40 años de democracia solo quedan las dictaduras de extrema izquierda en Cuba y Venezuela. En este contexto, los 100 días de protestas contra Maduro se han convertido en la rebelión pacífica más prolongada y de mayor participación en la historia de Latinoamérica. Ninguna dictadura anterior enfrentó un rechazo tan contundente.

Si Nicolás Maduro hubiese aceptado el referéndum revocatorio en el 2016, posiblemente hubiera perdido conservando un 40% de los votos. Pero ahora cada día que pasa su soporte es menor, con lo cual Maduro se está convirtiendo en el sepulturero de la Revolución Bolivariana. Es totalmente falso que en Venezuela haya una lucha entre izquierda revolucionaria y derecha fascista; el régimen venezolano está enfrentado a una coalición de fuerzas esencialmente de centro que incluye a partidos, líderes, organizaciones sociales e intelectuales de izquierda que creen en la democracia y el mercado. Lo que está en juego en Venezuela es el futuro del centrismo político en Latinoamérica, porque en esta ocasión, las fuerzas democráticas no son compañeros de viaje de extremistas ni de derecha, ni de izquierda. La derrota del extremismo abre la posibilidad de alcanzar una mayor madurez democrática en el continente.

Chávez pudo darle unos años más de vida al régimen cubano que ahora, literalmente, está buscando desprenderse de la teta petrolera venezolana para agarrarse de la teta financiera norteamericana. Hace 18 años era intelectualmente obvio que la Revolución Bolivariana tenía fecha de caducidad. La historia de sube y baja de los precios del petróleo y los avances tecnológicos volvían absurda la pretendida eternidad de un socialismo petrolero que permitiera repartir sin producir. Sin embargo, izquierdistas de toda Latinoamérica, España, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y del resto del mundo vieron en Hugo Chávez la resurrección del mesías y en Venezuela el renacimiento de la utopía que había muerto en Europa Oriental y agonizaba en Cuba. La euforia fue tal que, para muchos, ser de izquierda implicaba aplaudir a Chávez y no criticar a Fidel Castro. La chequera venezolana compró lealtades a escala universal. Sin duda el final del régimen dejaría perdedores en todas partes, por eso sigue conservando defensores y obteniendo silencios.

Pero, finalmente, tal como era previsible, se produjo la implosión del socialismo del siglo XXI y la crisis humanitaria que ha generado es descomunal; la fiesta del despilfarro revolucionario y del robo oportunista ha terminado. El modelo chavista saltó de la inclusión social a la multiplicación exponencial de la miseria. El modelo está muerto y absolutamente nada puede recuperarlo. El régimen de Chávez fue el único de los llamados bolivarianos que le declaró una guerra abierta al mercado con expropiaciones que acabaron con la economía de Venezuela. Ahora solo le queda la fuerza bruta del carácter militar que siempre tuvo. Las ideas que acogió Chávez fueron más una oportunidad para la tradición militarista venezolana que una definición ideológica. El principal factor de cohesión de la Revolución Bolivariana nunca fue la ideología, sino el dinero. Con los billones de dólares en ingresos petroleros fue fácil que un grupo de militares se decidiera, para beneficio propio, confesarse izquierdistas.

Los militares venezolanos tienen más generales que Estados Unidos, ocupan miles de puestos de gobierno, han armado paramilitares, se han involucrado en el narcotráfico, han intervenido y expropiado empresas, se benefician de la corrupción, controlan el mercado negro, reprimen, apresan, torturan, juzgan y encarcelan opositores. En 17 años los militares han matado casi 300 venezolanos por protestar en las calles. En la historia de las dictaduras latinoamericanas no ha existido una élite militar que haya podido enriquecerse tanto como la venezolana y todo esto lo han defendido como “revolución popular” los extremistas de izquierda en todo el planeta. La plata venezolana logró que intelectuales de primer y tercer mundo establecieran que los antes “gorilas derechistas” fueran reconocidos como un fenómeno revolucionario.

En el pasado, los revolucionarios latinoamericanos fueron perseguidos por Estados Unidos; los bolivarianos, por el contrario, tienen propiedades y cuentas bancarias en Florida. A Venezuela no necesitan invadirla como a Cuba, tampoco requieren armar contrarrevolucionarios como lo hicieron con Nicaragua. La Revolución Bolivariana no depende de Rusia, ni de China, sino de que su enemigo, el “imperialismo yankee”, le siga comprando petróleo. Venezuela cubre solo el 8% del mercado estadounidense. Suspender esa compra no afectaría a Estados Unidos y no sería una agresión, sino una decisión de mercado. Por ello, aunque parezca inaudito, Maduro sigue gobernando gracias a la compasión de Donald Trump. No hay argumento antimperialista que valga, Estados Unidos no ha metido su mano en Venezuela como la metió en Chile, República Dominicana, Panamá o El Salvador.

Los enormes progresos en bienestar logrados por el centroizquierda en Costa Rica, Chile, España y, no digamos, Suecia, Noruega o Dinamarca respetando la democracia y el mercado contrastan con el desastre social y económico de Cuba y Venezuela. Es incomprensible la terquedad de los utópicos de querer hacer posible lo imposible. Chávez no inventó un nuevo socialismo para el siglo XXI, sino que repitió el camino equivocado al pelearse con las fuerzas del mercado y ahora sus herederos hacen lo mismo contra la democracia.

El supuesto marxista era que la Revolución Bolivariana lograría el desarrollo de las fuerzas productivas, pero, al igual que en Cuba, lo que hubo fue destrucción de las fuerzas productivas. Los bolivarianos hicieron retroceder la producción de petróleo y despilfarraron los ingresos más altos que ha tenido Venezuela en toda su historia. Pero no solo se contradijeron con Carlos Marx. En Venezuela a los de arriba se les ha vuelto imposible gobernar, hay un agravamiento extremo de la miseria de la gente y existe una intensificación extraordinaria de la lucha popular. Estas son las tres condiciones que estableció Vladímir Lenin para reconocer la existencia de una situación revolucionaria. Qué triste debe ser comprarse una revolución de mentiras y ser derrotado por una de verdad. Como dice Rubén Blades en su canción: “Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”.

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
El País, 21 julio 2017

sábado, 15 de julio de 2017

SI, SI, SI...

La resistencia. (Para S.A, con amor).


SIMON GARCIA.
Entre los hechos relevantes de los 100 días de lucha en defensa de la Constitución y la democracia, destaca la irrupción de un movimiento de jóvenes que ocupan primera fila en las protestas. Un grupo orgánicamente amorfo que responde, desigualmente, los ataques represivos contra las movilizaciones pacíficas.

Son el símbolo de esas jornadas. Escriben en sus franelas la radicalidad de su compromiso. Sus escudos contrastan con la parafernalia que muta a la Guardia en fuerza de exterminio de venezolanos. En términos de valentía, arrojo y desafío su superioridad moral eleva a estos jóvenes sobre la cúpula que nos impone una dictadura.

La resistencia del 2017 no obedece a partidos ni se alinea tras individualidades de la MUD. No tienen jerarquía ni estructura. Están en transición entre el bachillerato y los inicios en la universidad.

No vienen de la llamada Salida ni pueden ser comparados con quienes en los 90 hicieron de la capucha el pasatiempo de una militancia ideologizada y ociosa. Menos pueden ser descalificados como malandros o infiltrados, aunque puedan existir unos u otros, porque en el corazón de sus batallas lo que palpita es una instintiva aspiración a la libertad.

Estos jóvenes inspiran coraje. Son una bofetada a quienes se aprovechan de la crisis. No calculan ni hablan paja. Sólo abren su pecho y se plantan en la verticalidad de sus ideales. Porque ofrendan sus vidas, los admiro y siento temor por todos ellos.
Son una generación que conquista peso propio en la narrativa de la nación y que nutre la confianza en el restablecimiento de la Constitución y del vínculo entre ética y visión humanista de la política y el poder.

No acumulan suficiente golpes de la experiencia para percatarse del sinsentido de embestir diariamente una barricada apertrechada con ballenas, bombas y armas mortales. Tal vez la urgencia de soluciones no les permita detenerse en la importancia de mantener el carácter pacífico de una protesta que adquiera mejor trascendencia frente a un Estado criminal.

La resistencia está obligada a protegerse a sí misma. A no dejarse manipular por opositores extremistas ni a ser usada como pretexto de la represión por oficialistas que no defienden la Constitución. Al reconocer la explosión vital y ejemplar de su rebelión, no puedo dejar de invitarlos a reflexionar sobre otras formas pacíficas de acción que logren sumas más efectivas a las luchas y mayor eficacia para combatir a la dictadura. ¿Se dejarán llevar al rango de un espectáculo celebrado con aplausos por quienes observan a prudente distancia?

La épica de los civiles no es bélica, como lo demuestran los diputados de la AN. No hay que alentar la fantasía trágica de librar una guerra con quienes se comportan como una miserable fuerza de ocupación.

Es hora de que aborden lo que debe constituir su aporte y dónde darlo además del asfalto, piedras y molotov. Los que no los acompañamos devolviendo bombas a la policía, tenemos el deber de estimular y apoyar ese debate tan imprescindible para el país después del 16.

Unas reflexiones sobre la situación que enfrentamos. ¿Mafias o sectas enfermizas?





Humberto García Larralde

Hemos señalado cómo el desmantelamiento del Estado de Derecho y el reemplazo de los mecanismos de mercado por decisiones políticas tomadas discrecionalmente desde el poder, han propiciado la colonización del estado venezolano por verdaderas mafias dedicadas a expoliar la riqueza social[1]. Los controles de precio, el abismal diferencial cambiario, la monopolización de la importación y distribución de productos, y las oportunidades de extorsión que proveen leyes punitivas -en un marco de opacidad y no rendición de cuentas-, son fuente de inimaginables ganancias para tales cofradías. A ello habrá que añadir las negociaciones con el petróleo y el arco minero hechas a la sombra, así como el narcotráfico. Para todo esto cuentan con impunidad por la complicidad de un poder judicial corrompido. Atrincherados en los nodos decisorios del estado, defienden a ultranza su poder y sus fortunas mal habidas, reprimiendo criminalmente la protesta ciudadana. Tanto los poderosísimos intereses articulados en torno a esta “revolución” depredadora, como el muy elevado costo de salida de los personeros más notorios de la oligarquía milico-civil y despótica que la comanda -tendrán que rendir cuenta ante la justicia, por más tardía que llegue-, explican la guerra que han desatado en contra de los venezolanos.

Por otro lado, también hemos insistido en que el chavo-madurismo ha devenido en una secta fanática[2], alimentada por campañas de odio desde el poder y por resentimientos incubados en contra de quienes han logrado cosechar triunfos con base en el talento y el esfuerzo. Imbuidos en un discurso redentor maniqueo, sus integrantes se creen heraldos de una única verdad permisible. Empoderados por esta e incitadas desde las más altas instancias del estado, se proponen limpiar al país de infieles, “traidores de la patria” y agentes de “ultraderecha”. Con ferocidad y sevicia, emprenden una cruzada contra sus compatriotas, en aras de la pureza prometida en el sueño “revolucionario” en que fueron embaucados. Pero ni siquiera hace falta que crean en tal impostura. De tanto refugiarse en clichés, ya no comulgan con la realidad; la escamotean adrede para “legitimar” (¡!) su apropiación excluyente del país, sin remordimiento ni consideración alguna para con la suerte del pueblo. Se han transformado en una secta enfermiza, sociópata, alentada por unos cínicos que propician el aplastamiento violento de toda oposición a sus pretensiones de perpetuarse indefinidamente en el poder.

Como señaló Hannah Arendt en relación con el totalitarismo nazi, la sumisión a una visión fanatizada despoja a quien sea diferente -o que exprese valores o puntos de vista diferentes- de toda condición humana y “justifica” desatar contra él o ella las más terribles acciones. Amparada en una supuesta supremacía moral (porque esgrimen “la razón de la Historia”), la secta destruye toda ética de convivencia y toda empatía con los sufrimientos causados. Dispararle a quemarropa a manifestantes desarmados, golpear a diputados, mujeres, ancianos y niños, torturar a muchachos detenidos injustamente, violentar hogares y saquearlos, y condenar al pueblo a estadios de hambre, empobrecimiento y muerte totalmente evitables, no suscita cargo de conciencia alguno: la sumisión a la “verdad” sectaria borra toda distinción moral entre el bien y el mal. Cualquier otra visión de mundo destruiría la simplicidad blanco - negro, amigo – enemigo, con que resguardan su seguridad de grupo y sus fortunas.

No hay ningún conflicto entre las dos explicaciones de la conducta de la oligarquía milico-civil que hoy azota a Venezuela. Ambas son facetas centrales del fascismo. Que el fascismo maduro-chavista se arrope con una retórica comunistoide no lo hace distinto. Los simbolismos maniqueos de esta mitología, con sus categorías antagónicas de obreros contra capitalistas, pueblo vs. oligarquía, izquierda enfrentada a la ultraderecha, llenan hoy la boca de quienes han mostrado ser representantes de las fuerzas más oscuras, primitivas y retrógradas del mundo actual. Pero la virulencia de secta está ahí, es la misma; su total desconsideración por los derechos de la gente, idéntica.

Esta confluencia entre mafia y secta enfermiza es muy peligrosa, como nos lo muestra la historia[3]. El instinto de conservación de las mafias se obnubila cuando sus fechorías se justifican machaconamente con discursos fanáticos y simplistas como los del Chavo-Madurismo. Todo discernimiento racional y todo asidero con la realidad les es arrebatado ante la convicción febril de ser portaestandartes de un glorioso futuro impoluto, si bien etéreo, históricamente inexorable. La violencia y crueldad con que las mafias defienden sus “negocios” se ve socorrida por un discurso que absuelve conciencias. En momentos en que perciben que su permanencia en el poder y, con ello, sus fortunas y privilegios peligran, algunos abrazan las “verdades” maniqueas de la secta como única tabla de salvación. Y cegados por tal enajenación, buscan destruir el ordenamiento constitucional que todavía los constriñe, convocando a una fraudulenta asamblea nacional constituyente que la inmensa mayoría rechaza.

El refugio en las verdades sectarias idiotiza a la gente, porque les anula su capacidad de entenderse con la realidad. Así escuchamos a Maripili argumentar que la agresión a los diputados el pasado 5 de julio fue porque el “pueblo” (¿?) que había acompañado a El Aissami esa mañana al Palacio Legislativo, fue luego agredido por aquellos (¡!). En un video aparece un concejal energúmeno del PSUV arengando a los colectivos fascistas a arremeter contra ¡”la derecha fascista”! que protestaba en Barquisimeto. Ese día hubo tres muertos por represión en esa ciudad. En estos delirios sociópatas, un rollizo abogado que presume de constitucionalista y se vende como autoridad en la materia, defiende la ANC de Maduro y propone que ella nacionalice las empresas mixtas de la faja del Orinoco, es decir, que se destruya aún más la mermada capacidad productiva de petróleo que queda. Otros plantean que de ahí salga una economía comunal, que se estatice la comercialización de alimentos y que se impongan drásticos controles de precio. O sea, que esa Asamblea termine de pulverizar la economía doméstica. Y, en la medida en que se acerca la “hora de la verdad”, habremos de escuchar propuestas todavía más desesperadas, descabelladas y ruinosas.

Estamos amenazados por un reducido grupo de enajenados mentales -sociópatas-, que están dispuestos a acabar con el país instalando una Asamblea Constituyente írrita, bajo la vana ilusión de que conservarán así sus privilegios y fortunas. Ya hemos visto de lo que son capaces: casi cien muertos, centenares de heridos, miles detenidos, muchos torturados, que no ha podido aplacar, empero, las ansias de libertad y democracia de los venezolanos. Han escogido a los más sádicos y crueles para sus labores salvajes de represión, y encima, Maduro los premia, como hizo con el gorila Lugo. No sorprendería ver en estos días que, en cadena nacional, condecore a cada Guardia Nacional esbirro o colectivo facho acusado de asesinar o torturar a venezolanos inocentes. Tal es el grado de descomposición moral de quienes enfrentamos.

Para parar esta insania, esta crueldad inusitada contra un pueblo que han condenado a morir de mengua, debemos salir masivamente a votar este domingo 16 de julio para afirmar que SI rechazamos la constituyente destructiva de Maduro; que SI demandamos que la Fuerza Armada defienda la constitución y la Asamblea Nacional; y que SI aprobamos la renovación de los poderes que consagra nuestra Carta Magna. Si Maduro y su atajo de mafiosos y enfermos quieren suicidarse, que lo hagan solos. Pero no podemos permitir que nos “suiciden” a todos con su constituyente fraudulenta y destructiva. Salgámosle al paso contundentemente este domingo.

[1] https://polisfmires.blogspot.com/2017/06/humbreto-garcia-larralde-mafia.html.

[2] https://polisfmires.blogspot.de/2017/05/humberto-garcia-larralde-la-secta.html

[3] El militarismo nazi-fascista amparó las extorsiones más crueles y despiadadas para concentrar en manos de muchos jerarcas enormes fortunas. Hermann Göring, hacia final de la II Guerra, era uno de los mayores “coleccionistas” de arte del mundo, arrebatando por la fuerza, la muerte y el saqueo, posesiones enteras de familias judías, como de museos de países subyugados. Y no cabe duda que, bajo la impostura de considerarse una raza superior destinada a dominar el género humano, tales expoliaciones no eran hechos aislados

sábado, 8 de julio de 2017

¿Poder dual en Venezuela?


Nelson Acosta Espinoza
Amigos lectores, sin ánimo de pecar por exagerado creo que sería admisible calificar, como dramáticos y decisorios, los acontecimientos políticos sucedidos a lo largo de estos tres meses de protestas.

Opino, igualmente, que estos dos calificativos calzan apropiadamente para describir los dos hechos políticos que cerrarán este histórico mes de julio: el plebiscito que se convocará el 16 del mes en curso como instrumento para presionar al gobierno a revertir la decisión de convocar una Asamblea Constituyente y la elección de los futuros miembros de este aparato político.

Como lo señalé, estos adjetivos cuentan debidamente las protestas llevadas a cabo por la oposición democrática a lo largo de estos últimos tres meses. También, narran la toma del Palacio Legislativo por grupos violentos oficialistas que penetraron al recinto e hirieron a 5 diputados. Hechos que ocurrieron durante la sesión conmemorativa de los 206 años de la firma de la Acta de Independencia.

Por otro lado y como preludio a este último acontecimiento, el Vicepresidente Tarek El Aissami junto una tropa de partidarios del gobierno irrumpieron en este Palacio Federal y protagonizaron un evento “anti imperialista”. En su intervención señaló “Estamos en las instalaciones de un poder del Estado que ha sido secuestrado por la misma oligarquía que traicionó a Bolívar y su causa (…) el hecho de venir hoy al Salón Elíptico es para reivindicar a nuestros mártires y la historia viva contra aquellos que quieren entregar nuestra patria a los intereses oscuros del imperialismo”.

Voy a intentar conceptualizar lo descrito en los párrafos anteriores. Para llevar a cabo esta tarea voy hacer uso de un concepto que la ciencia política ha utilizado para describir situaciones, sino homologas, cercanas a la que estamos experimentando en el país. Me refiero al término poder dual. Una advertencia: intento hacer un ejercicio teórico con la finalidad de ayudar a interpretar la compleja situación política que experimentamos y la crítica coyuntura que se avecina.

En fin, este concepto intenta describir a cualquier contrapoder o contrainstitución “en lugar y en oposición al poder del gobierno establecido”. Esta dualidad presupone la posibilidad de una ruptura de naturaleza revolucionaria. ¿En qué sentido? Brevemente, se trata de un acontecimiento que no es de carácter constitucional. Esta última condición explicita que la ruptura del equilibrio social es de tal naturaleza que no puede ser absorbida por el ordenamiento jurídico del Estado. Se crea así, una situación que ha sido descrita por estudiosos de este tema como de “equilibrio catastrófico”.

En las próximas semanas vamos a ser testigos de un forcejeo sin precedentes en nuestra historia política. Oposición y gobierno medirán sus fuerzas. La singularidad de este evento reside en que las opciones en juego son excluyentes y, en este sentido, su resultado marcará el futuro inmediato de la nación.

La constituyente, de ser instalada, coloca al país en tránsito hacia la concreción de un régimen de naturaleza totalitaria. Pudiéramos señalar que este sería el capítulo final del madurismo. Desde luego, no por ser final, deja de tener un costo político gigantesco para el país y su población. Por otro lado, el resultado del plebiscito mostrará la voluntad de cambio que existe en la población.

Estas dos “voluntades” son excluyentes y, es en este sentido, que calificamos como catastrófico el equilibrio resultante de la confrontación entre estas dos posiciones. Su resolución, pudiera implicar una ruptura en cualquiera de las direcciones que apuntan las opciones en juego.

Sin embargo, tengo fe en la cultura democrática existente en el país. Sostengo que esta atmosfera cultural se encuentra presente en los actores en pugna. Sus códigos, explícitos e implícitos, servirán para instituir los nexos necesarios que permitirán la conservación del orden constitucional.

La defensa y preservación de la Constitución puede ser el punto de encuentro que desmonte esta dualidad de poder que amenaza la paz institucional del país.

Sin dudas, la política es así.

NOTA: Celebramos que a Leopoldo López se le haya concedido la medida de casa por carcel. Es un triunfo de los demócratas y un buen síntoma de los tiempos por venir.










La encrucijada del ejército venezolano


Cynthia Ramírez*

En julio de 2014, coincidiendo con la conmemoración del 203 aniversario de la Independencia de Venezuela, Leopoldo López, quien cumplía sus primeros cuatro meses en prisión, escribió una carta abierta dirigida a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), pidiéndole no dejarse "arrastrar por la ideologización extrema promovida por el partido de Gobierno, convirtiendo automáticamente en enemigos a los compatriotas que tienen opiniones distintas a ellos". Los convocaba a una “reflexión interna, sincera y patriota” señalando que las fuerzas armadas habían “dejado de enfrentar a los verdaderos enemigos de Venezuela, a los grupos irregulares que azotan a nuestros compatriotas en la frontera para enfrentar a enemigos ficticios y entes impalpables tales como ‘el imperio’, ‘la burguesía’ y ‘el capitalismo’" y hacía un llamado para que “la familia militar” cumpliera “con honor y compromiso patriota la Constitución Nacional, siendo guardianes de nuestra independencia, de nuestra soberanía y del respeto y promoción de los derechos de todos los venezolanos”.

Pero eran los años de los ascensos (más políticos que meritorios) y las jugosas inversiones en gasto militar, así que la reflexión a la que invitaba López no encontró mayor eco.

El pasado once de junio, tres años después de esa carta, desde una nueva celda en la misma prisión militar de Ramo Verde, Leopoldo López volvió a dirigirse a la FANB: "Ustedes también tienen el derecho y el deber de rebelarse ante órdenes que buscan reprimir al pueblo venezolano, de rebelarse para hacer cumplir la Constitución"

Este nuevo mensaje llega en circunstancias radicalmente distintas a las de 2014 y una creciente incomodidad por parte de la FANB. Por mencionar solo cuatro casos:
• Hay por los menos 14 militares detenidos, a raíz de las protestas que comenzaron en abril, sospechosos de "rebelión" y "traición".
• El 13 junio, Alexis López Ramírez, Secretario del Consejo de Defensa de la Nación (Codena) renunció a su cargo, aparentemente por un desacuerdo con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente.
• El 20 de junio, por cuestiones solo atribuibles a la desconfianza, Maduro le quitó al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López sus funciones como comandante del Comando Estratégico Operacional de la FANB.
• El 27 de junio, Óscar Pérez investigador del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de Venezuela, sobrevoló en un helicóptero la sede del Tribunal Supremo de Justicia en Caracas disparando y arrojando cuatro granadas que no detonaron. Del helicóptero colgaba una pancarta que aludía al artículo 350 de la Constitución venezolana que faculta a los ciudadanos a “desconocer cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. (Pérez estuvo desaparecido hasta ayer, cuando publicó un nuevo video en su canal de YouTube.)

El llamado de López a la FANB para rebelarse se suma al que hiciera en mayo el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, pidiendo a los militares que “rompan el silencio” frente a la ruptura constitucional por parte del gobierno de Nicolás Maduro.

El ejército lleva meses siendo el factor decisivo en la permanencia de Maduro en el poder. Diversos analistas, no latinoamericanos, han destacado que la supervivencia del régimen de Maduro depende, casi exclusivamente, de si las fuerzas armadas están dispuestas a reprimir al pueblo venezolano o rebelarse a las órdenes de Maduro. Pero la rebelión del Ejército está tan cerca del golpe de Estado que en América Latina toca heridas profundas y memoriosas: en la década de 1960 hubo en la región 19 golpes de Estado exitosos; 18 en la década de 1970; siete en la década de 1980 y dos en la década de 1990; los dos golpes hasta el momento en el nuevo siglo duraron solo unas horas.

La democracia debe funcionar a través de mecanismos menos traumáticos, para eso están la Constitución y las instituciones democráticas, dicen. Y es cierto, pero ¿qué papel debe entonces jugar el ejército –que en una democracia debe su lealtad a la gente de su país y sigue las órdenes de un gobierno elegido por ella para representarla– cuando las instituciones han sido secuestradas (o disueltas) y está por escribirse una nueva Constitución que amenaza con liquidar a la oposición y terminar de desmontar la democracia venezolana?


*Politóloga y periodista. "Letras Libres", 5 de julio 2017

sábado, 1 de julio de 2017

Un cesarismo progresista


Nelson Acosta Espinoza
Múltiples acontecimientos políticos sucedieron en esta semana que finaliza. Variados y pletóricos de significados contradictorios. Encarnan, por así decirlo, el grado de disolución a que esta siendo sometida la democracia en el país. Y, desde otro punto de vista, expresan la ausencia de un liderazgo fuerte que pudiera poner fin a este impase de naturaleza histórica. Comprendo que esta última afirmación es controversial y da pie para múltiples interpretaciones. Por ejemplo, la tesis del “gendarme necesario” esbozada por Laureano Vallenilla Lanz en su libro sobre el Cesarismo Democrático. Desde luego, mi apreciación se aleja de la tesis y conclusiones de este ilustre venezolano. Sin dejar de reconocerle un alto grado de intuición antropológica.

Sin embargo, creo que es posible observar en la coyuntura actual una carencia: la ausencia de un liderazgo capaz de interpelar a toda la población (opositora y chavista) y, en consecuencia, de conducir a los actores en pugna hacia una solución a la actual crisis política.

Vamos a detenernos brevemente en los variados sucesos que conmovieron a la opinión pública la semana que culmina. En cierto sentido estos eventos, por su singularidad, respaldan la afirmación contenida en el párrafo anterior. Quizá el más peculiar es el de un helicóptero del CICPC que sobrevoló la ciudad y efectuó disparos contra el ministerio del Interior y el Tribunal Supremo de Justicia. Ningún grupo opositor se ha adjudicado la autoría intelectual de este acontecimiento, por el contrario, la MUD ha rechazado en forma contundente este hecho. Es importante subrayar, sin ser experto en esta materia, lo extraño y, por ahora, su carencia de sentido político. Pareciera formar parte de una suerte de extravagancia que tiende a suceder en situaciones de ausencia de definiciones políticas claras y definitivas.

Por otro lado, el Presidente de la Asamblea Nacional fue agredido verbal y físicamente por un coronel de la Guardia Nacional a cargo de la seguridad de esta instancia parlamentaria. Los amigos lectores están conscientes de que el poder militar no es deliberante y debe estar supeditado al poder civil. Norma elemental de toda sociedad democrática.

A este hecho altamente irregular hay que añadir la posición de la fiscal general Luisa Ortega Díaz. Esta funcionaria ha alertado sobre la ruptura del orden constitucional y ha rechazado la Asamblea Constituyente. Recientemente denuncio la existencia de un “terrorismo de estado” y declaró su disposición a dar la vida para defender la constitución que Maduro pretende reformar. La repuesta de TSJ no se hizo esperar. Se fijó para el 4 de julio la audiencia sobre la solicitud de su antejuicio de mérito.

Los acontecimientos narrados han sucedido en el marco de más de noventa días ininterrumpidos de protestas en las calles de las principales ciudades del país. En fin, sobre este telón de fondo se han desarrollado estos disimiles acontecimientos.

Pareciera apropiado, entonces, formular las siguientes interrogantes: ¿Estamos experimentando una suerte de cesarismo desastroso? En otras palabras, ¿se equilibra la oposición y el oficialismo en forma catastrófica? Vale decir, de una manera tal que la continuación de esta lucha política no puede menos que concluir con su destrucción recíproca.

De hacerse realidad esta última alternativa, no tengo la menor duda al respecto, el país entraría en una vorágine de violencia. Sin embargo, tengo fe en la cultura democrática que tradicionalmente ha prevalecido en el país. Y esta circunstancia da pie para explorar la vía de un cesarismo de naturaleza progresista. ¿Cómo se come eso? Bien, estamos hablando de la intervención de un líder con la suficiente credibilidad que facilite, por un lado, la formulación de una amplia política de alianzas y, por el otro, la obtención  del triunfo político aunque sea con ciertos compromisos y, quizá, con límites a la victoria. Desde luego, me estoy refiriendo a un gobierno de transición que prepare el terreno para la celebración de elecciones generales.

Esta opción, en su formulación, es de naturaleza abstracta. Depende del liderazgo democrático conjugar los esfuerzos necesarios para llevarla a la práctica.

La política, hoy día, es así.






La fuerza de los hechos.





SIMON GARCIA.
Maduro está gobernando como dictador. Está claramente fuera y por encima de la ley, desconoce a otros poderes públicos, reprime la voluntad popular y actúa diariamente para liquidar la democracia.

El golpe de Estado ya se dio. Ahora está en su fase de consolidación. Lo que se mantiene en forma continuada no es el golpe sino la admirable lucha desigual para restablecer el Estado de Derecho.

La Asamblea Nacional es una de los espacios que se opone, desde la Constitución Nacional, a ese golpe de estado consumado. Pero el poder, que se cuida de proyectar la imagen de una dictadura convencional, la anula en lo esencial, mientras mantiene un delgado respeto formal.

El régimen pretende usarla como un adorno que se exhibe en una vitrina y aliviadero para las tensiones sociales. Criminaliza la protesta y actúa como una fuerza de ocupación para reducirla, juega a su rutinarización y apuesta a que el desgaste haga aparecer el arma secreta de la falta de confianza en el triunfo civil y el manos abajo de la frustración.

El principal escollo de la dictadura es que su fractura, en contra de lo habitual, comenzó por su base social. Hoy existe una marcada ruptura entre casi toda la población y una élite descompuesta que no sobrepasa a cien mil privilegiados.

El dictador tropieza con dos puntos débiles más. No puede contener el agravamiento de los problemas de producción, inflación, escasez, deterioro de los servicios públicos o más pobreza. Y tampoco puede lograr la sumisión de la mayoría de la población a sus dictados: la calle es la punta de un repudio sumergido. Al gobierno se le acabarán las balas antes de doblegarla.

Existen sectores que sostienen el inicio de la dictadura y cuyo comportamiento inmediato determinará si se convierten en sus pilares: en primer lugar la Fuerza Armada sometida a un conflicto de lealtad y segundo, la reacción del chavismo descontento que aún permite que la dictadura hable en su nombre. ¿Terminarán ante la fuerza de los hechos oponiéndose a los hechos de fuerza?

A favor de la prolongación indefinida de la cúpula están fuerzas ilegales que han infiltrado al Estado para asegurar la impunidad de una maraña de economía delictiva, cuyo más conocido emblema es el públicamente señalado cartel de los soles. El incremento de la agresividad gubernamental obedece más a la defensa de estos intereses que a una idea de patria o al traicionado proyecto original del chavismo. Estas fuerzas, que tienen alcance global, son el factor extranacional más difícil de remover para despejar una salida pacífica, democrática y republicana.

Nunca antes había quedado tan claro que la contradicción principal no es entre oposición y chavismo, sino entre partidarios de la democracia o de la dictadura. Es tiempo para que la MUD abra un diálogo y una oferta concreta de acuerdos con el chavismo no madurista en condiciones de actor legítimo y autónomo.