domingo, 26 de julio de 2015

“El efecto Lucifer”

Nelson Acosta Espinoza.
Bien amigo lector, el título de este artículo puede parecerle extraño o esotérico. Su razonable perplejidad está construida en la idea que mis  escritos en este diario tratan temas de la actualidad política y no sobre aspectos que rayan en lo sobrenatural. En cierto sentido usted estaría en lo cierto. Pero sucede que el “Efecto Lucifer” es el nombre bajo el cual se condujo un experimento de psicología social en la universidad de Stanford. Esta investigación (1971), desarrollada por el psicólogo social Philip Zimbardo, no tenia en absoluto nada de oculto. Por el contrario, bajo control y con los procedimientos que regulan la investigación empírica, se planteó responder la siguiente interrogante: ¿Puede cualquiera convertirse en torturador o en sumiso prisionero en determinadas situaciones?

Con la finalidad de dar respuesta a esta interrogante diseño un interesante experimento Tomó a estudiantes voluntarios para que actuaran, unos de guardianes y otros de presos en una falsa cárcel. El experimento debía durar 15 días. Tuvo que interrumpirlo al sexto ante la dureza de la situación creada. Muchos tranquilos estudiantes se habían convertido en brutales y sádicos guardianes, y muchos de los presos se quebraron emocionalmente.

Este experimento puede ayudar a comprender el nivel de violencia e intolerancia presente en algunos grupos políticos en la Venezuela actual. Para Philip Zimbardo, existen procedimientos diseñados para inducir lo que este investigador denominó la “imaginación hostil”. En otras palabras, es posible que un ciudadano cualquiera pueda llegar a renunciar a su humanidad, movido por una ideología asumida de forma irreflexiva. Acarrear actos de violencia contra otros seres humanos etiquetados como enemigos. ¿Suena conocido?

Debo reconocer que esta reflexión fue estimulada por la película sobre Hannah Arendt de la realizadora Margarethe Von Trota (Cine Arte Patio El Trigal). La cineasta retrata el momento en que la filósofa alemana asiste, enviada por el semanario The New Yorker,  al juicio de Adolf Eichmann en Israel (1961). Recordemos que este personaje fue el encargado, dentro de la estructura de poder nazi, de organizar el traslado de los judíos de toda Europa a Auschwitz.

Arendt escribe su reporte para el semanario neoyorkino y lo titula “Eichman en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal”. Lo novedoso de su argumentación fue proporcionar al “mal” un carácter banal.

 "Ahora estoy convencida de que el mal nunca puede ser «radical», sino únicamente extremo, y que no posee profundidad ni tampoco ninguna dimensión demoníaca. Puede extenderse sobre el mundo entero y echarlo a perder precisamente porque es un hongo que invade las superficies. Y desafía el pensamiento, tal como dije, porque el pensamiento intenta alcanzar cierta profundidad, ir a la raíz, pero cuando trata con la cuestión del mal esa intención se ve frustrada, porque no hay nada. Esa es su «banalidad». Solamente el bien tiene profundidad y puede ser radical".

Bien amigo lector, una filósofa y un experimentado psicólogo social llega a la misma conclusión. Parten y transitan caminos distintos, pero arriban al concepto de la banalidad del mal.

El autoritarismo es consustancial con esta idea del mal. Hay que estar atento. El país vivió momentos fuertes de exclusión dentro de la lógica política de calificar al adversario como enemigo.  Tengo la sospecha de que existen en la estructura burocrática del gobierno seres desapasionados y autómatas que pudiera ser presa de esta enfermedad categorizada como la “banalidad del mal”.

En fin, los demócratas tenemos la obligación de pensar e ir a la raíz de las cosas. La superficialidad en la política suele ser peligrosa y, generalmente, abre camino para el cultivo de todo tipo de banalidades. La trivialidad, por ejemplo, erosiona la posibilidad de triunfo de un proyecto político.

Espero que, esta ocasión, la política no sea así.

El default social



Luis Salamanca 
Uno de los significados de la palabra default es el incumplimiento o falta de pago de una deuda contraída por un Estado o por una persona. El otro sentido del vocablo es el de rebeldía de quien no comparece en un juicio y pierde por no comparecencia. Ambos significados pueden terminar coincidiendo y entonces el moroso se declara en rebeldía porque no puede pagar, no porque no quiera, sino porque materialmente no puede.
En nuestro país se viene hablando de default del Estado dada la situación económica del país, lo que lleva a los economistas a alertar acerca de la posibilidad de que el gobierno venezolano deje de pagar sus compromisos internacionales al momento de su vencimiento. Esto no ha ocurrido hasta el momento de cara al exterior aunque, a nivel interno, hay un default económico por la enorme deuda con empresarios nacionales e internacionales. Pero no es de este tipo de default que quiero hablar.
Me refiero a un nuevo tipo de cesación de pago: el default social. El default social es la cesación de pagos por parte de la gente de todos los sectores, salvo los de alto poder adquisitivo. Es cuando las personas y las familias no pueden cancelar una cantidad de deudas presentes, pasadas y futuras, o no pueden pagar los altos costos diarios de la vida porque carecen de los bolívares suficientes para hacer frente a tales compromisos. Es una situación alarmante que veo crecer por doquier y que es una demostración de que la crisis no para sino que se profundiza pero no de una manera suave, como un deslizamiento tranquilo a mayor crisis sino con situaciones abruptas, saltos de calidad dentro de la anormal situación. El default social es una de estas situaciones abruptas en las que no vemos metidos de repente, entrando en nuevas dimensiones de la crisis. La crisis llama a más crisis si no se detiene.
Los ejemplos son numerosos y voy a mencionar algunos de ellos a título ilustrativo: el pago de deudas financieras; del condominio; de la mensualidad del colegio, de los útiles, libros y uniformes de los niños y adolescentes de educación primaria y secundaria; el seguro del carro y de la mensualidad de éste; de las tarjetas de crédito; del alquiler de la casa o apartamento donde se reside; por no mencionar la adquisición de la cesta alimentaria. Así podría hacer una lista que no cabría en este artículo de opinión.
Es un verdadero default social, popular. Es la consecuencia final de una economía totalmente descompuesta en virtud del experimento híper-estatista del siglo XXI. El default social es una realidad para muchos cuyo poder adquisitivo no les permite enfrentar sus compromisos de pago, desde los alimentos hasta los servicios pasando por los bienes durables.
La causa del default social es la increíble galopada de la inflación. Los precios pegan brincos enormes de una semana para otra, de un mes para otro, dejando fuera de juego a un incontable número de personas y familias, o colocándolos en situación precaria. La economía está tan fuera de sí que navega en aguas hiperinflacionarias en cada vez más productos y servicios. Entramos en el ciclo infernal de los aumentos de precios seguidos de precarios aumentos de sueldos (exclusivamente el salario mínimo) que, a su vez, lleva los precios a niveles aún mayores alimentados por otros factores (como los billetes de monopolio que imprime el gobierno, el bachaquerismo, etapa superior del chavismo económico) sobre los que no voy a entrar pues es tema de economistas.
Las consecuencias del default social son brutales. El que deja de pagar se convierte en moroso y puede ser sometido a un procedimiento de pago compulsivo. Pero, en la medida que esta conducta se masifica y deja de ser un asunto individual, se hace colectiva, se convierte en una fuerza social, con un comportamiento propio y difícilmente manejable judicialmente. El que no puede pagar los altos costos de la comida comienza a pasar hambre pues disminuye su consumo de alimentos. El que no puede pagar deudas de otro tipo produce un efecto dominó pues la cesación de pagos se extiende en forma alarmante. Si no pagas tus deudas, el cobrador a su vez no puede pagar las suyas y, a su vez, esto afecta a otro, lo que lleva a mayor contracción de la actividad económica. Se abre el camino para situaciones impredecibles como el de una paralización aun mayor del país.

En la medida que millones de personas caen en esta situación es inimaginable lo que puede pasar en la economía y en la población. En el camino habrá muchos demandados que no podrán hacer frente a sus compromisos y pueden ser sometidos a procedimientos de embargo. Mayor cierre de empresas; niños y adolescentes que no pueden ir a la escuela y al liceo; personas que enviarán a sus hijos al colegio sin uniforme sino en ropa ordinaria, sin los libros y los útiles; vehículos sin seguro poniendo en riesgo el patrimonio familiar; carros parados por falta de repuestos porque no hay o porque no se pueden pagar; familias sin seguro de vida o con pólizas insuficientes para costear una operación o un ingreso por emergencia en una clínica privada, única opción para atender problemas de salud personal y, muy especialmente, disminución del consumo de alimentos. Es un caldo de cultivo de situaciones peligrosas por lo explosivas.
El default social es el límite crítico de la población, el momento en el que la capacidad de aguante de la crisis puede agotarse y la población privada de alimentos, bienes y servicios alcanza un nivel de frustración e irritación que en todas partes ha provocado disturbios de todo tipo.
Hasta ahora, la gente ha mostrado una gran capacidad de aguante de la crisis; al final del día termina consiguiendo algo para comer, lavar y asearse aunque muchos refieren que están pasando hambre. O por un alto civismo del pueblo consciente de que cualquier comportamiento social violento es altamente costoso, no sólo en lo personal sino en lo colectivo, pues, cualquier estallido agravaría la escasez. Además, sabe que el Estado está preparado para aplastar cualquier intento de estallido social en sus orígenes. No hay que olvidar que el caracazo fue posible porque la protesta inicial en Guarenas no tuvo contención policial a tiempo y se propagó por otras ciudades sobrepasando a los cuerpos de seguridad. Hoy en día, la gente sabe que el Estado tiene un alto poder represivo que no dudaría en usar ante una eventualidad de estas. Pese a todo, el default social multiplica el conflicto y la protesta e, incluso, micro-estallidos populares.

El default social es una situación altamente peligrosa para todos y exige del gobierno una respuesta racional, proactiva, no una que alimente aún más el magma social. Si seguimos por este camino se puede ir a una gran depresión económica, etapa superior de la recesión, de la cual no se podrá regresar. Simplemente las generaciones presentes sufrirán la catástrofe que ello implica tanto en sus vidas como en la economía. La política no escaparía a los efectos de tal escenario. Y el país tendrá que empezar de nuevo pero desde las ruinas de lo que alguna vez funcionó. Europa y USA saben lo que es eso pues lo vivieron en 1929.
Hace unos meses atrás yo decía que Maduro podía recuperarse en las encuestas (su preocupación fundamental) si detenía el impulso hiperinflacionario de la economía; hoy digo que lo que más conviene a Maduro, al chavismo y a todos los venezolanos, es impedir una Gran Depresión. No para ganar unas elecciones sino para no perder el país. Ojalá alguien oiga.




Manual de uso de izquierdas y derechas

Juan Arias

Nos levantamos con buena suerte si lo hacemos “con el pie derecho”. Al revés, el día empieza mal si lo hacemos con “el pie izquierdo”. En la Biblia se bendice y se transmite la herencia con la mano derecha. Los justos estarán a la derecha de Dios y los condenados a la izquierda. Sin embargo, nacemos con el corazón a la izquierda. Y el corazón es considerado popularmente el motor de los afectos y de la vida.
Es curioso que desde la más remota antigüedad todo lo mejor se asigne al lado derecho y lo peor al izquierdo. En el sistema jeroglífico egipcio, entrar es ir hacia el lado derecho, mientras que se sale por el lado izquierdo. En la Grecia Antigua, Pitágoras obligaba a entrar a los templos paganos con el pie derecho. Para Píndaro, la derecha significaba la sabiduría y la astucia.
En nuestro mundo posmoderno se discute sobre el significado de los términos de izquierda y derecha sobre todo después del recrudecerse del capitalismo financiero de rapiña, de la caída del comunismo y del desastre de los populismos socialistas que acaban resbalando en los fascismos de Estado.
Al mismo tiempo, psicólogos, antropólogos, sociólogos y lingüistas siguen sin saber descifrar el hecho, que como afirma el poeta y simbolista catalán Juan Eduardo Cirlot, desde siempre los humanos identifican al lado derecho con el futuro, lo legítimo, la vida, y al izquierdo con el pasado, lo siniestro, lo reprimido y la misma muerte.
La Biblia y con ella toda la cultura del judaísmo también elogia y privilegia a la derecha. A los sacerdotes se les ofrecía la pierna derecha de la víctima sacrificada, según el libro del Levítico (7) Moisés, en el Éxodo (15) se dirige así a Yavé: “En tu derecha, gloriosa está la fuerza”. Y en el Eclesiastés (10) se lee: “El corazón del sabio lo guía hacia la derecha y el del necio hacia la izquierda”.
En toda la tradición rabínica, la oscuridad fue creada por la mano izquierda de Dios y la luz por su derecha. En la lengua hebrea se lee de derecha a izquierda.
En el Nuevo Testamento, el Mesías se sentará “a la derecha de Dios” (Mt. 16) y tras el juicio final, los justos se colocarán a la derecha del Altísimo y los condenados a su izquierda.
Los evangelistas recuerdan que en la cruz, el buen ladrón estaba a la derecha de Cristo y el malo a su izquierda. Y en la mayor parte de la iconografía cristiana, la cabeza de Cristo muerto se inclina hacia el lado derecho, raramente hacia el izquierdo.
Cuando los apóstoles se quejan al Maestro de que no conseguían pescar, Jesús les dice que es porque estaban echando las redes a la izquierda. “Echadlas a la derecha” (Jn. 21) les recomienda, y las redes volvieron cargadas de peces. La suerte y la eficacia eran prerrogativa de la derecha.
Más tarde, Dante Alighieri en la Divina Comedia coloca el Paraíso a la derecha y el infierno a la izquierda.
La única explicación plausible según antropólogos e historiadores a esa preferencia de los antiguos por la derecha es que se creía que el sol nacía a la derecha trayendo la luz y la vida y se ponía por la izquierda, llevando la oscuridad y la muerte.
En la era moderna, los términos izquierda y derecha adquieren en política significados diferentes de los meramente históricos. Todo nace con la Revolución Francesa. Los nobles se sentaban a la derecha del monarca y los radicales a la izquierda.
Aún hoy, en los banquetes y ceremonias oficiales, se coloca a la derecha del anfitrión al comensal más importante. Curiosamente hasta en los rituales marxistas se levanta en alto con el puño cerrado la mano derecha, no la izquierda.
Tras las revoluciones socialistas la izquierda se venga de su atávico papel de inferioridad espacial. Los comunistas y socialistas empiezan a identificarse con las causas de la justicia y de la libertad, se colocan al lado de los más débiles y marginales y luchan contra el capitalismo para dar el poder a la clase trabajadora.
Es la reivindicación de la izquierda social en defensa de los trabajadores contra la injusticia de una derecha egoísta y excluyente.
Hoy esa izquierda aparece en crisis o desilusionada y las políticas se juegan en el centro.
Lo que ha ocurrido es que una cierta izquierda, cuya bandera era abrazada por las masas desheredadas y huérfanas de identidad acabó aburguesándose, contagiándose de los pecados de la derecha hasta perder su virginidad ética. Ocurrió en Italia, donde floreció uno de los partidos comunistas más fuertes de Europa. Y lo está siendo en Brasil, donde hasta Lula confiesa que su partido, que ya fue el mayor y con mayor prestigio de América Latina, está en crisis y no entusiasma a los jóvenes.
La izquierda se dejó seducir por los halagos de la riqueza fácil y sus dirigentes empezaron a vivir como los ricos capitalistas.
En Brasil, como en buena parte de América Latina, la izquierda sigue sin embargo manteniendo para muchos la fascinación y la memoria de las reivindicaciones sociales contra la avaricia capitalista.
Sin embargo, tras la caída del Comunismo y del Muro de Berlín, los países buscaron nuevos caminos de política socialdemócrata sin dicotomías radicales, haciendo política alejada de los extremos de la izquierda y de la derecha.
La defensa de los derechos humanos y de los trabajadores ya no fue prerrogativa única de las izquierdas. Fueron un imperativo para crear sociedades más igualitarias.
Hoy el mundo vive momentos de arenas movedizas. Vuelven, alimentados por las crisis económicas mundiales, los extremismos de ambos colores y las nuevas clases medias, llegadas del mundo del trabajo se mueven con parámetros diferentes de las antiguas reivindicaciones radicales de la lucha del proletariado contra la burguesía.
Es un momento de pasaje de ciencia política y económica que exige soluciones nuevas y creativas para huir de viejos esquemas del pasado.
Cuando mi hija Maya tenía cinco años y empezaba a aprender los conceptos básicos de tiempo y espacio me preguntaba dónde estaban la derecha y la izquierda. Recuerdo que le decía, con clara complicidad, que la izquierda estaba siempre de la parte del “corazón”, que es con el que ella “me amaba”.
Muchos años después, un albañil que hizo unas reparaciones en la casa donde vivo acabó alcoholizado. Tuvo que dejar de trabajar. De vez en cuando lo encuentro, aun tambaleándose en su vieja bicicleta. Se acuerda aun de mí. Se para, se quita el gorro y me da la mano, pero no la derecha. Lo hace con la izquierda: “Es que esta es la mano del corazón”, explica.
Cuando la izquierda se olvida, sin embargo, de usar el corazón a la hora de defender los derechos de los más desafortunados y prefiere el compadreo y la fascinación por los privilegios y lujos burgueses de la derecha, existe el peligro de que ellos se sientan tentados, como en la antigüedad, a creer que lo bueno está siempre a la derecha y la traición a la izquierda.
El País 16 de Julio 2015

domingo, 19 de julio de 2015

Solo los déspotas prefieren la victoria a la democracia

Óscar Arias Sánchez 
 Decía Przeworski que la democracia es un sistema en donde los partidos políticos pierden elecciones. Esto es, que solo en una democracia las agrupaciones políticas se encuentran genuinamente al amparo de la voluntad popular: pueden ser aplaudidas, pueden ser aclamadas, pero nunca podrán asegurar su permanencia en el mando. La verdadera medida de un sistema democrático no es el respaldo popular que reciba un líder o un régimen, sino la posibilidad de que ese mismo líder y ese mismo régimen pierdan el poder si una mayoría de ciudadanos desaprueba su desempeño.
Quien tenga un compromiso real con la democracia debe entonces someterse a un juego de resultados inciertos, a un juego en que el futuro es desconocido para todos los actores políticos. No hay forma de asegurar esa incertidumbre que no sea otorgándole independencia al árbitro: un pueblo sabe que su voluntad será respetada únicamente si las instancias de control y las autoridades electorales tienen autonomía para hacer valer el mandato popular.
El Partido Socialista Unido de Venezuela enfrentará el 6 de diciembre su mayor desafío electoral desde el ascenso al poder de Hugo Chávez. Los niveles de apoyo del gobierno de Nicolás Maduro se encuentran en números rojos. El desabastecimiento se ha convertido en el viacrucis cotidiano de los venezolanos. La economía colapsa bajo el peso de la irresponsabilidad, el populismo y la corrupción. Los presos políticos constituyen un signo innegable de autoritarismo en un gobierno al que no le alcanzan las teorías conspirativas para explicar la extensión de sus calamidades.
Si Venezuela fuera una democracia como cualquier otra en el mundo, el oficialismo no tendría más recurso que preparar una estrategia para amortizar el golpe electoral. Se enfocaría en las circunscripciones más leales y se abocaría a atraer el voto indeciso. El PSUV está haciendo todo esto, pero dispone además de herramientas que resultan incompatibles con un proceso electoral democrático: el despliegue de un masivo aparato de comunicación estatal, frente a una prensa censurada y sistemáticamente debilitada; el encarcelamiento de líderes de la oposición, que sin duda serían protagonistas de una elección equitativa; la manipulación cumulativa de las normas electorales; el control de los tribunales de justicia y de las instancias contraloras; y la complicidad del Consejo Nacional Electoral.

Difícilmente existe alguien que crea que las autoridades electorales venezolanas actúan de manera imparcial frente al poder político. Y esto es riesgoso en un escenario tan polarizado. Cuando existen elecciones en contextos de crisis –como es el caso de Venezuela en la actualidad– la estabilidad se preserva a través de la confianza en la institucionalidad. Tirios y troyanos deben sentir que el juego es limpio y que todos participan en igualdad de condiciones.
Me preocupa que el resultado electoral no sea reconocido por el grupo perdedor, sin importar cuál sea. Me preocupa que el descontento popular no logre canalizarse por las vías institucionales y se exprese, en cambio, por vías violentas e inconstitucionales. Me preocupa que Venezuela no encuentre la forma de realizar una transición política pacífica y profundice aún más su crisis institucional, económica y social.

Aún hay tiempo para asegurar que las elecciones legislativas sean un mecanismo de reconciliación y transición, y no uno de enfrentamiento y sujeción al poder. Aún hay tiempo para generar confianza en el proceso electoral. Si el gobierno de Nicolás Madurotuviera perspectiva de largo alcance; si el PSUV comprendiera que todo poder democrático es, por naturaleza, transitorio, entonces permitiría la visita de observadores internacionales de carácter imparcial, como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, y nombraría en el Consejo Nacional Electoral a personas sin preferencia partidaria, personas que cuenten con el respaldo de las distintas tendencias políticas.
Por supuesto que esto requiere madurez política, pues uno siempre quisiera que el árbitro pite a su favor. Pero un demócrata sabe que su triunfo solo es válido si es justo. Un demócrata sabe que el éxito de un gobierno depende de su legitimidad. Esto lo creemos profundamente en mi país. Luego de la guerra civil de 1948, Costa Rica creó una autoridad electoral cuyo rasgo distintivo es la autonomía. Los magistrados y magistradas del Tribunal Supremo de Elecciones son electos en virtud de su imparcialidad, con el apoyo de las distintas tendencias políticas y bajo el entendido de que servirán a un único amo: el pueblo de Costa Rica. Es por eso por lo que el TSE se ubica siempre en los primeros lugares de confiabilidad en América Latina. Por esa razón en Costa Rica los resultados electorales son recibidos por todos, ganadores y perdedores, como la expresión indiscutible de la voluntad popular.
Ojalá Venezuela comprenda la lección que encierra el ejemplo de Costa Rica. Ojalá comprenda que su negativa a recibir misiones de observación internacional incita sospechas legítimas. Ojalá comprenda que la parcialidad del CNE confirma todas las acusaciones de la oposición y de la comunidad internacional. Ojalá comprenda que hay cosas más sagradas que cualquier proyecto político y cosas más funestas que cualquier resultado electoral. Todos quisiéramos ganar, pero solo los déspotas prefieren la victoria a la democracia.
Óscar Arias Sánchez es expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz 1987.



Voluntad popular, inhabilitaciones y fragilidad democrática

Nelson Acosta Espinoza
Estimados lectores, este escribidor tuvo una semana relativamente agitada. No piensen en la dirección incorrecta. El zarandeo al que me refiero fue de carácter académico y político. El primero de ellos, tuvo que ver con la aceptación de una invitación de un grupo de jóvenes del grupo político Voluntad Popular. En principio la idea era dictar un taller sobre neuro política. A pesar mío, esta iniciativa fue reconvertida en una exposición sobre este tópico en el marco de un evento en solidaridad con Leopoldo López.

Debo admitir que me sorprendió el entusiasmo que este evento despertó en los jóvenes simpatizantes con esta agrupación política. Tenía tiempo en que no me “bañaba” con tanto entusiasmo juvenil. Muy bien para Voluntad Popular.

Todos confiamos en que sus dirigentes estén a la altura del fervor y exaltación que despierta esta propuesta política entre los jóvenes y también, desde luego, los adultos. Hago esta advertencia de una manera sana y consustanciada con un espíritu positivo. He sido testigo, a lo largo de mi existencia, con qué facilidad el entusiasmo puede perderse en los vericuetos burocráticos que acompañan al éxito político. Cuidado. Énfasis en la formación política y doctrinaria. Estos dos aspectos, sin la menor duda, constituyen barreras que obstaculizan las desviaciones pragmáticas que aparecen al inicio de la vida de cualquier agrupación política.

Asistí, igualmente, a la presentación del candidato del MAS a diputado por la circunscripción tres. La personalidad que encarnara esta propuesta del MAS es el buen amigo Luis Eduardo Gallo.

Es interesante resaltar que esta postulación obedece a una política distinta a la que caracteriza al Polo Patriótico y a la MUD. De hecho ella constituye una alternativa frente a estos dos polos. En la presentación de esta candidatura, Felipe Mujica Secretario General del MAS, señalo que esta agrupación ha estado presente en las coyunturas políticas más importantes del país. Recalco que en esta oportunidad se enfrenta a tres escenarios diferentes en los cuales está el bloque oficialista, el de la MUD y el bloque “de los que no quieren a unos y otros, y estos últimos son la mayoría de los venezolanos”. Bien, el amigo Gallo, tiene la responsabilidad de representar la versión de este bloque en el distrito tres. Mis mejores deseos.

Esta campaña se inicia bajo el ruido que provocan las arbitrariedades del oficialismo. Las inhabilitaciones de María Corina Machado, Enzo Scarano y Pablo Pérez pudieran constituir indicios de la fragilidad del ámbito institucional bajo el cual van a ocurrir estas elecciones parlamentarias. Pareciera que en los círculos del poder central tienen conciencia que los resultados de estas elecciones favorecerán a la oposición. De ahí, la diligencia como la Contraloría General de la República ha procedido a inhabilitar a estos representantes del polo democrático. ¿Un mensaje con destino?

José Vicente Haro y Kelvin Zambrano son dos abogados, el primero  constitucionalista y, el segundo, en sus inicios de su vida profesional, que se han dedicado con ahínco y profesionalidad a la defensa de los estudiantes presos por su participación en las justas protestas de los años 2014 y 2015. Ambos intervinieron, junto a este escribidor, en un evento organizados por estudiantes de ingeniería industrial. El tema: la crisis política en Venezuela.

Bien fue una semana interesante y provechosa Debo admitir que me siento optimista. Existen recursos, fuerza y voluntad en amplios sectores de población para poder superar estos tiempos tormentosos que se avecinan. Al pesimismo de la inteligencia siempre le asalta el optimismo de la voluntad.

Sin lugar a dudas, la política debería ser así.

Nuestras luchas por la democracia

Simón García
El actual gobierno, que comenzó con ellos, está padeciendo un terrible miedo a los votos. Temen a una mayoría electoral que ponga fin a sus privilegios y al estropeado plan de perpetuarse en el poder. Su más poderosa razón existencial, comprobado el fracaso de su viejo modelo de revolución, es la defensa de una élite frente a la petición universal de que no sigan profundizando la crisis.

El miedo a los votos los tienta a impedir que la voluntad popular se exprese libremente. Trabajan por inhibirla, estimulan la abstención, difunden desesperanza, propician la división, criminalizan a los opositores y restringen los derechos democráticos a toda la sociedad.

Esta semana el poder ratificó que no quiere elecciones libres. Henrique Capriles presentó un conjunto de propuestas económicas para comenzar a combatir la crisis y aliviar las calamidades en los sectores económicamente más débiles, y el sistema de censuras las desapareció. Apabullaron sus declaraciones con una rueda de silencio.

Es una censura que prescinde de la figura de un Vitelio Reyes leyendo y vetando artículos en una redacción. Ahora anula el derecho constitucional a la información con mecanismos indirectos. Las nuevas formas de totalitarismo, como el que se ensaya aquí transportado de Cuba, impone una hegemonía comunicacional y una sistemática presión a los medios de comunicación independientes para confinarlos a la banalidad comunicacional. Nada de política y menos de la oposición.

También se produjeron las inhabilitaciones de María Corina Machado y Enzo Scarano con una vileza que sólo puede explicar el miedo. El Secretario General de la OEA habló como un demócrata: en materia de elecciones lo que habilita o inhabilita a un candidato son los votos. No la decisión de una contraloría presta a hacer los chanchullos que mande el Ejecutivo Nacional.

El plan ventajista aspira rebajar con cada operación la inmensa brecha con la que la oposición supera al gobierno. Su máxima aspiración es poner en marcha una sarta de obstáculos y provocaciones para buscar que explote con alguna locura, la minoría radicalizada de la oposición. El objetivo es preciso: sacar del camino electoral a la oposición porque en ese terreno están perdiendo.

No parece que puedan descarrilar a la oposición. La MUD ha mostrado capacidad para desmontar estas trampas. Pero la gran respuesta consiste en entusiasmar al país con un compromiso parlamentario de cambios viables y confiables. En elevar los esfuerzos para atraer al descontento y abrir una oferta de diálogo, de luchas coincidentes y de inclusión con quienes provienen del campo oficialista, pero son vistos con desconfianza e incomprensión. Atraer tiene dos formas de concreción: atraer para compartir unos mismos objetivos o atraer para convivir civilizadamente aunque subsistan diferencias.

Nuestras luchas por la democracia son tan vitales como las que tocan el bolsillo, la seguridad o los salarios. Hay que unirlas a las reivindicaciones económicas y sociales porque la democracia es el oxígeno de la sociedad..

domingo, 12 de julio de 2015

¿Y para qué escogemos diputados a la Asamblea Nacional?



 
Juan Manuel Trak 
Las elecciones del 6 de diciembre son de suma importancia para el proceso político que atraviesa Venezuela.  Sus resultados van a afectar de manera inmediata los cursos de acción de los actores políticos y traerán como consecuencia cambios importantes en la dinámica nacional.  Los escenarios que se dibujan a cinco meses de su celebración conducen a preguntarnos sobre el sentido de la elección, es decir, cuál es el propósito de elegir diputados a la Asamblea Nacional.

En primer lugar, en cualquier país democrático la elección de los miembros del Poder Legislativo supone una evaluación del gobierno y la principal fuerza de oposición.  En el caso del gobierno, la elección es un examen sobre los resultados de las políticas implementadas: la economía, la seguridad, las políticas sociales, los servicios públicos, entre otros.  En este sentido, es una prueba importante para el partido de gobierno convencer a la mayoría de los ciudadanos que lo está haciendo bien.  En el caso del PSUV, esto es una tarea cuesta arriba, pues la percepción generalizada de la ciudadanía es que el país está mal y en el futuro inmediato va a estar igual o peor.  Para la oposición supone también un examen sobre su capacidad de ejercer su rol, sobre su proactividad para defender los intereses y preferencias de aquellos que no están satisfechos con el desempeño del gobierno.  En este sentido, los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática tienen el desafío de presentarse como un contrapeso y alternativa al partido de gobierno. Su mayor deficiencia es la incapacidad de articular estrategias más allá de lo electoral, de presentar un proyecto compartido de país y demostrar que tienen lo que se necesita para ser gobierno en el mediano plazo.

En segundo lugar, la elección de los diputados a la Asamblea Nacional sirve para que los ciudadanos expresen sus preferencias políticas, indicando con su voto el curso de acción que deberían tomar las instituciones políticas.  Así, una supuesta victoria del partido de gobierno supondría la anuencia de los ciudadanos para que se continúe con el conjunto de políticas que se han implementado hasta el momento.  Por el contrario, la victoria de la oposición  debería implicar un primer paso para un cambio de rumbo en la manera como se dirige el país.  En este último escenario, una Asamblea Nacional dominada por la oposición debería obligar al gobierno a negociar un esquema de convivencia política que tome en consideración las preferencias de la mayoría de la población.

Finalmente, la elección de los miembros del poder legislativo también entraña la solución pacífica de los conflictos por el poder, es decir, es la redistribución del poder en función del mandato de los ciudadanos.  De allí que sea de vital importancia que el Consejo Nacional Electoral sea un actor neutral en el proceso electoral.  Lamentablemente se observa cómo la mayoría de sus autoridades actúan para favorecer a una parcialidad política, manipulan los procesos y los reglamentos, minando sistemáticamente la confianza en el voto como mecanismo para la resolución pacífica de los conflictos propios del poder.

Así las cosas, la elección de la Asamblea Nacional definirá los escenarios en el corto y mediano plazo.  Cabe preguntarse si todos los actores políticos están claros sobre la importancia de los comicios que se avecinan y la responsabilidad que tienen en sus manos.


por PolitiKa UCAB • julio 3, 2015 

A lo electoral hay que agregar la subversión cultural



Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, la semana que finaliza fue rica en sucesos noticiosos. Desafortunadamente, fueron pocos los  que tuvieron un sesgo positivo para el país. Los de mayor impacto informaban malas nuevas para la ciudadanía. Vamos a referirnos a algunos de estos acontecimientos que marcaron esta semana que llega a su fin.

La primera de estas "news" es el sorprendente hallazgo del Presidente Maduro. Después de haber tenido responsabilidades por 9 años relativas a la política exterior del país, es ahora que descubre y asume la defensa del territorio Esequibo. Zona de reclamación que históricamente ha pertenecido a la nación.

Pretende Nicolás borrar de nuestra memoria colectiva, nada más y nada menos, que fue presidente de la Asamblea Nacional en los años 2005-2006; Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Hugo Chávez hasta principio del año 2013; Vicepresidente de la Republica hasta el 5 de marzo 2013 y, finalmente, Presidente electo desde el 19 de Abril de 2013. En fin, el Presidente Maduro ha tenido relaciones al más alto nivel con Guyana desde hace 9 años. Este "descuido" en velar por los intereses nacionales tiene explicación en la errada política exterior diseñada por el difunto presidente Chávez. Su repentino fervor nacionalista, desde luego,  tiene un interés electoral. Esperamos que no imite al gobierno argentino en relación a su desastrosa disputa con Inglaterra en torno a las islas Malvinas (1982).

Agreguemos a la noticia anterior el índice inflacionario que desbasta los ingresos de la población. Ojo, lo señalado en el párrafo anterior (caso Esequibo) pudiera relacionarse con la dramática situación social y económica que confronta la ciudadanía. En fin, la última vez que el Banco Central de Venezuela publico la cifra de la inflación en el país la estimo en 70%. Eso fue hace seis meses. Desde entonces reportes extra oficiales la ubican en una cifra superior a los tres dígitos.

Steve H. Hanke, respetada autoridad en política monetaria "advirtió que las medidas adoptadas por el régimen de Nicolás Maduro en los últimos meses para encarar la crisis económica solo han servido para exacerbarla, lo que ha conducido a una perversa dinámica que está acelerando aún más la que ya es la mayor inflación del mundo". Con 615 por ciento de inflación, de acuerdo a este economista, el país ya ingresó "en una espiral de la muerte". Hanke, es profesor de Economía Aplicada en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, USA.

Esta hiperinflación viene acompañada con desabastecimiento. Leche, harina, pañales, medicinas, papel higiénico no se encuentran en los anaqueles de establecimientos y supermercados. Se ubican, con precios exorbitantes, en los revendedores que se han trasformado en mafias de "bachaqueros".

Ahora bien, este conjunto de problemas (debilidad en defender la integridad del territorio nacional, hiperinflación, desabastecimiento, inseguridad, empobrecimiento radical de los sectores medios) deberían constituir el piso para la formulación de una política que atraiga a los ciudadanos hacia el polo opositor. Sin embargo, existe una carencia en  los contenidos de la oferta electoral de la MUD. Hace falta politizar estos temas. Vale decir, incorporarlos en un nuevo relato político que se nutra de referentes de naturaleza cultural. Historias, héroes cívicos, películas, arte, novelas, autores que puedan emocionar a los ciudadanos e ilustren el carácter de ruptura que debería encarnar esta opción política.

Lo estrictamente electoral no es suficiente. Ocasiona distorsiones que desestimulan la participación comicial (Ya hemos visto algunas de estas deformaciones electoralistas). Hay que regresar a la política en todas sus expresiones. Si podemos.

La política, debería ser así.

Grecia y nosotros.


SIMON GARCIA.

A veces, los asuntos políticos no tienen, como un partido de beisbol o de futbol, resultados claros. En estos, el score priva sobre las informaciones, opiniones y juicios que se tengan sobre las carreras o los goles hechos. 

Pero en política lo que se piensa de un suceso es un hecho. El triunfo del NO en Grecia será valorado en el cauce de las creencias previas y alargará la polémica entre quienes cierran el tema condenando a los griegos por flojos y los que sostienen que la línea inflexible de los cobradores está alimentando la crisis y bloqueando un nuevo tipo de solución. 

La pregunta del referendo pidió al pueblo decidir si se aceptaban o no las condiciones del acuerdo presentado por el BCE y el FMI el 25/6/ de 2015. No es casual que el gobierno haya obtenido un respaldo del 60%, ganando 20 puntos respecto a su elección en enero. La definición de las condiciones de pago son determinantes para abrir o cerrar posibilidades de conciliar el pago de los préstamos europeos con la reafirmación de un proceso de reconstrucción de la economía que ya había comenzado. 

Los griegos piden una luz, saben que no pueden aspirar a una ventana. Quieren pagar sin que se les desborde un desempleo situado en 26%, recuperando el crecimiento del PIB o sin ser obligados a desmantelar la salud pública, que en el 2014 recibió 650 millones de Euros y en el primer semestre del 2015 apenas 40 millones. 

Según estimaciones del FMI se esperaba un crecimiento económico de 2.5 % para el 2015 y un superávit de más de 4 puntos del PIB en el presupuesto primario. La reducción del gasto corriente ha sido de un 20%, suficiente para desmentir la campaña de que los griegos no hacen nada por ajustarse a la situación. 

En Grecia ganó la petición de aplicar un plan de ajustes con los menores daños posibles a la población. Ahora con esos resultados en la mano Alexis Zipra podrá renegociar el “lo tomas o lo dejas” con el que los acreedores patearon la mesa. También podrá adoptar medidas que redistribuyan y escalen los costos de la crisis de un modo que los sectores más vulnerables no sean los que se traguen todo el purgante. 

Es difícil valorar, desde tan lejos, si en estos primeros meses de gobierno Alexis Tsipra ha manejado la crisis con responsabilidad. Muchos, probablemente con más informaciones y conocimientos, afirman desde acá que no. Detrás de esa opinión mayoritaria, apoyando la línea dura de Merkel, pareciera proyectarse una identificación entre Chávez y Tsipra, por lo que el rechazo al primero se traslada automáticamente al segundo. 

La posición tiene un punto interesante: el rechazo, casi emocional, al populismo. Pero tiene la preocupante derivación de reponer ideológicamente la vieja divisoria entre izquierda y derecha, que en la vida real Zyriza no está encarnando. Bastaría citar que el acuerdo del Congreso griego, después del triunfo del domingo, fue firmado por todos los partidos menos por los neonazis y los comunistas. 

Los antiguos griegos nos enseñaron a perder el miedo a formular preguntas y dieron muchos aportes a la civilización occidental, además del aceite de oliva. Estos de ahora, me suscitan una duda, ¿Estaremos nosotros siendo víctimas de un alejamiento de posiciones progresistas y avanzadas sólo porque las consideramos temas de los cuales el chavismo se ha apropiado? 

lunes, 6 de julio de 2015

Inmediatez de lo Uno


Nelson Acosta Espinoza

Simples, esquemáticas y peligrosas parecieran ser las características resaltantes de las narrativas políticas estructuradas en términos dicotómicos.  El célebre Decreto de Guerra a Muerte del  15 de Junio de 1813, por ejemplo, escindía el país en dos bandos irreconciliables: españoles y patriotas. Al  primer grupo se le prometía la muerte “aún siendo indiferentes”, al  segundo, “contad con la vida, aun siendo culpables”.  La polaridad civilización y barbarie, igualmente, podría conceptualizarse como muestra de una narrativa organizada bajo los auspicios de esta lógica. Bajo su dictado, los problemas que confrontaba la nación, fueron percibidos como reflejo de la tensión existente entre tendencias hacia la integración y disgregación social. En consecuencia, el acto de gobernar fue concebido como una escogencia entre civilización y barbarie. Desde luego, el primer polo correspondía a los sectores gobernantes y, el segundo, a las masas populares. En fin, sobre esta estructura discursiva han descansado los diversos autoritarismos que caracterizaron la casi totalidad de nuestra vida republicana.

Otros totalitarismos, los  de tono fascista, estalinista, nazista, franquista y de sesgo bonapartista organizaron, igualmente, sus relatos políticos en torno a esta disyunción que divide el mundo entre buenos y malos. Esta operación narrativa  permitió, por un lado, adjudicar una cierta supremacía moral al grupo que detentaba el poder y, por el otro,   facilitó la definición del oponente como enemigo y, en consecuencia, propiciar su destrucción moral o su exterminio físico.

La narrativa democrática, a contrapelo de la autoritaria, ha de construirse a partir del reconocimiento de la existencia de diferencias. En este sentido, lejos de simplificar,   este discurso debería   diversificar y hacer más complejo el ámbito de lo político.  En otras palabras ha de promover, no cancelar, el pluralismo como expresión política.

El escenario electoral parece estar copados por estas dos lógicas narrativas. El oficialismo intenta  escindir el campo político entre socialismo o capitalismo, poder popular o gobierno de élite, patriotas o imperialistas. Lo abstracto de esta propuesta  permite escamotear, por un lado,  la singularidad de los problemas que afectan a los venezolanos y, por el otro, reforzar la relación vertical que en estos últimos años el líder-presidente ha  establecido con las masas.

La oposición, por el contrario, debería intentar reivindicar el ejercicio de la política. Para alcanzar este objetivo, sin duda alguna,  ha de  propiciar la pluralidad, el reconocimiento y respeto de las diferencias. Su oferta, en consecuencia,  ha de estar  dirigida a rescatar el arbitraje democrático como formula para la reconstrucción del país. Emocionar a todos los venezolanos para atraerlos hacia su polo electoral.

Estas dos lógicas discursivas compiten por transformar a sus destinatarios en interlocutores. En otros términos,  intentan mutar a los ciudadanos en electores. Pero más allá de estas implicaciones, los votantes enfrentan un viejo dilema: reconvertir lo ya vivido o, en caso contrario, intentar transitar el sendero hacia la edificación de lo no experimentado. Esta última opción seria la que expresaría lo revolucionario. La radicalidad autentica.
 
Recordemos que la democracia tiene sentido porque estimula y permite la organización autónoma de la gente,  previene los excesos y garantiza el derecho a la disidencia. Los autoritarismos, por el contrario, celebran como épica admirable las prácticas clientelares, vale decir, promueven el sacrificio de los derechos políticos a cambios de los favores del poder.

Esperemos que la inmediatez de lo táctico  no apague la posibilidad de futuro que paulatinamente comienza a vislumbrarse ante los venezolanos.














El ‘no’ de Grecia



Vaclav Havel —el opositor a la dictadura y luego primer presidente de la Checoslovaquia poscomunista— ofreció hace veinte años una interesante reflexión sobre las relaciones entre ética y política. Para un responsable político, el gran dilema que se le presenta —señalaba Havel— es la contradicción entre sus convicciones fundamentales y el camino estrecho del realismo político. Este dilema se aproxima a la alternativa weberiana entre guiarse por una ética de la convicción o por una ética de la responsabilidad. Entre seguir la senda marcada por los valores que cada uno defiende o conformarse con lo aparentemente posible. Entre continuar intentando su proyecto ideal o resignarse al mal menor disponible como salida de una situación problemática.
Las negociaciones entre el Gobierno de Grecia y la UE no pueden desvincularse de estas consideraciones de fondo y plantean de nuevo el dilema del escritor y político checo. ¿Qué diría Havel sobre este caso? No podemos saberlo. Pero su reflexión no era especulativa. La aplicó a episodios dolorosos de la historia de su país. Havel rememoraba la decisión del presidente Benes en 1938 plegándose al ultimátum alemán y aceptando la invasión nazi como mal menor para evitar los costes humanos y económicos de una resistencia armada. Havel evocaba también la claudicación del propio Benes en 1948 ante el golpe de Estado comunista de aquel año. Y recordaba finalmente a los dirigentes checoslovacos de 1968 que habían cedido al chantaje de la Unión Soviética. En tales ocasiones se había optado por la ética de la responsabilidad, sacrificando convicciones para evitar costes inmediatos muy graves.
Se preguntaba Havel si estos sacrificios habían valido la pena. Y respondía que el abandono de los principios y la preservación inmediata de daños humanos y materiales habían conllevado probablemente un daño aún mayor: la pérdida de integridad moral y democrática en una sociedad que quedó traumatizada y desmoralizada por las decisiones abandonistas de sus dirigentes. Lo que parecía positivo a corto plazo se había manifestado mucho más negativo en perspectiva histórica. Havel se guardaba de condenar a aquellos dirigentes porque —tras su propia experiencia presidencial— entendía que tuvieron que operar en circunstancias muy complejas y sin todos los datos necesarios. Pero estimaba que las consecuencias de sus actos habían pesado muy negativamente sobre la salud democrática de la sociedad.
La situación actual de Grecia y de sus dirigentes no es la misma que la de Checoslovaquia en aquellos momentos. No es idéntica, pero es comparable. La alternativa del Gobierno griego era seguir plegándose a condiciones muy onerosas impuestas desde el exterior o intentar moderarlas con todos los recursos a su alcance. Las condiciones impuestas no son estrictamente económico-financieras. Son condiciones que nacen de una determinada concepción de la política en la que la legitimidad democrática de las decisiones económicas no cuenta mucho. Syriza y Tsipras interpretaron que debían hacer frente a este planteamiento en el plano político y con un recurso poco discutible: la voluntad popular expresada libremente.
Se podrán formular críticas a la táctica negociadora, al tono y al estilo del Gobierno griego desde que fue elegido para dirigir al país. Como pueden expresarse también críticas argumentadas a la táctica, al estilo y al tono de unos dirigentes europeos que han conducido a Grecia y a toda la UE a la situación actual de estancamiento económico y desasosiego democrático. Pero más allá de todas las críticas, es difícil impugnar la legitimidad de la respuesta que Tsipras y su Gobierno han querido dar a la lógica de una UE cada vez más alejada de la orientación de unos “padres fundadores” resistentes al nazi-fascismo e inspirados por valores de justicia social que la socialdemocracia actual ha sacrificado a menudo en el camino de un pretendido realismo.
El resultado del referéndum griego no resolverá de golpe los problemas pendientes, ni griegos, ni europeos. Pero este nuevo “día del no” no podrá ser ignorado cuando se reemprenda la inevitable negociación. Pienso que así lo habría visto Havel, detectando en este resultado un efecto positivo a medio y largo plazo: la recuperación de una cierta dignidad democrática consustancial al ideal de la Europa unida. Para el pueblo griego, en primer lugar. Y también para otros ciudadanos del viejo continente que no han renunciado a una Europa diferente de la que se está configurando en los últimos años.
¿Se solucionan solo “con dignidad democrática” los prosaicos problemas de la deuda y del déficit? No. Pero es más que dudosa la viabilidad a medio plazo de cualquier resolución política para abordarlos que no cuente con un depósito suficiente de apoyo ciudadano y legitimidad democrática. Esta sería a mi juicio la respuesta de Havel a los “realistas del mal menor”.
Josep M. Vallès es profesor emérito de Ciencia Política (UAB).