domingo, 25 de octubre de 2015

Los anaqueles de los políticos se encuentran vacíos


 Nelson Acosta Espinoza

Colega, finalmente un breve comentario en relación a tus reflexiones sobre el conflicto universitario (a propósito de un escrito de Octavio Acosta). No te vaya a sorprender una cierta radicalidad en estas observaciones. A veces, lo extremo sirve de guía para aguzar los sentidos acertadamente sobre lo que efectivamente sucede.

Soy de los que creen que el modelo de universidad donde tú y yo estudiamos se encuentra agotado. En aquellos tiempos había un equilibrio, frágil desde luego, entre la actividad intelectual, académica y política. A pesar de las radicalidades, el sentido universitario de la convivencia común no se perdía y, lo mas atractivo, alimentaba las confrontaciones en el plano de las ideas. Vivíamos, pues, inmerso en la cultura universitaria.

En la Universidad de Carabobo, tuvimos momentos de este tipo de exaltación universitaria. Me refiero, entre otros, a dos grandes eventos donde el espíritu ecuménico de la institución brillo acertadamente. Me refiero a los actos relacionados con el conferimiento del Doctorado Honoris Causa al líder sudafricano Nelson Mandela. Igualmente, al Simposio Nacional sobre la Reforma del Estado, Nuevos Actores y Discursos Políticos. Reseño estos dos actos (desde luego hubo otras actividades donde brillo la institucionalidad universitaria y carabobeña) porque ellos anunciaban la necesidad de cambio que el país nacional reclamaba y que no fue escuchada por el liderazgo político de la época. Los resultados están a la vista.

En fin, aquel equilibrio entre lo académico y lo político se rompió. Cada vez la política, en pequeño, se fue apoderando de la institución y le imprimió una dinámica autodestructiva. La desviación administrativa socavó los recursos intelectuales de la institución y desmejoró su liderazgo. De forma tal que no encontramos ante esta crisis en el peor escenario. Desde luego, esta situación que confronta la institución está relacionada con la crisis general que se enfrenta la sociedad venezolana. Fin de época. Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Frase gramsciana, de uso común en estos tiempos.
El 6 Diciembre se celebraran elecciones para escoger los representantes a la Asamblea Nacional. Todas las predicciones apuntan a señalar que  los demócratas  superaran en votos y, probablemente, en escaños parlamentarios al oficialismo. Sin embargo, hago notar que "en Venezuela la producción política es muy inferior a lo que necesitamos, en cantidad y en calidad". Es imperativo, entonces,  volver productiva la política y hacer coincidir demandas con  ofertas políticas. De no ser así corremos el peligro de enfrentar otra gran desesperanza y frustración.


En este orden de ideas,  creo que una contribución de la universidad venezolana seria iniciar un debate en torno a estos tópicos. En principio sobre sí misma y, posteriormente, sobre el país que se aspira. Convocar, por ejemplo,  un parlamento universitario, abierto al entorno y, previo, a las elecciones venideras. Un foro para discutir estos temas y la crisis de la educación superior. Un escenario de esta naturaleza podría servir para dotar de una agenda parlamentaria a los futuros diputados y, así, iniciar un debate de carácter nacional que permitiría a nuestras instituciones recuperar la iniciativa y el rol que le es consustancial a su condición de instancia académica.


A pesar de la crisis institucional todavía existen recursos espirituales e intelectuales en nuestras universidades para ponerlos al servicio del país. Los anaqueles de los políticos se encuentran vacíos. Es el momento de hacer el esfuerzo de dotarlos de ideas y proyectos que apuntalen el nuevo renacer de la nación. Estamos a tiempo de ejercitar nuestro sentido de responsabilidad con la patria.




¿Por qué se ataca a Polar?


Durante los últimos meses el desabastecimiento se ha convertido en la preocupación número uno de los venezolanos, superando a la inseguridad. No se debe a que esta última haya mejorado. Simplemente, el crecimiento del desabastecimiento ha sido explosivo, originando que 85% de la población evalúe negativamente esta situación. Este problema ha afectado la popularidad del presidente y del chavismo causando una caída sustancial en la evaluación de gestión del gobierno y en la disposición de voto por el chavismo.
Además del impacto económico del intervencionismo—la inflación más alta del mundo, caída severa del PIB, masiva pérdida de poder adquisitivo, destrucción de capacidad productiva e inversiones y un pico histórico de desabastecimiento y escasez—se trata de analizar el impacto político. El uso de la guerra económica como justificación de la crisis, no tiene credibilidad en un 76% de la población, según arrojan las encuestas de opinión.

Ello hizo al gobierno moverse hacia excusas más tangibles como las acusaciones de contrabando, el paramilitarismo y los inmigrantes ilegales en la frontera. El impacto de esta estrategia en términos de popularidad ha sido nulo. El 95% evalúa mal la acción del gobierno frente al problema. Un 65,4% atribuye la escasez a la falta de acción oficial para abordar la crisis, mientras que 84% considera que las expropiaciones e intervenciones de empresas privadas empeoran todo.
Pero el gobierno parece preso de su caída de popularidad y de los beneficiarios de las distorsiones que se han creado con su modelo. Se niega a adoptar medidas racionales, concentrándose en más control e intervención, reforzando la causa de la crisis. Mientras tanto, se dedica a construir chivos expiatorios para tratar de evadir los costos políticos.
A este último punto perteneces las últimas declaraciones contra Lorenzo Mendoza, presidente de Empresas Polar. No se trata de un ataque personal sino de un ataque corporativo, que es sólo la guinda de múltiples acusaciones sin fundamento contra la empresa y una catajarra de arbitrariedades que se han cometido en su contra, mientras la empresa se empeña en mantenerse activa, tratando de garantizar su contribución al abastecimiento nacional.
Es obvio que la acusación presidencial y su llamado a investigar a Lorenzo Mendoza, por una conversación ilegalmente grabada con el profesor de Harvard Ricardo Hausmann, es sólo una excusa para desviar la atención del problema de fondo: la incapacidad del gobierno para atender la crisis. Lo dicho en la conversación presentada como “prueba” de un complot, no es más que el intercambio de opiniones entre un empresario preocupado por el país y un profesor venezolano de alto nivel internacional, quienes discuten la necesidad de aplicar cambios profundos al modelo económico y de buscar apoyo en organismos internacionales para afrontar la espeluznante situación que se avecina. Proponer soluciones no sólo es un derecho sino también un deber de quienes tiene la formación y las posibilidades de cooperar.
Que el Dr. Hausmann se reúna con amigos de organismos internacionales para debatir posibilidades de financiamiento no significa de ninguna manera hablar “por” el país, pues el FMI nunca lo consideraría así porque sólo atiende solicitudes de gobiernos, como el mismo organismo ha manifestado públicamente. No hay en esa conversación telefónica algún acto ilegal y sólo plantearlo es una acción hostil, innecesaria e inadecuada, en momentos en que el país necesita más bien integración nacional.

Parece que el presidente cree que este ataque a Mendoza y a Empresas Polar, puede tener un impacto positivo en su imagen interna cara a las elecciones, pero el análisis del entorno indica lo contrario. El presidente ataca al representante de una empresa que tiene cerca de 90% de evaluación positiva por el bienestar del país. Además, 75% respalda a Polar cuando indica que hace sus mejores esfuerzos para mantener la producción en Venezuela, pero la escasez de materia prima los asfixia y sus plantas no son suficientes para cubrir los huecos dejados por otras empresas, principalmente aquellas expropiadas por el Estado.
Aparece con claridad lo que busca el presidente atacando a Empresas Polar, en el medio de la campaña parlamentaria a la que asiste navegando en una balsa electoral endeble, en el medio de una tormenta económica. Es una estrategia política. Pero lo que indica la opinión de los venezolanos es que esa acción sólo traería como consecuencia un mayor deterioro económico, la pulverización de la confianza de los inversionistas, la caída de la capacidad productiva, un drama en la distribución y, por cierto, un empeoramiento de la evaluación de gestión del gobierno y el presidente, exactamente lo contrario al objetivo que ellos mismos persiguen.

* Luis Vicente León es economista, presidente de la encuestadora venezolana Datanálisis, y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello y el Instituto de Estudios Superiores de Administración.

Gobierno polarfóbico


 Javier Hernández 
Una vez más la tirante relación entre el gobierno nacional y empresas Polar pasa a ser noticia de primera página en la prensa nacional, a raíz de la divulgación de un audio ilegalmente obtenido, donde se escucha al presidente de ese grupo empresarial Lorenzo Mendoza, conversar con el economista venezolano Ricardo Haussman, sobre la necesidad –desde su punto de vista- de contar con el apoyo del Fondo Monetario Internacional para cubrir el déficit de divisas que vive el país –y que persistirá en los próximos años- que se traduce en una crisis de brutales proporciones tanto en el nivel de actividad económica, como en materia de precios, con un escenario dehiperinflación que no se ha hecho explicita por la estructura de subsidios estatales, pero que se manifiesta con fuerza en las pérdidas económicas de las empresas estatales y en la disminución de la calidad y disponibilidad de los bienes y servicios producidos por esas empresas.
Sobre el audio
No me voy a referir a lo ilegal del espionaje telefónico ó su divulgación en los mazasos. Lo que si debo decir es que lo conversado entre Haussman y Mendoza es una opinión que goza de amplio consenso entre los economistas más influyentes del país: Venezuela no podrá realizar los necesarios ajustes macroeconómicos si no dispone de reservas de divisas suficientes –cuya magnitud solo puede proveerla el FMI- para honrar una previsible fuga de capitales, honrar sus compromisos de deuda externa, tanto financiera como comercial y reanudar la liquidación de divisas a la economía para realizar las importaciones corrientes que exige el mercado nacional. Vale aclarar por cierto, que no comparto esa tesis de la “inevitabilidad” de acudir al FMI aunque si comparto en buena medida, la percepción de la necesidad impostergable de un cambio de rumbo y de la adopción de una serie de medidas económicas mínimas que permitan restaurar los equilibrios mínimos necesarios para retomar una senda de crecimiento con inclusión social.
En cualquier caso, considerar el audio en cuestión como una prueba irrefutable de la diabólica conspiración imperial para derrocar el gobierno es, para decirlo delicadamente, una estupidez estrambótica. La discusión sobre si se acude o no al FMI se produce a viva voz en cuanta reunión virtual o presencial se discuta sobre cómo sacar a Venezuela del foso en el que se encuentra. No es para nada secreto, y que yo sepa, tampoco es delito considerar que con el FMI puede irnos mejor que digamos, con China.
Lo que queda claro, y por tanto preocupa…
Lo que si queda claro y por tanto, resulta preocupante, es que el gobierno, y buena parte de la militancia de izquierda en Venezuela padecen desde hace buen tiempo, de una delicada y complicada condición: la Polarfobia. Es complicado odiar a POLAR y tener que consumir a diario productos de esa empresa porque simplemente, no hay otra posibilidad. Es complicado odiar a POLAR y desear de todo corazón que nuestros seres queridos consigan un empleo en esa empresa, ya que se reconoce que es una de las pocas que paga salarios decentes en el país.
Para los POLARFÓBICOS todo lo que tenga que ver con la familia Mendoza (o cualquier otro apellido de abolengo en el país) es censurable por definición. Por supuesto que hay que entender el origen de esas fortunas y los poderes fácticos que desde siempre han gobernado este país, pero de allí a vivir viendo en POLAR un enemigo de la patria, es demasiado.
Si yo sufriera de POLARFOBIA no habría ningún problema ya que no manejo ningún poder en el país, ni siquiera en mi casa. El problema se presenta cuando quienes dirigen el país, las políticas públicas en materia económica y de alimentación, se enfrascan en una guerra en contra de la principal empresa de alimentos del país, esa que pone sobre la mesa del Venezolano, cualquier cantidad de productos que, de otra manera, tendrían que importarse ¿o es que podemos contar con hallar en los anaqueles, la harina de maíz producida por las empresas propiedad del estado?
¿Es que la división de repuestos automotrices de POLAR dejó de producir cauchos y baterías? ¿O su división de productos de higiene saboteó la producción de pañales y papel higiénico? Quizá la gerencia de materiales de construcción autosaboteó la línea de producción de cemento y cabillas. Si el problema es POLAR ¿Por qué carajos no encontramos nada, incluyendo los productos de las empresas del estado?
¿Desde cuando el gobierno no permite el ajuste del precio de la Harina PAN? ¿Qué busca el gobierno al mantener congelado el precio de un bien tan importante en la dieta del Venezolano en un entorno de inflación acelerada? ¿Por qué la militancia Chavista pisa el peine de personalizar en la figura de Lorenzo Mendoza, todos los males del país? La situación preocupa, y mucho.

Al poder de POLAR y otros monopolios privados, hay que oponer la producción de otras empresas, grandes y pequeñas, nacionales y extranjeras, públicas, cooperativas y privadas. Esa oportunidad se perdió y en el intento el país desperdició un millón de millones de dólares, aunque buena parte de ese dinero permanece a buen resguardo en el patrimonio de muchos quienes han dirigido la cruzada anti empresa privada nacional. Si ese fracaso no ese reconoce y se acepta, no se podrá avanzar por otros caminos hacia ese mismo objetivo y quien pierde, por cierto, no es Lorenzo Mendoza.

domingo, 18 de octubre de 2015

El retorno del Jedi



Miguel A. Megias

Todos, o creo que casi todos, recordamos el personaje de la serie Star Wars, ese extraño sabio que hablaba con frases construidas al revés de como sería lo normal. El Jedi. El sabio. El guardián. Según Wookieepedia, el Jedi “se convirtió en el reverenciado guardián de la paz y la justicia en la galaxia”.

¿Será ese el papel que le tocará jugar a Manuel Rosales? ¿Será que ha regresado de una lejano universo a años luz, después de un largo retiro, de una larga meditación, para poner orden donde impera el desorden, armonía donde reina la discordia y amor donde solo encontramos encono y odio? ¿Será él el mediador que perdone a los corruptos, que deshaga tanto disparate y recupere la cordura y la conciencia después de 16 años de dislates?

Esa y muchas otras preguntas nos atormentan hoy por igual a todos los venezolanos, provengan de donde provengan y tengan las inclinaciones (políticas) que tengan. Alrededor de su retorno se van tejiendo las más peregrinas historias: que si el gobierno lo ha comprado, que si Maduro ha pactado con él, que si este es el momento de influir en los resultados del 6D, que si es el candidato de la transición, que si es un nuevo martir,... ¡Que se yo! Se oyen tantas disparatadas historias, tantos cuentos sin sentido, tantas disquisiciones ilustradas que, a falta de mayor información, no tenemos mas remedio que crear nuestras propias y particulares teorías.

¿Porqué regresó Rosales? ¿Y, sobre todo, porqué ahora? Unas incógnitas que, parafraseando al difunto, no podrán ser contestadas “por ahora...” Visto desde una prudente distancia, lo de Rosales resulta, según el “hombre que camina” (Carlos Andrés Pérez para los jóvenes), como una especie de “autosuicidio”. Regresar a un país donde las condiciones de justicia están totalmente corrompidas, como se ha demostrado hasta la saciedad con el caso López; donde las cárceles son absolutamente nauseabundas; donde ni el más inocente de los ciudadanos tendría un juicio justo, es absolutamente increíble. En especial habida cuenta que ya la fiscal (¿o es la fiscala?) general de la República (¿bananera?¿bolivariana?) ya lo había anunciado con claridad y en alta voz: “¡en lo que toque suelo en Venezuela lo metemos preso!”. Sólo le faltó agregar ¡carajo! para estar un poco más cerca de Juan Vicente Gómez, nuestro bien recordado dictador. O sea: ir directamente al matadero, sabiendo de antemano que los cuchillos están listos para la faena es, repito, absolutamente increíble. O como diría mi amigo Rubén (Núñez), incroyable. En la suposición de que Rosales no es masoquista (al menos en apariencia), tenemos que descartar sin remedio la tesis de que se haya entregado “por gusto”. Bueno, pronto le cogerá el gustico al encierro, sin duda. Lamento decir que él se lo ha buscado. Lo que ignoro son sus razones.

En cuanto a las motivaciones políticas, ¿cuales pueden ser? ¿Competir con López? ¿Competir en el martirio, real o aparente, que significa perder la libertad, verse lejos de todas comodidad, fuera del alcance de familia, amigos, condenado a un encierro que con seguridad será por tiempo indefinido? Si es así, como dijera Luis Herrera “tarde piaste, pajarito”. Competir haciéndose el mártir contra alguien que ya lleva catorce meses preso no será fácil. ¡Ay, pobre López! dicen muchos venezolanos. Pero no serán muchos los que digan “¡Ay, pobre Rosales!”. Mas bien, creo yo, dirán otras cosas que no me atrevo a escribir aquí. Cada quien que interprete mi silencio. Así es que la teoría del arrepentido de última hora, el último de la fila que pretende colearse ahora, pues tampoco es muy creíble. Me cuentan que en esta fiesta no se admiten coleados.

Seguimos escarbando, indagando. ¿Que disparó el gatillo del arrepentimiento o del nacionalismo o de la aventura para que sea ahora, justamente ahora, a dos meses de una elecciones que se presentan como cruciales para el devenir de la nación cuando el señor Rosales haya tomado la decisión de dejar atrás su exilio, dar la cara y echarse encima un encierro indefinido?

Desde luego, conociendo como conocemos las extrañas circunvoluciones cerebrales de nuestros políticos, será muy difícil llegar al fondo del pozo de la verdad. Con el tiempo, tal vez, sabremos si vino a competir con López, si vino a desbancar a Capriles o si, como el Jedi, vino a “convertirse en el reverenciado guardián de la paz y la justicia en la galaxia”.

Lloverá y escampará, CAP dixit.
En Granada, el 18 de octubre de 2015

La República in-civil

ANGEL LOMBARDI

Venezuela, con excepción del período 1945-48 y 1958-98 ha sido y es una República militar. El actual régimen, prefigurado en 1992, con el fallido golpe de estado, y encumbrado al gobierno en las elecciones de 1998, no ha sido otra cosa que un gobierno y un régimen militar, lo demás es fraseología y propaganda para camuflar. No hay “V” República ni mucho menos un socialismo del siglo XXI, simplemente lo que tenemos es un gobierno y un régimen militar, tanto por la orientación militarista como por el hecho de que sus principales actores fueron y son militares, secuestrando en la práctica a la institución armada y poniéndola a su servicio.

La frase que se le atribuye a Bolívar de que Venezuela era un cuartel, cobra dramática vigencia en toda nuestra historia de manera determinante. Habiendo nacido la República Civil, la guerra le dio protagonismo al sector militar, protagonismo que han usufructuado hasta nuestros días. A pesar de ello, la sociedad venezolana nunca ha renunciado al origen y al derecho de tener una República Civil que nace en el Ayuntamiento el 19 de abril de 1810 y en la capilla Santa Rosa de la Universidad de Caracas, el 5 de Julio de 1811. En 1936, López Contreras de manera voluntaria y simbólica se quita el uniforme e intenta ser un presidente civil, igual Medina Angarita, pero sólo en 1945 y a pesar de tener un origen golpista, el gobierno del 45 al 48 puede considerarse fundamentalmente civil y con mucha más razón, después del golpe de estado del 23 de Enero del 58, el gobierno que se inaugura en 1959, la etapa más luminosa de nuestra historia política con nueve presidencias civiles y que se interrumpe en 1998 con la elección de un militar que no supo o no pudo ir más allá de una concepción mesiánica, populista y militarista del gobierno.

En la difícil coyuntura actual en realidad el problema principal a nivel político no es tanto ponerle fin a un gobierno sino la posibilidad de desarrollar un gran acuerdo nacional que permita recuperar a plenitud la Constitución y el ejercicio civil de los poderes públicos y de la política y el gobierno en general.


Nadie sabe realmente, dada la gravedad de la situación que estamos viviendo en el orden económico y social, lo que va a pasar en Venezuela, pero lo peor que pudiera sucedernos es repetir los esquemas golpistas del pasado y que el poder armado siga siendo árbitro y protagonista principal. En este sentido la propia Institución armada, debería estar interesada en rescatarse de la contaminación ideológica y la manipulación política y ponerse al servicio de la Constitución y el Estado de Derecho que ayude a la sociedad venezolana a recuperar a plenitud sus posibilidades democráticas y de progreso y convivencia en Democracia. De eso se trata, reconciliar el país y propiciar un diálogo necesario para recuperar las instituciones en función de los intereses de todos y no en representación de un grupo político con pretensiones hegemónicas. El régimen, tanto en su pre-historia como historia, tiene una fuerte influencia política e ideológica de izquierda, y que se reflejó de manera positiva en el proceso Constituyente que terminó en la actual Constitución. Como igualmente en las orientaciones de algunas políticas de fuerte impronta social, pero con el paso del tiempo, el régimen no logró superar todas las miseria y limitaciones del populismo y el militarismo, bordeando de manera peligrosa conductas y políticas de corte neo-fascista y neo-comunistas. Dicho de manera simple, la Constitución se escribió con la izquierda y el gobierno la usó desde el pragmatismo corrupto que es la principal debilidad de nuestros gobernantes de siempre. Un proyecto y un programa político no pueden quedarse en buenas intenciones sino en prosperidad para la mayoría y oportunidades y libertad para todos.

domingo, 11 de octubre de 2015

Es el gobierno quien ha paralizado a las universidades

Nelson Acosta Espinoza
De nuevo voy a insistir sobre el tema universitario. Creo que les debo una explicación a los amigos lectores sobre esta recurrencia temática. La educación superior es asunto de importancia estratégica para el país. Sobre este aspecto no hay dudas. Sin embargo, a pesar de esta condición el sector de las universidades autónomas ha estado sometido a una política de hostigamiento sistemática por parte del gobierno nacional.  En materia de presupuesto, por ejemplo, el régimen ha asignado el mismo monto a las universidades desde el año 2007. En materia salarial  la situación es extremadamente grave. El aumento, decretado recientemente, es insuficiente y difícilmente alcanza para dar respuestas a las urgencias de la vida cotidiana. La situación estudiantil es incluso más crítica. Una beca para un estudiante universitario es de apenas US$ 10 mensuales, mientras que una residencia estudiantil cuesta cuatro veces esa cantidad. Debemos agregar que debido a las políticas económicas formuladas por el gobierno los egresados universitarios tienes tres opciones: emigrar, subempleo o desempleo.

La conclusión es obvia. Estamos ante una situación de carácter estructural que requiere soluciones que van más allá del ámbito de la educación superior en el país. En este orden de ideas parece indispensable una aclaratoria lingüística. Es el gobierno, no los universitarios quien ha paralizado a las instituciones de educación superior del país. Restaurar la normalidad es, entonces, responsabilidad del oficialismo.  Las palabras cuentan. No lo olvidemos. La universitaria es un síntoma de la crisis generalizada que se ha desatado en la sociedad venezolana. Ojala los actores políticos institucionalizados tengan claridad sobre este tema.

Sobre este punto vale la pena hacer la siguiente reflexión. ¿Por qué el tema de la crisis universitaria no forma parte de la agenda de los grupos opositores? ¿Cómo explicar esta ausencia? Una respuesta inmediata podría ser el  síndrome del “electoralismo” desprovisto de esencia política.

Bien, intentemos explicar esta sentencia. La totalidad de las encuestas advierten que ya no hay dos mitades. 68,5% del electorado adversa al gobierno. Tan solo un 23% de la población aun defiende al chavismo. Dicho de otro modo: “desde que Nicolás Maduro está en el poder el chavismo ha perdido 32 puntos porcentuales de apoyo popular. Y hoy sigue ejerciendo el poder, pero es franca minoría”.

Aquí hay que matizar lo señalado en el párrafo anterior. El electorado, así lo predicen las encuestas, va a votar contra el gobierno. Y esa opción la ejecutara a través de la (s) tarjetas del bloque democrático. No es un voto afirmativo de identidades partidistas. La venidera  elección está adquiriendo un carácter de índole plebiscitario. Los partidos políticos, por ejemplo,  no han asumido temas particulares más allá de inducir el rechazo al actual gobierno.

Me voy a permitir una observación. Estas elecciones parlamentarias no son, en cierto sentido,  nacionales. Son regionales. El CNE ha conformado 87 circunscripciones en todo el país. Los temas vinculantes en cada uno de los distritos electorales son importantes para inducir conductas electorales propicias a los candidatos opositores. En los más importantes del país existen universidades autónomas. Vale decir, este tema tiene un alto contenido político y electoral. A pesar de esta circunstancia, observamos con sorpresa que este tópico  no ha sido asumido por los candidatos del bloque opositor. Existe, a mi manera de ver, una pasmosa indiferencia por este y otros temas de vigencia en las circunscripciones electorales más importantes del país. La conducta de los candidatos es electoral, más no política.

Es una lástima. Sin embargo, seamos optimistas. Todavía están a tiempo de politizar su conducta electoral.




Meses decisivos


Simón García

El país giró definitivamente hacia el cambio. Es una decisión compacta, casi consensual. 
Menos del 20% de la población se atrinchera en una defensa irreal y cada vez más incomprensible del gobierno. Solo los que tienen un buen enchufe gubernamental pueden decir que las colas son sabrosas o ser tan burlones para ofrecer a los golpeados por la escasez y los bajos salarios, piedras como manjar.
Silenciosa y sin demasiados alardes, la pasión por el proceso se ha ido evaporando. No es la primera vez que ocurre un fenómeno de esta naturaleza. Algo similar se produjo cuando el pueblo, conquistado en profundidad por los líderes y las tesis de AD, dejó de ser adeco para hacerse chavista. 
Es una mutación cultural que se expresará en las costumbres, los mapas mentales y en las conductas populares. El primer hábito que se está astillando es el de votar por el proceso. Son millones los venezolanos que, por primera vez en quince años, han decidido o están pensando migrar hacia otra opción. 
Un motor de ese desplazamiento es la comprensión que el proceso llegó a su final y que el chavismo ya es una caricatura de la versión inicial. A esa conclusión se arriba por la desilusión con el equipo de dirigentes que sustituyó a Chávez, por la frustración ante promesas incumplidas y por el descontento que suscita en todos los sectores una crisis que el gobierno está alargando y profundizando.
La fuga de oficialistas es constante y tiene como destino principal a la MUD, aunque el crecimiento de ésta aun se coloca por debajo del tamaño que está tomando el descontento. Esta brecha siempre va a permanecer porque es un remanente de la vacuna ideológica que durante 15 años recibió la población para hacerla impermeable al discurso y a las posiciones de la oposición. 
En anteriores situaciones, cuando se han roto ciclos de hegemonía y dominación política el país ha dado un salto hacia adelante. Así ocurrió en el 36 con la alianza entre el Ministro de la defensa de la dictadura gomecista y las nacientes fuerzas democráticas. Puede decirse algo parecido sobre el mayor ciclo de dominación de AD después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez y la fase de su disolución. Ahora le ha llegado al chavismo el momento de dejar de ser el primer actor en escena y dejar paso, con su despedida, a una nueva época.
Buena parte de quienes sostuvieron al régimen constituyen una reserva democrática y un factor que expresa legítimos intereses de la población que está en el piso de la pirámide de ingresos o tradicionalmente excluida del reparto de renta. Son la fuente de crecimiento más fecundo para quienes piensan en un país que supere el populismo y el estatismo, pero asegurando justicia, derechos y desarrollo de la producción compatible con prosperidad social y desarrollo humano. Ellos son indispensables si se piensa en unir al país y deben ser bienvenidos al gran empeño alternativo de contar con una estrategia para reconstruir la economía sobre nuevas bases y relanzar la democracia.
El tema es cómo formular explícitamente una política para lograr que esos tres millones de venezolanos, detenidos por dudas y temores, voten por los candidatos de la Unidad. Son varios los puntos que debemos abordar, pero entre ellos son claves: afirmar una cultura política avanzada en quienes están votando por la MUD, transformar el descontento en voluntad de cambio a través de los candidatos de la unidad, reducir los efectos del ventajismo de Estado y la aplicación del repertorio de trampillas del CNE  y comenzar a contar el relato sobre el país que viene después que contemos los pollos el 6.


América Latina vota



Temprano en las transiciones, el régimen político que surgía fue llamado “hibrido”, o en el mejor de los casos, “democracia electoral”. Ello para denotar que se votaba bien, con vigencia de derechos políticos, pero que otros componentes del sistema democrático—las garantías constitucionales y la separación de poderes—no mostraban equivalente solidez. Había democracia pero escasa ciudadanía.
Ello se ha exacerbado en el tiempo, con violaciones de derechos y el tema de la perpetuación en la agenda de muchos países. El interrogante es si el sufragio libre, universal y secreto, parte esencial de la ciudadanía, puede seguir ejerciéndose con efectividad ante la regresión de la República, su necesaria contraparte. Este otoño, primavera al sur del ecuador, hay elecciones trascendentes para el futuro de la democracia en la región. Antes que ocurran, sin embargo, podemos inferir la respuesta.
El 25 de octubre es la segunda vuelta presidencial en Guatemala, un caso extraordinario por donde se lo mire. Ante los cargos por corrupción formulados por una comisión internacional, una verdadera revolución cívica obligó al presidente a renunciar y a sentarse frente a un juez un par de horas más tarde. Su día, tan lleno de contrastes, concluyó en la cárcel. El resto de América Latina miraba con envidia.
Todo eso, además, pocos días antes de la elección que determinó que el ballotage será entre Jimmy Morales, un comediante devenido en político, y Sandra Torres, una ex primera dama, quien en 2011 remedió la restricción constitucional a su postulación divorciándose del presidente “para casarse con el pueblo”. La de Morales es una de esas típicas candidaturas anti-sistema, aptas para expresar el descontento pero no tanto para gobernar. La de Torres, a su vez, es la candidatura de alguien que cumple con la letra constitucional violando su espíritu. En ese contexto, no sorprendería que la revolución cívica resulte traicionada.
El mismo día es la elección presidencial en Argentina y por primera vez en doce años no estará el apellido Kirchner en la boleta. Luego de varios intentos de perpetuación ello es una bocanada de aire fresco en sí misma, si es que no hay fraude como en la provincia de Tucumán el pasado agosto. Y por supuesto, siempre y cuando la perpetuación no se lleve a cabo por otros medios.
Ocurre que, luego de doce años, el gobierno más prolongado en la historia argentina deja un Estado capturado y una administración pública colonizada por su propia nomenclatura. Es legítimo preguntarse si dejarán gobernar al opositor Mauricio Macri, de ser este el vencedor. Pero esa es una pregunta mucho más relevante en el caso del mismo candidato oficialista, Daniel Scioli, a quien han rodeado en un claro intento de limitarlo, controlar el Ejecutivo y continuar en el poder detrás de bambalinas. No por nada el candidato a vicepresidente es el abogado de Cristina Kirchner. Nótese que continuidad e impunidad riman.

También se vota en Haití el 25, el país con mayor pobreza en el continente. Bajo la larga sombra del terremoto de 2010, en un sistema donde el uso corrupto de la ayuda internacional se ha hecho moneda corriente, se vota en la inestabilidad, por decir lo menos. El proceso está marcado por la violencia ocurrida en la elección parlamentaria de agosto, crisis y renuncias dentro del Consejo Electoral Provisional y un sistema político tan fragmentado que ofrece más de 50 (sí, cincuenta) candidatos. Tener demasiado para elegir casi nunca lleva a una buena elección, ni en la democracia ni en muchas otras cosas.
Se vota también en elecciones regionales en Colombia y parlamentarias en Venezuela. La primera ocurrirá en el contexto del plan de paz y la polarización y conflictividad que ha generado. En una jugada de alto riesgo político y electoral, tanto el gobierno como la oposición sugieren que estas elecciones son un referéndum del plan de paz. Riesgo porque ello no es necesariamente así, según estudios que muestran que la sociedad separa ambos procesos, y porque según la ONG Misión de Observación Electoral el mayor problema a enfrentar es el de la corrupción y el fraude electoral.
Venezuela vota el 6 de diciembre, si es que vota. Ello por la arbitrariedad del régimen, las regiones en Estado de Excepción, las candidaturas inhabilitadas y los líderes opositores encarcelados. Agréguese que no habrá observación electoral confiable y se puede inferir que el principio del voto universal, libre y secreto no será respetado. La importancia de Venezuela, es decir, la necesidad de recuperar su democracia y el efecto de demostración en el resto de la región difícilmente pueda exagerarse. Son cinco elecciones que definirán el futuro democrático de América Latina.
“El conteo de los votos es la última ceremonia de un largo proceso”, decía Gramsci. Él se refería a los temas clásicos de su neo marxismo: la reproducción del bloque en el poder y la construcción de hegemonía, procesos que se canalizan a través de la competencia electoral, entre otros. La noción, sin embargo, también sirve para la democracia liberal, donde contar los votos es la última ceremonia de un largo proceso previo. Es el de construir ciudadanía, expandir derechos, crear la institucionalidad republicana, otorgar libertades y garantías constitucionales, separar los poderes del Estado y garantizar el debido proceso.
Ese proceso previo es siempre largo, indeterminado y contradictorio, pero hoy está truncado en la región, en regresión. América Latina vota, pero lo hace cada vez peor. No puede haber derechos políticos plenos en ausencia de las otras dimensiones de la ciudadanía.

domingo, 4 de octubre de 2015

Coffee&Politics: encuentro con el candidato Marco Bozo

El candidato expositor, Marco Bozo, con el Secretario del OVA, durante el evento.

El lunes 28 de septiembre tuvo lugar un encuentro (Coffee&Politics), patrocinado por el Observatorio Venezolano de las Autonomías (OVA), con Marco Bozo, candidato de la MUD para el Circuito 5 de Carabobo.

Coffee& Politics es una actividad informal que viene desarrollando OVA desde hace dos años. Somos corresponsales, por así decirlo, de una homologa que se lleva a cabo en España y algunas ciudades de este continente (Barcelona, Bilbao, Cuenca, Buenos Aires, Córdoba, Asunción). Me refiero a Beers&politics.

Hemos organizado en esta ciudad unas seis reuniones de esta naturaleza. Su atmósfera es informal y se espera mantener una amena conversación alrededor de una taza de café.

En la gráfica, algunos de los asistentes al evento Coffee&Politics

En esta ocasión hemos invitado al amigo Marco Bozo, candidato a la Asamblea Nacional por el distrito 5. Este Coffee&Politics lo organizamos en la sede de la AEEC día lunes 28 de este mes. El tema general fue la situación política en el país y las elecciones legislativas 2015.


Un tema recurrente en las intervenciones fue el de la situación que viven las instituciones de educación superior en el país. Se señaló la necesidad de incorporar a otros sectores en esta lucha y dotarla de un significado político. El amigo Marco Bozo relató, en forma amena e inteligente, la estrategia de su campana y respondió el conjunto de preguntas formuladas por los asistentes a esta actividad. 
Asistentes al Coffee&Politics. A la izquierda, el ponente Marco Bozo

¿Es política la lucha de los universitarios?


 
Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigo lector, de nuevo esta semana voy a incursionar en el tema universitario. En esta ocasión voy a asumir este tópico desde una perspectiva general y con énfasis en su dimensión política. Definitivamente, es en este ámbito donde se deben buscar respuestas a este conflicto en ciernes.

En fin, formulemos  la pregunta: ¿es de naturaleza política esta lucha?  Y, si lo es ¿cuál sería la aproximación apropiada para librar esta batalla? Deliberadamente he estado usando palabras de connotación bélica. El propósito es despojar al conflicto de un exclusivo sentido reivindicativo. De plantearse únicamente en esos términos, la posibilidad de salir victoriosos sería  muy limitada.

La situación que confrontan los profesores universitarios no es exclusiva de este gremio. Si volcamos la mirada al ámbito donde despliegan sus actividades encontraríamos que es de carácter sistémico el escenario que enfrentan. Por un lado, deberían  enlazar las luchas por sus aumentos salariales con la de mejores condiciones académicas de trabajo. La universidad confronta una situación lamentable. Carece de presupuesto para desempeñar sus labores con los niveles de calidad y exigencia que requiere su condición de institución académica. De persistir esta situación y, sin ánimos de exagerar,  estaría en peligro su condición de establecimiento de educación superior. En el otro extremo, se encuentran los estudiantes y futuros egresados. En las actuales circunstancias políticas y económicas esta masa de jóvenes tiene comprometido su futuro. Las tasas de desempleo y subempleo  en este sector son altas. Para muchos, la única salida viable es emigrar en busca de mejores oportunidades de vida. Es imprescindible, entonces, enlazar todas estas luchas y orientarlas políticamente. El adversario común a todas ellas es la política  que representa Nicolás Maduro.

Ahora bien, ¿cómo llegamos a esta situación? Desde luego, la respuesta a esta pregunta es compleja e implica múltiples variables. No tengo espacio para enumerarla. Sin embargo, hay una que resalta sobre la totalidad de ellas. El gobierno ha  instaurado e implementado una política diseñada explícitamente para dañar el sistema autonómico de educación superior del país. Ha creado, en este y otros ámbitos, instituciones paralelas con el propósito, en un futuro cercano, remplazarlas por otras más acordes con la gestión socialista de la revolución bolivariana. Universidades bolivarianas, comunas, sindicatos paralelos,  entre otras iniciativas, forman parte de esta política de destrucción de la “vieja” institucionalidad democrática. Debemos agregar, una política económica que estimula el desempleo en general, en especial, en los sectores juveniles.

Aquí la MUD tiene un tema ideal. Lo educativo impacta en amplios sectores del país. Recordemos que históricamente las clases medias de la población y, en especial el movimiento estudiantil, han sido factores movilizadores de la opinión pública y gestores de cambio social. Inexplicablemente esta organización política no se ha puesto a la cabeza de este movimiento por una educación superior de calidad. Un cierto “virus” electoralista distorsiona la comprensión de la potencialidad política de esta disputa. Tengo la impresión que no se ha percibido a cabalidad el potencial dinamizador de la inevitable confrontación  que se avizora en el futuro inmediato. Es necesario politizar, en el buen sentido de la palabra, esta protesta salarial y conectarlas con otras reivindicaciones presentes en la diversidad de las espontaneas confrontaciones que se suceden diariamente en el país.


Por estas circunstancias es que enfatizo el carácter sistémico y político del conflicto universitario. Habría que diseñar, entonces,  una estrategia que permita que la lucha salarial connote otras batallas del mismo tenor y orientarlas hacia el “enemigo” que es común a todas ellas: el gobierno bolivariano.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “El Quiebre” en las elecciones del 6-D?;





Edgard Gutierrez
 
Olvidemos por un momento el debate sobre las oportunidades de la Oposición de ganar las elecciones parlamentarias del 6-D o si será víctima de un gigantesco fraude perpetrado por el oficialismo. Ése es un análisis que sólo podremos hacer después y ya nos tomaremos el tiempo necesario para eso.

En este momento lo que vemos es un panorama más amplio, estructural, que nos muestra algunos de los síntomas más claros y patentes del malestar generalizado de toda una sociedad, si nos guiamos por el más reciente sondeo del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, del profesor Félix Seijas, fechado el 16 de agosto.
Eso que antes parecía el acelerado deterioro de un régimen político hoy va más allá: en Venezuela se produjo un quiebre. ¿Y qué significa eso? Pues que hubo una ruptura de la sociedad (o de una buena parte de ella) con un orden político establecido.

La inmensa mayoría ya rompió con una forma de ejercer el poder. Hay que decirle adiós a la famosa polarización del 50-50: en Venezuela al parecer ya cuajó un cambio radical en las opiniones que, tarde o temprano, tendrá consecuencias políticas. ¿Y cómo se manifiesta este quiebre? Veámoslo en cinco de sus manifestaciones:

1. Ya no hay dos mitades: el chavismo disminuye su tamaño cada vez más. Durante mucho tiempo, un discurso timorato no asumía algo que venía gestándose como una realidad: los factores que adversan al gobierno son una mayoría social y política desde comienzos del 2014. Lo único que ha sucedio es que aumentó considerablemente su dimensión. Es por eso que lo que hoy podemos denominar el “bloque opositor” constituye el 68,5% del electorado, relegando a un 23% a aquellos que todavía defienden al chavismo. Dicho de otro modo: desde que Nicolás Maduro está en el poder el chavismo ha perdido 32 puntos porcentuales de apoyo popular. Y hoy sigue ejerciendo el poder, pero es franca minoría.

2. La gente siente que nos dirigimos a un precipicio (incluso el chavismo). Esta afirmación es resultado de un consenso sumamente amplio: por donde vamos nos llevan a un barranco. El 87% de la población considera que la dirección del país es equivocada. Y no podría ser de otro modo ante tal nivel de crisis social y económica, generada por un modelo que pretende controlar nuestro modo de vida. Y esta cifra no sería viable si una parte importante del chavismo no opinara de la misma forma. Es decir: de los venezolanos que aún se consideran “fieles al proceso”, el 55% también cree que el rumbo que lleva la Nación es equivocado.

3. La confianza fue pulverizada. Nadie puede confiar en el conductor de un autobús que se dirige hacia un barranco. En este momento, al ser interrogados sobre si considera que Nicolás Maduro pueda resolver los problemas que actualmente confronta el país, el 65% de los venezolanos afirma que no tiene ninguna confianza (la peor categoría de las posibles respuestas). Tal magnitud de rechazo sólo es otro reflejo de la amplia percepción de que Maduro es el responsable de los principales problemas de Venezuela. Y en política, cuando se pierde la confianza, ya no hay nada que hacer.

4. La inmensa mayoría afirma que no estamos en democracia. Algunos encuestadores deberían tomar nota sobre esa convención de que en el escenario político de Venezuela todo es transaccional y que hablar de libertad y democracia “no gana votos”. Ese análisis economicista en ocasiones peca por unidimensional y en algunos casos sólo responde a una agenda política. Los números demuestran que la gente en Venezuela aprecia la democracia y le gusta que sus gobernantes se muestren democráticos. A la par del desmadre económico que sufrimos, “El Quiebre” también se nutre de una amplia fuente política: la violación de derechos humanos, la existencia de presos políticos, el ahogo a la libre expresión y la represión. Después de los sucesos a comienzos de 2014, un 55% consideraba que este gobierno no era democrático. Para el estudio de agosto la cifra ya alcanza el 68%. Vamos a decirlo de un modo más pedagógico: 7 de cada 10 venezolanos piensan que esto no es una democracia.

5. Hay un dramático cambio en las preferencias electorales. Cuatro síntomas como los presentados anteriormente deben traducirse en consecuencias lógicas: un amplio rechazo y un severo castigo en la intención de voto. Cuando se le pregunta a los venezolanos sobre su intención de voto para las próximas elecciones parlamentarias, apenas un 19% se pronuncia a favor de los candidatos del chavismo, mientras que por los candidatos de la oposición lo hace un 58%. Sí, leyó bien: la diferencia es de 39 puntos porcentuales. ¿Puede haber una mayor evidencia sociopolítica de que sí ha ocurrido un quiebre?

En Venezuela hay un proceso electoral a la vuelta de la esquina donde este quiebre se podría manifestar de manera clara. Y si esas elecciones no llegaran a darse como debieran, tendremos otra razón para que esa fractura se profundice y las consecuencias políticas se materialicen, más temprano que tarde. Pero la interrogante final seguirá siendo la misma: ¿quién organiza y conduce todo este malestar?