lunes, 26 de noviembre de 2018

MANIFIESTO VENEZUELA LIBRE


Somos el Congreso Venezuela Libre. El encuentro de una gran cantidad de sectores sociales y políticos, de las fuerzas democráticas de todo el país, convocados por el Frente Amplio para intercambiar propuestas y coordinar acciones. Representamos una nueva forma de organización del país democrático. Resueltamente decididos a construir una instancia de encuentro social y político a través de la cual pondremos en marcha el cambio político definitivo en nuestro país. El país nos demanda construir una Unidad Superior, y no descansaremos en este esfuerzo.

Nuestros objetivos son transparentes y democráticos: accionar todas nuestras decisiones desde el consenso que resulta del debate eficaz y oportuno, organizar las fuerzas democráticas que componen a la sociedad venezolana, plantear las líneas estratégicas de la lucha por el cambio definitivo en la política nacional y, sobre la base de estas orientaciones, ser la voz que cuente la historia verdadera del proceso que estamos llevando adelante.

Así, a partir de las propuestas e ideas esenciales del Congreso Nacional Venezuela Libre, resultado de los exitosos Congresos Regionales, hacemos de conocimiento público el siguiente Manifiesto:

I. Este Congreso marca el inicio de una etapa de reunificación de todas las fuerzas democráticas dispuestas a enfrentar a la dictadura para superar la crisis humanitaria que azota a los venezolanos, permitir que todos vivamos en condiciones dignas del ser humano, conquistar la libertad y, en lo adelante, evitar que el populismo y el autoritarismo la pongan en riesgo.

II. Definimos el 10 de enero de 2019 como una fecha que representa un hito histórico en esta etapa oscura de la vida nacional. Ese día vence el periodo presidencial vigente. Con ello desaparece por completo cualquier vestigio de legitimidad de un dictador totalitario que por la vía de los hechos ya carecía de ella, razón por la cual, a partir del 10 de enero, ocurriría una usurpación continuada del poder presidencial, pues quien pretende ejercerlo lo haría sin la legitimidad de origen que solo da la voluntad del pueblo.

III. Por ello, nos organizamos desde ahora en instancias tácticas, estratégicas y logísticas para darle cauce al creciente malestar social del pueblo venezolano, víctima de una terrible crisis humanitaria y de un brutal proceso de empobrecimiento generalizado, a través de la protesta pacífica de calle que aumente la presión sobre la dictadura y haga cesar la usurpación.

IV- El Frente Amplio Venezuela Libre se compromete a construir las bases de un Acuerdo Nacional que defina las reglas de una transición ordenada e inmediata y que garantice la plena vigencia de la Constitución de 1999 como instrumento jurídico- constitucional que unifica el sentimiento de la mayoría del pueblo venezolano. En este sentido, reconocemos a la Asamblea Nacional como la única institución con legitimidad democrática y responsabilidad institucional para garantizar y conducir la transición.

V. Junto a las reglas para una transición ordenada e inmediata, el Frente Amplio Venezuela Libre se compromete a presentar un Plan de Políticas Públicas para ser ejecutado en el momento de la reconstrucción nacional. Serán diez las prioridades de este Plan de Gobierno en Consenso:

 1-Atención de la emergencia humanitaria compleja en materia de salud y alimentación, con énfasis en nuestra población más vulnerable.

 2-Cambio del modelo político, económico y social.

 3-Atención inmediata a la crisis económica. Detener la hemorragia causada por la hiperinflación y recuperar el poder adquisitivo de la población.

 4-Recuperación de los servicios públicos para hacerlos eficientes y sostenibles.

 5-Reestructuración de las instituciones y lucha frontal contra la corrupción, que incluya la recuperación de activos provenientes de ella.

 6-Respeto a los derechos laborales, a fin de garantizar el acceso de todos al trabajo, a un salario digno y a la posibilidad de crecer económica y socialmente en progreso y en paz.

 7-Reforma integral del sistema de seguridad ciudadana, que incluya no sólo la reducción drástica de los índices de criminalidad que desangran a nuestro pueblo sino también la recuperación de territorios tomados por grupos irregulares, y respeto de los Derechos humanos de todos por igual.

 8-Compromiso pleno con la educación masiva y de calidad de los venezolanos, para que sin importar lugar de nacimiento o situación social, todos tengamos la posibilidad de desarrollar nuestro potencial como seres humanos.

 9-Compromiso con el restablecimiento de la dignidad de nuestra Fuerza Armada Nacional, con la mejora en las condiciones de vida y de servicio de sus integrantes, todo lo cual pasa por el respeto estricto a su naturaleza y funciones, descritos de manera clara en el artículo 328 de nuestra Constitución Nacional.

 10-Reconciliación nacional y justicia, y desmontaje del lenguaje y prácticas de odio que dividen y explotan a los venezolanos.

VI-El Frente Amplio Venezuela Libre se ofrece como el lugar de encuentro nacional para coordinar la Protesta Social y la Defensa de la Democracia, que tendrán como fin último la transición democrática.

VII. El Frente Amplio Venezuela Libre anima a la comunidad internacional a continuar reconociendo las luchas democráticas del pueblo venezolano, y a intensificar la presión y las acciones que contribuyan con la salida de la dictadura. La dictadura venezolana es una amenaza para todos los pueblos libres del mundo, y en especial de nuestra América.

VIII. El nuestro es un compromiso con la construcción de una estructura organizativa funcional y efectiva, que haga posible reforzar la necesaria organización ciudadana y la acción de nuestros objetivos en cada uno de los rincones del país. Para ello hacemos un llamado al trabajo conjunto con otras organizaciones ciudadanas y populares. La Unidad Superior es nuestro norte.

IX. Convocamos a toda la ciudadanía a defender la Constitución, y de manera especial a los hombres y las mujeres de la Fuerza Armada Nacional a asumir su responsabilidad con el inmediato restablecimiento del orden constitucional. La dictadura es un peligro para todos los venezolanos, tanto civiles como militares. La represión es contra todos por igual y se da en las calles y dentro de los cuarteles también. Necesitamos rescatar el espíritu cívico de unidad del 23 de enero de 1958.

X. Los hijos e hijas de esta tierra llamada Venezuela, hoy le decimos al mundo, a nuestros hermanos de otras latitudes y pueblos, que estamos decididos a ser plenamente libres. Gritamos a todos los vientos que NO habrá dictador alguno que pueda contener la fuerza y la férrea determinación del pueblo de Venezuela en la lucha por su libertad, su soberanía, su felicidad, su prosperidad, y por una sociedad democrática e inclusiva.

Todos somos hijos, hermanos o hermanas, padres o madres, somos el PUEBLO DE VENEZUELA, y podemos encontrarnos en la Constitución vigente. Somos el país con el que soñamos ser y por el cual luchamos: un país de oportunidades, un país de igualdad, de acceso a bienes y servicios públicos, donde se respeten TODOS los derechos de TODOS, incluyendo a quienes disienten de nuestras ideas.

¡Somos Venezuela libre!

domingo, 25 de noviembre de 2018

Teodoro Petkoff: el deber de resistir



ENRIQUE KRAUZE

Aunque la esperaba desde hace meses, me dolió mucho la muerte de Teodoro Petkoff. Fue un gran dirigente de la izquierda democrática venezolana. Sufría una depresión profunda. No salía de su cuarto. Me dicen que apenas hablaba. Su semanario Tal Cual –valiente, provocador, lúcido– había dejado de circular en la versión impresa (no en la digital), pero desde hacía muchos años era el blanco de la represión bajo la forma de acosos violentos y demandas judiciales. En 2015, Teodoro tuvo la osadía de señalar los nexos de Diosdado Cabello con el narcotráfico. El todopoderoso militar, número dos en la jerarquía de aquel régimen, lo demandó penalmente bajo el cargo de “difamación”. Siguieron otros juicios con “agravantes”. Previsiblemente, el Poder Judicial –servil, como todos los otros poderes, excepto la casi exangüe Asamblea Nacional– lo condenó a una cruel prisión domiciliaria que él encaró, como todo en la vida, con estoicismo: “Continúo con mi editorial. Los juicios no me afectan en absoluto”, declaró por entonces. Sentía “el deber de resistir”.

En mi libro El poder y el delirio recogí su testimonio sobre Hugo Chávez. Había llegado a la conclusión de que Chávez bordeaba el fascismo, pero le dolía esa convicción. Le había dado el beneficio de la duda. No comulgaba con el comandante, pero comprendía las raíces de su ascenso. Pensaba que en los regímenes neoliberales de fines de los ochenta habían aplicado “una operación sin anestesia” a la sociedad venezolana, y le parecía natural que esta hubiese reaccionado. Todavía en 2002, durante el frustrado golpe de Estado que por unas horas mantuvo al país en vilo, Teodoro había visto marchar a una viejita con una pancarta que decía “Devuélvanme a mi loco”. Repetía esa anécdota para recordar la llama de esperanza que Chávez había prendido en vastos sectores del pueblo. Pero cuando lo conocí en 2008 su veredicto sobre el chavismo era irreversiblemente negativo.

En su testimonio sobre Chávez advertí una gravedad inusitada, un peso de la historia. Y es que Petkoff no provenía solo de la Revolución cubana sino de la original, la Revolución rusa. Los Petkoff (Luben, Teodoro y un tercer hermano que murió joven) eran hijos de una familia de comunistas europeos, el padre búlgaro, la madre judía polaca, que habían llegado a Venezuela en los años veinte y plantaron en sus hijos el espíritu revolucionario. Ese era su linaje. Por eso a Teodoro le indignaba tan profundamente que un líder que se ostentaba de izquierda hubiese terminado por adoptar la política intolerante y autoritaria, la prédica polarizadora, la mentira sistemática y el odio ideológico de los enemigos históricos del socialismo: los nazi-fascistas.

A fines de 2009 lo invité a presentar aquel libro en la Feria de Guadalajara. Pasamos todo el día juntos. Por la mañana, mientras recorríamos los murales de Orozco en el Hospicio Cabañas, me contó tramos de su vida. Había sido junto con Luben uno de los primeros guerrilleros entrenados en Cuba que desembarcaron en las playas venezolanas para replicar la revolución en América Latina, pero no tardó en tomar conciencia de que la vía armada al socialismo desembocaba, por necesidad, por fatalidad, en la dictadura. El apoyo inmediato de Castro a la invasión de los tanques rusos a Checoslovaquia en agosto de 1968 lo apartó para siempre de Fidel, quien no tardó en condenar públicamente a Teodoro argumentando, si mal no recuerdo, su tibieza, su falta de fe, su traición.

A principio de los setenta Petkoff comenzó a valorar al expresidente Rómulo Betancourt, cuyo tránsito del socialismo revolucionario a una versión democrática y liberal de los mismos ideales coincidía con el suyo. También Betancourt se había formado en el marxismo, pero su oposición al dictador Juan Vicente Gómez lo había llevado a Chile y Costa Rica, dos países donde aprendió que la democracia y la libertad son valores convergentes e irrenunciables para la vida civilizada. Petkoff creyó siempre que ambos deberían ser consustanciales a la búsqueda de un orden social distinto, incluso socialista. Sobre este tema escribió varios libros. Y bajo esta convicción, fundó MAS, Movimiento al Socialismo, que, si bien no triunfó en las sucesivas contiendas por la presidencia, demostró la viabilidad de la opción democrática para la izquierda. Una opción que Chávez usó para acabar con la economía de su país y con la democracia.

En el hotel de Guadalajara encontramos a Gabriel García Márquez, que nos invitó a cenar. Se querían mucho. Petkoff no podía olvidar que a principio de los años setenta “Gabo” le había donado el dinero del Premio Rómulo Gallegos para ayudar a MAS. García Márquez ordenó champaña para brindar con su viejo amigo. De pronto, Teodoro le pidió un vehemente favor: “Gabo, consígueme una cita con Fidel. Quiero ver a Fidel. Por favor, Gabo”. Quería verlo –me dijo después– para reclamarle la indiferencia con su hermano Luben que, víctima de una enfermedad terminal años atrás, había viajado a Cuba para despedirse del líder histórico a quien había servido por décadas. Fidel nunca lo visitó. García Márquez no prometió nada. Hizo elogios de Fidel. Aseguró que los rumores sobre su mermada salud eran falsos. El rostro de Teodoro, siempre melancólico a pesar de su fácil sonrisa, se ensombreció. Nunca podría volver a ver de frente al hombre que en tantos sentidos había marcado su vida.

Llegará el día en que la izquierda latinoamericana renuncie al culto fascista de la personalidad y adopte los valores de la democracia en libertad. Entonces apreciará la dimensión histórica y moral de Teodoro Petkoff.


El populismo es sexy.


Matthijs Rooduijn*
El populismo es sexy. Particularmente desde 2016 -el año del referéndum Brexit y la elección de Donald Trump -parece que el interés de los periodistas sobre el tema no cesa. En 1998, The Guardian publicó unos 300 artículos que incluían los términos "populismo" o "populista". En 2015, estos términos se usaron en aproximadamente 1,000 artículos, y un año después, este número se había duplicado a casi 2,000.

La creciente popularidad del término no es casualidad. Los partidos populistas han triplicado su voto en Europa en los últimos 20 años. Están en el gobierno en 11 países europeos. Más de una cuarta parte de los europeos votaron populista en sus últimas elecciones.

¿Por qué? No hay respuesta fácil para esta pregunta. Estudios académicos recientes han demostrado que en todo el mundo occidental las actitudes populistas están muy difundidas. Muchos ciudadanos opinan que una élite corrupta ha traicionado, descuidado o explotado a personas corrientes y virtuosas. Aunque los ciudadanos con fuertes actitudes populistas no necesariamente votan por un partido populista (de hecho, muchos de ellos no lo hacen), existen varias circunstancias que aumentan la probabilidad de que lo hagan.

En primer lugar, cuando una sociedad es más individualizada y los votantes son más independientes y emancipados, la volatilidad electoral tiende a ser mayor. Tales circunstancias aumentarán la probabilidad de que las actitudes populistas se traduzcan en votos populistas reales. Después de todo, sin un cierto grado de desapego de los partidos tradicionales tradicionales, es poco probable que los votantes se aparten de ellos y se dirijan a los populistas.

En segundo lugar, hay un caldo de cultivo fértil para los populistas cuando los principales partidos de izquierda y derecha convergen ideológicamente. Si este es el caso, muchos votantes serán susceptibles al mensaje de que los principales partidos políticos son todos iguales. Un buen ejemplo es cómo en Francia el Frente Nacional (ahora Rally Nacional) fusionó los nombres de UMP de centro-derecha y PS de centro-izquierda en "UMPS" en su campaña, el equivalente político de Tweedledum y Tweedledee. Además, cuando los partidos principales convergen, dejan en barbecho mucho espacio ideológico y, por lo tanto, tienden a no responder a las preocupaciones de los ciudadanos más radicales.

En tercer lugar, las crisis pueden hacer más probable la activación de actitudes populistas. Una crisis financiera, por ejemplo, hace que las partes principales sean altamente vulnerables a la crítica de que "la élite establecida" ha arruinado las cosas. La crisis de refugiados en Europa proporcionó a los partidos populistas municiones para el argumento de que las elites gobernantes habían abierto las fronteras y no podían hacer frente a la afluencia de inmigrantes.

En cuarto lugar, la corrupción generalizada juega directamente en manos populistas. Si resulta que los partidos políticos son altamente corruptos, el reclamo populista de que las personas son explotadas por una elite condescendiente que mira hacia adentro encontrará un amplio apoyo público. Esto es exactamente lo que sucedió en Italia a principios de la década de 1990, por ejemplo. Como resultado de una investigación judicial a nivel nacional sobre sobornos, nepotismo y otras formas de corrupción, todo el sistema de partidos se volcó. Esto despejó el camino para el surgimiento de populistas como Silvio Berlusconi y la Liga.

Sin embargo, un terreno fértil para el populismo no es suficiente para que el populismo prospere. También debería haber un retador populista creíble que ofrezca una alternativa atractiva a los partidos existentes. Para ser percibido como una alternativa atractiva, un partido desafiador necesita expresar un mensaje que atraiga a un gran número de votantes descontentos. Además, lo que también ayuda es un líder seductor y, especialmente a largo plazo, una organización de partidos que funciona bien.

El cambiante entorno de los medios también desempeña un papel. Debido a la disminución de las tasas de suscripción, los medios tradicionales se centran cada vez más en los temas que esperan vender bien, como escándalos y conflictos, lo que alimenta la sensación de crisis que los populistas pueden aprovechar.

Por supuesto, los contextos sociopolíticos varían según la geografía, y también el populismo. En el norte de Europa, los populistas exitosos son principalmente populistas radicales de derecha. Partidos como el Partido del Pueblo Danés, los finlandeses y los demócratas de Suecia combinan una perspectiva nacionalista xenófoba con un mensaje populista. 

El populismo de izquierda está mucho menos extendido en esta parte de Europa, posiblemente porque las economías fuertes y los generosos sistemas de bienestar de los países nórdicos hacen que un mensaje populista radical de izquierda sea menos apremiante.

El sur de Europa se ve diferente. En países como España, Italia y Grecia, el populismo no es exclusivamente un fenómeno radical de derecha. Esto podría deberse al hecho de que la crisis financiera afectó a estos países más que a la mayoría. Por lo tanto, forman el escenario perfecto para un mensaje populista de izquierda. Partidos como Podemos en España y Syriza en Grecia combinan su populismo con una ideología principal radical de izquierda. En Italia, el Movimiento Five Star combina el populismo con una diversidad de posturas ideológicas.

Europa occidental difiere del sur de Europa en que los populistas radicales de izquierda tienen menos éxito. Esto se debe probablemente al hecho de que los países de esta parte de Europa tienen economías mucho más fuertes que sus vecinos del sur de Europa. La excepción que confirma la regla es Irlanda. Este país no tuvo un buen desempeño económico y alberga un partido populista de izquierda radical relativamente exitoso: el Sinn Féin.

Los paisajes en los países de Europa central y oriental se ven muy diferentes. Aquí, el populismo generalmente no se movía en los márgenes del espectro político, sino en el centro. Partidos como Fidesz en Hungría y Ley y justicia en Polonia comenzaron su vida política como partidos principales. Sólo más tarde también abrazaron el populismo y, más tarde, el nativismo. Probablemente, debido a que no tienen herencias radicales, lo que potencialmente podría frustrar sus imágenes "respetables", se las han arreglado para convertirse en los principales partidos en sus respectivos países.

A pesar de todas estas diferencias geográficas, en toda Europa el caldo de cultivo para el populismo se ha vuelto cada vez más fértil. Y los partidos populistas son cada vez más capaces de cosechar las recompensas.

*Sociólogo político de la Universidad de Amsterdam. The Guardian  20 Nov 2018 

lunes, 19 de noviembre de 2018

El auge de las democracias iliberales


Aimé Nogal M

En 2017, según el estudio especializado del estado de la Libertad en el Mundo, publicado por Freedom House, la democracia liberal enfrentó “la crisis más severa en décadas”. Mientras en 71 países se registraba el deterioro de las libertades, apenas 35 recuperaban derechos.

Sobre este fenómeno escribió Fareed Zakaria, en 1997. Él lo describió como “el ascenso de la democracia iliberal”. En su ensayo reflexionaba acerca de las consecuencias que supone la elección de un líder abiertamente autoritario, fascista, racista o separatista, en elecciones limpias, transparentes y competitivas.

Es común que, en la diatriba política, se confunda el concepto de liberalismo constitucional con el de democracia. El primero se organiza en función de la separación de poderes, el respeto a la libertad de expresión y el imperio liberal. Mientras que, la segunda definición, está desarrollada sobre la base del constructo griego de sistema político en el que los ciudadanos ejercen directamente funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. El liberalismo constitucional coincide con el liberalismo económico, pero no con la instauración de la democracia como sistema político por excelencia en occidente dice Philippe Schmitter.

El “florecimiento de la democracia”, esto es la propagación de asambleas y demostraciones plenas de ciudadanos que demandan soluciones inmediatas y cuyos líderes toman decisiones en función de su dependencia a los estados de opinión, se ha convertido en una amenaza de envergadura para el liberalismo constitucional.

Un monstruo que crece vertiginosamente

Zakaria mencionaba en su ensayo, al Perú del fujimorismo, Palestina, Sierra Leona y Eslovaquia, como sistemas políticos en los que reinaba el vivo ejemplo de las democracias iliberales. Veintiún años después es preciso sumar a la lista a varias naciones de la Unión Europea, ¿quién podría predecirlo?

La Hungría de Víctor Orban ha sido acusada por la Unión Europea de romper con los valores europeos. Por su parte, Jaroslaw Kaczynski, líder del Partido Ley y Justicia de Polonia, aspira devolverle la “grandeza y soberanía” a esa nación. El país tiene indicadores de crecimiento económico y programas sociales populares, al mismo tiempo que el partido de gobierno ha maniobrado para ejercer control político sobre el Poder Judicial y modificar la composición ideológica de la administración pública.

Tanto Hungría, como Polonia están gobernados por factores de la ultraderecha. Si bien el dominio sobre lo público o la prevalencia de la iniciativa privada nutren sin duda los debates acerca de hacia dónde debe dirigirse el Estado, pero la implementación de uno de estos modelos no garantiza la salud per se de la democracia liberal.

Rumbo a la ¿democracia instantánea?: ¿menos acuerdos y más violencia?

Los sistemas políticos parecen estar asediados por electores cada vez menos pacientes acerca de la solución de los conflictos que aquejan a las sociedades, mientras que los líderes políticos han cedido su juicio a las expresiones de impaciencia de sus votantes.

Sin embargo, la presión por la gratificación instantánea, implica la solidificación de la democracia iliberal, puesto que implica de suyo, rebanar el estado de Derecho, despachar con ligereza los debates parlamentarios acerca de la conveniencia o no de una política pública, y la resolución de las controversias entre facciones que desean acceder o permanecer en el poder, en el lapso que dura un maratón de una serie de Netflix.

El funcionamiento de los contrapesos en el ejercicio del poder, no van a la velocidad de los electores impacientes. Por ello, la tentación de dinamitar cualquier propuesta que vaya en contra de la “inminencia” del inicio o fin de cualquier proceso político, es un obstáculo alto que deberán sortear quienes aspiran a liderar a la sociedad.


Donald Trump está volviendo locos a los liberales, dice Jonathan Freedland, pero ¿qué tan preocupados deberían estar? Afirma que las normas de la democracia, como la prensa libre y el estado de derecho, ya han sido socavadas por el nuevo presidente. Y, dice, la idea de democracia está perdiendo popularidad entre los jóvenes de todo el mundo.

lunes, 12 de noviembre de 2018

La democracia iliberal venezolana



Nelson Acosta Espinoza
En años recientes ha surgido un concepto que intenta describir una forma novedosa de autoritarismo que se ha hecho presente en diferentes países occidentales. Fareed Zakaria, periodista estadounidense, en un escrito publicado en el año 1997 acuño el termino democracias iliberales. Con este concepto el autor llamaba la atención sobre el hecho de que un conjunto de países que lograron instaurar democracias entre 1974 y 1990 no siempre alcanzaron establecer sistemas de liberalismo constitucional. Se celebraban y ganaban elecciones pero se regían por una lógica poco respetuosa con el Estado de derecho y las libertades individuales.

Esta circunstancia, acuñada por el periodista estadounidense, en la actualidad es una realidad política en un sinnúmero de países. Describe, por ejemplo, regímenes como el de Erdogan en Turquía, la Hungría de Viktor Orban, la Rusia de Putin y Polonia de Jaroslaw Kaczynski, entre otros países. En nuestro predio, la Venezuela socialista es un ejemplo paradigmático de esta separación entre democracia y su contenido liberal.

¿Qué implica la disociación de estas dos dimensiones políticas? En un primer momento envuelve el alejamiento de la variable democrática del constitucionalismo liberal. Y, por otro lado, el intento de subordinar la garantía de los derechos individuales a la voluntad de la mayoría. En otros términos, esta orientación iliberal no obedece a insuficiencias de naturaleza democrática, sino a la falta de respeto por las instituciones independientes y los derechos individuales.

Vamos a detenernos y posar la mirada sobre la coyuntura política en nuestro país. Sostengo que estamos en presencia de una oportunidad histórica para enlazar en forma orgánica la dimensión democrática con la liberal. El propósito de intentar esta articulación es profundizar estas dos dimensiones y construir una democracia verdaderamente liberal.

Iniciemos esta breve reflexión formulando esta interrogante. ¿En algún momento de nuestra historia la dimensión liberal de la democracia ha sido relevante? Creo que la repuesta es negativa. La iliberalidad ha sido la característica básica de nuestra historia política. De hecho, la mayoría de nuestras agrupaciones políticas han asumido un perfil socializante articulado a una cierta orientación de naturaleza populista. 

Una breve revisión de nuestra historia política mostrará como el relato democrático ha sido separado del constitucionalismo liberal; vale decir, instituciones liberales como el Estado de derecho o las garantías de los derechos individuales han tendido a ser subordinados o sacrificados en el altar de la voluntad de las mayorías. Es en este sentido que podríamos calificar nuestro sistema político como una democracia iliberal.

En las líneas que siguen intentaré desarrollar una hipótesis de naturaleza política. Esbozaré, igualmente, lo que a mi juicio podría constituir una oportunidad histórica para refundar nuestra democracia y lograr una articulación fuerte con los principios liberales. Vale decir, intentar generar un relato político que oferte una profundización de la democracia y, al mismo tiempo, se engarce con la defensa de los derechos individuales.

El chavismo-madurismo ha tenido éxito en desgastar la versión populista del discurso democrático. No tan solo han profundizado este desgaste. Aunque parezca contradictorio ha generado espacios discursivos para la articulación de dos relatos, en apariencia, contradictorios: el liberal del Estado de derecho, de la separación de poderes y de la afirmación de la libertad individual y el relato democrático que apunta a la igualdad y la soberanía popular.

Una estrategia opositora inteligente debería intentar conectar a su apuesta política estas dos vertientes. En otras palabras, la tarea a desarrollar ha de ser la construcción de una nueva voluntad democrática con capacidad de establecer nexos connotativos con la vertiente liberal y, a partir de ahí, construir una nueva identidad política a la diversidad de nuestros actores colectivos. Desde luego no es una tarea fácil. Sin embargo, el fracaso del socialismo del siglo XXI ofrece una oportunidad única para intentar dotar de contenido liberal a nuestra cultura democrática.

Para alcanzar este objetivo, seria imprescindible elaborar un relato que tenga una orientación transversal que desborde la división izquierda/derecha y articule armoniosamente las lógicas liberal y democrática. De alcanzar esta meta se estaría en condiciones de construir una nueva voluntad ciudadana, democrática y liberal.

Esta tarea es una exigencia de las actuales circunstancias políticas.



jueves, 1 de noviembre de 2018

LA DESAFECCION POLITICA (Cómo combatirla)


Nelson Acosta Espinoza
Recientemente han aparecido en el ámbito de la reflexión política y social una diversidad de ensayos y libros que posan su atención sobre las distintas situaciones de naturaleza crítica que están padeciendo los regímenes democráticos en distintos países del mundo occidental.

Heterogéneas son las herramientas conceptuales utilizadas para intentar comprender este proceso de deslegitimación a que está siendo sometido el liberalismo democrático.

El relato más frecuente tiende a resaltar y ubicar el origen de la crisis como resultado de las penurias que sufren densos sectores de la población debido al proceso de globalización de sus economías. De hecho, es posible constatar un desmejoramiento de sus condiciones de vida. La movilidad social, al contrario del pasado, es ahora descendente y una intensa precarización define el mundo laboral de la mayoría de la población trabajadora.

Una de las explicaciones más recurrente es aquella que responsabiliza de esta precarización a los déficits que presentan los sistemas políticos, Sostiene, esta postura, que el punto de origen de la actual crisis debería ubicarse en la incapacidad del sistema político para integrar a la población empobrecida y al progresivo abandono de los consensos básicos que se tomaron tras la segunda guerra mundial.

Este desarraigo de naturaleza democrática es posible encontrarlo en diversos países europeos y no europeos. EE.UU con Trump, Rusia con Putin, India con Modi, Turquía con Erdorgan , Brasil con Jair Bolsonaro, entre otros. En fin, esta depreciación de la cultura política democrática ya no es una característica exclusiva de países subdesarrollados, en especial, América Latina. Venezuela, por ejemplo, constituye un ejemplo paradigmático de esta dinámica de empobrecimiento democrático y su sustitución por una cultura política de signo autoritario.

Los estudiosos de estas realidades han caracterizado esta peculiaridad con el término de desafección política. Este término alude, entre otras cosas “al sentimiento subjetivo de impotencia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas que genera un distanciamiento y alienación respecto a éstos, y una falta de interés en la política y los asuntos públicos, pero sin cuestionar el régimen democrático".

En un cierto sentido los resultados de las pasadas elecciones presidenciales en el país ilustran esta condición de desafección política. La mayoría de los votantes no acudieron a las mesas de votación. Y, en términos generales, un sentimiento de apatía y desencanto caracteriza el humor político presente en la generalidad de la población del país.

Ahora bien ¿cómo explicar este sentimiento que anida en los corazones de los votantes? ¿Por qué los electores no se sintieron motivados a participar en esas elecciones presidenciales?

Desde luego estas interrogantes apuntan a un numeroso grupo de variables. Sin embargo, voy a intentar resaltar una de ellas. En el entendimiento que dilucidar su importancia es vital para construir, por un lado, una repuesta apropiada al autoritarismo socialista y, por el otro, generar una nueva narrativa política que entusiasme a los ciudadanos.

En principio, parece apropiado, resaltar que tradicionalmente el proceso político ha sido asumido desde la deliberación, desde el intercambio de razones y la búsqueda de acuerdos o, en su defecto, de compromisos y negociaciones justas. En un cierto sentido, esta aproximación se ha olvidado del “efecto de los afectos” en la construcción de voluntades colectivas. A partir de esta constatación las investigaciones en el campo de la neuropolitica formulan las siguientes interrogantes: ¿no será precisamente la insistencia en las razones como base de la democracia, la sobrevaloración del acuerdo racional, la razón última de esta desafección? ¿No es la concepción desapasionada de la política como un intercambio de razones la causante de este descontento y frustración?

Desde luego, en el marco de este breve escrito no será posible profundizar en las implicaciones de naturaleza práctica que se desprende de esos postulados de la neuropolitica. Sin embargo, me atrevería a señalar que el fracaso electoral del candidato Henri Falcón, entre otras circunstancias, puede ser atribuido a una apuesta racionalista que no se paseo sobre el horizonte emotivo dentro del cual militaban la grandes mayoría del país. Carecía, en otras palabras, del relato apropiado para procesar el estado de ánimo de los votantes.

Recordemos que el relato político es casi lo opuesto a transmitir datos. Se trata, por el contrario, de elaborar una historia que moviliza, seduce, evoca y compromete mediante la activación de los sentidos y las emociones.

La coyuntura actual es apropiada para ensayar iniciativas de esta naturaleza. El relato “oficial” esta devaluado. Lo prueba la presencia de una retorica plagada de repeticiones y estereotipos, en la que se reiteran formulas que se transforman en etiquetas. Han perdido conexión con la realidad mutante de la política. En consecuencia, hay un aumento progresivo de la agresividad y represión de naturaleza policial.

En fin, la oposición democrática debe abandonar las posturas racionalistas y entender que es necesario emocionar para convencer.

Solo así, se podrá combatir el desanimo que se ha apoderado de la voluntad de densos sectores de la población del país.

EL GRAN RETROCESO. UN DEBATE INTERNACIONAL SOBRE EL RETO URGENTE DE RECONDUCIR EL RUMBO DE LA DEMOCRACIA AA.VV.

Joan Subinas Garralda


La relación democracia-populismo-exclusión y sus dimensiones político-filosóficas constituyen un aspecto central del debate internacional propuesto en «El Gran Retroceso». Debate internacional protagonizado por firmas de gran prestigio como Zygmunt Bauman, Slavoc Žižek, Nancy Fraser o Bruno Latour entre otros.

 




En los mass media es frecuente el relato que describe al populismo como una reacción de los sectores castigados por la crisis y por la globalización. Estos sectores denominados como «los perdedores de la globalización» se rebelarían contra el establishment votando opciones populistas por resentimiento, enfado e ira fruto de su proceso de movilidad social descendente y de la precarización de sus condiciones de vida. Frente a este argumento, el presente libro enmarca el debate en los déficits del sistema político, por sus manifiestas incapacidades para integrar a las clases trabajadoras que han sido excluidas, y al progresivo abandono de los con-sensos básicos que se tomaron tras la segunda guerra mundial: el Gran Retroceso. I4

En el debate toma un especial protagonismo la tesis de Karl Polanyi en La gran transformación (1948) sobre los riesgos de la mercantilización, o más recientemente los planteamientos de Richard Rorty sobre los riesgos de la globalización(1), o las palabras de Lord Ralf Dahrendorf advirtiendo que el siglo XXI podría ser «el siglo del autoritarismo»

El Gran Retroceso tiene como principal síntoma el populismo, que comprende un repliegue hacia el estado-nación frente a la globalización, reivindicando la identidad nacional frente a un «otro» extraño y amenazante (las élites, los inmigrantes, los refugiados, etc.) que ponen en peligro esa identidad. El libro contiene una multiplicidad de voces de diferentes nacionalidades y con diferentes opiniones que forman un coro, similar a los coros de la tragedia griega que nos advierten de las dramáticas consecuencias que tendría no tomar medidas para cambiar el rumbo. Según el filósofo español Santiago Alba Rico, este Gran Retroceso nos retro-trae a las lógicas de enfrentamiento y de conflicto de las dos guerras mundiales en el siglo XX.

El autor indio Arjun Appdurai destaca los casos de EE.UU con Trump, de Rusia con Putin, de la India con Modi y de Turquía con Erdogan, reivindicando el fundamental rol del liberalismo social para cambiar estas situaciones. Este último argumento es puesto en cuestión por la politóloga Donattella della Porta y la filósofa Nancy Fraser, habiendo manifestado esta última en otro texto «el final del liberalismo progresista»(3), culpabilizando a la tercera vía o al socioliberalismo de haber dejado huérfanos políticamente a los perdedores de la globalización, hecho que habría sido aprovechado por los políticos populistas. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman reivindica una «cultura del diálogo» para hacer frente a este sombrío panorama, señalando al papa Francisco como el principal exponente de esta cultura. La filósofa española Marina Garcés plantea «un regreso al futuro» a modo de la película de Robert Zemeckis protagonizada por Michael J. Fox, pero en este caso un regreso a «un tiempo en el que sí había futuro». La socióloga israelita Eva Illouz describe los riesgos de la extinción de la ética liberal, tendencia que contextualiza en Israel pero que hace extensiva al resto del mundo. En este sentido Paul Mason plantea construir un relato post-liberal, Cesar Renduelles proyecta un tránsito hacia un postcapitalismo, y en una misma línea Wolfgang Streeck preconiza el fin del capitalismo liberal. David Van Reybrouck alerta sobre las limitaciones de la democracia representativa y en concreto sobre sus herramientas tradicionales: el referéndum y el voto, reivindicando la democracia deliberativa con sus nuevas herramientas: el referéndum múltiple y abierto, y el sorteo. Estas nuevas herramientas están emparentadas con algunas de las iniciativas planteadas por activistas del 15M español que las denominaron como «sorteísmo»(4), una elección al azar de una serie de ciudadanos de distinta procedencia para que debatan sobre asuntos de gran relevancia, como pueden ser los procesos constituyentes, con una serie de procedimientos y reglas garantistas. El producto de este debate de los ciudadanos elegidos al azar debería ser refrendado por todo la ciudadanía. Reybrouck destaca la reciente experiencia irlandesa (5), con su proceso constituyente de 2014, como ejemplo de buena práctica democrática. Frente a la descivilización y las tendencias regresivas en Occidente que describe Oliver Nacjtwey, Pankay Mishra recomienda recuperar a «los maestros de la sospecha» (Nietzche, Freud, etc.) para elaborar un diagnóstico eficaz que ofrezca las soluciones más adecuadas.Es destacable el análisis de Ivan Kastev, recuperando la figura de Ken Jowitt, contemporáneo a Francis Fukuyama, pero a diferencia de este último con su exitoso relato neoconservador de «el final de la historia»(6), las tesis del profesor de la Universidad de Stanford pasaron desapercibidas. Según Jowitt, la caída del Muro trajo como efecto no esperado un seísmo político sobre las fronteras y las identidades que definieron nuestro orden, lo que vendría aparejado a un gran desorden(7) .El filósofo francés Bruno Latour señala la paradoja de como los principales promotores de la globalización, Gran Bretaña en el siglo XIX y Estados Unidos en el siglo XX, son ahora los que han dado mayores pasos para replegarse en sus estados nación, con el Brexit y la victoria de Trump. Frente al Gran Retroceso es fundamental el rol de la izquierda, destacan-do según Renduelles las experiencias del sur de Europa como posible punto de partida. Mientras que el filósofo esloveno Slavoc Žižek, siguiendo su tono provocador e irónico, plantea que lo bueno de la victoria de Trump es que «ha aterrado a los progresistas», reivindicando un nuevo relato que recupere el enfoque internacionalista y global de la izquierda frente al particularismo y al nacionalismo del populismo, manifestándose de forma crítica frente al populismo de izquierdas defendido por Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, y dirigiendo una crítica explícita a su experiencia española (Podemos).


Todo este marco de reflexión me conduce a pensar que es posible y necesario entender que el voto populista, además de estar guiado por emociones (como cualquier voto), también puede estar guiado (siguiendo una teoría de la acción racional) por una estrategia de incidencia que tiene como pretensión revertir determinadas políticas que están acabando con las expectativas de futuro de algunos sectores sociales, en concreto de los perdedores de la globalización. Pero en vez de demonizar el voto populista, quizás sería más apropiado que los partidos, sindicatos y movimientos sociales construyeran un nuevo relato y unas nuevas alternativas que volvieran a conectar con aquellos sectores que se sienten especialmente vulnerados por la actual situación, por estas clases trabajadoras que han abrazado el populismo. Esta labor no es sencilla, ni siquiera puede que sea una labor de «dos días», pero como recuerda Robert Misik, «la izquierda no se constituyó para que tuviera las cosas fáciles, sino para lograr lo imposible».

(1) RICHARD RORTY,
Forjar nuestro país: el pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos del siglo XX
, Paidós Ibérica, 1999.
(2) RALF DAHRENDORF, En busca de un nuevo orden: Una política de libertad para el siglo XXI . Paidós Estado y Sociedad, 2005.
(3) http://www.sinpermiso.info/textos/el-final-del-neoliberalismo-progresista (Revisado el 15/05/2017)
(4)https://www.reddit.com/r/podemos/comments/2fnfal/qu%C3%A9_opinan_sobre_el_sorteismo/ (revisado el 15/05/2017).
(5)http://www.eldiario.es/zonacritica/Democracia-deliberativa-buen-ejemplo-irlandes_6_245735436.html (revisado el 15/05/2017).
(6) FRANCIS FUKUYAMA, El final de la historia y el último hombre, Editorial Planeta, 1992.
(7) KEN JOWITT, Después del leninismo: el nuevo desorden mundial, Cuadernos de la Mancha, 1991.


*Sociólogo en FOESSA
Doctor en Sociología y Antropología