domingo, 29 de marzo de 2015

¿Saldrá victoriosa la oposición venezolana?




Nelson Acosta Espinosa.

Las colas ya forman parte de nuestra cotidianidad. Cada día cientos de personas se ven en la necesidad de hacer filas durante horas, frente a los abastos y supermercados, para poder comprar productos de primera necesidad, como leche en polvo, pañales, detergentes, harina, etc. A la lista de los problemas con los cuales la población debe lidiar diariamente –inseguridad y devaluación- hay que añadir el tema de la adquisición de estos productos básicos.

Parece válido, entonces, preguntarse ¿este escenario de precariedad económica generará actitudes y conductas políticas contrarias al gobierno? En otras palabras, ¿tiene abierto el camino la oposición para un triunfo electoral en las próximas elecciones parlamentarias? Y, de ser así, ¿nos acercamos al fin del socialismo del siglo XXI? Preguntas gruesas que requieren cautela en la formulación de sus respuestas. La mesura es recomendable. No se debe colocar todos los “huevos” políticos en un solo “cesto”, en el caso que nos ocupa, el de la economía. Los triunfalismos y el optimismo electoralista opacan la voluntad del quehacer político y desvían la atención hacia temas de limitado interés táctico.

Por ejemplo, las colas. Es conocido que en los países del llamado socialismo real estas experiencias fueron manejadas como instrumentos de control social. Ilustra lo anterior los casos de la ex Unión Soviética y Cuba, donde el gobierno implementó duros programas de racionamiento a lo largo de prolongados períodos de desabastecimiento.

La población se acostumbra a esta realidad. La acepta como algo que es inevitable. Vuelca su energía a sobrevivir y a la búsqueda de lo escaso. Las ciencias de la conducta ofrecen explicaciones que dan cuenta de esta situación. Por ejemplo, la pirámide de Maslow. De acuerdo a esta teoría, la población tiene que ir cubriendo sus necesidades básicas primero, para luego arropar otras como las de autorrealización,  de participación, de afiliación. En la actualidad, los venezolanos han regresado a lo más básico de la pirámide. Están preocupados por resolver estas carencias de alimentación, seguridad y, posteriormente, podrán volcarse hacia otras necesidades de naturaleza cultural y política.

Por otra parte, los sondeos de opinión pública (Alfredo Keller) ubican la demanda de cambio en un 70% de los encuestados y en un 20% los que desean que la situación continúe tal como se encuentra hoy día (“seguir con lo mismo”). Este estudio revela un aspecto interesante. Ambos, chavismo y oposición pierden simpatías. 77% votará en las elecciones parlamentarias: 36% por la oposición, 24% por el oficialismo y una abstención prevista cercana al 39%; pero si se va a los votantes seguros, la oposición obtendría 42% y el oficialismo 31%. “Aunque la disposición electoral opositora es mayor que el chavismo…el hecho de que 60% de descontento no se traduzca sino en 36% de votación opositora” indica una debilidad en el campo opositor.

No es el deseo de este escribidor militar en el pesimismo electoral. Mi intención es advertir sobre algunos riesgos implícitos en esta lucha. Por ejemplo, es imperativo subordinar las diversas apetencias electorales  a la demanda que proporciona  sentido estratégico a esta contienda: derrotar políticamente al chavismo. Para alcanzar este objetivo sería indispensable, entre otras cosas,  vencer el personalismo y la “adicción” al enfoque táctico que desdibuja este objetivo primordial. Las venideras elecciones no deben ser vistas como una oportunidad para relanzar viejos liderazgos, mantener influencias de índole personal o, lo que es lamentable, sacrificar una visión de país en aras de conservar artificialmente posiciones de prominencia pública.

La mesa está servida. Los venezolanos expresan mayoritariamente un deseo de cambio. Es responsabilidad de la dirección política procesar este anhelo. Sin duda, hoy  día la política es así.


Reaccionar ante la tragedia venezolana


Jorge G. Castañeda

Hasta ahora la crisis venezolana solo surtía efectos dentro del propio país. Salvo algún que otro exabrupto de Hugo Chávez antes de morir, una que otra expropiación de empresas extranjeras sin la adecuada compensación, y una que otra injerencia menor en las contiendas electorales de naciones vecinas, los estragos de 15 años de despilfarro, corrupción, deriva autoritaria y violaciones crecientes de los derechos humanos únicamente habían dañado a... Venezuela. Ya no.
La decisión del presidente Barack Obama de calificar formalmente a Venezuela como una “amenaza para la seguridad nacional” de Estados Unidos escala el enfrentamiento entre el Gobierno de Nicolás Maduro y el imperio. Los motivos de la decisión norteamericana permanecen en el misterio; asimismo, no se comprenden del todo las consecuencias jurídicas de esta “certificación”. Pero no es imposible que parte de la explicación resida en la pasividad latinoamericana frente a los encarcelamientos o desafueros de líderes opositores, la represión de manifestantes estudiantiles y empresariales, la censura a los medios y el derrumbe de la economía venezolana.
Obama quizás busca obligar a definirse a países como Brasil, México, Chile y Colombia, que, sin ser parte del ALBA —es decir, la coalición chavista de la región—, han mantenido un desconcertante silencio ante los atropellos recurrentes de Chávez y Maduro. Sobre todo, la operación norteamericana puede meter una cuña entre Caracas y La Habana, justo cuando al régimen cubano le importa más que nunca acelerar las negociaciones con Washington. Conviene recordarlo: sin Venezuela, Cuba se hunde, a menos que encuentre una tabla de salvación sustituta. La única disponible es la normalización de relaciones con Estados Unidos, en mi opinión imposible a corto plazo, pero, en la opinión de muchos expertos, a la vuelta de la esquina.
Maduro reaccionó de dos maneras a la afrenta de Obama. Primero, pidió poderes especiales a la Asamblea legislativa, expidió nuevas leyes rehabilitantes y movilizó al Ejército y a las milicias en maniobras de guerra como si la invasión estadounidense fuera inminente: el viejo argumento de la agresión externa que justifica la represión interna. Segundo, buscó y consiguió el apoyo de UNASUR, una de las nuevas organizaciones regionales cuyos pronunciamientos son tan frecuentes como inocuos, y solicitó una reunión del Consejo Permanente de la OEA el 18 de marzo —día en que fue elegido el nuevo secretario general— para vituperar la decisión de Obama y obtener respaldo latinoamericano. Más aún, se prepara para transformar la Cumbre de la Américas —a la que normalmente acuden EE UU, Canadá y todos los países de la región, salvo Cuba— en un aquelarre retórico contra el “intervencionismo yanqui” en su país. Solo que esta vez, en principio, a la reunión de Panamá asistirán Obama y Raúl Castro; se darán la mano; se sentarán en la misma mesa y tal vez celebren una reunión bilateral, si logran destrabar las negociaciones sobre la apertura de embajadas en cada capital, y en particular eliminar a Cuba de la lista de países que, según Washington, apoyan el “terrorismo internacional”. No se ve claramente cómo el deshielo de Estados Unidos con Cuba se compagina con una confrontación verbal y política virulenta con Venezuela, en la que Cuba y sus aliados se verán obligados a tomar partido.
Pero tampoco se vislumbra una salida fácil para los países antiintervencionistas sin ser prochavistas. No parece sencillo esquivar los escollos de Panamá sin comprometerse con unos o con otros. ¿Qué harán los presidentes de Brasil, México, Chile y los demás países antiintervencionistas, pero no prochavistas, que han aplaudido (con toda razón) la distensión entre Cuba y Estados Unidos? ¿Se unirán al estridente coro de Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Kirchner, acorralando a Obama en Panamá? ¿O repetirán el exhorto del rey Juan Carlos I a Chávez: “¿Por qué no te callas?”. ¿Tratarán de desactivar la trampa tendida por Maduro a Obama o se resignarán a la ausencia del estadounidense si la celada se confirma?
Solo es seguro un vaticinio: los grandes países de América Latina no podrán hacer la vista gorda ante la tragedia venezolana, como ha sucedido hasta ahora. Gracias al aparente exceso de Obama, a la desesperación cubana por atraer inversiones, turistas y comercio, y frente al descalabro económico venezolano, producto de la incompetencia y de la caída del precio del petróleo, el tiempo de la indiferencia se agotó. Enhorabuena.


Mejorar la vida del ciudadano: obligación de los alcaldes



Miguel A. Megias Ascanio

Desde la perspectiva de un municipio, es poco lo que los alcaldes y ediles pueden hacer para solucionar algunos de los problemas que acosan a la población tales como la escasez de productos de primera necesidad, la inflación o la inseguridad. Sin embargo, hay otros asuntos en los que los alcaldes si pueden actuar; por tanto, creemos que deben concentrar su marco de actuación en asuntos ciudadanos que estén en el marco de sus competencias.

En un artículo anterior (documentos en cinco minutos) me dirigía a los alcaldes de Venezuela para explicarles como funcionan los servicios públicos para la emisión de documentos en otras latitudes (concretamente, en España). Y desde luego, señalando cómo este sencillo hecho mejora la vida de una persona: menos tiempo perdido en colas, menos trámites, más rendimiento.

Vuelvo a retomar el tema, que ha sido recurrente en mis escritos, porque creo firmemente que siendo la alcaldía el gobierno más cercano a los ciudadanos (ayuntamientos, los llaman en España), hay muchos problemas que se pueden mejorar. En el municipio, donde vive la persona, es donde generalmente transcurre su actividad laboral, de compras, de diversión, de educación, de salud y, desde luego, de documentos. Por eso he insistido, una y otra vez que “mi municipio es mi país” (ver mi artículo al respecto).

Empecemos por ejemplos sencillos: esa calle por donde todos tenemos que transitar en un momento u otro. Esa calles, en muchos casos con aceras rotas o inexistentes. O donde los vendedores ambulantes la han tomado por asalto con o sin el visto bueno del alcalde. Y pensemos, por unos momentos en los rayados peatonales, que en Venezuela poco o nada se respetan y que en España llaman “pasos de cebra” (en alusión a las rayas de esos bellos animales). Pues bien, una buena campaña educativa orientada a hacer respetarlos, agregada a una renovación de la pintura donde sea defectuosa o la pintura de nuevas rayas en cada cruce (en especial en las avenidas de mucho tránsito), mejoraría la vida del pobre peatón que siente la amenaza permanente de ser atropellado. El peatón, en España (y en Europa en general), es el rey. Los carros, salvo rarísimas excepciones, se detienen cuando alguien cruza la calle por el rayado (ojo, fuera del rayado es arriesgado cruzar). Este simple paso hacia la modernidad, de muy bajo coste, podría significar una importante mejora en la vida ciudadana; acompañado, desde luego, de campañas educativas.



Otro ejemplo de fácil solución es la de mejorar las oficinas de atención al público, donde se llevan a cabo trámites para algún tipo de documento. A nuestro parecer, para facilitarle la vida a todos los ciudadanos, cada municipio debería contar con un edificio, de tamaño apropiado a las necesidades actuales y futuras, donde estén centralizados los diversos requerimientos de la población: el registro civil para todo lo que tiene que ver con nacimientos, defunciones, matrimonios, certificados de residencias, fe de vida, etc. Una oficina para trámites de tránsito tales como licencias de conducir, certificados de salud, placas, traspasos de vehículos, siniestros, etc. Una oficina para trámites de cédulas, pasaportes, visas, y poderes. Y, muy importante, delegaciones de ministerios para asuntos tales como Apostilla de La Haya, asuntos de ambiente y muchos más que posiblemente desconozco. Ese edificio centralizado pudiera estar en el mismo lugar o cercano a la alcaldía, de manera que todos lo trámites que se puedan requerir estén en una sola parte de la ciudad o pueblo.



Para sólo dar un ejemplo de las dificultades en Venezuela, cuando se requiera colocar en un documento la Apostilla de La Haya (que es un simple un sello húmedo), hoy en día hay que trasladarse a Caracas en la madrugada, hacer una cola de varias horas y dependiendo de la “bondad” del funcionario, retirar el documento apostillado el mismo día o al día siguiente. Y si se le da a un gestor, el precio es exorbitante: ¡seis mil bolívares por cada apostilla! Además de ser gratis, éste debe ser un trámite que no requiera ni colas ni traslados a la capital de la república. Para quienes crean que estamos inventando, les transcribo las sugerencias del propio Ministerio de Relaciones Exteriores en su página web:

“Requisitos para Apostillar documentos:

1.- Tener a la mano la Cédula de Identidad.
2.- Tener a la mano los documentos previamente legalizados.
3.- Copia de la Cédula de Identidad.
4.- Un sobre y escribir los siguientes datos: Nombre del titular del documento/s, número de cédula de identidad, cantidad de documentos, tipos de documentos, país al que será dirigido para aplicar determinar si es Apostilla del Convenio de la Haya o Legalización Consular; fecha, si es titular coloquen adicionalmente el nombre del “Apoderado” y el número de cédula de identidad.

Importante: Si es “Apoderado” debe presentar el poder original y una copia del poder que debe ser consignado junto a los documentos.

Recomendaciones para Titulares o Familiares: para Apostillar documentos llegue una hora y treinta minutos (1:30 mint) antes de la apertura del Organismo, lleve con usted un paraguas y si dispone de una silla ligera mejora el trámite. No vaya con auto particular puesto que no se encuentra estacionamiento cerca del organismo, y ademas de que a muchas personas que intentar estacionar cerca se los llevan remolcados y al final su intención de Apostillar documentos será una tragedia.

Recomendación para Apoderados: para Apostillar documentos llegue antes de las seis (6) de la mañana del día que corresponda, lleve con usted un paraguas y si dispone de una silla ligera mejora el trámite. No vaya con auto particular puesto que no se encuentra estacionamiento cerca del organismo, y ademas de que a muchas personas que intentar estacionar cerca se los llevan remolcados y al final su intención de Apostillar documentos será una tragedia.”

El apostillado en España, lo realizan en todas las comunidades autónomas en los locales del ministerio, en oficinas normales, en horarios normales, en uno o dos minutos, sin hacer cola y ni siquiera mostrar el DNI (cédula), pues lo que importa es el documento a apostillar y no quien lo lleva. ¿Es que acaso ganar tiempo no es mejorar la vida del ciudadano?

Esto es lo que hay actualmente


Por último, me quiero referir a los residuos o desechos, que comúnmente llamamos “la basura”. Mediante una campaña de concientización se debe estimular la separación de residuos en el domicilio de las personas: metal, vidrios, cartón y papel, plásticos y desechos orgánicos. Los municipios deben instalar contenedores con indicación precisa de estos desechos reciclables y la recogida de los mismos debe hacerse mediante camiones especializados. Desde luego, sabemos que esto no se logra en un día ni en dos: toma su tiempo. Pero en algún momento deben iniciarse campañas educativas, en colegios y centros de estudio, iglesias, empresas, etc., así como la disposición de los contenedores apropiados. Y desde luego, todo esto debe estar acompañado del reciclaje de los desechos.

Esto es lo que debiera haber


Hay muchos más ejemplos que pudiéramos presentar, pero para muestra basta con los botones aquí descritos. De llevarse a cabo algunas de estas iniciativa, los ciudadanos estaríamos mejor atendidos por nuestro gobierno local y nuestra vida sería más fácil.

Lo que es, en definitiva, el deber de los alcaldes: mejorar la vida del ciudadano.

domingo, 22 de marzo de 2015

La amenaza de la desafección política.


Nelson Acosta Espinoza
Si amigo lector, la desilusión y la desafección política son dos síntomas que tenuemente han hecho su aparición en la escena de lo público en el país. Estos indicios se reflejan nítidamente en la evaluación que la población hace de la gestión del presidente Maduro. Por ejemplo, casi la totalidad de los estudios de opinión reportan que más de dos tercios de los venezolanos muestran dudas sobre la capacidad del presidente Nicolás Maduro para enfrentar la grave situación social y económica que confrontan los venezolanos. Basta con acercarse, por ejemplo,  a los mercados populares y a los autos mercados de clase media para visualizar la profundidad de la crisis. No es tan sólo las interminables colas que se observan en estos negocios de venta de víveres. En ellas  podemos observar, de primera mano, la “escenografía de la pobreza” y el fracaso rotundo de las políticas sociales  que se diseñaron a lo largo de más década y media de gobierno socialista. Es presumible asumir, entonces, que la frustración ante este colapso terminará por llevar a la población a elevar sus reclamos en un tono fuerte contra esta administración.

A pesar de este diagnóstico, hasta este momento, las fuerzas políticas que conforman la oposición en el país, no han logrado emocionar y atraer hacia sus posiciones a los millones de venezolanos que han desertado del chavismo. Este sector de electores permanece a la expectativa en la búsqueda de una opción política con la cual identificarse. En fin, estamos frente a una situación peligrosa. Existe, en potencia, un sentimiento de cierto rechazo contra los partidos políticos, De exacerbarse esta creencia pudiéramos confrontar una situación parecida a la que privó y fue responsable de la desintegración de la cuarta república.

Sin ánimo de alarmar, pudiéramos estar enfrentando un sentimiento de desafección política. Este término puede definirse como el “sentimiento subjetivo de ineficacia y falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones democráticas que generan distanciamiento pero sin cuestionar la legitimidad del régimen político”. Esta postura ha sido corroborada en una reciente encuesta realizada por la firma DatinCorp. Este sondeo aporta información que corrobora el grado de obstinación que prevalece en amplios sectores de la población. El 74% de los encuestados evalúa negativamente la gestión del presidente Maduro, mientras que un 69% dice no sentirse identificado con ninguno de los actuales líderes del chavismo.

En la citada encuesta la oposición no resulta bien en términos de las preferencias de la población. Por ejemplo, Leopoldo López alcanza tan sólo un 19% en las preferencias de los encuestados, un 15 para el ex candidato presidencial Henrique Capriles, un 5% por el gobernador del estado Lara Henri Falcón y un 3% por la diputada María Corina Machado.

Sin embargo, estos números no significan que la oposición estaría en desventaja en unas elecciones, por ejemplo, las parlamentarias. De acuerdo a este sondeo, una porción significativa de los electores desvinculados con los partidos políticos (45 por ciento de los electores), votarían  en contra del chavismo, en vez de a favor de la oposición. En otras palabras, en las venideras elecciones parlamentarias, de acuerdo a este sondeo, el 48% de los encuestados votaría por los candidatos de la oposición, fuese quien fuese, y solo un 24% los haría por el candidato del chavismo.

Voy a regresar a la afirmación inicial. Más allá de los resultados de este sondeo, está claro que el país se enfrenta una crisis de carácter orgánico. La población demanda que “aparezca alguien y brinde respuestas”. Esta desafección política representa un horizonte de peligro para el modo de vida democrático. Sin la menor duda, la política ahora es así.


Obama les subió la apuesta



Humberto García Larralde

Las medidas sancionatorias de Obama contra siete funcionarios del gobierno venezolano responden fundamentalmente a asuntos de política interna de EE.UU. Congresistas republicanos como el senador Marco Rubio y la diputada Ileana Ros-Lehtinen, han asumido posturas duras contra el gobierno de Maduro en respuesta al acercamiento con Cuba, buscando minar el domino del partido demócrata en el electorado latino de ese país. Con las sanciones Obama le sale al paso a la acusación de ser blandengue e indeciso, ampliando su margen para llevar a buen término la negociación con los Castro, de innegable valor político e histórico para él mismo y para su partido.

Esta iniciativa se ampara en una ley que justifica las medidas esgrimiendo la existencia de una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad de Estados Unidos”. Pero la desproporción de colocar a Venezuela como amenaza al gigante del norte no debe despacharse con ligereza. La percepción en ese país de que funcionarios venezolanos están involucrados en narcotráfico, el lavado de dineros ilícitos y el financiamiento a terroristas –delitos graves a los ojos del ciudadano común-, exige respuesta de su presidente. Se añaden ahora las denuncias de presuntos terroristas del Medio Oriente viajando con pasaportes venezolanos. El señalamiento de que los sancionados están incursos en actividades que violaron derechos humanos, si bien no constituye una amenaza a los EE.UU., introduce un elemento moral que contribuye a legitimarla ante la opinión pública.

La respuesta de Maduro y cía. era previsible. Metidos en una crisis que empeoran adrede, utilizan la sanción de Obama como prueba -¡al fin tienen algo de qué agarrarse!- de que el responsable es el Imperio. Las medidas no serían contra siete funcionarios, sino que se estaría agrediendo a Venezuela. En esta representación, esbirros y gorilas salen absueltos. En vez de abrirles una investigación, el presidente Maduro los felicita  en acto público y premia a uno de ellos con el cargo de ministro (¡!). Junto al “chiste” de Chaderton sobre la bala atravesando la cabeza hueca de un “escuálido”, es expresión repugnante de la terrible degradación moral que carcome el régimen.

No obstante, el fascismo se regocija porque dispone ahora de su propia “Playa Girón”. Esta “agresión” imperial los retrata como heroicos defensores del “sagrado suelo patrio, mancillado por la planta insolente del extranjero”. La cosa llega al ridículo, empero, cuando se ejercitan movimientos de tropas y milicianos contra una “inminente” invasión de los marines. Como dijera el general Kelly, jefe del Comando Sur de EE.UU., para vergüenza de la “revolución”: ellos no están metidos en ningún intento de “golpe” a Maduro porque, “¿quién querrá meterse ahí” (en Venezuela)? Pero para los fascistas. la gloriosa gesta patriótica legitima sus crímenes contra estudiantes y contra otros disidentes, “justificados” ahora porque quedó claro que el enemigo siempre estuvo ahí, agazapado. Ya lo dijo Cabello: quien no esté dispuesto a defender la patria contra esta agresión, es un traidor y debe tratarse como tal. La aprobación de una Ley Habilitante para tomar medidas expeditas contra amenazas externas e internas a la seguridad nacional, además de reeditar la retórica de toda dictadura militar, busca extender un manto de “legalidad” a las medidas represivas que nos esperan.

Sin embargo, el gobierno de Maduro en absoluto las tiene todas consigo en esta contienda. Cierto, la Unasur le pidió al gobierno de EE.UU. que derogase la medida pero, como señaláramos arriba, su legitimidad no depende, para los gringos, del visto bueno de los demás países latinoamericanos. Debe preocupar a la oligarquía en el poder descubrir que ahora, desde el norte, tienen precisados a los integrantes más notoriamente vinculados con ilícitos de todo tipo, y que tomarán medidas al respecto. Los siete funcionarios medios sancionados en absoluto agotan la lista, pero haberse limitado sólo a ellos –por ahora- manda una señal a sus jefes, socios y cómplices, de que se cuiden porque la cosa va en serio. No es coincidencia que estallen simultáneamente escándalos de lavado de dinero en Andorra, Madrid, República Dominicana y Panamá, y que aparezcan acusaciones de amparo por parte del gobierno venezolano a terroristas árabes y por su involucramiento en la presunta negociación que absolvió a funcionarios iraníes en el crimen del AMIA, en Argentina. Más allá de la confrontación épica que buscan escenificar con el imperio para cosechar dividendos políticos –siempre de la boca para afuera-, el hecho de que Obama les haya subido la apuesta coloca el asunto en un plano más grave.

En la medida en que crezca el descontento –porque no dejará de crecer ante la actitud suicida del gobierno de no rectificar sus políticas- y con el resoplido que muchos gorilas y mafiosos deben estar sintiendo sobre sus nucas al estar bajo escrutinio de un “imperio” que ha demostrado su disposición a tomar medidas, es previsible un mayor culipandeo interno. Junto al achicamiento del botín a causa de la caída en los precios del petróleo, se dificulta la cohesión interna en el campo de Maduro. Esto no significa que su gobierno se va a portar bien. Como el cuento del alacrán y la rana, reprimir está en su naturaleza. En primer lugar, el talante fascista de Maduro y sus militares los obliga a fabricar confrontaciones con “enemigos” que “justifiquen” el atropello de derechos individuales y civiles. No entienden de política otra cosa que no sea una guerra hasta el triunfo definitivo, aplastando al que piensa distinto. En segundo lugar, y aun más importante, los que están en el poder son beneficiarios de un sistema de expoliación basado en controles arbitrarios que dan lugar a prácticas de extorsión y que fomentan toda suerte de oportunidades a través de actividades especulativas, el monopolio de las decisiones en materia económica que les permite cobrar comisiones y expatriar dinero sucio sin rendirle cuentas a nadie, la protección para negocios ilícitos como el narcotráfico y el acceso privilegiado a dólares baratos, ¡un tiro al piso a la hora de meterse un billete! Esta mafia no va a abandonar gratuitamente su botín, aun habiendo sido expuestos públicamente por sus manejos financieros en el HSBC, el Banco Privado de Andorra y el Banco de Madrid, su sucursal, así como en el Banco Peravia de República Dominicana. Su angustia crece, empero, porque se le achican los espacios donde podrán gozar de sus fortunas una vez tengan que abandonar el poder.

La bola ahora está en el campo de Maduro. El antiimperialismo retórico, como única respuesta, se les irá agotando rápidamente. Y la crisis, lejos de retroceder, se agravará gracias a él. Lamentablemente, no puede esperarse de la oligarquía militar-civil un comportamiento respetuoso de los procedimientos democráticos. Pero les va a costar cada vez más caro. Ahora que se deshilachan las costuras del oficialismo, toca a las fuerzas democráticas cohesionar sus filas en torno al fortalecimiento de la opción electoral que habrán de encarnar en los próximos comicios. Ello sólo puede construirse con base en la denuncia de la irresponsabilidad oficial en la grave situación por la que atravesamos los venezolanos y el acompañamiento en sus luchas. Sólo con una postura decidida y firme, podrá contrarrestarse la intención del fascismo de desconocer su derrota. 
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domingo, 15 de marzo de 2015

Golpes de Estado y transiciones políticas

                                                                                                            Nelson Acosta Espinoza


Los términos golpe de Estado y transición política recientemente se han convertido en moneda corriente en el discurso de político que prevalece en el país. Parece apropiado, entonces, conceptualizar estas categorías. Por ejemplo,  ¿qué  se entiende  porcoup d'État”?Veamos: un “asalto al órgano que ostenta la suprema  jerarquía del poder ejecutivo, realizado por orden de altos mandos militares, con la finalidad de enderezar el rumbo político del país”.

Repasemos algunos ejemplos extraídos de nuestra historia. Entre 1889 y el año 2002 es posible registrar 12 tentativas de tomar el poder por la vía de los hechos: Revolución de las Reformas (1835); Revolución de Marzo (1889); Golpe de Estado 1908; Golpe de Estado Octubre 1945; Golpe de Estado 1948; Golpe de Estado Enero de 1958; El Carupanazo, 1962; El Porteñazo, 1962; Primer intento de golpe de Estado 1992; Segundo intento de golpe de Estado 1992; Golpe de Estado de abril 2002. En fin, estas salidas violentas abarcan un ciclo de 113 años de nuestra historia republicana. Desde luego, han existido períodos donde ha predominado la civilidad democrática. El más extenso es el  denominado  como La Cuarta República.

En nuestra historia política, por el contrario, las transiciones democráticas han sido más la excepción que la regla y,  desde luego, se ubican en el polo opuesto a la del golpe de Estado. En términos normativos la transición implica “un proceso de cambio mediante el cual un régimen preexistente, político y/o económico, es reemplazado por otro, lo que conlleva la sustitución de los valores, normas, reglas de juego e instituciones asociadas a éste por otros(as) diferentes”. Este término puede ser interpretado, igualmente, como el espacio de tiempo que discurre entre la crisis de un régimen autoritario y la instauración de un sistema político democrático. En pocas palabras, se puede postular que el país vive un proceso de transición política democrática. Una de sus expresiones  más intensa pudiera ser  las venideras elecciones parlamentarias.

¿A qué vienen estas argumentaciones? ¿Son necesarias? Mi respuesta es afirmativa. El Presidente Maduro forjó una equivalencia entre estos dos procesos: golpe de Estado y transición política. Y al tenor de esta apreciación ha detenido a Alcalde Mayor de la ciudad de Caracas, Antonio Ledezma. El motivo: haber firmado un manifiesto, algo tímido e impreciso, sobre la necesidad de lograr un acuerdo nacional para la transición.

Es evidente que estamos viviendo el fin de un ciclo. Los venezolanos estamos siendo testigos del ocaso de un periodo histórico que se inició en los albores del siglo XX. Es válido, entonces, preguntarse: ¿qué ha entrado en crisis? ¿Por qué la necesidad de discutir sobre la transición política? La respuestas a estas dos interrogantes podríamos argumentarlas de la manera siguiente. El modelo político, cultural y discursivo que caracterizo la modernidad venezolana se encuentra agotado. La escasez, la delincuencia desbordada, la insistencia en patrones ya superados, la precariedad del liderazgo y, ahora, la puesta en práctica de una retórica anti imperialista de los años sesenta, son indicadores, dramáticos unos, tragicómicos otros, del fin de época y la necesidad de iniciar el transito democrático y consensuado hacia las puertas que  conduzcan hacia el siglo XXI.

Existen modelos a imitar. La transición española y la chilena son ejemplos exitosos de procesos consensuados hacia democracias más inclusivas y despojadas de atavismos autoritarios.

La élite política del país debe entender el sentido de urgencia histórica en la que se encuentra la nación. Es imperativo derrotar la polarización. De lo contrario, vientos bruscos podrían ensombrecer nuestro horizonte político. Sin duda alguna, la política ahora es así.












Las verdaderas amenazas.

 

                                                                             Simón García
Las fuerzas democráticas deben andar con pies sensatos y cabeza clara ante la pretensión del gobierno de volver a dividir al país en base a disyuntivas ideológicas. Aunque antes no ha necesitado pretextos, ahora intentará aprovechar las medidas que le retiran a siete funcionarios gubernamentales el permiso para entrar a EEUU y confisca depósitos bancarios y bienes en el territorio de ese país. 
            
El gobierno de Maduro ha adoptado medidas similares en materia de visas y ha confiscado bienes a empresas estadounidenses. Hasta allí el decreto del presidente Obama pareciera un ordinario acto de reciprocidad que afecta directamente a unos individuos determinados señalados en Venezuela por actuaciones represivas contra estudiantes y jóvenes. Lo nuevo y lo que el gobierno de EEUU está obligado a explicar es por qué “la situación en Venezuela es una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos”.
          
El gobierno volvió a montar su tinglado. La identidad con nuestra tierra, nuestra gente, nuestra idiosincrasia y nuestra historia, todo eso que constituye la noción de patria (el lugar de nuestros padres) es una vena muy sensible y que tradicionalmente ha sido manipulada por dictaduras y fuerzas reaccionarias para conectar con el pasado lo que deben ser disyuntivas del presente.
            
Pero si hay que identificar esa patria, es seguro que ella está en la gente, en su situación, en sus calamidades, en sus alegrías, en sus valores, en sus opiniones y en sus esperanzas. La patria es el soberano, no el gobierno.
            
Pese a la esperada manipulación patriotera, la cadena del presidente Maduro estuvo muy por debajo del objetivo de levantar uno de los falsos términos de la polarización: de un lado el gobierno con su falso gorro patriótico y del otro “los enemigos de la patria”, un saco donde meten a opositores, disidentes, inconformes o decepcionados con el modelo y la gestión de este gobierno destructor del país. Los rostros de sus acompañantes reflejaban  sensaciones bien distintas a la dignidad.
           
La respuesta gubernamental ni siquiera estuvo a la altura del grito caza/incautos “ni una gota de petróleo para los EEUU” o una contundente respuesta diplomática. Las contramedidas no buscaban poner al imperio en su lugar, sino compactar a sus seguidores y colocarle un chaleco de impunidad a funcionarios que deberían demostrar que están libres de sospecha. El gobierno acudió a su costumbre autocrática: premiar a los que son fieles al poder y confundir las cosas de un modo que no se pueda distinguir entre decencia y villanía.
            
Sin apartarse de su plan de atornillar el modelo económico estatista y el ejercicio autoritario del poder, piden que se otorguen más poderes al presidente. La ley habilitante no será para llevar a cabo un plan nacional contra el desabastecimiento, ni parar la inflación, ni reducir las muertes físicas de más de siete venezolanos diarios, cuyo derecho a la vida debería preocupar más al gobierno que siete de sus funcionarios no puedan  comprar en Miami o guardar dinero en los aborrecidos bancos yanquis.
            
El presidente Maduro pretende que la oposición se doblegue al gobierno en la bandeja de burdas manipulaciones. Pero la oposición no puede renunciar a sus deberes y a sus compromisos con el pueblo agredido por la crisis, para ayudar a reflotar los planes de hegemonía autoritaria de un gobierno que ya ha hecho demasiado daño a Venezuela.
           
La soberanía del país debe defenderse frente a los EEUU si en verdad cualquier decisión suya vulnerara intereses del país.  Pero el gobierno no puede esperar solidaridades automáticas para desconocer una medida motivada en la defensa de los derechos humanos, en el combate a la corrupción y en la exigencia internacional de parar la represión gubernamental contra la mayoría de los venezolanos.
            
La cúpula pide gestos antiimperialistas mientras cede atribuciones y autonomía frente a Cuba, se hipoteca servilmente con China o entrega el Esequibo a Guyana. Pretende imponer una visión ideológica y única de soberanía y de patriotismo para tratar de remendar su sobrevivencia en las próximas elecciones parlamentarias.
            
Maduro habla del cabito Castro para pedirle a la oposición que lo apoye. Olvida que lo primero que hizo Don Cipriano en 1902 fue poner en libertad a todos los que estaban presos por hacerle oposición. Este gobierno solicita apoyo y justifica el secuestro de Lopes y Ledezma.       
              
El presidente olvida que aquel fue un bloqueo naval de tres potencias europeas, no el retiro de un permiso para viajar a un país proclamado como el antimodelo. Que se les impida a funcionarios implicados en delitos universalmente condenables ir a Disney, no es una violación a sus derechos humanos.

              
A la manipulación gubernamental hay que responderle explicando la verdad, a su odio con convivencia, a su violencia con paz, a su división con unión de todos, incluidos los que aún permanecen dándole su apoyo a los responsables de la crisis. 

domingo, 8 de marzo de 2015

¿Psicoanalizar las guarimbas?


Nelson Acosta Espinoza

Amigo lector, la palabra "guarimba" posee diversas significaciones de acuerdo al uso que se haga de este término. Por ejemplo, "La Comuna de París" de 1871; el mayo francés de 1968; la denominada Primavera Árabe del 2010; el movimiento 15 M e indignados del 2011-14, fueron todas revueltas populares o guarimbas. En nuestro país el término, en esta acepción de revuelta popular, aparece durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, cuando los miembros del Partido Comunista trancaban las calles y buscaban refugio en las iglesias para no ser atrapados por los cuerpos de la Seguridad Nacional.

En fin guarimba, en este contexto, significa barricadas y revuelta popular. Desde luego, tiene otras acepciones, por ejemplo, este término se encuentra vinculado con diversos juegos infantiles: "el gárgaro malojo", conocido más tarde como "la ere"; "la taima", entre otros significados.

¿A qué viene esta breve introducción? Veamos. ¿Sería posible, por ejemplo,  homogenizar estas distintas experiencias (guarimbas) a través de un marco cognitivo específico? ¿El psicoanálisis, por ejemplo, ofrecería las herramientas conceptuales para descifrar el sentido de estas diferentes prácticas culturales? Si este fuese el caso ¿obedecerían estas revueltas a un mismo impulso psíquico? ¿Por ejemplo, thanatos o pulsión de la muerte?

Me voy a permitir una licencia antropológica. Desde este punto de vista es inapropiado universalizar particularidades culturales. En otras palabras, no es posible establecer comunes denominadores, ya sean culturales o psíquicos, entre estas distintas expresiones de revueltas populares o, como se conocen en el país, guarimbas. En general, esta perspectiva universalizante es típica del racionalismo político y, es conocida, como la "trampa de la razón".

Demos una vuelta a la tuerca.  Es indudable que ambiciones desaforadas, tendencia a dominar (física y psicológicamente) a los demás, megalomanías y narcisismos, son actitudes típicas del liderazgo  que no profesa el credo democrático. Igualmente, vale la pena resaltar, la existencia de inclinaciones populares a la servidumbre voluntaria a cambio de bienes materiales y de participación, real o simbólica, en algunos niveles en la escala de poder. De ahí que la ciencia política haya formulado esta pregunta básica: ¿por qué las masas desean su propia servidumbre y represión?

El psicoanálisis ha aportado elementos que ayuda a responder esta interrogante. En particular su reflexión sobre los regímenes totalitarios. Por ejemplo, los sistemas fascistas y nazistas fueron un producto complejo de poderosas oleadas populares en Italia y Alemania durante los años 1920 y 1930 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Igualmente, los populismos militaristas no escapan de esta admiración ciega hacia la autoridad (Chávez vive).

Sigmund Freud, Wilhelm Reich, Erich Fromm, Félix Guattari, todos estudiosos de la conducta colectiva y psiquis humana, han puesto en evidencia que la marca de los viejos y nuevos autoritarismos es promover la necesidad de admirar y amar a la autoridad. Sentimientos impulsados desde el estado con la finalidad de doblegar a la población. Promueven, "las pasiones tristes", de las que nos habla el filósofo sefardí Spinoza. Las guarimbas, en su acepción de revueltas populares, por el contrario, suscitan las "pasiones alegres" que buscan la politización o repolitización de la ciudadanía.

Repolitizar es un imperativo de estos tiempos.  Los demócratas deben volver a cultivar  los afectos y la dimensión ética de la vida pública. Pareciera, entonces,  que el sentimiento de animadversión  política y la desesperanza ante la posibilidad de un cambio radical hay que combatirlos con el poder constituyente de la multitud. La política, ahora es así.



Una camisa de fuerza llamada control de cambio





Miguel A. Megias Ascanio

Cuando el 5 de febrero de 2003 se inició el control de cambio de las divisas, nadie pudo vaticinar el desastre y corrupción que esto traería consigo. El primer valor del dólar se fijó en 1.600 bolívares (hoy 1,60), monto este que significó una importante devaluación pues el dólar se cotizaba  libremente para esos momentos en alrededor de 1.000 bolívares.

A pesar del control cambiario, los bancos y casas de bolsa pudieron seguir convirtiendo libremente las divisas, lo que permitió a la economía, muy dependiente de materias primas e insumos importados, continuar funcionando con cierta normalidad. Desde luego, el mercado libre siempre estuvo unos puntos por encima del mercado controlado. Quienes no podian acceder a las divisas oficiales, tenían la opción de adquirirlas en el llamado “mercado permuta”, operado principalmente por las casas de bolsa mediante el sencillo mecanismo de adquirir, por ejemplo, acciones venezolanas que se cotizaban en las bolsas de Caracas y de Nueva York, y hacer una sencilla compra-venta al precio del momento. La desviación del dólar permuta, con respecto al oficial, era relativamente pequeña.

Lo que comenzó como un “experimento” para controlar de alguna manera al sector privado (la excusa que dio el gobierno de entonces para implantar el control fue para “evitar la fuga de capitales”), al cabo de unos años se convirtió en un auténtica pesadilla. En 2009, ante una presunta recesión, el gobierno creó dos diferentes tasas: una, a Bs 2,60, para sectores prioritarios, y otra de 4,30 para todo lo demás. Con esto se inician las grandes distorsiones que han ido creando el caldo de cultivo para el enriquecimiento ilícito, la venta ilegal de divisas y la asignación de dólares a empresas “fantasma” o de “maletín”. Empresas que, con la connivencia de personal interno del organismo controlador, CADIVI, lograba obtener millones de dólares preferenciales que después eran vendidos, con una inmensa ganancia, en el mercado permuta. Para agravar aún más la situación, se eliminó, en 2010, de un plumazo el mercado permuta (cerrando las casas de bolsa para estos efectos), que hasta ese momento era la válvula de escape para adquirir divisas destinadas a insumos y materias primas cuando el acceso a los dólares oficiales se hacía muy lento o imposible. Así, el dólar permuta pasó de 7,30 a casi 80 en corto tiempo. Es evidente que fue un grave error haber eliminado este mecanismo, pero todavía los responsables de este error no son capaces de admitirlo.

Así llegamos al año 2014, con un mercado paralelo “prohibido” (pero funcionando), hasta que se “legalizan”, con cuatro tipos de cambio: 6,30, para medicinas y alimentos, Sicad I, mediante  subastas, alrededor de 12 bs/$, Sicad II, otro tipo de subasta, a Bs 50 por dólar y “mercado libre” que comenzó a subir y subir y que para estos momentos ha superado ya la cota de los 250 Bs/$. Ante tales diferenciales, no es extraño que la corrupción haya aumentado hasta límites intolerables. Según el profesor Jorge Giordani, autor intelectural de muchas de las medidas económicas, incluyendo el control de divisas, se fugaron del país un estimado de 20.000 millones de dólares en 2012. Claro, es lógico que ante el tremendo diferencial entre el dólar oficial y el libre, los apetitos para defraudar al estado aumentaran considerablemente.

Por otra parte, y como una pieza más de este extraño puzzle, en Venezuela tenemos la paradoja de que  un viajero que vaya al exterior, digamos a México o Madrid puede (o podía), con los dólares baratos obtenidos mediante el “cupo” viajero, venderlos en el mercado negro y así no solo viajar gratis sino además obtener una importante ganancia. Nos han informado que muchos de los viajes a Cuba no tienen otra finalidad que la de usar (“raspar”) el cupo, además de pasar unos días de vacaciones en la isla. ¿Como puede progresar un país que tolera y estimula estas perversiones?

Las industrias, pequeñas medianas y grandes, tienen una gran dependencia de materiales, repuestos y todo tipo de insumos que provienen del exterior. Es muy raro encontrar una empresa industrial que no tenga algún tipo de dependencia del extranjero. Bajo esas condiciones, los productores nacionales, con la camisa de fuerza que le impone el control cambiario, están impedidos de ser productivos, deben racionar muy bien sus insumos y detener la producción cuando no les llega a tiempo. Un caso típico es el de las empresas ensambladoras de vehículos: la producción ha caido a niveles nunca antes vistos, debido a los problemas para obtner divisas. Como anécdota, en una época tuve a mi cargo una pequeña empresa de eléctrónica (circuitos impresos) y no me puedo imaginar los dolores de cabeza que hubiera tenido para obtener las materias primas y todos los insumos que se requieren para fabricar este producto (que, dicho sea de paso, nadie hoy fabrica en Venezuela).


Esta camisa de fuerza, que ha hecho tan dificil la produción nacional, es la que hay que eliminar. La incomprensión por parte de quienes dirijen la economía nacional, de las dificultades que generan los controles cambiarios, ha hecho posible que pasemos de un sistema dual (control y cambio libre) a cuatro sistemas de cambio (tres controlados y uno libre). Y el libre, que se alimenta de pequeños montos provenientes de particulares, va subiendo y subiendo y nadie puede vaticinar, en estos momentos, cuando llegará al tope. Por ahora es casi 40 veces el valor del dólar oficial más barato (6,30).

Eliminar la camisa de fuerza que impone el actual sistema es un imperativo del que nuestros políticos no hablan. Ese es un tema que deben debatir y hay mucho que pueden proponer, en vez de limitarse a criticar lo que hay. Con la liberación de las divisas volverían las fábricas a producir, bajaría el índice de escasez y hasta, tal vez, también los precios bajarían por haber una sana competencia.

Se ha hablado últimamente, de las ventajas e inconvenientes de “dolarizar la economía”. Es decir, hacer lo que hizo Ecuador, cambiar su moneda (el sucre) y sustituirla por el dólar. No soy economista y por tanto no me sumo a la discusión ni a favor ni en contra. Pero desde mi punto de vista, como observador, el actual gobierno jamás aceptaría, por motivos ideológicos, sustituir el bolívar (que simboliza al Libertador Simón Bolívar) por la moneda del “imperio”, por muchas ventajas que eso trajera.


Por favor, señores gobernantes, ¡quitennos la camisa de fuerza! Y señores de oposición, ¡hagan propuestas proactivas!

domingo, 1 de marzo de 2015

De las tristes a las pasiones alegres (a propósito del asesinato del joven Kleivert Roa)


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El Joven liceista Kleivert Roa, vilmente asesinado

Nelson Acosta Espinoza
Amigos lectores, voy a admitir con toda franqueza,  la profunda indignación y tristeza que me generó la muerte (asesinato) del joven liceísta Kleivert Roa. Un  tachirense de catorce años de edad. Estos sentimientos, sin duda alguna, deben haber sido compartidos por la gran mayoría de la población. Más allá de la diferencias de orden político presentes en el país, tengo la seguridad que los venezolanos se sintieron indignados ante esta innecesaria muerte.
A continuación el relato, de la señora Glenda Lugo, vecina de la calle donde fue asesinado este joven liceísta. “¿Cómo es posible que un niño venga corriendo y este policía se baje de la moto, le apunte y el niño le suplique que por favor no lo mate y este desgraciado le dispare? Después se arrodilló y le pidió perdón. Y todavía tenía la concha de llevárselo. Aquí están los golpes, miren mis brazos como están, golpeados por ese policía porque no quería que yo agarrara al niño porque ellos se lo querían llevar a rastras en la moto, y yo misma les dije: ‘Después de que lo mataron como a un perro ¿qué van a hacer... tirarlo como un perro?’. Lo que hicieron fue destapar bombas lacrimógenas y tirárnoslas para dispersarnos”.
Esta desgarradora narración, que no es la única en esta Venezuela convulsionada y violenta, debería servir como un marcador ilustrativo de las “pasiones tristes” que son impulsadas desde el gobierno del señor Maduro. Usted amigo lector se preguntará ¿en qué consisten estas pasiones tristes? ¿Cómo combatirlas? Bien este término es extraído de la filosofía de Baruch Spinoza, (Baruch de Spinoza, Ámsterdam 1632-La Haya 1677).  Filósofo neerlandés de origen sefardí portugués.
En un cierto sentido, la actualidad política podría ser  definida como un momento marcado por la influencia de las “pasiones tristes” que son utilizadas por el oficialismo  para fomentar la pasividad y generar impotencia frente a lo que se presenta como inevitable. Las repetitivas cadenas gubernamentales promocionan estas pasiones. Su propósito es  fomentar la sumisión de la población ante las instituciones oficiales y capturar su voluntad “para que hicieran lo peor, a pesar de que racionalmente, vieran lo mejor”.
Usted, amigo lector, se preguntará ¿cuál es el antídoto para neutralizar estas pasiones tristes? Bien, estimular su contrario, las pasiones alegres. En otras palabras, esta postura vital incita a pensar nuestra democracia, no desde los parámetros de la política del llamado socialismo del siglo XXI, sino como una práctica verdaderamente participativa alejada de todo burocratismo. Las alegres, propician un sistema político en el cual los ciudadanos pueden potenciar su capacidad de autogobierno.
Los sucesos de Táchira, exigen practicar una postura oposicionista de resistencia a estos poderes que  arrebatan  la dignidad ciudadana y promocionan la desesperanza. La MUD (Mesa de la Unidad Democrática), este es un llamado a este organismo de convergencia política, debe dar un paso al frente incentivando las “pasiones alegres” para confrontar la tristeza, docilidad y miedo que intentar infundir las prácticas represivas gubernamentales.
Las elecciones parlamentarias son vitales para poder garantizar continuidad a la cultura democrática. Sin ánimo de exagerar, en estas elecciones se juega el destino de la república. Una mayoría contundente de la oposición implicaría un primer paso para restituir el régimen democrático, federal y republicano. Pero para alcanzar esa meta una tarea parece que es impostergable: derrotar la desafección que padece nuestro sistema político. Si se fracasa en esta faena el futuro del país estará más cerca de la tristeza que de la alegría. Hay que derrotar la visión desapasionada de la política. La tarea es emocionar para convencer. Sin duda, la política ahora es así.




Usted es Pinochet


Julio Portillo

Maduro ha dicho a los venezolanos que no encontrarán en la Fuerza Armada un oficial que se convierta en Pinochet. Es decir, que no hallarán un militar que convirtiéndose en dictador a través de un golpe, derribe su gobierno. Hay que responder, no hace falta eso: Usted es Pinochet.

La dictadura de Pinochet en Chile, dejó un saldo de 40.018 víctimas entre los cuales hay más de 3.095 muertos, 3.399 mujeres torturadas, 1.700.000 exiliados, 250.000 presos y todo tipo de crímenes como el asesinato de Orlando Letelier, ex canciller, hasta secuestros, persecuciones, torturas y asesinatos. Es lo que el Tribunal Penal Internacional con sede en Roma, ha catalogado como “crímenes de lesa humanidad”.

No creemos que por muy obligados que estén los militares venezolanos a confesar en público una lealtad al actual régimen, ninguno que quiera rebelarse pudiera practicar a futuro lo descrito en el párrafo anterior. Y en todo caso en la historia de Venezuela no siempre los llamados golpes de estado, fueron para volcar al país en tiranías sangrientas. Basta recordar dos ejemplos, uno en el siglo XIX y otro en el siglo XX, el de Juan Crisóstomo Falcón y Julián Castro contra los Monagas, y el de Wolfgang Larrazábal contra Pérez Jiménez que no siguieron esa senda. Al contrario acabaron con el nepotismo y devolvieron la libertad y la democracia.


Pero un mandatario como Maduro que confunde Estado y gobierno cuando rechaza opiniones exteriores sobre el país, que no son contra Venezuela, sino sobre su régimen. Que habla de intentos de magnicidio y sublevaciones imaginarias, que ahora llama golpe azul y golpe continuado; que acusa a tres generales sin tropa u oficiales con aviones fantasmas de una conspiración sin dar pruebas, que remite la escasez económica a paramilitares en la frontera, no podemos menos que calificar esto como una comedia para ocultar la falta de legitimidad.


Los asesinatos de los estudiantes Kluivert Roa, Alejandro García, Luis Arianyi García, Yamir Tovar, José Daniel Frías, los jóvenes detenidos en estos días en Zulia, Táchira, Trujillo y Nueva Esparta y los heridos en Mérida, los habitantes maltratados en el Barrio El 70 de Caracas, la detención de Antonio Ledezma, el asalto a las casas de Copei, la creación de brigadas de soplones llamados eufemísticamente “patriotas cooperantes”; las denuncias de las torturas practicadas en la llamada “La tumba”; la preocupación por Venezuela expresada por la ONU, OEA, Colombia, Ecuador, España, Brasil, Panamá, Estados Unidos, Chile, diarios argentinos, franceses, italianos, mexicanos, dominicanos, CNN; permitirle al senil uruguayo José Mújica, condenar la primavera árabe que acabó con horrendas dictaduras, no es acaso una manifestación de que este régimen perdió la condición de democrático, la legalidad y legitimidad del poder.

No es de extrañar lo que vivimos pues como decía Federico el Grande “Todo el que avasalla a sus semejantes, se ve obligado a ser impostor y sanguinario”