domingo, 29 de junio de 2014

Ramón J. Velásquez, el presidente de la descentralización



Publicado en junio 25 en la página web de Carlos Tablante
Carlos Tablante


El Gobierno de transición de Ramón J. Velásquez (1993-94), a pesar de su corto tiempo, se caracterizó por el impulso dado a la descentralización, hasta el punto de convertirla en una política nacional.

En los convulsionados primeros años de la década de los noventa se había aprobado la Ley Orgánica de Descentralización, Delimitación y Transferencia de Competencias del Poder Público y se desarrollaba la primera experiencia de gobernadores y alcaldes electos por el voto popular. Fue una tarea compleja que ameritó mucho trabajo y perseverancia para que los estados y municipios pudieran asumir nuevas competencias, debido a que quedaban viejas prácticas centralistas,  ejercidas por más de 30 años.

En 1992, ocurren las dos intentonas golpistas y en 1993, con el juicio contra el Presidente Carlos Andrés Pérez, le toca a Ramón J. Velásquez asumir el gobierno de transición, impidiendo así que se quebrara la institucionalidad democrática.

Compartió con amplitud las responsabilidades gubernamentales con los gobernadores y los alcaldes, sin perder su rol de Presidente de la República. Entendió la importancia de la distribución de competencias, en aquel tiempo de crisis política y económica.

Ramón J. Velásquez toma la decisión de designar a un Ministro para la descentralización, cuya responsabilidad es asignada a Allan Brewer Carías, experto en la materia, quien fortaleció el proceso de negociación con los gobernadores y alcaldes.

En aquel momento, surgió la idea de la corresponsabilidad fiscal, nacieron el Fondo Intergubernamental para la Descentralización (Fides) y el Consejo Federal de Gobierno, a través de un Decreto planteado por la Asociación Nacional de Gobernadores. Además, bajo su mandato se creó la Comisión Nacional para la Descentralización y el Consejo Territorial de Gobierno, con el fin de regular las relaciones intergubernamentales y profundizar el proceso en el ámbito local, siempre conjuntamente con los  gobernadores y alcaldes.

El Fides fue un fondo alimentado a través del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Un porcentaje de la recaudación se quedaba en las regiones, para realizar obras u optimizar servicios que permitieran elevar la calidad de vida de los contribuyentes.

Durante mi gestión como gobernador de Aragua, acompañado de un valioso equipo de expertos y profesionales aragueños, firmamos con el Presidente Ramón J. Velásquez los convenios de transferencia de Salud pública,  Protección y atención al Menor y Protección a la Tercera Edad, siendo nuestro estado el primero en asumir tales responsabilidades.

Hoy, el mejor  homenaje que Venezuela le puede hacer a Ramón J. Velásquez, es luchar para retomar el camino de la descentralización, que en el corto tiempo de existencia que tuvo, mostró importantes beneficios a los venezolanos, en especial, a los que viven en el interior del país y que hoy, lamentablemente, vuelven a sufrir las negativas consecuencias del centralismo, ahora aumentadas por el sectarismo irracional del partido de gobierno (PSUV) y por un militarismo ineficiente y corrupto que asfixia al país.

La división del chavismo


En política, el pecado de la traición muchas veces no es otra cosa que la virtud del pragmatismo

El País (España), junio 24, 2014
Héctor E. Schamis


Es la reunión preparatoria para el tercer congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela. El evento tiene algo de secta religiosa. Maduro predica levantando su “biblia”, El libro azul de Chávez, el cual agita como trofeo para aparente regocijo de la militancia. Lo abre y recomienda capítulos. Invoca la sabiduría inagotable de su autor, constituido en deidad. Sitúa a los allí presentes en el periodo de su enfermedad y agonía, previo a su paso hacia la inmortalidad. Sin embargo, el relato no recrea una última cena, como podría pensarse, sino más bien la pedestre orden de Chávez mandándolo a estudiar la constitución. Para quien ya era un alto funcionario de gobierno, la anécdota—real o imaginaria—no deja de tener un cierto rasgo de candidez.

Eso para el agnóstico. En otro tiempo y lugar, un partido hegemónico usaría la ocasión para reforzar la homogeneidad ideológica, incrementar la cohesión entre los cuadros y anunciar líneas programáticas futuras. Pero ese es un lujo que este partido no puede darse. Necesitado, pero también acorralado, Maduro le dedicó más tiempo a los pecadores que a los santos, a los traidores más que a los leales. ¿No es mezquino—palabras más palabras menos, aseveró esa noche—que en este año 2014, plagado de conspiraciones y magnicidios, estos traidores ahora fomenten la fisura y la división en el movimiento revolucionario?

A fuerza de repetición de la misma frase, Maduro no hizo más que admitir y enfatizar su propia debilidad. El chavismo es tan frágil hoy que hasta la contrariada respuesta de un ministro caído en desgracia constituye una amenaza grave. De eso se trató la arenga partidaria. Es la historia de la remoción del ministro de planificación, Jorge Giordani, quien respondió a su destitución con una carta abierta criticando a Maduro por su incompetencia en el manejo de la economía y sus debilidades de liderazgo. A ello le siguió otra carta crítica y de apoyo a Giordani por parte de otro histórico del chavismo, Héctor Navarro, a posteriori suspendido de su cargo directivo en el partido oficial.

Así las cosas, son las grietas del propio chavismo las que van produciendo cambios políticos, y Venezuela se dirime entre varios escenarios. El primero es que el gobierno profundice la purga, eliminando a las voces disidentes y al mismo tiempo disuadiendo a posibles imitadores. El problema para Maduro es que para emprender una purga generalizada contra altos jerarcas del partido se requiere una gran concentración de poder político en sus manos, o una gran dosis de éxito económico.

O ambas, y Maduro hoy no posee ninguna. Su presidencia tiene un déficit congénito de autoridad y está en un proceso de desgaste desde febrero, con bajos niveles de aceptación en la sociedad. Su aliado más importante de hoy parecería ser Diosdado Cabello; su enemigo más temible, toda una definición. La economía, por su parte, no muestra signos de recuperación. Continúan la persistente inflación con estancamiento, la total ausencia de inversión privada y la carencia de bienes de primera necesidad.

Un segundo escenario, entonces, podría ser que Maduro no recupere la cohesión del otrora partido hegemónico, y que los disidentes se multipliquen, aumentando la fragmentación. Se propagarán las críticas y los desencantados, en tanto más voces del chavismo recogerán el dato más abrumador de la calle: que la aprobación de Maduro no pasa del 30 por ciento. Es que para el dogmatismo autoritario, del cual el chavismo es un ejemplo, es difícil entender que en política el pecado de la traición muchas veces se transforma en la virtud del pragmatismo.

Aquí se trata de un escenario de proto-transición, donde la oposición tiene la oportunidad de tender puentes con los chavistas decepcionados y arrepentidos y, otra vez, no hay indicios que ello esté ocurriendo. La historia de la democratización indica que no hay transición a menos que la elite del campo autoritario se divida. La conocida historia de los duros y los blandos, los halcones y las palomas, eso ya está sucediendo y abre la oportunidad del cambio político.

Estas “traiciones” evidencian que el PSUV está perdiendo su lugar de partido hegemónico, un lugar dado no solo por ganar elecciones sino fundamentalmente por ser el generador de la interpretación dominante de la realidad, es decir, la narrativa que relata el orden natural de las cosas. La transición entonces no será de un partido a otro, como en una democracia normal, ni de un régimen a otro, como en el colapso de una dictadura militar. La que viene es una lenta transición de hegemonías. Y esa parte, incierta y riesgosa, ni siquiera ha comenzado. La oposición democrática debe comenzar a trabajar en ello.

Dicurso de Ramón Jota en el conferimiento de su doctorado Honoris Causa



Este Observatorio como un homenaje al Dr. Ramón J. Velásquez, reproduce sus palabras pronunciadas en ocasión al conferimiento del doctorado Honoris Causa por la Universidad de Carabobo.

Una reflexión con plena vigencia en las actuales circunstancias históricas.

Paz a sus restos.

A continuación, el discurso en su totalidad


martes, 24 de junio de 2014

Ramón Jota o la pasión de ser venezolano


Imagen de El Universal, Caracas


El ex-presidente de la República Ramón José Velásquez Mujica ha fallecido hoy, 24 de junio.

En vida fue abogado, historiador, periodista, escritor pero, sobre todo, figura emblemática de la cultura democrática que prevaleció en el país a lo largo del siglo pasado. Si quisiéramos definir con una frase a este distinguido venezolano, diríamos “Ramón Jota o la pasión de ser venezolano”.

Este ilustre ciudadano, nacido en San Juan de Colón, estado de Táchira, un 28 de noviembre de 1916, a lo largo de su dilatada existencia se dedicó con afán a estudiar las circunstancias históricas, políticas y geográficas que conforman a esta nación que hoy en día conocemos como República Bolivariana de Venezuela. Basta con reseñar dos de sus contribuciones al conocimiento de los fundamentos donde asienta el país: "Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez" y "La caída del liberalismo amarillo (Tiempo y drama de Antonio Paredes"). Con lucidez y angustia Velásquez se pregunta "¿Y acaso el arbitrismo o la iluminación del elegido que legisla desde el Sinaí del poder, el amiguismo, los pseudo caudillismos provincianos, el peculado, el tráfico de influencias, el celestinaje han desaparecido?” Su respuesta es inequívoca: para evitar esos males hay que democratizar el estado venezolano. Y para ello se hace indispensable su reforma. Así fue que asumió la presidencia (1984-1986) de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE). Desafortunadamente, viejos hábitos autoritarios desplazaron este inicial ímpetu democratizador.

En 1987, la Universidad de Carabobo le otorgó el título Doctor Honoris Causa. Tuvimos ocasión de conversar con él en ese entonces y confirmarle nuestra estima y admiración. El Observatorio Venezolano de las Autonomías (OVA) nace, y así lo manifiesta nuestro blasón, como homenaje a este venezolano raigal que supo descifrar las claves de nuestra historia.

Paz a sus restos.














domingo, 22 de junio de 2014

Giordani: un vidente que no puede ver


Nelson Acosta Espinoza

Amigo lector, los últimos acontecimientos demuestran la vigencia de la frase de Carlos Marx que acuñamos en el escrito del domingo pasado: "la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa". En este caso, la farsa se refiere a la renuncia del ministro Jorge Giordani y los eventos que esta decisión, probablemente, van a desencadenar.

Lo sucedido, desde luego, no es inédito en nuestra historia. El 24 de febrero de 1989, el titular principal del diario El Nacional fue el siguiente: "Investigar sobrefacturación de Importaciones ordenó el Presidente Pérez". Esta noticia destapó el más grande escándalo de corrupción que haya sacudido a la opinión pública venezolana de esa época. Se trataba de la sobrefacturación de importaciones con dólares preferenciales, "autorizados por Recadi a varias empresas del sector privado durante 1988, y cuyo monto podía ascender a 2.500 ó 3.000 millones de dólares".

Recadi, al igual que CADIVI ha sido la herramienta utilizada por funcionarios públicos, empresarios, políticos y particulares para traficar influencias, conferir y recibir privilegios y ventajas económicas, eludir leyes y responsabilidades y lucrarse en grupo e individualmente, en detrimento de los intereses nacionales y las mayorías populares. Veinticinco mil (25.000) millones de dólares, casi el monto de nuestras reservas internacionales desaparecieron, se esfumaron a través del procedimiento, experimentado ya en el año 1989, de importaciones que nunca llegaron al puerto de destino. Hasta el día de hoy desconocemos los nombres de las empresas involucradas en tamaño hurto a la nación. Esta escandalosa estafa, es bueno resaltarlo, se llevó a cabo durante el ejercicio ministerial del señor Giordani. En fin, RECADI tragedia y CADIVI farsa.

En su carta, el ex ministro Giordani no hace ningún esfuerzo de enmienda. No asume responsabilidades por el desastre económico y político que resalta en su misiva. Los culpables son otros, en especial Nicolás Maduro, "un presidente sin liderazgo". Olvida el ministro renunciante que ejerció cargos con altas responsabilidades por 15 años. Y fue ideólogo de este salto atrás histórico que conocemos con el nombre de socialismo del siglo XXI. Intenta salvar su responsabilidad, haciendo uso de dos expedientes. Primero, con recomendaciones de políticas públicas: atacar la corrupción "frenándola por un nuevo control de los grandes fondos del Estado" e introducir nuevos "mecanismos en el manejo del gasto público". Lo farisaico de la propuesta consiste en el reconocimiento de los altos índices de corrupción y ofertar, como solución, más de lo mismo. Vale decir, profundizar el carácter socialista del ejercicio de gobierno.

Al final de su misiva, reivindica su postura de radicalismo político. Utiliza como ilustración un recuento histórico de su épica personal y familiar (?) (Sacrificio paterno, brigadas internacionales, combatiente en armas contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo…) y, finalmente, el uso atrevido de una frase de José Saramago: "mientras más viejo más libre, y mientras más libre más radical”. Sin duda, está en lo cierto. Todo radicalismo se encuentra atrapado en su propia ceguera. La del ministro es más profunda que la de Saramago. Porque Giordani, a diferencia del escritor lusitano, es un vidente que no puede ver el futuro y, desde luego, tampoco el pasado.

Esta carta con destino busca relucir lo feo de la realidad del chavismo. Pudiéramos decir que exuda pesimismo y expresa la pulsión tanática que caracteriza el universo simbólico de esta farsa revolucionaria. No en balde la consigna primigenia fue “socialismo o muerte”.

El monje ha regresado a su claustro.






La patada contra el monje



Simón García

La salida de Giordani no va a generar un terremoto en el PSUV. No es una causa, sino una de las  muchas consecuencias que la erupción de los enfrentamientos por el control del coroto está produciendo. Un cruce de golpes que, como en las sombras chinas, se puede ver en su proyección sin estar necesariamente mirando los movimientos reales.

Es una patada emblemática.  Primero por el papel, guardián de la pureza del modelo y de su correcta imposición, que desempeñaba como  primer planificador. Giordani podía levantar el banderín a los fuera de lugar porque representaba, así fuera con autoridad  prestada, la visión marxista ortodoxa. El hombre era el conector con la limpieza de sangre ideológica, lo cual le confería enorme influencia en las decisiones del gabinete económico.

La significación concreta de su salida no sorprende. Ratifica lo que parece ser una ley de las revoluciones basadas o emparentadas con el marxismo: Comienzan como el asalto al cielo y terminan como la bajada al infierno. Se vuelve a repetir la eterna historia de los revolucionarios engullidos por su revolución. Pero en la letra chiquita de su nombrada carta, Giordani deja en claro que este proceso entró en la fase de convertir en opositores hasta a sus propios partidarios. Síntoma terminal.

El monje pasará a ser un pretexto para aplastar a los críticos y para descalificar los descontentos que están creciendo dentro del PSUV y en los sectores sociales que han sido la base de apoyo del proceso. Pero lo más importante será que, al achacarle todos los errores y fracasos asociados a la gestión gubernamental durante el último año, Giordani será usado para justificar el viraje económico que Maduro consideraba inevitable, pero que no se atrevía a dar. Ahora hay un traidor, sin fuerza interna, al cual se puede crucificar.

Giordani también servirá de mampara para seguir ocultando al gran responsable de la catástrofe. La experiencia venezolana, a diferencia de los procesos en Rusia, China, Cuba o Vietnam, no tiene épica y se inició a partir de una victoria electoral. Chávez ignoró esta distinción por lo que el absoluto control del Estado y la estatización de la economía sólo condujeron a destruir el aparato productivo, restringir los derechos de los trabajadores y rodear de privilegios a una boliburguesía.

El fracaso amenaza volverse una caja sin fondo. Tal vez ya al gobierno no quede sino el recurso final de introducir cambios en el modelo para salvar lo fundamental: mantener el usufructo del poder por todos los medios posibles. Los pragmáticos saben que el modelo chino es un espejismo porque en la situación de Venezuela no se puede pensar en la liberalización de la economía para cerrar la sociedad mediante una acentuación del ejercicio autocrático del poder.

Los fracasos también buscan la oportunidad de pasar factura. La línea de contención de la pérdida de apoyo gubernamental está en torno al 30% y  con fisuras que pueden rebajar esa cifra. Paradójicamente la aplicación del paquete rojo pudiera  crear condiciones para mejorar hacia finales del año próximo la valoración del gobierno. Pero al gobierno se le puede aplicar la máxima gramsciana que tanto invocaba Chávez. Pero aunque los quince años se niegan a morir y su alternativa tiene dificultades para nacer, los tiempos están dados para cambiar.

La crisis que estamos viviendo no es una contingencia marginal. El cambio de situación ha pasado a ser un anhelo de toda la población. Ya no un tema para distinguir si se es partidario del gobierno o de la oposición. Es un objetivo de sobrevivencia de país.

La masa está en el punto para moldear otro proyecto nacional. La gran incógnita es si las fuerzas de oposición van a operar como aceleradores de una nueva conciencia democrática y progresista, si sabrán dar los pasos para construir una hegemonía inclusiva.

lunes, 16 de junio de 2014

Tragedia y farsa revolucionaria



Nelson Acosta Espinoza

Hay frases que condensan en toda su complejidad momentos históricos precisos. Por ejemplo, "Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor" (en inglés "blood, toil, tears and sweat"). Esta famosa expresión de Winston Churchill, en el contexto de su histórico discurso ante la Casa de los Comunes (la cámara baja del Parlamento de Reino Unido), expresó la férrea determinación de no ceder ante la agresión alemana y, a su vez, preparó al pueblo británico para lo que sería una guerra dura y prolongada. Optimismo de la voluntad. En otro extremo, encontramos la consigna leninista "todo el poder para los soviets". Expresión que resumía la voluntad de poder y el futuro carácter antidemocrático y totalitario de la revolución rusa. Pesimismo de la inteligencia.

Vamos a seguir esta línea de argumentación e intentar caracterizar la coyuntura política con una de estas frases célebres. Posemos la mirada, por ejemplo, en este dictamen de Carlos Marx, en su libro El 18 Brumario de Luis Bonaparte: "La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa". Me parece que esta expresión resume en forma apropiada la situación actual del país. Las dos etapas de estos quince años de revolución socialista pudieran sintetizarse, primero, como tragedia y, su momento actual, como farsa. Desarrollemos esta idea.

El chavismo, en su primera etapa, pudiera ser caracterizado como un neopopulismo. Sus ejecutorias remiten a líderes trágicos de corte populista. Por ejemplo, Juan Domingo Perón en Argentina o Getulio Vargas en Brasil. De hecho, es posible encontrar similitudes con los rasgos que definían el carácter de estos viejos populismos: fuerte retórica anti statu quo, disposición a incorporar a los grupos menos favorecidos al sistema político, políticas de injerencia en la economía y movilización popular.

La tragedia, a la cual nos referíamos en el párrafo anterior, podemos ubicarla en las características políticas presentes en su modelo económico. Por ejemplo, la ampliación del rol del Estado como propietario de los medios de producción; su concepción estatista del petróleo que concibe a este recurso como fuente de ingresos fiscales en detrimento de la actividad económica; política económica basada en controles de cambio y de precios y, finalmente, la conformación de nuevos grupos económicos con el objeto de desplazar los tradicionales: la llamada boli burguesía. Son trágicos sus resultados: inflación, escasez, devaluación y pobreza. A pesar de haber recibido más de 697 mil millones de dólares por concepto de exportación petrolera, tan sólo un venezolano de cada tres pudo traspasar la barrera de la pobreza extrema.

Pero, la historia se repite como farsa. El gobierno del presidente Nicolás Maduro se encuentra atrapado en esta tragedia heredada del difunto Hugo Chávez Frías. El llamado grupo de los pragmáticos intenta introducir un programa de ajustes para poder reestablecer los equilibrios macro económicos. Sin embargo, el costo social que implicaría un programa de esta naturaleza hace improbable su aplicación eficaz por parte de quienes han predicado el socialismo por quince años. Puro manejo caricaturesco de quienes no pueden descoser el poder.

En fin, el país se dirige hacia una situación homologable a la que se vivió a finales de los años ochenta. En las esferas gubernamentales pareciera que no existe ni la voluntad ni la inteligencia para enfrentar esta situación. No en balde, la frase del viejo Marx, "la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa" es aplicable a la actual situación que confrontamos los venezolanos.

***

Mi solidaridad y apoyo a Laurentzi Odriozola. Excelente periodista y doctor por causa de honor de la Universidad de Carabobo. Hoy día sometido a una campaña de acusaciones sin asidero factual y jurídico.

Colombia y Venezuela, conflictos cruzados


Las divisiones en ambos países aumentan la tensión en la zona


Joaquín Villalobos,
Publicado en El País (España) el 13 de junio de 2014

Señor ministro de Defensa! ¡muévame 10 batallones hacia la frontera con Colombia!, ¡de inmediato!, ¡batallones de tanques!, ¡la aviación militar que se despliegue!”. Ésas eran las órdenes que el fallecido coronel Hugo Chávez dio a su ministro de Defensa el 3 de marzo de 2008, al tiempo que también instruía retirar a todo el personal de la Embajada de Colombia. El motivo fue una incursión de fuerzas militares colombianas en territorio ecuatoriano para atacar un campamento de las FARC. La presión militar hizo perder estabilidad y territorios a las FARC dentro de Colombia y esto las empujó a utilizar a Ecuador y Venezuela como santuarios provocando una crisis regional de grandes proporciones.

Se realizaron reuniones de emergencia de la OEA, Ecuador abrió un juicio a Juan Manuel Santos, entonces ministro de Defensa de Colombia, se cerraron fronteras, se afectó severamente el comercio entre los países y Colombia tuvo que sopesar las capacidades de sus Fuerzas Armadas, que estaban concentradas en la guerra irregular, frente al hecho de que Venezuela había multiplicado su poder de fuego convencional. En marzo de este año el Gobierno de Venezuela rompió relaciones con Panamá a raíz de que el Gobierno panameño dio espacio en la OEA a un representante de la oposición venezolana; esto ocurrió en el momento en que el Gobierno de Maduro enfrentaba violentas protestas callejeras.

Cualquier país es altamente sensible frente a acciones desestabilizadoras originadas en sus países vecinos. Centroamérica vivió 10 años con guerras en Guatemala, El Salvador y Nicaragua que convirtieron las fronteras de Honduras y Costa Rica en zonas de guerra y campos de refugiados, mientras Estados Unidos estableció bases militares en Honduras, minó los puertos de Nicaragua y terminó invadiendo Panamá. Los guerrilleros salvadoreños operaron en territorio hondureño y las tropas nicaragüenses realizaron una incursión militar a gran escala contra los campamentos de la Contra en Honduras. Respaldar a los opositores de un país vecino cuando éste padece una crisis es algo muy peligroso.

En los últimos cuatro años el escenario regional Colombia-Venezuela-Ecuador ha sido modificado sustancialmente por una política de cooperación y paz entre los países basada en el respeto a la política interna de todos. La seguridad y el comercio han mejorado. Colombia hizo las paces con sus vecinos e inició negociaciones con las guerrillas de las FARC y el ELN. Los Gobiernos de Venezuela, Ecuador y Cuba han apoyado seriamente estos esfuerzos de paz y su cooperación ha resultado vital para obtener progresos extraordinarios en las conversaciones de La Habana.

La oposición venezolana está dividida entre quienes están a favor del diálogo y el camino electoral y los radicales que quieren “la salida” inmediata de Maduro. “La salida” supone una división de los militares. Luego de 15 años de chavismo, una división en la milicia podría derivar en un enfrentamiento armado que instalaría la violencia política en el país durante muchos años. Paralelamente, en Colombia el proceso electoral ha dividido al país entre quienes están a favor de una negociación con las guerrillas y quienes piensan que es el momento de derrotarlas por considerar que una negociación entregaría al país a lo que llaman “castro-chavismo”. En esta situación también han comenzado a intervenir los intereses de grupos radicales anticastristas de la Florida que, frente a la posibilidad de una transición suave del régimen cubano, prefieren su colapso. De nuevo la confrontación, en vez de la pacificación, amenazan con tomar control de las relaciones regionales. Si los extremismos cobran fuerza, los interesados empezarán a usar los territorios de un país para atacar al Gobierno de otro y de allí a perder el control se estará a un paso.

La idea de que Colombia no tiene un conflicto sino una amenaza terrorista está coincidiendo con la idea de que Venezuela es una dictadura y no un país que ha tenido 15 elecciones en 15 años. A esto se suma la creencia de que en este momento en Cuba son más importantes los cambios democráticos que la profunda e irreversible transformación social que están dejando los cambios económicos. A la fecha existen en la isla casi 500.000 pequeños empresarios. Impaciencia, retórica y emociones contra paciencia, pragmatismo y racionalidad.

Los avances en las negociaciones con las FARC no tienen precedentes. Las FARC ya aceptaron dejar las armas y las drogas y transformarse en partido político. El Gobierno por su parte aceptó implementar un programa de paz territorial con una reforma agraria integral que llevaría por fin el desarrollo y el Estado a la Colombia rural, profunda y salvaje. Ambas partes priorizarán los derechos de las víctimas y no harán intercambio de impunidades. Tirar todo esto a la basura sería una locura. La idea de que Venezuela es una dictadura que debe ser derrocada tiene escasos adeptos en el continente y en los Estados Unidos. Los comparativos frente a los 30.000 desaparecidos en Argentina, los escuadrones de la muerte de Brasil, el genocidio en Guatemala y los miles de descuartizados que aparecían en las calles de El Salvador dejan poco espacio para pensar a Venezuela como dictadura.

Un cambio de correlación en la oposición venezolana y en la política colombiana implicaría, en principio, un cambio hacia una retórica más agresiva. Dice el profesor David Apter que “el discurso de la violencia como política y la violencia política como discurso constituyen una intervención perturbadora que da por sentadas las causas, los efectos y las probabilidades. Es en ese momento que las palabras pueden matar”. Las palabras crean actitudes, las actitudes generan hechos y los hechos desencadenan procesos; si la retórica es de confrontación el resultado es la guerra. Es cierto que hay paranoias en Cuba y Venezuela, pero los errores de la invasión de Bahía Cochinos a Cuba en abril de 1961 y el intento de golpe de Estado contra Chávez en abril del 2002 dieron credenciales de verdad a todo lo que estos regímenes dijeran después. Hay una relación entre hechos históricos, creencias, retórica y violencia.

En Centroamérica el diálogo y las soluciones negociadas fueron el único camino para resolver conflictos que dejaron más de 400.000 muertos. Esto fue posible porque México, Colombia, Panamá y Venezuela, apoyados por Europa, respaldaron el diálogo contra la voluntad de guerra de los Estados Unidos. Si en la nueva realidad Estados Unidos dialoga y negocia con los talibanes, ¿por qué no debe entonces negociarse con las FARC? ¿Por qué no debe ser el dialogo la salida a la crisis venezolana? La comunidad internacional debe persistir, como lo hizo en Centroamérica, para que el diálogo y la negociación prevalezcan sobre la violencia.

Venezuela lleva 15 años bajo una polarización política extrema con un régimen que ha limitado las libertades democráticas y creado un desastre económico. Esto ha terminado en una crisis de violencia callejera que ha dejado 32 civiles y 9 policías muertos en los enfrentamientos. Colombia tiene 54 años viviendo un conflicto que ha dejado 4.744.000 desplazados junto a 178.220 civiles y 41.000 militares y policías muertos. 

Los colombianos necesitan terminar su conflicto y los venezolanos deben ahorrarse el de ellos.

domingo, 8 de junio de 2014

La desolación de la quimera


Nelson Acosta Espinoza

El encabezado de este breve escrito, amigo lector, posee una explicita referencia cernudiana. "La desolación de la quimera" es el título de la última creación literaria de Luis Cernuda (1902-1963); poeta sevillano de la generación del año 27.

Lo utilizo porque me parece que resume en forma apropiada la situación política, social, cultural y psicológica que caracteriza al país en los actuales momentos. La quimera bolivariana ha desolado al país y ha expuesto al escrutinio público el carácter fantasioso y utópico del llamado socialismo del siglo XXI. Desde luego, el costo ha sido alto, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La energía y la fertilidad intelectual que caracterizó las primeras décadas de vida democrática, por ejemplo, han sido suplantadas por una mezcla de corrupción, oportunismo e ignorancia cuyos resultados están a la vista de todos los venezolanos.

Posemos la atención, por ejemplo, en el ámbito cultural. Desde su inicio, el sistema democrático impulsó y, fue sometido a su vez, a una recia confrontación con intelectuales que conformaban una red cultural de sesgo izquierdista. Basta recordar los escritos del grupo Sardio, El techo de la ballena o el teatro crítico de dramaturgos como Cesar Reginfo, José Ignacio Cabrujas, Carlos Jiménez, por citar algunos de los más conocidos autores del teatro nacional. En aquello años, esta oposición cultural no tan solo era respetada, sino que con sus actuaciones y espíritu contestarlo incrementó, igualmente, la densidad cultural de la vida política del país. La quimera, pues, aún no estaba desolada. Sin embargo, ese respecto y tolerancia hacia el espíritu crítico que caracterizó aquella fase democrática ha sido sustituida, en la actualidad, por una intransigencia de corte autoritario que ha llegado a los extremos, por citar un ejemplo emblemático, de derrumbar la estatua de Cristóbal Colón el 12 de Octubre del 2004 -día de la resistencia indígena-. Monumento este que contaba con más de cien años de antigüedad y se encontraba ubicado en la Plaza Caracas.

Démosle una vuelta a la tuerca y encaremos, ahora, la situación de pobreza que embarga a la población. En su inicio la revolución vendió, con relativo éxito, la idea de acuerdo a la cual esta condición estaba siendo superada. Sin embargo, cifras oficiales muestran su incremento y, lo que es más importante, lo errado que estaban las políticas diseñadas para combatirla. Hoy en día, la pobreza económica y cultural atenaza a más del 80% de la población del país. Desde luego, el incremento de este flagelo va acompañado por el declive de la economía. El cuadro general se puede describir como sigue: inflación rampante, déficit fiscal incontrolado, escasez de bienes básicos, sobrevaloración de la moneda, reducción de reservas o alzas del riesgo país.

En el plano estrictamente político esta desolación ha llegado para quedarse. El gobierno se encuentra fracturado. Algunos oficialistas, por ejemplo, estiman que la continuidad de Maduro pone en riesgo la prolongación del chavismo. Otros, por el contrario, impulsan la ejecución de políticas de alta intensidad represiva. Esta opción, encuentra resistencia en mandos militares. En fin, la unidad de mando que existía en los tiempos de Hugo Rafael Chávez comienza a desmoronase. El gobierno, en consecuencia, transita una senda peligrosa para el país.

La coyuntura exige rectificación y diseño de políticas que vayan al encuentro de quienes conformamos la totalidad de la nación. La polarización extrema puede conducir a situaciones lamentables y delicadas. El Chile de Salvador Allende es un buen espejo para echar un vistazo a la tragedia política que pudiera amenazar a todos los venezolanos.

La quimera se ha esfumado… y solo permanece la desolación que ella provocó.

Problema de diagnóstico


El oficialismo tacha en Venezuela de radical a cualquier posición que cuestione públicamente lo que representa el chavismo.





Alek Boyd,
Publicado en El País (España) el 7 de junio de 2014

En Venezuela hay dos oposiciones: una oficial, y otra radical. La oficial se agrupa en torno a la Mesa de la Unidad (MUD), mientras la otra es representada principalmente por Leopoldo López (reo del régimen), Maria Corina Machado (despojada ilegalmente de su cargo parlamentario), y Antonio Ledezma (cuyo triunfo electoral en las elecciones de la Alcaldía Mayor de Caracas en 2008 fue absolutamente anulado por Hugo Chavez). La segunda le debe su calificativo no sólo al chavismo, que obviamente la ve como la única amenaza a su poder hegemónico, sino a la primera, y a todos aquellos que comulgan con ella. Es decir, cualquier posición que cuestiona abierta y públicamente lo que representa el chavismo es radical, mientras que cualquier posición que busca o mantiene participación en el “juego democrático” que promueve el chavismo cuenta con la venia oficial. 

Se cuentan por millones los venezolanos que no confían de un todo enel ente electoral (CNE). Uno de los principales motivos para dicha desconfianza ha sido la falta de auditorías independientes al Registro Electoral. La oposición oficial mantiene que el sistema electoral ha sido “auditado suficientemente” (Ramon Guillermo Aveledo dixit), a pesar de que no existe un reporte, un informe, un artículo de prensa, ni fotografías o videos que demuestren la celebración de tales auditorías. Es más, al reporte de la Unión Europea, sobre el cual ha basado el chavismo la especie de que el sistema electoral de Venezuela es de lo mejor que se haya visto, se le ha sumado ahora el del Carter Centre, ambos afirmando, sin ambages, que ni el sistema ha sido auditado independientemente, ni en las auditorías participan representantes de la oposición.

Y he allí el meollo del asunto, es un problema de diagnóstico. Mientras una oposición piense que la exigencia por parte de la otra del cumplimiento de artículos de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política (art. 95 y 97) representa una postura “radical”, el chavismo permanecerá indefinidamente en el poder. Mientras una oposición continúe con la pretensión de que el chavismo es una plataforma política cuyo ejercicio en el poder es regido por la estricta observancia de la constitución y las leyes, y por tanto merece consideración y respeto; mientras se continúe con la farsa del diálogo acompañado por naciones aliadas al totalitarismo imperante; y se busque y promueva como solución la participación en elecciones que no son, bajo ningún concepto democrático, libres y transparentes; es imposible esperar otra cosa que no sea la realización de los designios del chavismo, cualesquiera que fuesen.

El chavismo necesita una oposición, para poder mantener con algún vestigio de credibilidad su postura ante el mundo. Y la oposición oficial rauda le sigue el juego. Comparemos, brevemente, las reacciones en los principales partidos políticos europeos que siguieron a los recientes resultados electorales, donde partidos y actores de la extrema derecha e izquierda lograron importantes avances. En la mayoría de los casos ha ocurrido una importante introspección, y muchos de los políticos de oficio han dimitido, o han puesto sus cargos a la orden. Los que han ganado espacios pareciera que aplican un doble rasero cuando del buen salvaje se trata.

Pero fijémonos ahora en Venezuela, cuya oposición oficial lleva perdiendo elecciones desde 2004, y su liderazgo sigue sin renovarse, como si no hubiese perdido nada. Cuando aparecen nuevos actores que de alguna forma retan o desafían el poder constituido, como el movimiento estudiantil, la reacción es siempre la misma: desmarcarse y descalificar. Pondré un ejemplo cercano: los representantes ante el CNE que conocí en la campaña presidencial de Manuel Rosales en el 2006, son los mismos que afirman en estos días que Venezuela cuenta con el mejor sistema electoral del mundo.

La oposición radical no considera lo electoral, bajo las condiciones actuales, como una salida factible, ni quiere esperar hasta el 2019 a ver si el chavismo comete el desliz de perder una elección. Y con razón, ya que sus tres líderes más visibles han sufrido en carne propia lo que ninguno de los del otro bando. Y qué decir de los miles de estudiantes detenidos, las decenas de muertos, y torturados. La oposición “radical” pone la sangre, y los muertos, mientras que la oficial se sienta a la mesa con el régimen a recriminar sólo lo previamente acordado y permitido. Al abandono de posturas sancionadas por el régimen le sigue ostracismo, juicios amañados, destituciones ilegales, persecución política, exilio, acusaciones infundadas de magnicidio, o peor, cárcel, tortura y muerte. Es decir, el régimen es capaz, y ejecuta lo que sea, por sacar del juego a quienes no siguen su libreto. Se juega según sus “reglas democráticas”, o se pierde la libertad o la vida.

Lo lamentable, es que la comunidad internacional o no se ha dado cuenta de ésta dinámica, o lo ha hecho, y por razones de índole político y económico se mantiene al margen. Solamente en un absolutismo puede describirse la exigencia de que se cumpla la ley como una postura radical o nihilista. Y así, con ese problema de diagnóstico, siguen algunos pretendiendo que negociar con el crimen organizado devenido en Gobierno es el camino que conduce a la recuperación de la democracia.

domingo, 1 de junio de 2014

El fin de las certezas


Nelson Acosta Espinoza

La reflexión, la hizo Julia. Joven, atenta e inteligente. Sucedió en el marco de un taller donde se analizaba la cultura política venezolana. Esta estudiante subrayó, a propósito de las denuncias del Presidente Nicolás Maduro sobre la organización de un intento de magnicidio en su contra, que en Venezuela en doscientos años de historia solo se consumó un caso. Se refería, desde luego, al asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Gobierno, ocurrido en el año1950. Kevin, otro de los participantes del taller, apunto que en la democracia americana, por el contrario, los magnicidios si han formado parte de su historia. Estaba en lo cierto: Lincoln (1865), Garfield (1881), McKinley (1901) y Kennedy (1963).

Estos señalamientos estimularon una breve discusión sobre los parámetros que han definido nuestra vida democrática. Los atajos terroristas, por ejemplo, han estado lejos de las vías exploradas por los más acérrimos opositores a las diversas formas de gobierno experimentadas en democracia. Una excepción, el atentado al presidente constitucional Rómulo Betancourt ocurrida en el año 1960 y patrocinada por la dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo.

El argumento de magnicidio ha sido utilizado tanto por el finado presidente Chávez como Nicolás Maduro. En forma reiterativa han advertido sobre diversos atentados contra su vida. Desde luego, no han presentado pruebas convincentes que evidencien tales intentos. Pareciera, más bien, que estas fabulaciones forman parte de una estrategia discursiva para desviar la atención sobre los graves problemas que confronta el país.

En este sentido no hubo dudas, entre los participantes del seminario, en señalar dos de las variables que dan cuenta de la necesidad de fabricar estas narrativas: el ocaso de la revolución y el agotamiento de su modelo económico. En relación a este primer parámetro, es evidente que la emoción, ilusión y sueños que en su inicio provocó este experimento chavista se han disipado. Lo que permanece son las evidencias de esta alucinación frustrada: escasez, colas, desasbatecimiento, pobreza generalizada y un estado depresivo colectivo a punto de transformarse en fermento para el cambio. En el plano económico, el escenario no es en absoluto alentador. A pesar de la magnitud de los errores y la precariedad de la economía no se vislumbra, a corto y largo plazo, propósitos de enmienda. Los sectores radicales presionan para abortar los tímidos intentos de innovación que se pudiera experimentar en este ámbito.

Ante este panorama, se formuló la siguiente pregunta ¿cuáles son las vías para superar esta calamidad histórica? La repuesta a esta interrogante está por formularse. Lo cierto y, ahí el consenso fue generalizado entre los participantes de este taller, es que las luchas encabezadas por los estudiantes, jóvenes y ciudadanía en general, son expresión de un sentimiento radical de cambio incubado a lo largo de estos quince años de revolución. Emoción, se recalcó a lo largo de este evento, que no ha sido capitalizada por ninguna de las formas políticas institucionalizadas en la oposición.

En este sentido hubo acuerdo generalizado sobre la idea que el desconcierto abriga por igual al gobierno y a la oposición. Las certezas que proporcionaban seguridad, en ambos bandos, tienden a esfumarse. De ahí el carácter histórico de la crisis. La misma arropa por igual a ambos actores en pugna, El dispositivo simbólico republicano ha caducado.

En palabras de uno de los participantes: los manuales que indicaban las instrucciones a seguir en estas situaciones ya no son útiles. Se han desvanecidos las viejas certezas.

En fin soplan, con fuerza, vientos de cambios.

La polilla radicalista


Simón García

Los radicalistas aborrecen la quietud y son adictos a la marcha rápida. El ritmo real de los hechos los desquicia. Se empecinan en correr por una sola vía y en el mismo sentido. Reducen las formas de lucha a una talla única. Su carrera precipitada hacia el objetivo final, les hace despreciar logros intermedios o parciales. Para ellos el abismo está atrás, retroceder es el acabose.  

Lenin pulverizó las políticas que intentaron sobrepasar las suyas por la izquierda. Las catalogó como izquierdismo, infantilismo, radicalismo. Según él, una posición que aunque obedeciera a los mejores deseos, derivaba en falsas ilusiones al equivocar los medios y la oportunidad para llevarlos a cabo. Al contrario de lo que afirma la santería radicalista, son los cambios de velocidad, el zigzagueo, la concesión que abre apoyos y la amplitud lo que permite, en determinadas condiciones, salvar las transformaciones. Por eso a la genialidad política de Lenin se le reconoce la invención del paso atrás. 

Se dice que sus apoyantes ultraradicales tumbaron a Allende.  El partido del presidente pretendió ir más allá de donde lo permitía la correlación de fuerzas, provocar la ira de los conservadores, irritar innecesariamente a la clase media y proyectar el socialismo como una amenaza a la paz, a la convivencia y al bienestar.

Entre nosotros se cumplió la hazaña ultrista de haber intentado derrocar por medios violentos un gobierno  democráticamente legítimo por origen y desempeño, el de Rómulo Betancourt que dio inicio a las más importantes transformaciones de fondo de nuestro país en el siglo XX. Un error histórico cometido por una vanguardia integrada por mentes muy lúcidas, que cuando iniciaron una rectificación y al calor de acontecimientos de impacto mundial, dejaron en la cola a la ultraizquierda de la década del setenta con sus sacos de descalificaciones y acusaciones. No pudieron dividir porque estuvo constituida por grupos minoritarios, de carácter más simbólico que transformador y limitados a testimoniar una furia antisistema sin visión de país.

En los tiempos que corren ha reaparecido un nuevo el liderazgo de la desesperación, actuando bajo el dogma del todo o nada, reclamando que los procesos arrojen resultados antes de que estos hayan sido incubados y cultivados, descalificando y segregando a quienes piensan diferente, endilgando con la mayor irresponsabilidad la condición de colaboracionistas o traidores a los que llaman a mirar al país completo. Para ellos toda amplitud o aproximación a la otra acera es objeto de sospecha.

Este radicalismo rojo ha irrumpido con furia en el partido de gobierno y se agazapa en ciertos ámbitos del Estado bajo el supuesto de impedir las claudicaciones ante la oposición. Han asumido pública y notoriamente una línea de boicot al diálogo como vía para obstaculizar que Maduro se convierta en un nuevo líder único. Sus radicales le quieren rebajar el bigote. 

  En el PSUV hay una unidad de precarias conveniencias. Su soldadura reside más en los alicientes que ofrece el uso del poder que en un proyecto de mejoramiento de la sociedad. Hay mucha procesión cruzada, pese a las cortesías obligadas entre camaradas propicios a tomar rutas opuestas.  

No cuesta mucho visualizar el punto de la discrepancia: El gobierno no puede avanzar contra un conjunto de crisis que lo desbordan incesantemente. No es sólo el colapso económico que por sus efectos, corrosivos de popularidad y destructivos de la sociedad, debe ser revertido con la mayor urgencia. Es también el evidente desgaste de sus herramientas de hegemonía. 

La disyuntiva es clara: No se puede superar la  crisis de gestión manteniendo el modelo. Si Maduro se priva él se debilita, si mantiene el actual rumbo debilita al proceso. Le ha llegado la hora de pensar en un gran viraje antes que la implosión deje ver que el trabajo invisible de las polillas se comió al proceso.

Magnicidio chavista

¿Cómo pueden ser tomados en serio ante tan evidente irrespeto al debido proceso y la ley?




Alek Boyd
Publicado en El País (España) el 30 de mayo de 2014

Hugo Chavez solía usar mucho lo del magnicidio. Cual desacreditado anunciante del inminente arribo del lobo, el cual nadie ha visto ni una sola vez desde 1998, nadie medianamente inteligente creía en los dizque intentos magnicidas que anunciaba el caudillo. Y, vale decir, por razones de responsabilidad exclusiva del difunto jefe de Estado: ninguno de los anuncios hechos, a lo largo de su período al frente del gobierno en Venezuela, resultó en investigaciones que condujesen a revelaciones verosímiles sobre dichos planes. Tenemos todo tipo de magnicidios: el de los que iban a derribar el avión presidencial con una bazooka; el de los que iban a asesinar a Chavez con cachitos de jamón y queso; el del cáncer que habría sido “inoculado”... Hasta la BBC, normalmente muy comedida en su crítica al chavismo, ha publicado sobre el espurio uso del argumento del magnicidio por parte de Chavez.

A pesar de los inexistentes réditos políticos y mella a su credibilidad, el chavismo parece no haberse dado cuenta que nadie, en ningún lado, se traga el cuento del magnicidio. El último ejemplo lo ha dado el denominado Alto Mando Político de Venezuela hace un par de días. Es relevante resaltar los cargos oficiales de los asistentes a la rueda de prensa en la cual se anunció el “plan de golpe”: Jorge Rodriguez, alcalde de Caracas y actuando como vocero principal; Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional; Cilia Flores, Primera Dama; Jorge Arreaza, Vice Presidente; Rafael Ramirez, presidente de PDVSA, Ministro de Energía y Vice Presidente del área económica; Miguel Rodriguez Torres, Ministro de Defensa; Delcy Rodríguez, Ministro de Información; Carlos Osorio, Ministro de Alimentación; Tareck el Aissami, Gobernador del estado Aragua; y Francisco Ameliach, Gobernador del estado Carabobo.

Imaginemos una rueda de prensa similar en España, con asistencia de los más altos cargos del gobierno, para anunciar un plan de magnicidio contra el jefe de estado. ¿Las pruebas? Correos electrónicos intervenidos ilegalmente que no contienen ni un ápice de credibilidad, ni de información utilizable. Como los innumerables anuncios de magnicidios de los últimos 15 años, no hay sustancia, no hay evidencia, pruebas, ni nada que se le parezca. Cual Goebbels criollo, el alcalde de Caracas, que no la Fiscal General ni sus representantes, se despachó más de una hora frente a las cámaras, en compañía del Alto Mando Político, haciendo todo tipo de conjeturas y acusaciones basadas en “evidencia” obtenida ilegalmente por el SEBIN, que es el cuerpo de inteligencia del estado. Todo ello, antes de practicar alguna detención. Todo ello, antes de informar a las partes acusadas sobre la investigación que se les sigue. Todo ello, por televisión, con asistencia pública. Culminada la rueda de prensa, la Ministro de Información anunciaba en las redes sociales la publicación del documento “plan de golpe”, prueba del magnicidio, fechado 28 de mayo de 2014. La metadata de dicho documento indica que fue creado el 29 de mayo de 2014, horas después de la rueda de prensa.

¿Cómo le aplicamos el debido proceso a esa farsa? ¿Cómo puede explicarse la postura indiferente ante tal ilegalidad de los más altos cargos de un gobierno que dice ser democrático?

Ese es el mismo Alto Mando Político que se sienta a “dialogar” con la oposición, con la anuencia de sus socios de UNASUR. Ese es el mismo grupo de funcionarios que se supone deben respetar, y hacer respetar, la constitución, y las leyes, y están buscando solucionar los múltiples problemas que aquejan a Venezuela. Ese es el mismo grupo de funcionarios que defienden y militan, patria o muerte, en un movimiento político cuyo líder fue atrapado, con las manos en la masa, dirigiendo un intento real de magnicidio en 1992. Recordemos, esas son las mismas personalidades que han rechazado, por haber sido obtenida ilegalmente, el cúmulo de evidencia de conexiones entre el chavismo y las FARC, hallada en los ordenadores del abatido líder narco terrorista Raúl Reyes.

¿Cómo pueden ser tomados en serio ante tal inconsistencia, ante tan evidente irrespeto al debido proceso y la ley? El objetivo del magnicidio, como le dijo Teodoro Petkoff a la BBC, es “crispar y tensar la situación política”, aumentar la polarización, pero nadie, “ni el chavista más rabioso” se cree ya ese cuento. No se lo creían a Chavez, ni con sus verdaderas dotes oratorias. ¿Quién le va a creer a Jorge Rodriguez? ¿O al Presidente Maduro, el que habla con pájaros? El magnicidio, real, tangible, es a la credibilidad del chavismo.