domingo, 4 de marzo de 2012

Teología bolivariana y sus herejes

El legendario "Maisanta", el último hombre a caballo, personaje de la mitología chavista

Nelson Acosta Espinoza


La antropología establece diferencias entre relatos míticos y momentos fundacionales. Los primeros se refieren a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses semidioses, héroes o personajes fantásticos. El mito Bolivariano, por ejemplo, podría considerarse dentro de esta primera categoría. 

Este relato ha ido creciendo hasta ser representado a veces como un semi-dios, un hombre fuera de lo común, capaz de los mayores sacrificios en nombre de una causa incomprendida por la mayoría, incluso por sus propios aliados.



En tanto estructura simbólica, tiene la función de dar sentido y explicar las instituciones existentes remitiendo a los “tiempos originales”. Es lo que ha pretendido Chávez desde el inicio de su revolución bolivariana. Ha intentado instituir un mito fundacional que tiene como propósito desaparecer de la percepción histórica colectiva los elementos reales que pudieran enturbiar esta historia idealizada. No en balde de los distintos “Bolívares” Chávez se inclinó por el de Angostura, el centralista y el del proyecto continental.
Los momentos fundacionales, por el contrario, son propios del tiempo histórico. Marcan contemporaneidad y suelen ser objetos de celebraciones para ser fijados en el inconsciente cognitivo de una colectividad. Sus héroes son civiles; prodigiosos en el hacer cívico, lejos de la fantasía y engarzados a la realidad para poder transformarla. Triunfan, fracasan, pero no desaparecen del imaginario popular. Proporcionan, eso sí, los contenidos referenciales que nutren los marcos cognitivos sobre los cuales se orientará la percepción pública.


Luis Beltrán Prieto Figueroa,
el gran maestro venezolano.

En Venezuela son diversos estos momentos fundacionales. Sin embargo es posible diferenciar tres: el desfile desde la Universidad Central de Venezuela hasta el Panteón Nacional en homenaje a los próceres de la independencia. Procesión con motivo del carnaval caraqueño y que dio origen a la célebre generación del 28. Un desfile, coronación, recital y becerrada marcaron el fin de la era de Gómez y el inicio de la modernidad política en el país. El segundo momento lo constituyó el 18 de Octubre de 1945 y, finalmente, el 23 de Enero de 1958. Estos acontecimientos dieron origen a nuevos marcos en la cultura política venezolana.

El oficialismo, por ejemplo, se mueve dentro de los parámetros del denominado “padre protector” (Lakoff dixit). Su raíz se remite al Bolívar mítico reseñado anteriormente. De ahí proviene una “sabiduría” que se expresa en él “que lo sabe todo”, “el taita”, “el curandero Telmo Romero”; en fin, el caudillo que establecía vinculo de por vida entre líder y seguidor (“El que quiera patria, sígame”). Este marco puede verse como una estructura mental que organiza su percepción del mundo en términos autoritarios y castrenses. En el extremo opuesto, se encuentra el del “padre liberal” Este modelo, por analogía ofrece una apuesta progresista, tolerante, inclusiva frente a la vida y la política. Reivindica la civilidad y apuesta por la protección social, la igualdad de oportunidades, la educación universal y la justicia económica. El primer marco, es mítico, el segundo corresponde al momento fundacional de nuestra civilidad.

En la realidad estos marcos no se encuentran en un estado puro. Sin embargo, determinan dos modelos contrapuestos de entender los valores, los principios y la orientación política. Por esta razón, los temas electorales de la oposición deberían “enmarcarse” en el modelo cívico y democrático del “padre liberal”. Cuando me refiero a temas electorales, incluyo los de la agenda del oficialismo. “Enmarcar” es proporcionar un nuevo significado a la frase o conjunto de palabras del oponente. Eso es lo que conoce bajo el concepto de “triangular”.

Regresemos al inicio de este breve escrito. Debemos sustituir mito por momento fundacional. La democracia tiene un acumulado de experiencias cívicas que hacen posible la construcción de un nuevo relato político victorioso.


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