domingo, 23 de febrero de 2014

La salida


Nelson Acosta Espinoza

De entrada lo señalo: rindo tributo y respeto a los estudiantes y jóvenes que han salido a la calle a reclamar los derechos de todos los venezolanos. Estas jornadas deben verse como la respuesta ciudadana a los múltiples agravios que ha sufrido la sociedad venezolana a lo largo de estos últimos 15 años. Su protesta, entonces, es legítima y moralmente correcta.

Esta rebelión ciudadana ha servido, igualmente, para despertar la conciencia ciudadana y colocarla en una situación de alerta. En cierto sentido, ha jugado el rol de contrafuerte a cierta tendencia, inevitable en las actuales circunstancias, de acostumbrarse a lo que hay. No escapa a la atención del lector que estábamos sumergidos en una "resaca" política debido, entre otras circunstancias, a la derrota electoral sufrida en las elecciones municipales y a la carencia de un guión político, por parte de la MUD, ajustados a las circunstancias post electorales. La población, enfrentada a los anaqueles vacíos, inflación, inseguridad y deterioro creciente de su calidad de vida, no encontraba el interlocutor político apropiado que la acompañara en los múltiples conflictos diarios en los cuales se encontraba involucrado. Los estudiantes y jóvenes han ocupado ese espacio vacío.

Un aspecto que vale la pena enfatizar es el espectro social de los ciudadanos que se han sumado a esta rebelión ciudadana. Se ha señalado, por algunos actores contrarios a esta forma protesta, la procedencia clase media de sus actores. En este sentido, han intentado descalificar la protesta (mas de los mismo del 2002) y apuntan su poca conexión con sectores "pobres" de la población. Aquí vale la pena preguntarse ¿quiénes, hoy en día, son los sectores empobrecidos de la población? Amigo lector, me voy a permitir ser un poco vanguardista en este aspecto. Me refiero a la forma poco convencional de definir nuestra pobreza. Veamos. Pobres son: los sin carro; los sin seguro de HCM; los sin tarjeta de crédito; los sin dólares de CADIVI; los sin habitación, los sin crédito hipotecario, y pare usted de contar. En fin, si sumamos la población que se encuentra en estas categorías encontraríamos que un 80% puede considerarse empobrecida. Y esta categoría arropa por igual a la antigua clase media, que formo la democracia, y los habitantes que tradicionalmente se encuentra fuera de los circuitos de consumo masivo. Una de los objetivos, no formulado explícitamente, de esta protesta estudiantil ha sido la incorporación, paulatina, de estos sectores empobrecidos de la población urbana.

Creo que estamos ante la situación de proporcionar una nueva direccionalidad a esta lucha iniciada por los estudiantes. Ellos han encendido la chispa inicial, ahora es necesario incendiar la pradera cívica y democrática. Orientar el descontento dentro de las lógicas democráticas. Aquí es donde las organizaciones agrupadas dentro de la MUD deben jugar un papel de primerísima importancia. Los jóvenes no pueden permanecer indefinidamente en la calle. Es indispensable, entonces, que estas organizaciones se activen y acompañen a los ciudadanos en sus luchas cotidianas. Aprovechar esta toma de conciencia y encuadrar todas estas disputas en una propuesta al país que se difunda y se defienda en la calle.
Partidos políticos, asociaciones gremiales, colegios profesionales, organizaciones empresariales, universidades, iglesias, en fin, toda esa armazón que constituye la sociedad civil y política, debe activarse para poder construir un frente que impida que el país se hunda en el abismo que propician las políticas de este gobierno.

Así entiendo LA SALIDA. Militar orgánicamente en ella sería el mejor tributo a los jóvenes caídos en estas protestas.

Mi solidaridad con Leopoldo López y Voluntad Popular.

Venezuela huérfana

Frente a la angustia de los jóvenes los herederos de Chávez solo saben reprimir

Antonio López Ortega
El País (España), 21 de febrero de 2014

En la década de los años sesenta, Venezuela creó dos hitos culturales: la casa editorial Monte Ávila y el Premio de Novela Rómulo Gallegos. El primero acogió a la diáspora intelectual que huía del franquismo y de los regímenes tiránicos del continente americano; el segundo marcaba un espacio para reconocer el valor de la ficción como mecanismo liberador de las sociedades. Pero estos gestos de afirmación cultural no eran azarosos; respondían más bien al entusiasmo de una democracia naciente, que en 1958, después de una década de costosa clandestinidad política, desechó al dictador militar Marcos Pérez Jiménez. Entre los años cuarenta y cincuenta se estima que 500.000 españoles emigraron a Venezuela, por no contar a italianos y portugueses. Esas diásporas huían de lo que el poeta venezolano Eugenio Montejo ha llamado “las pestes del siglo XX”. A saber, el franquismo, el fascismo, el nazismo o el comunismo.

Esas oleadas de inmigrantes se hicieron venezolanas y sus hijos o nietos, entre otros, pueden estar ahora protestando en las calles de Caracas, Valencia o San Cristóbal. Venezuela ha sido fundamentalmente un país de acogida, de bienvenida, con la tradición de exilio más baja del continente, quizás porque el siglo XX, con sus contados paréntesis, fue el siglo de la conquista de la paz, como gustaba de decir al historiador Manuel Caballero.

Ese fulgor democrático de los años sesenta, vale recordarlo, no era la norma en América Latina, continente asediado con los personajes preferidos por la ficción que tramaban novelistas como García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes o Roa Bastos, pero personajes que en la realidad creaban monstruos nada ficticios y sí muy reales a la hora de acabar con críticos u opositores. Nadie recuerda hoy que lo que se dio por llamar la doctrina Betancourt (en reconocimiento al presidente Rómulo Betancourt) se constituyó en el primer obstáculo para que regímenes como el de Cuba no entraran en la recién fundada OEA: una postura, por cierto, muy distinta a la que muestra una reciente foto tomada en La Habana, en la que 15 presidentes latinoamericanos sonríen a cámara sin emitir una sola palabra sobre derechos humanos en la isla. La política latinoamericana de hoy, qué duda cabe, es más amiga de los negocios que de los fundamentos éticos.

La gesta democrática venezolana duró al menos 40 años (1958-1998) y, si bien en las postrimerías el crecimiento de la deuda social y el auge de la corrupción gubernamental fueron cánceres letales, el precio que el país ha pagado por sus omisiones no daba como para recuperar las pestes que, según el historiador Ramón J. Velásquez, creíamos haber enterrado en el siglo XIX: militarismo, caudillismo y personalismo.

La llegada de Chávez en 1999, que para muchos representaba un esfuerzo para saldar las cuentas de nuestra imperfecta democracia, para otros más conscientes significó la vuelta de todas nuestras pesadillas, precisamente las que siempre habían atentado contra nuestro sueño republicano. De militar exgolpista a exponente de la antipolítica, de personajillo parlanchín a hijo putativo del caimán barbudo, los muchos rostros que Chávez quiso tener se resumen a uno solo: la idea de que la redención social pasa por un absoluto control del poder. Y ese ha sido el pretexto que, aderezado con fusión de los poderes públicos, alta renta petrolera y fuerte manu militari, nos ha traído hasta hoy, cuando sus díscolos herederos se enfrentan a una revuelta social que, en definitiva, no logran entender.

En el testimonio de los estudiantes que hoy protestan en las calles de Venezuela prevalece una noción inconmovible: la idea de que el futuro no existe. No tendrán hospitales donde trabajar, puentes que construir, edificios que diseñar, casas donde vivir, viajes que hacer. Por eso es que las concentraciones y marchas, que se quieren pacíficas, a veces se vuelven rabiosas. Por eso es que una estudiante se impacienta y llora frente a otra mujer que es soldado de una barricada: “¿Es que no ves que ambas somos venezolanas?”, le increpa la sensible a la que se muestra indiferente.

Para estas reacciones humanas que van del dramatismo a la angustia, del grito a la impotencia, los herederos de Chávez no han tenido otra idea distinta que reprimir, reprimir a la juventud venezolana, quizás porque en estas circunstancias no pueden admitir la evidencia mayor, que es la absoluta incapacidad para resolver nada, pues conducen un Estado quebrado, forajido, lleno de deudas y acreedores, inmovilizado hasta en las decisiones más intrascendentes, que ellos mismos han desbancado.

Los jóvenes piden el futuro que los herederos de Chávez, enamorados de ideas muertas, les han quitado. Y los jóvenes saben que solo ellos, más los que se quieran sumar a sus proclamas, pueden luchar por sus aspiraciones. Están finalmente solos y bien lo saben. Son los huérfanos, los huérfanos de Venezuela, pues la paternidad pública los ha abandonado, el estamento militar los persigue y las “patrullas bolivarianas” (colectivos armados) les disparan todas las noches. Si este rostro de futuro nonato es capaz de inspirar un mínimo de reciprocidad por todo lo que Venezuela entregó al mundo en años no tan lejanos, estamos a tiempo de demostrárselo.

¿Salida o cul-de-sac?

Calle sin salida o cul-de-sac

Miguel A. Megias

Cul-de-sac es una expresión francesa que define con mucha claridad la actual situación del país; significa "calle o callejón sin salida”. Y hablando de “sin salida”, un sector de la oposición venezolana ha llamado a la protesta contra el régimen actual, en una expresión que se resume en dos palabras: “la salida”. Desde el punto de vista del simbolismo, aunque no se haya explicitado, “la salida” significa exactamente eso: la salida del gobierno actual.

En un sentido mecánico y estrictamente racional, la salida debería ocurrir por una de las siguientes razones: o por renuncia del presidente y consiguiente llamado a eleciones; o por solicitud de un referendo abrogatorio, que pudiera ocurrir a mediados de mandato; o mediante elecciones, en 2019. Tengo la impresión de que la salida que con tanto fervor apoyan algunos grupos de oposición es la renuncia. Pues las otras salidas están muy lejanas en el tiempo.

¿Es factible forzar la renuncia del gobierno? Sin entrar en detalles, esto pudiera ocurrir, pero es poco pobable, según mi muy personal opinión. A menos que el país entero se levante, a menos que los grupos sociales más desfavorecidos, que constituyen el principal apoyo del gobierno, se alcen, no creo que estén dadas las condiciones para forzar un desenlace de tal naturaleza. Porque el gobierno de Venezuela no es estrictamente lo que Maduro desee o decida: hay otras fuerzas inmiscuidas, muy poderosas, que en su momento obligarán al presidente a hacer una u otra cosa; y, por el momento, tal parece que esas fuerzas defenderán a capa y espada, con su sangre o con la de los venezolanos, la usurpación que está teniendo lugar. Así las cosas, la renuncia no parece una opción valedera.

Tenemos que suponer que los grupos que propician la salida (el partido Voluntad Popular y su principal dirigente, Leopoldo López) así como los grupos afines a María Corina Machado, deben estar bien informados de que la “masa no está para bollos”, al menos no todavía. Entonces, o ellos saben algo que los demás ignoramos o están proponiendo acciones a sabiendas de que no son factibles. En el primer caso, no podemos opinar sobre lo que desconocemos; en el segundo caso, sería imperdonable que, conociendo que no es posible una salida por la fuerza de los movimientos de oposición, se propiciara abiertamente tal camino, con la consiguiente tragedia de muertos, heridos, torturados y encarcelados.

Todos sabemos que hay un descontento general con la actuación del gobierno. Ya muchos analistas lo han indicado: inseguridad, alza del costo de la vida, escasez, falta de productividad, de medicamentos, de insumos fábriles, etc., etc. Tal vez, lo que “la salida” pretende es capitalizar el descontento alentando a la población a salir a demostrar en contra del gobierno. La gran pregunta que todos nos hacemos es ¿tendrá músculo suficiente la protesta? Ya Yván Serra y el profesor Asdrúbal Romero han escrito excelentes análisis en su artículos “El punto medio” y “¿Tiene fuerza La Salida?” (en este mismo blog). Soy de los que se unen a sus comentarios, con un agregado. Las guarimbas (término venezolano para designar quema de neumáticos y disturbios callejeros), lejos de ayudar a cimentar un movimiento opositor sólido, unido y resuelto, lo que hacen es colocar a unos opositores en contra de otros. Molestarnos a nosotros mismos: un masoquismo insostenible y poco productivo. Entendemos que las molestias del ciudadano hayan llegado a tal punto que protestar, a como de lugar, se haya convertido en la única válvula de escape. Pero pretender, como pretenden algunos desaforados, que quemando cauchos, colocando escombros, basura y barricadas en nuestras propias calles vaya a tener algún efecto en cuanto a salir de este gobierno, es sumamente ingenuo. Lo único que logran los guarimberos es molestar y auyentar a los muchos ciudadanos que de alguna manera se sienten opuestos al gobierno. Desconcertar y dividir a la oposición. Desconocer que Venezuela no es Ucrania, que los escenarios no son intercambiables, que la primavera árabe triunfó en llevarse por delante a unos dictadores que tenían largos años mandando en sus respectivos países (Tunez, Egipto, Libia y actualmente Siria), pero que esos movimientos no son aplicables a América Latina. ¿Cómo se explica, si no, que en Cuba, tras unos larguísimos 55 años, no ha habido este tipo de levantamiento? Tampoco los hubo en España, en los terribles 40 años en que gobernó Franco. Cada país tiene sus circunstancias. Lo que le está tocando a Venezuela lo tendrá que resolverse “a la venezolana”, aprendiendo, si, de otros, pero sin pretender trasladar condiciones ni situaciones, que son muy distintas a la de este país. A propósito del combate a las dictaduras, los miembros de la MUD, los partidos de oposición y el público en general bien pudieran leer el libro de Gene Sharp (De la dictadura a la democracia). Revisen, a propósito de este asunto, la entrada al blog sobre este importante intelectual (click aquí)

Concluyo mi reflexiones afirmando que, en efecto, estamos situados en un cul-de-sac. En un callejón sin salida; al menos por los momentos. La salida militar, desde luego, la descartamos. Lo último que quisiéramos es a un Pinochet tropical montado sobre las arcas y caudales de la Venezuela petrolera. Por Internet circulan proclamas, de supuestos militares anti-gobierno, que proponen “derramar su sangre” para liberar al pueblo del actual régimen; pero sólo, “después de que el pueblo haya creado la necesaria inestabilidad”. ¿Será esta la agenda oculta, lo que no conocemos los ciudadanos, lo que ha motivado a López y Machado a pedir “la salida”?

El futuro luce muy incierto, en lo político. Y más aún en lo económico, con un gobierno que tiene deudas gigantescas, impagables por ahora, que, tal parece, aislarán aún más al país y profundizarán todos los padecimientos actuales. Luce factible que llegará el momento en que las líneas aéreas dejen de volar a Venezuela, y que los periódicos cerrarán por falta de papel. Aislarnos aún más de lo que estamos, parece ser el consejo del gobierno que gobierna al gobierno. A buen entendedor…

Terminamos enviando un mensaje de solidaridad para con las familias de los caídos a manos de los grupos anárquicos; su sangre, esperamos, no fue derramada en vano. Nos referimos en especial, a las dos jóvenes carabobeñas recientemente asesinadas, Génesis Carmona y Geraldine Moreno: sus vidas fueron segadas a temprana edad; sus muertes totalmente inesperadas e innecesarias. Paz a sus restos.

Genésis Carmona

Geraldine Moreno



domingo, 16 de febrero de 2014

¿Tiene fuerza La Salida?


Asdrúbal Romero Mujica

Partiendo del deseo de comentar brevemente el muy interesante artículo del politólogo Yván Serra (“EL PUNTO MEDIO” en su blog periscopio2.wordpress.com), terminé escribiendo estas reflexiones para cuya comprensión no es, estrictamente, necesaria la lectura de la referencia, aunque desde luego les recomiendo que lo hagan. El planteamiento central es si la acometida estratégica La Salida impulsada por Leopoldo López, la diputada Maria Corina Machado y otras personalidades de la oposición, tiene la fuerza suficiente como para lograr el objetivo tácitamente definido en su denominación, es decir: la salida de este gobierno mediante algún mecanismo previsto constitucionalmente, por ejemplo: la renuncia, que es la opción de mi preferencia.

Ameliach, Salas y las autonomías municipales


Nelson Acosta Espinoza

Un gobernador (Francisco Ameliach), dos ex gobernadores (Tomás Izaguirre y Henrique Salas Römer); dos ex alcaldes (Omar Sanoja, Valencia y Julio Castillo, Naguanagua); un Vice Presidente de un partido nacional (Antonio Ecarri Bolívar); diputados, concejales, miembros de colegios profesionales, articulistas y otros personajes del foro público carabobeño han emitido opinión sobre el estatus jurídico que le debe corresponder a la parroquia Miguel Peña. El tema de la autonomía de esta populosa parroquia valenciana ha despertado pasiones y ha generado una interesante polémica pública.

Los polos de esta controversia han sido definidos por el gobernador Francisco Ameliach y el ex gobernador Henrique Salas Römer. Para Ameliach, por ejemplo, se está atentando "en forma criminal contra sus habitantes de manera irresponsable y siguiendo intereses politiqueros que van en detrimento del colectivo de esa comunidad". Sería un acto criminal, de acuerdo al gobernador, "matar de hambre a sus habitantes, crear un municipio en la parroquia que concentra el 45% de la población de Valencia, pero solo recauda el 7,52% de los impuestos".

Perversa y socialista esta lógica expuesta por la primera autoridad política del estado. Intenta pasar por encima de las capacidades creativas y laboriosas de este conjunto poblacional y pretende, falsamente, hacer depender su bienestar exclusivamente de ese 7,52 de impuestos recaudados. La parroquia Miguel Peña es un hábitat dinámico y, el núcleo poblacional que allí vive, ha creado comunidad con prescindencia del abandono a que ha sido sometido por distintos concejos municipales en el pasado.

Por su parte, el ex gobernador Salas Römer, respondió que acto criminal "sería negarle a los habitantes de Miguel Peña que no cuenten con su autonomía". En relación al argumento de carácter económico señaló. "A Miguel Peña le corresponde más de la mitad del situado constitucional que se le asigna a Valencia”
Lo sustantivo de este intercambio de opiniones es lo siguiente. Por un lado, han incorporado al léxico político local el término autonomía y, segundo, se ha revivido el tema de la descentralización y los mecanismos para su profundización. A manera de ejemplo, para ilustrar que la creación de nuevas municipalidades responde a una tendencia global y, de ninguna manera, implica la desintegración de municipios o regiones, veamos el número de municipios en algunos países europeos y su relación con nuestro país. Francia 36.000; Alemania 8.959; España 8.112; Venezuela, con mayor territorio, tiene tan solo 335 municipios.

El punto estratégico a resaltar es la necesaria redistribución del poder que se debe aplicar en el país. El socialismo del siglo XXI es un proyecto político concentrador del poder y se plantea en forma explicita el achicamiento de las instancias que se encuentran más cercanas al ciudadano. Se pretende "asistir" a la población e impedir el ejercicio pleno de su soberanía.

Aparejado al tema de la autonomías estadales y municipales se encuentra el de la redistribución fiscal o, en términos académicos, el federalismos fiscal. Es cierto que la creación de nuevos municipios requiere de una base de sustentación tributaria y para obtenerla es indispensable comenzar a plantearse como objetivo político la descentralización fiscal de las regiones y sus respectivos municipios. En breve, se debe ejercitar las tres “A” que propone el amigo Enrique Colmenares Finol: Autarquía, autosuficiencia económica; Autonomía, capacidad de darse sus autoridades; y Autoría, responsabilidad directa del funcionario ante sus comunidades.

Bueno es, entonces, que en Carabobo iniciemos la lucha a partir de esta primera letra del alfabeto federal.

domingo, 9 de febrero de 2014

Pérez y Chávez: ¿un mismo itinerario?


Nelson Acosta Espinoza

Esta es una pregunta que suena atrevida en el contexto de la celebración de un aniversario más de la asonada militar del 4 de febrero del 1992. Sin embargo, me parece valioso insistir en esta línea de argumentación ¿Qué queremos decir? ¿En qué sentido estos dos personajes compartieron un mismo itinerario histórico? No se asombre amigo lector. Existe un viejo refrán que señala que los extremos se acercan. En este caso, entonces, la pregunta a formular sería, ¿cuál extremo es ese, en donde coinciden estos adversarios históricos? A ver.

En su segunda presidencia Carlos Andrés Pérez intento modificar la estructura de poder y la economía del país. A tal efecto se diseñó un plan de la nación bajo el nombre de "El Gran Viraje". En forma sucinta se intentaba modificar el modelo sustitutivo por uno de economía de mercado y, de esta forma, acompañar las tendencias de la globalización y las liberalizaciones de las economías mundiales, minimizando el tamaño e intervención del estado dando prioridad a la actividad privada. Igualmente se impulsó el proceso de descentralización del sistema político nacional, con las elecciones de gobernadores y alcaldes por primera vez en la historia democrática de Venezuela. Estas iniciativas se llevaron a cabo desde una perspectiva tecnocrática. No se intento generar una estrategia de contenido popular que sustentara esta profunda transformación de la sociedad venezolana. Se pretendió llevarla a cabo desde los aparatos administrativos del estado, sin enfrentar con decisión a los viejos actores que ofrecían una resistencia activa. Los resultados son conocidos. Se frustró este ensayo por modificar y modernizar la sociedad venezolana.

En cierto sentido, el socialismo del siglo XXI, es un Gran Viraje, pero, al revés. El gobierno socialista del difunto presidente Chávez y el actual presidente Maduro, han desmantelado la organización estatal heredada de la democracia. Se han estatizado las empresas básicas y revertido los procesos de descentralización iniciados a finales de la década de los ochenta. El común denominador con el gobierno de Carlos Andrés Pérez radica en que se intenta llevar a cabo esta profunda transformación desde la administración de los aparatos del estado. El socialismo del siglo XXI ha privilegiado una visión instrumental de Estado; vale decir una agencia que puede ser conquistada y ocupada por el partido mayoritario después de las elecciones y ser usada como instrumento exclusivo de sus políticas. Al igual que Carlos Andrés Pérez este socialismo del siglo XXI intenta introducir modificaciones sustantivas a la sociedad desde el estado desplegando una política de carácter asistencialista. Distintos fines, idénticos medios.

Démosle una vuelta a la tuerca y preguntemos ¿qué hacer, entonces? Veamos. Estamos ante la posibilidad de fundar un nuevo relato político y construir un nuevo sujeto popular cuya identidad sea percibida como un alter ego de la oligarquía socialista que asumió el poder en el país. Hoy en día el tramado institucional del estado no está en capacidad de procesar demandas sociales (vivienda, seguridad, transporte, empleo, etc.) y, en consecuencia, el gobierno ha perdido legitimidad y eficacia. Este es el momento propicio para encadenar esta diversidad de demandas no satisfechas y cristalizarlas en torno a determinados símbolos populares que impliquen la negación del actual orden institucional. Para lograr este objetivo se requiere de un relato, una oposición que se asuma como alternativa de poder y enlace su oferta con los símbolos populares. Para ello sería necesaria la emergencia de un líder que canalice esta lucha y dicotomice el espacio social y político del país. La pregunta brota a boca de jarro, ¿existe este líder? Pronto lo sabremos.

Neuropolítica en el Caso Venezolano



Asdrúbal Romero Mujica
En esta oportunidad no continuaré hablándoles de realidades numéricas, ni tendencias que concatenadas deberían servir, por sí solas, para visualizar la gigantesca granada económica sobre la que estamos montados. Una interrogante que reiteradamente me plantean lectores de mi blog cuando me los encuentro en distintos eventos sociales o políticos, es la siguiente: ¿Cómo es que, a pesar de la nefasta realidad que ya todo el mundo puede percibir, este gobierno sigue teniendo una base de apoyo tan relativamente alta? Al parecer, todos tenemos algún amigo o pariente cercano que se identifica con el chavismo y no logramos salir de nuestro asombro cuando, al retomar con ellos el tema del país, pensando a priori: ahora sí, seguro que ya habrá abierto los ojos ante esta apabullante caída por el precipicio; ya no me puede endilgar el epíteto de “nube negra” por lo que desdeñaba como oscuros pronósticos; ya dejaron de serlo para concretarse en cruda realidad, ¡pues no! Seguimos topándonos con una obstinada muralla de excusas, justificaciones y señalamiento de otros culpables que les permita evadir el reconocimiento del estruendoso fracaso de este régimen. Esto ocurre, aun cuando esos interlocutores nuestros sean tan víctimas como nosotros de todo el empeoramiento de nuestra calidad de vida. ¿Por qué?

Para intentar dar una explicación, no exhaustiva por supuesto, comenzaré por compartir con ustedes lo que dijo el gran filósofo Francis Bacon, por allá tan lejos como el año 1620. La traducción es mía: “La comprensión humana, una vez que se ha adoptado una opinión, busca con preponderancia los argumentos que la respalden. Y aun cuando existan en mayor número y peso evidencias y argumentos que puedan hallarse en el otro lado, aun así éstos se rechazan o menosprecian, de manera tal que en razón de la perniciosa predeterminación, la autoridad de su primera conclusión pueda permanecer inviolada”. Resulta que el cerebro no es tan racional después de todo, las emociones inciden fundamentalmente en la forma como percibimos realidades, tomamos decisiones y asumimos posiciones, incluyendo las políticas. Buena parte de nuestros procesos de razonamiento son inconscientes y controlados por las emociones, aunque luzca contradictorio el hecho que nos estemos refiriendo a procesos de “razonamiento”.

Hoy por hoy en Venezuela, opositores y oficialistas somos como dos especies viviendo en universos paralelos e incapaces de hablar el mismo lenguaje. Vemos y escuchamos las mismas evidencias y arribamos a conclusiones diametralmente opuestas. La tendencia a ver lo que queremos ver es un subproducto de la evolución de nuestros cerebros desde el surgimiento del hombre. Aceptamos o rechazamos ideas en función de las emociones que ellas invocan al interior de nuestros cerebros, mediante la activación o inhibición de redes asociativas que hemos venido construyendo a partir de las experiencias desde el mismo hecho de nacer (algunas, más elementales o instintivas, las heredamos de nuestros ancestros). Activamos las redes que nos generan emociones placenteras, inhibimos aquellas de las que se podrían derivar emociones que amenacen nuestro bienestar. Y esto ocurre al margen de nuestra conciencia.

Contrario a lo que presupone el frío modelo racional para la toma de decisiones, en política así como en la vida diaria, dos conjuntos de restricciones compiten por darle forma a nuestros juicios. Las cognitivas, relacionadas con la información que tenemos disponible, y las emocionales, asociadas a los sentimientos que se pueden generar de una u otra conclusión. La mayoría del tiempo, esta batalla por el control de nuestra mente se da en el inconsciente. La mayoría de las veces, las “razones emocionales” tienen un mayor poder predictor de nuestras decisiones. Los seres humanos tenemos la tendencia a evaluar aquellas evidencias que contradicen las creencias a las que estamos apegados, mucho más críticamente que las evidencias que están en sintonía con ellas.

Dice Drew Westen, en su interesante best seller “The Political Brain” (con un sugerente antetítulo “El rol de las emociones en decidir el destino de una nación”), que en ningún campo se confirma más esto que en el de los asuntos políticos. Dice además, muy importante apuntarlo, que las decisiones políticas motivadas por las emociones no son sólo características de los electores menos sofisticados o menos conocedores de la realidad, sino que en la medida que son políticamente más sofisticados: más capaces son de desarrollar complejas racionalizaciones para desechar la información en la cual ellos no quieren creer. El sentimiento de “Identificación Partidista” (partisanship) es un poderoso predictor de las decisiones de los electores. Pueden conseguir gran cantidad de estudios que confirman esto en el libro de Westen. Pero no tengo que ir tan lejos. En un estudio de opinión realizado en el estado Carabobo a finales del año pasado por mi estimado amigo Yvan Serra, se arriba exactamente a la misma conclusión. Recuerdo que al concluir una presentación privada de los resultados que él le hacía a varios miembros del “Tren”, yo me levanté y dije, coloquialmente: O sea, dime con quien te identificas y te diré cómo evalúas la situación del país. Los culpables de la grave crisis económica: los empresarios, los acaparadores, los bachaqueros, etc. ¿Y las desacertadísimas políticas económicas y la corrupción de este gobierno? ¡Muy bien, gracias!

El tema es bien complejo, como para pretender que se pueda despachar en las constreñidas líneas de un artículo. El hecho que las políticas incidan sobre los electores a través de las emociones que ellas engendran, es la razón por la cual sus valores y creencias puedan prevalecer por encima del interés propio al momento de votar. Pero, una buena noticia al final, esto tiene un límite: en tiempos extraordinarios, como por ejemplo la Gran Depresión en los Estados Unidos -cuando la gente no podía poner un bocado de comida sobre la mesa para sus hijos-, no toma mucho tiempo para que la gente transforme sus golpeados intereses básicos en las emociones que impongan un cambio, drástico de ser necesario.

Venezuela 2014: ¡Patria o papel tualé!



En aras de una quimera dogmática se está destruyendo la economía del país
Publicado en el diario español "El País" el 6 de febrero de 2014
José Luis Curbelo


Con este absurdo y populista dilema sacudía a los venezolanos el 22 de junio de 2013 el procubano ministro de Exteriores Elías Jaua ante las crecientes protestas por la escasez y carestía de los bienes básicos en los supermercados del país. El dilema manifestaba la voluntad del Gobierno bolivariano de profundizar su radicalización frente a las voces que ante el deterioro evidente de la economía nacional y del bienestar de la sociedad, llamaban a mejorar el abastecimiento y, por extensión, a mayor moderación y pragmatismo políticos y a una gestión más ortodoxa de los mercados y la política económica.

La voluntad de radicalización se está profundizando en los inicios de 2014 tras la pírrica victoria de la coalición de Gobierno en las elecciones municipales de diciembre de 2013. En ellas, la inseguridad respecto de los resultados llevó al presidente Maduro a llamar al saqueo de las tiendas de electrodomésticos y otros bienes de consumo duradero (televisores de plasma, ropas de marca, teléfonos celulares, etcétera), que actúan como fetiches del bienestar para amplios sectores de la población, incluida la clase media, y a la detención de varios empresarios.

El de 2013 fue un año desastroso en términos macroeconómicos, a pesar del elevadísimo precio de los hidrocarburos (alrededor de 100 dólares el barril). El país tuvo la mayor inflación del mundo (56%) derivada de la financiación monetaria de la actividad económica y de los déficits fiscales, que se calculan superiores al 15% (Barclays), consecuencia de un gasto desmedido y de una política de precios públicos altamente subvencionados.

El cambio del dólar en el mercado paralelo es 12 veces el oficial

La economía decreció un -0,3% en términos per capita. El cambio del dólar en el mercado paralelo es 12 veces el oficial. Las reservas líquidas son insuficientes, incluso, para saldar la deuda del país con las compañías áreas extranjeras por los billetes ya vendidos en bolívares. El índice oficial de escasez (que indica la proporción de productos básicos inexistentes en el mercado) está próximo al 25%, y el desabastecimiento se extiende a casi todas las mercancías e insumos de una economía en la que prácticamente han desaparecido el ahorro y la producción nacional.

Proliferan los mercados negros de todo tipo y la rampante corrupción. La infraestructura física y social se deteriora y los cortes del suministro eléctrico durante horas son comunes en casi todo el país. Y por si fuera poco, a pesar de sus reservas ingentes, la oferta petrolera venezolana (alrededor de 2,75 millones de barriles al día) decayó el 2% en un año por incapacidad técnica y falta de inversión, al tiempo que, por compromisos con terceros países (China, Cuba, otros países del Caribe, etcétera), solo generan divisas 1,3 millones de barriles al día, 500.000 menos que hace 5 años (PetroLogistics).

Ante esta dantesca situación económica (por no hablar de los 25.000 homicidios del año y otras formas de violencia) muchos analistas pensaban que una vez ganados los comicios y con un calendario electoral favorable sin elecciones en los próximos dos años, el Gobierno gozaría de la tranquilidad y legitimidad suficientes como para estabilizar la política económica. Sin embargo, los retales de plan económico que Maduro apuntó hace unos días con ocasión de la presentación de laMemoria y Cuenta de 2013, son decepcionantes. Para no enfrentarse a las raíces de los desequilibrios macroeconómicos, lo que obligaría a alterar los complejos equilibrios políticos de la coalición de Gobierno, se postergan las reformas necesarias, se realizan cambios cosméticos y, sobre todo, se avanza en la dirección de consolidar un modelo de país crecientemente estatista que achica los espacios de libertad económica (y política).

Se avanza hacia un modelo de país crecientemente estatista que achica los espacios de libertad económica
Con un discurso inflamado para “librar la batalla decisiva por el socialismo”, el “señalado” por Chávez: 1. Anunció la promulgación de una severa “Ley de costos, ganancias moderadas y precios justos” que establecerá un límite de beneficios a las empresas del 30%. Esto, aparte de su arbitrariedad y de ser un caldo de cultivo para la corrupción, evidentemente implicará aún menor actividad económica y profundizará el desabastecimiento y el desempleo. 2. Avanzó las líneas generales de una devaluación encubierta del bolívar, ya que en palabras del vicepresidente del Área Económica (Rafael Ramírez) “no podemos hablar de devaluación porque esa es la matriz del enemigo”. Se restringe el cambio oficial (6,3 bolívares por dólar) a las importaciones prioritarias (por definir) y se relega al resto de las transacciones a otra tasa fluctuante de alrededor de 11,3 bolívares por dólar.

La gestión centralizada del proceso se asigna a un Centro de Comercio Exterior encargado de priorizar el acceso a recursos a cambio preferente, así como de seleccionar a los partícipes en las transacciones. De nuevo, se fomentan instituciones proclives a la arbitrariedad y la corrupción. 3. Realizó cambios en el equipo económico del Gobierno, apartando de sus responsabilidades como ministro de Finanzas a Nelson Merentes, partidario de la flexibilización de los precios y el tipo de cambio, y reforzando la posición de los ministros más identificados con el modelo (Jorge Giordani y Rafael Ramírez) y de procedencia militar (Rodolfo Marco y Wilmer Barrientos), partidarios de mayores controles y planificación centralizada.
Tras los anuncios de las medidas económicas el bolívar continuó devaluándose y la deuda reaccionó a la baja. La población y los agentes económicos no confían en la capacidad del Gobierno de gestionar el deterioro de la situación. Para 2014 se espera que la inflación siga subiendo y llegue al 75% (Ecoanalítica). El país, según CEPAL, presenta las peores perspectivas de crecimiento de toda América Latina. Un deterioro que, más allá de las crecientes ineficiencias y corrupción imperante, no es achacable como en otros períodos de estancamiento pasados a los choques externos y/o petroleros, sino al propio modelo de crecimiento.

Tras los anuncios de las medidas económicas el bolívar continuó devaluándose y la deuda reaccionó a la baja

La incertidumbre respecto del futuro de la economía venezolana es general y el espacio para su deterioro amplísimo, incluso si los precios del petróleo continúan altos. Si se materializaran las perspectivas de inflexión a la baja de los precios del crudo, la situación se tornaría aún más desastrosa. En estas circunstancias, el dilema del título de este artículo adquiere todo su valor descriptivo: la quimera dogmática de construir el supuesto paraíso socialista (la etérea Patria del discurso bolivariano) justifica el atropello de las libertades y el bienestar de la población que, ¡parásitos ellos!, aspiran a que haya en los anaqueles papel tualé.

domingo, 2 de febrero de 2014

A propósito de la carta a los social demócratas


Nelson Acosta Espinoza

Un cierto revuelo opinático ha causado la "carta a los social demócratas" que Leopoldo López dirigió a los militantes y amigos de esta opción política. Sobre el tema han escrito diversas personalidades del ámbito político e intelectual: Antonio Ecarri Bolívar, Justo López, Antonio Sánchez García, Rafael Poleo, Francisco Suniaga, entre otros. Las opiniones han sido variadas. Desde una complacencia afectiva hasta un cierto celo ante la "competencia" de un nuevo actor que se declara social demócrata. Lo cierto es que en este país casi todos los partidos comparten una misma matriz socialista. Es en los acentos donde observamos diferencias. Entiendo que esta afirmación puede ser considerada temeraria y, quizás, un tanto ofensiva. En consecuencia, vamos a intentar avanzar una explicación.

El pensamiento de la social democracia clásica se organiza en torno a estos principios: liberalismo político, economía mixta, estado de bienestar, keynesianismo, compromiso con la igualdad social, entre otros parámetros. Al interior de estos principios doctrinarios se han inscrito la mayoría de los partidos políticos del país (AD, COPEI, URD, MEP, MAS, ALIANZA BRAVO PUEBLO, PATRIA PARA TODOS, CAUSA R, etc.). El gran logro de Acción Democrática y de su líder Rómulo Betancourt, fue interpretar estos principios en clave venezolana. El discurso político de este partido, en sus inicios, logró asumir la dimensión cultural y política de la Venezuela de la época. Por primera vez en nuestra historia, un partido asumió la dimensión popular en la constitución ideológica de los sujetos de acción colectiva. Esta cualidad la he definido, en otras ocasiones, como la adequidad. Una suerte de dispositivo simbólico que otorgó, por un tiempo, identidad política a los venezolanos. Su éxito, fue de tal naturaleza, que adequizó el relato político en el país. De esa conquista, paradójicamente, se desprende el fracaso del actual sistema de partidos: no han podido elaborar una nueva narrativa que de cuenta, entre otras cosas, de las nuevas circunstancias culturales y sociales que imperan en el país y, en consecuencia, ofertar una alternativa novedosa que compita con la del adversario y su discurso socializante.

El movimiento centro izquierda, prefiero esta nomenclatura a la de social demócrata, tiene por delante un enorme reto: elaborar un nuevo léxico político que permita codificar las nuevas realidades del país. Una tarea betancouriana, pues. ¿Qué queremos decir? ¿En qué consistiría este nuevo relato? Difícil dar repuesta en tan corto espacio. Sin embargo, existen dos temas dentro de los cuales sería posible "enmarcar" los asuntos clásicos de nuestra política: la distribución del poder y el federalismo fiscal. El primero, implica ir en busca de las autonomías regionales y sus respectivas identidades culturales. Se avanzó en esta dirección, tímidamente, en 1989 durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez. Es el momento de confrontar el socialismo centralizador con una política que encuadre temas como, seguridad, educación, vialidad, salud, etc., en el marco de una apuesta de carácter federal. Por otra parte, esta distribución del poder debería ser acompañada por el diseño de un sistema financiero subnacional que posibilite la capacidad de respuesta de los gobiernos territoriales a los problemas colectivos y de participación ciudadana.

El ejemplo de Rómulo Betancourt es aleccionador. Construyamos, entonces, un nuevo léxico político. No hablemos con las palabras del adversario. Quizás, sea conveniente sustituir nación por región, pueblo por ciudadano, estado por ciudad. En fin, la presencia de determinados términos proporciona datos sobre lo que es una sociedad y, lo que es más importante, la ausencia de determinadas palabras es tan significativa como su presencia. Platiquemos, entonces, en clave federal.

Para los "sin carro": ¿Es posible una solución?

Sistema de buses de tránsito rápido (BRT) ofrecido por Miguel Cocchiola en su campaña para la alcaldía de Valencia

Miguel A. Megias

Hace poco mi automovil se averió. Y debido a la escasez de repuestos, pasó varias semanas en el taller. De manera que, para desplazarme, decidí utilizar el transporte público, lo que en muchas ciudades del mundo sería una decisión sencilla y lógica. Y así fue como me tocó vivir, en carne propia, las carencias y dificultades por las que atraviesan miles de personas diariamente: el caos del transporte público. Ingresé de ese modo, sin darme cuenta, a una nueva clase social, que denominamos los “sin carro”, con todas sus consecuencias.

El primer día que tomé el autobús caminé casi un kilómetro para llegar a “la parada”. La parada, en realidad, es cualquier lugar de la carretera por donde circulan carros, camiones y autobuses. Esperé un rato hasta que a lo lejos apareció una “buseta”, es decir un microbús, destartalado, sin un cartel que identificara ni la ruta ni la dirección. Al levantarle la mano, se paró en la mitad de la vía para recogerme y me aventuré a adivinar que  mi deseado destino fuera parte del trayecto. Afortunadamente, como vivo casi al principio de la ruta, el bus tenía asientos vacíos. Pagué mi tarifa (no lo llamo boleto, porque el boleto, en realidad, no existe) mientras el bus arrancaba a todo dar; que si no es porque me agarro a uno de los asientos casi me deja botado en la vía. Y ahí empezó el calvario.

El autobús estaba provisto de un equipo de sonido digno de una discoteca: a todo volumen y con ritmo tropical. Cuando le pedí al conductor, amablemente desde luego, que bajara un poco el sonido porque me dolía la cabeza, no dijo nada; pero al poco rato, en vez de bajarlo lo subió aún más. No tuve más remedio de soportar, durante todo el viaje, las salsas que, una tras otra, iban amenizando el viaje. Llegué a mi destino, ahora si, con el bus forrado de pasajeros, la mayor parte a pie, sudando y casi sordo por el estruendo de los altavoces. ¡Un auténtico martirio!

Esta experiencia se repitió varios veces, cada vez que necesitaba trasladarme. Finalmente, mi carro fue reparado y acabó el martirio. En mis “aventuras” en autobús tuve la suerte de que nunca me atracaran. Por si acaso, llevaba el celular escondido en mi ropa interior y apagado (por si acaso sonaba mientras los potenciales asaltantes hacían su trabajo, una precaución elemental). Conocí de primera mano, el sufrimiento por el que pasan diariamente los “sin carro”.  Pude vivír en carne propia, lo que día a día tienen que soportar los ciudadanos para trasladarse a su trabajo o para hacer alguna gestión, en unidades destartaladas, discotecas ambulantes, humeantes, incómodas, sin señalización de rutas, sin paradas fijas, con asientos rotos y llenos a tope en las horas pico, sudando a mares en este maravilloso clima tropical. Y desde luego tuve que “aportar” muchas veces pequeñas cantidades de dinero a los “charleros”, personas que entran al bus y empiezan a pedir, en voz bien alta “¡una colaboración, ciudadanos, tengo a mi mujer enferma!” o “¡panas, acabo de salir de Tocuyito (carcel local de pésima fama) y necesito real para empezar de nuevo, colaboren!”, etc. Desde luego, nadie se atreve a no “colaborar” por el temor a que en verdad te asalten, te roben o te maten. Eso es lo que a diario tienen que vivir los que por carencias u otros motivos no tienen un vehículo para desplazarse y deben usar el transporte colectivo.

Lo que más me llamó la atención de esta experiencia es la inequidad, la desigualdad existente entre los ciudadanos “con carro” y los “sin carro”. En mis viajes al exterior nunca necesité tener vehículo propio; es más, nunca lo deseé. Porque el transporte público, en muchísimos países, es tan bueno que no se requiere tener auto propio para desplazarse en la ciudad o entre ciudades. Nació en mi, pues, la inquietud por saber como se ha resuelto el problema del transporte público en otros lugares y ciudades del mundo. Y descubrí que existen, desde hace años, sistemas muy eficaces, económicos y excelentes de transporte público tales como el del Curitiba (Brasil) o el Transmilenio (Bogotá) en nuestro propio continente, por citar sólo dos ejemplos.

En un vídeo reciente, el ex alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, (1998-2000) explica la filosofía detrás de la planificación de ciudades: la igualdad democrática. Según Peñalosa (y otros que descubrí después) “la ciudad debe ser de los peatones, no de los carros; y el transporte público debe reflejar la equidad entre ciudadanos”. Y así, con esto en mente, creó cientos de kilómetros de ciclovías (vías para bicicletas), en particular en las zonas más pobres, donde la mayoría de los habitantes pertenecen a la categoría de los “sin carro”. Y, adoptando los sistemas existentes en Curitiba, logró implantar en Bogotá el sistema BRT (Bus Rapid Transport, por sus siglas en inglés) que consiste en carriles “sólo para buses”, por donde circulan con rapidez y eficiencia los autobuses articulados de gran capacidad. Lo más notable es que al ir los buses por una vía especial, a la que no tienen acceso los automóviles, llegan a su destino mucho más rápido que los carros, que siguen embotellados en un tránsito infernal. El beneficio para el público es innegable. Y el Transmilenio es utilizado no sólo por los “sin carro” sino también por muchos ciudadanos que han entendido que viajar en sus propios vehículos es más costoso, más lento y mucho menos eficaz que el transporte colectivo.

¿Es posible aliviar el sufrimiento diario de los millones de venezolanos “sin carro” y crear sistemas de vías rápidas BRT en Venezuela? Una búsqueda por Internet refleja que se han hecho dos intentos; uno en Caracas (BusCaracas) y otro en Barquisimeto (TransBarca). No sabemos como funcionan pues no los hemos visitado. Pero tenemos que suponer que es el inicio de un transporte colectivo bien organizado.

Según Wikipedia, “Transbarca (Sistema de Transporte Masivo de Barquisimeto C.A.) es el sistema de transporte masivo de la Ciudad de Barquisimeto en Venezuela, es de tipo BRT. Su construcción se inició en 2005, durante la gestion de Henri Falcon como alcalde del municipio Iribarren, luego la obra pasa a manos del estado, durante el gobierno de Hugo Chávez donde es paralizado durante mucho tiempo hasta que finalmente es inaugurado el 14 de septiembre de 2013 en manos del Gobierno del Presidente Nicolás Maduro, entró en operación el mismo día, con dos troncales (líneas) y seis rutas alimentadoras.”

Y según el diario Ultimas Noticias, el BusCaracas funciona pero solo cobran en algunas estaciones. En la noticia no indican cuales son los recorridos ni horarios, lo que habrá que investigar a futuro. Ojalá los habitantes de Valencia cuenten, pronto, con un sistema BRC que funcione con eficiencia.

El alcalde recién electo de Valencia, Miguel Cocchiola, durante su campaña ofreció el sistema de transporte rápido que denominó “TransValencia”. Sin embargo, al leer la propuesta indica que (según Notitarde el 31/08/2013) “La Alcaldía sólo se encargará de supervisar la prestación eficiente del servicio, así como del mantenimiento de los canales exclusivos de circulación para los autobuses, y las estaciones. La primera etapa se construye muchísimo más rápido de lo que tarda un Metro, y con una inversión mínima tendremos en poco tiempo este sistema tan necesario para la ciudad… El éxito está garantizado ya que ciudades latinoamericanas lo han probado con resultados excelentes. Bogotá, Lima, Santiago y Curitiba son algunos ejemplos de que se puede progresar en este sentido”. Ojalá y se cumpla con esta y otras promesas y que alguna empresa se arriesgue a poner los autobuses lo que, tal parece, no hará el alcalde.

Entretanto, soñamos con que algún día, pronto, tengamos en Valencia un sistema BRT que alivie los sufrimientos de los “sin carro” y dignifique la movilización de personas de todas la edades y condición social. Ello requiere de una visión que se resume en una frase: “la ciudad es para las personas, no para los carros”.

A continuación un vídeo del BusCaracas



El enriquecimiento súbito en el socialismo del siglo XXI

Diagrama típico de Venn. El conjunto A y el conjunto B tienen elementos comunes en la intersección A con B

Rafael García Elías

Una herramienta clásica para explicar la teoría de conjuntos es el diagrama de Venn. Cualquier estudiante de bachillerato posiblemente recuerda aquel rectángulo que incluía dos círculos: el A y el B. Los círculos se superponían y la zona en común era conocida como" la intersección del conjunto A con B". El rectángulo que contenía a los círculos era el todo; y los círculos, los entes abstractos matemáticos.

Utilicemos este modelo entendiendo que el rectángulo que contiene a los círculos representa la economía de Venezuela. El conjunto A es el sistema económico propuesto por las teorías socialistas basado en subsidios, regulaciones, dólares baratos y controlados, regulaciones, cooperativas, núcleos endógenos, etc. Y el conjunto B representa la economía liberal de mercado: empresas, dólar paralelo, mercados abiertos donde rige la oferta y la demanda, etc.

En el conjunto A el diagnóstico, con base histórica y en nuestra propia experiencia, significa baja productividad, necesidad permanente de subsidios por parte del petro-estado, consumo sin producción y alta dependencia de las importaciones en todas las áreas de la economía.

En el conjunto B, en cambio, implica una dura lucha contra un estado regulador, que se impone con infinidad de normas, reglamentos, impuestos, colaboraciones a empresas asfixiadas por la falta de materias primas y de divisas seguras y de oportuna adquisición para obtener los insumos fabriles necesarios; y lo peor, estar expuesto a un conjunto de leyes, interpretables por fiscales y jueces, que pueden convertir un problema de carácter netamente mercantil en un caso penal, con posibilidades de cárcel.

Ambos esquemas son de mal pronóstico, en cuanto a su éxito. Ambos han llenado al país de proyectos fracasados: areperas socialistas, núcleos agrícolas, crisis permanentes en las empresas de Guayana, endeudamiento de PDVSA, carencia de cemento y cabillas, entre otras casos por un lado (conjunto A); y empresas cerradas, eliminación de la oferta de viviendas en alquiler, empresariado que se va del país, retiro del sector privado de la construcción de viviendas económicas, etc., por sólo citar algunos casos (conjunto B).
Ahora bien: sin embargo, se ven algunos negocios exitosos de empresas que desbordan en su bienestar económico; lo curioso es que estas empresas no están ni en el conjunto A, ni en B; estas empresas están en la intersección de A con B.

El mejor ejemplo de los negocios exitosos son los importadores (importadores, dicho sea de paso, de lo que sea) que obtienen dólares baratos del sistema proteccionista del estado socialista (A) y venden sus productos al mejor postor, en un mercado capitalista (B).

Pero la estrella de estos negocios, en la intersección de ambos sistemas, que generó fantásticas ganancias en cuestión de semanas fue le compra de certificados de deuda de PDVSA, bonos argentinos, y deuda pública nominadas en dólares americanos que fueron comprados al cambio oficial, según lo pautado en el sistema socialista (conjunto A), y su inmediata reventa a descuento, en la meca del capitalismo: la Bolsa de Valores de Nueva York, en Wall Street, (conjunto B) obteniendo de manera inmediata dólares libres, los cuales luego pueden ser vendidos en el mercado negro venezolano, a pesar de las aparentes restricciones y leyes que convierten esta venta en un ilícito cambiario. Esta operación enriqueció las alforjas de un grupo importante de boliburgueses y dejó una pesada carga financiera en la espalda de PDVSA y del Banco Central de Venezuela, que deberá ser pagada a futuro por todos los venezolanos.

De este tipo de negocios hay muchos otros ejemplos: los cupos para la importación de leche en polvo, azúcar y alimentos en general, los contratos oscuros con China, Bielorrusia, Irán, y otros en los cuales se contratan en dólares al cambio oficial (A) y luego la parte líquida del negocio se convierte a tasa de mercado negro (B).

Es importante concluir que todos los negocios planteados en la intersección de A con B dañan al patrimonio de la república y enriquecen a un pequeño grupo de afectos al régimen. Son los actos de corrupcion, diferentes al robo simple, que han transferido la mayor cantidad de riquezas a un pequeño grupo, en muy corto tiempo, en la historia de Venezuela. El daño es ireparable porque las operaciones fueron ¨licitas¨. (*)



(*) La culpa no la tiene el ciego, sino del que le da el garrote. (Del refranero popular).