Nelson Acosta
Espinoza
Del consenso
plebiscitario a la dominación autoritaria. En cierto sentido, así pudiéramos
definir la transición política que se está operando en las esferas del poder en
el país. En otras palabras, amigos lectores, el presidente Maduro ha perdido la
batalla política y, para permanecer en el poder, solo le queda como alternativa
profundizar el sesgo antidemocrático que ha caracterizado a este régimen
político. Su resistencia a permitir la convocatoria del referéndum revocatorio,
por ejemplo, es marca definitoria del talante
autoritario que define a su gobierno.
El difunto
presidente Hugo Rafael Chávez hizo uso intenso del procedimiento plebiscitario.
En cierto sentido su ejercicio de gobierno tuvo una alta propensión
plebiscitaria. La participación política fue relegada exclusivamente a las
consultas electorales. Y, en este sentido, empobreció la práctica democrática
y devaluó la idea del protagonismo
ciudadano. No construyo bases sólidas que pudieran sustentar la permanencia de
ese régimen en el tiempo. Su gramática política fue exitosa en la medida que
los precios petroleros estaban en alza. En fin, Chávez fue un predicador
asistencialista que encabezo una “revolución desde arriba”; a partir del
estado. En cierto sentido, revivieron las tesis revolucionarias del siglo pasado:
apostar a la política (institucionalizada) para modificar la economía y, a
través de esta, a toda la sociedad.
En el marco de
esta concepción del poder introdujeron en la constitución el mecanismo del
referéndum revocatorio. Sorpresa. En las actuales circunstancias, este
mecanismo de cambio institucional y político, se ha convertido en el
instrumento de la oposición democrática para producir una transformación
política en sana paz para el país. Sin embargo, Maduro ha apostado al
endurecimiento del juego político. Acaba de decretar el estado de excepción y,
con esta medida, ha introducido nuevas reglas en el juego político del país.
Hoy día, ya es posible calificar a este gobierno como antidemocrático y
controlado por una cúpula militar.
En cierto
sentido, más político que jurídico, esta excepcionalidad implica o proyecta una
necesidad vital: la conservación del régimen político. Debe subsistir con prescindencia
de las reglas democráticas y contra una oposición civilmente organizada que
apelando a la constitución intenta ejercer un derecho consagrado es ese texto.
Bien, en forma
simple, esta es una descripción de la coyuntura. Estamos frente a una situación
de quiebre histórico. La oposición, hasta el momento y a través del mecanismo
revocatorio, está condensando en esa
solicitud la diversidad de demandas no
satisfechas (salariales, alimentarias, vivienda, salud, seguridad, etc.)
presentes en la población. El revocatorio se está trasformando, entonces, en el instrumento político mediante el cual
los ciudadanos ajustaran cuentas con
este gobierno bolivariano y antidemocrático. Es bueno que los actores políticos
tengan claridad sobre este aspecto. La ciudadanía, mediante el referéndum,
descargará toda la insatisfacción acumulada a lo largo de este ejercicio de
gobierno. En otras palabras, este procedimiento
debe estar por encima de las luchas
internas entre los grupos que conforman la oposición. Su éxito residirá en que sea percibido como un instrumento de
protesta ciudadana. Herramienta ubicada más allá de los intereses de naturaleza partidistas.
Si se mantiene
en ese rango, en cualquiera de los escenarios en que se lleve a cabo, será un éxito. Inclusive, si impiden su
realización, esta acción agregará sentido
de propósito a la lucha contra esta dictadura bolivariana.
La palabra
revocatorio, entonces, pudiera articular
todas aquellas significaciones que proporcionan identidad a los sectores
populares que fueron seducidos por el discurso chavista y, en la actualidad, se encuentra desasistidos
simbólica y materialmente.
Sin duda, así pudiera
iniciarse la construcción de una nueva hegemonía política en el país.
1 comentario:
Muy interesante y atinado enfoque. Cosas por vencer: el cerco comunicacional; la separación física y simbólica de espacios públicos (esos donde el Régimen chavista legitima su base de apoyo social); y, poner al descubierto la “hipótesis de guerra” del sector militar.
Parece, entonces, que sale presión de calle (pacífica) con temas de consenso social; presión institucional (sobre y desde los poderes públicos); y, que salga a la luz la visión y el compromiso de los militares sobre la seguridad (la paz) y los derechos humanos y civiles.
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