sábado, 14 de mayo de 2016

¿Democracia o dictadura?

Simón García
Un ligero vistazo sobre la situación en Brasil muestra la diferencia entre Rousseff y Maduro. La primera se apegó a la Constitución, el de aquí llama a la rebelión. Allá el gobierno pidió una elección, aquí el gobierno le huye. Allá se respeta al parlamento, aquí se desconoce. Allá hay magistrados independientes, aquí un TSJ que es un cáncer para la justicia.
Maduro acude a la represión porque ya no puede manejar la democracia como formalidad. El sistema de normas en apariencia democráticas y de armónica subordinación de las instituciones al poder Ejecutivo y de éste a una sola voluntad personal, se trabó el 6d. El rescate, mediante una votación popular, de un primer poder público probó la viabilidad del cambio por vía electoral, pacífica y constitucional.
Un presidente sin soluciones, aislado y fracasado, está dando golpes a ciegas y se le están quebrando las piernas mientras la crisis está noqueándolo a él y al país. Sueña con un segundo aire si se sostiene una moderada recuperación de los precios del petróleo, pero ya el problema no es sólo del ingreso sino de salir de la crisis retornando a la democracia, reconstruyendo la economía y restableciendo la institucionalidad.  
Maduro opta por la violencia. Abandona el curso en zigzag de Chávez que combinaba autoritarismo con elementos momentáneos de democracia y que renovaba frecuentemente su legitimidad con elecciones. Maduro, al contrario, desata una guerra contra la economía, no es capaz de lidiar con el parlamento usando recursos democráticos y le aplica el ácido al referendo. Está despedazando la democracia participativa y protagónica.
¿Por qué traiciona las banderas que levantó el proceso? Porque todo lo que toca se vuelve una crisis, porque en sus manos se deshizo la mayoría y porque se ha convertido en el principal obstáculo para solucionar cualquiera de los problemas que está sufriendo la gente. Maduro no es la revolución sino su enterrador.
La permanencia de Maduro es una cuchillada diaria al derecho a la subsistencia de la población. Se está configurando una disyuntiva casi excluyente: o la salida democrática de Maduro o la inminencia de una hambruna y un estado de desesperación general.
La principal contradicción política de la actualidad es entre Maduro y su cúpula con el conjunto de la sociedad, incluyendo a la mayoría de los militantes del PSUV. No es entre la AN y el gobierno, ni entre la MUD y el PSUV. Es si vamos a vivir bajo inflación, inseguridad, escasez o si vamos a tener un país diferente al que nos impone una minoría.
La barbarie de Maduro y su cúpula es tal que la misión fundamental del CNE es no hacer las elecciones que el 80% del país exige. Esperar que el CNE aplique la ley es como pedirle imparcialidad al TSJ. Pero la contradictoriedad dentro del PSUV si abre la posibilidad de que sus militantes apoyen al 90% de los venezolanos que piensan que vamos por mal rumbo y no se dejen usar para continuar el camino de Maduro hacia la definitiva instauración de una dictadura.
A la MUD le corresponde profundizar la lucha firme por la realización del referendo el 2016 y trabajar, a la vez, por construir un entendimiento sobre los fines y modalidades de una transición que conduzca a un Gobierno de integración plural, de unificación de los venezolanos con distintos proyectos de país y de superación de la crisis. ¡Fuerza y amplitud!


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