Nelson Acosta Espinoza
El presidente Nicolás Maduro se ha topado con la iglesia. Permítaseme parafrasear esta frase escrita por Cervantes en su inmortal novela. Ella denota el poder de la institución eclesiástica y su poderosa capacidad de respuesta hacia la intolerancia política practicada por las distintas formas de autoritarismo. Si, amigo lector, Nicolás ha tenido que saborear recientemente, por así decirlo, el talante crítico de la iglesia venezolana. Los obispos y arzobispos de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) emitieron una exhortación pastoral en la cual expresan la necesidad de que impere el diálogo y el pluralismo político. El presidente de la CEV, monseñor Diego Padrón, fue el encargado de leer el documento, en el cual se analizó las diversas situaciones que actualmente atraviesan los venezolanos. En sus palabras, hizo un llamamiento para que el gobierno desista de su "propósito de crear instancias que asumen funciones de las autoridades legítimamente elegidas (gobiernos paralelos) y de implantar instituciones como las Comunas, que tampoco están contempladas en la Carta Magna (…)Todo lo que vaya contra la libertad, la justicia, los derechos humanos, sociales, civiles y políticos de los venezolanos es moralmente inaceptable".
Esta conducta tiene sus antecedentes históricos. Vale la pena recordarlos. Por el lado de la intolerancia del poder con la institución eclesiástica tenemos los ejemplos de la polémica y posterior expulsión del arzobispo Ramón Ignacio Méndez, por José Antonio Páez, la defenestración de monseñor Guevara por el autócrata Guzmán Blanco, la expulsión del obispo Montes de Oca por Juan Vicente Gómez, o el hostigamiento a monseñor Rafael Arias Blanco, luego de su conocida pastoral de mayo de 1957 que marcó la decadencia hacia el colapso de la dictadura perezjimenista. En fin, la iglesia en momentos cruciales, ha asumido su compromiso con las causas de la justicia, libertad, democracia y, en cierto sentido, ha marcado el inicio del fin de estos regímenes autoritarios.
Puede parecer apresurada la siguiente afirmación, pero estamos a las puertas de un cambio de régimen. Como lo señalamos, la iglesia lo atisba. Desde luego, es justo preguntarse ¿cómo se come eso? Bien, disculpen la siguiente digresión teórica. Perversiones del oficio académico.
Se produce una crisis de régimen a partir de la aparición de disfuncionalidades e inestabilidades al interior del régimen mismo. Y esta situación ocurre a partir de la inexistencia de equilibrio entre las demandas políticas, apoyos, procesos decisionales y respuestas a nivel de la relación estructura de autoridad-comunidad política, colocando, por tanto, en peligro la estabilidad y perdurabilidad del régimen.
Esto es exactamente lo que está ocurriendo al interior de la estructura de poder del gobierno. La falta de liderazgo del Nicolás Maduro, el agotamiento del modelo del socialismo del siglo XXI y la profunda crisis económica ha desgastado los resortes de poder del régimen. A propósito del III Congreso del PSUV se han revelado las profundas grietas existentes en esa estructura de poder. Diversas voces han alzado alertas sobre el peligro que implica la burocracia, el clientelismo y el pragmatismo. En otras palabras, me atrevo a sostener, que estamos en presencia de una fractura irreversible de la coalición que soporta el régimen chavista.
"Los sueños" del padre Ugalde pueden convertirse en realidad. Esta crisis puede traer como consecuencia cambios catapultados desde esta estructura de poder. Una suerte de transición moderada. Empujada por sectores sensatos del gobierno y que apunten hacia un modelo político que pueda, en lo inmediato, dar respuestas a estas nuevas demandas. Son sueños, y "los sueños sueños son".
Desde luego, para hacerlos realidad, hay que derrotar el jacobinismo que “rochelea” en ambos polos de nuestra realidad política.
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