Nelson Acosta Espinoza
De entrada lo afirmo: las elecciones municipales pudieran constituirse en la ruta para lograr la construcción de una nueva mayoría que le dispute la hegemonía al chavismo-madurismo e inicie la edificación de un nuevo proyecto de país compartido por la mayoría de los venezolanos. Desde luego, no es fácil alcanzar este último objetivo. El bloque opositor es heterogéneo y no todos sus componentes comparten la misma visión de la política y de lo político. Me voy a detener brevemente en la diferencia entre estos dos términos. Su comprensión me parece vital para poder diseñar esa visión de país que tanta falta nos hace.
Lo político alude a la conflictividad social siempre presente en la sociedad y, la política, a las prácticas e instituciones que "domestican" estos antagonismos. La política, entonces, debería "civilizar", por así decirlo, a lo político. El autoritarismo socialista, por el contrario, tiende a erradicar a la política de su visión del mundo. Es por ello que su enfoque de la sociedad es dicotómica y calza en la célebre distinción amigo/enemigo. Al "otro" se le destruye y, en consecuencia, se hace innecesaria la dimensión política de la vida colectiva. Los últimos acontecimientos en el país confirman esta práctica que busca destruir al adversario, visto como enemigo.
Los factores democráticos, por otro lado, están en la obligación de reconocer la dimensión de lo político, vale decir, el carácter ineludible e inerradicable del conflicto. Pero, a diferencia de la visión autoritaria, deben construir vínculos que sean comunes entre las partes en conflicto. De tal modo que se reconozcan como partes oponentes legítimos, como adversarios, y no como enemigos irreductibles. A esta forma de relación, los teóricos políticos la denominan "agonismo". Yo prefiero calificarla como la "ruta Mandela"; el camino hacia la reconciliación del país.
Esta distinción es válida, igualmente, para recalcar otro ángulo de esta relación. La actividad política debería acompañar las luchas y conflictos que expresa la dimensión de lo político. En palabras sencillas y alejadas del abstraccionismo teórico: la oposición debe escoltar a los actores colectivos cuyas necesidades entran en conflicto y no son satisfechas por el gobierno.
Las protestas son pan de cada día. El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) registró en el primer trimestre de este año 1.687 protestas.Las exigencias se orientaron hacia la solicitud de derechos laborales 569 (34%), vivienda digna (23%), demandas por seguridad ciudadana, derechos de personas privadas de libertad, derecho a la justicia, un total de 287 (17%), derechos políticos 265 (16%), exigencias educativas (176%).En fin, estas protestas cubren un amplio espectro y arrojan serías dudas sobre el carácter justiciero de este populismo rentista.
Me parece que es obvia la conclusión. La oposición, en cada estado, debe canalizar estas disputas; acompañar a sus actores y proporcionar cauce a este descontento y desencanto generalizado. ¿Qué se debe evitar? ¿Cuál ha de ser la vía para dar cuenta de ese desengaño?
En principio, hay que evitar el electoralismo. No debemos sustituir el compromiso doctrinal, por la búsqueda del voto. Todo lo contrario. Esto último debe estar subordinado a lo primero. Recordemos que es política, por antonomasia, la lucha electoral. Las municipales, en consecuencia, no deben ser asumidas en términos gerenciales, como un instrumento para dar respuestas a problemas puntuales. Han de ser la oportunidad para confrontar al socialismo de siglo XXI. Responsable de las calamidades que han motivado las 1.687 protestas que acontecieron a comienzo de este año.
Finalmente, y a riesgo de ser repetitivo, es indispensable la construcción de una narrativa que desafié, conecte e inspire a la población. Nuestros valores democráticos, héroes cívicos e historias y mitos populares, a mi juicio, podrían proporcionar los elementos fundantes del relato que deberá enfrentar y competir con el del socialismo del siglo XXI. Despues de todo, la atracción cultural es el medio más eficaz para doblegar la hostilidad.
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