Nelson Acosta Espinoza
“Hacer la guerra y hablar de paz”. Esta frase definió con simpleza la estrategia desarrollada por el general Võ Nguyên Giáp durante la guerra de Vietnam. En forma sencilla, pudiéramos resumir esta táctica en la siguiente afirmación: las acciones guerreras estaban supeditada al logro de objetivos políticos. Ellas, por si misma, carecían de valor estratégico.
Por el contrario, el ejército norteamericano, colocaba todas sus esperanzas de triunfo en su superioridad militar. Los acontecimientos probaron lo equivocado de esa estrategia y lo acertado que estaba el general Giáp al colocar el acento en los efectos políticos de las batallas militares. La denominada ofensiva de Tet, impacto de tal forma la opinión pública americana que abrió la senda definitiva para las conversaciones de paz en Paris. Lo demás es historia conocida.
Con esta referencia histórica intento ilustrar que la negociación siempre estará presente en el ámbito de los conflictos humano, sea estos de naturaleza militar o político. Pero en todos ellos es necesario desarrollar estrategias que presionen a los actores a iniciar conversaciones y transacciones de naturaleza política.
La historia brinda ejemplos que ilustran las transiciones vía la transacción política. Estas negociaciones se dieron en circunstancias difíciles y abortaron soluciones de naturaleza violentas. Me refiero, por ejemplo, la España de Adolfo Suarez (1932-2014); la ocurrida en Chile que permitió el traspaso del poder político desde las fuerzas armadas, encabezadas por su comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, hacia el presidente democráticamente elegido, Patricio Aylwin.
Nuestra historia política ofrece ejemplos tácitos de negociación para dar respuestas pacificas a situaciones de naturaleza conflictiva. El Programa de Febrero constituyo la respuesta de gobierno del presidente Eleazar López Contreras al clima de inestabilidad política que se experimentó en el país a la raíz de la muerte del Juan Vicente Gómez. Su sucesor el general Medina Angarita, igualmente, dio muestras de voluntad de negociación a los pedimentos democratizadores de la oposición democrática de la época.
Con estos ejemplos intento salir al paso a ciertas posiciones presentes en el seno de la oposición democrática. Algunos sectores no ven la posibilidad de transacción ante la profunda crisis que vive el país. Sostienen que este gobierno está muy lejos de iniciar negociaciones conducentes a producir soluciones concertadas a la crisis. Desde luego, hay cierta certeza en esa afirmación.
Me explico. Se requeriría una fuerte resistencia popular para obligar a la gobierno a sentarse a negociar una transición política en paz. Y, este componente está ausente, por ahora. Hay un cierto “encantamiento” con las discusiones que se suceden en el parlamento y que son trasmitidas, parcialmente, en vivo por canales televisivos. Esta “distracción” y las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores desvían la atención sobre lo verdaderamente importante: los sufrimientos que padece la totalidad de la población.
Ojo, la economía por sí misma no cambia gobierno. Se requiere colocarla al servicio de la resistencia política. Organizar la protesta cívica e intentar resumir la profunda crisis que sufrimos en consignas políticas que interpele a la población y la movilice en la búsqueda de una salida política a esta crisis.
“Hablar de paz y hacer la guerra”. La dirección política de la oposición debe traducir políticamente esta consigna. Es indispensable obligar al gobierno a sentarse a negociar una solución pacífica a esta crisis terminal que sacude los cimientos de la nación.
En mi juventud los sectores de izquierda intentaron movilizar a la población con la consigna “un nuevo gobierno ya”. Hoy día, la mayoría de los venezolanos culpan al gobierno como responsable de sus calamidades. “Nuevo gobierno ya” pudiera ser la consigna de la resistencia cívica.
El Dr. Eduardo Fernández visito la ciudad de Valencia y se reunió, en dos ocasiones y en escenarios distintos, con personalidades representativas del acontecer político, cultural e institucional de la ciudad. Durante sus presentaciones dio a conocer una agenda compartida compuesta de cuatro objetivos: fortalecer las instituciones democráticas, reactivar la producción y el empleo, desarrollar un amplio programa social y promover una política de reconciliación nacional. Al igual que la consigna de mi juventud, el Dr. Eduardo Fernández se inclina, igualmente, por la necesidad de “un nuevo gobierno ya”, dentro del marco de “una cultura de paz, civilidad y entendimiento”.
Sin duda alguna. Solo en el marco de grandes acuerdos podremos construir el camino hacia una transición democrática en paz.
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