sábado, 6 de febrero de 2016

PROSIGUE LA LARGA MARCHA DE LA SOCIEDAD VENEZOLANA HACIA LA DEMOCRACIA (Ensayo de prospectiva histórica)



Germán Carrera Damas
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            Fechado en el 28 de diciembre de 2015, envié mi 80º Mensaje histórico, titulad “A propósito del 6D”; en el cual me permití exponer una preocupación, nacida del ejercicio  del oficio de historiador, en los siguientes términos:

               ...“no he hallado constancia histórica de un régimen democrático que hubiese sido establecido democráticamente. Tampoco la he hallado de un régimen democrático que hubiese sido restablecido democráticamente.”

            Lo sucedido en la jornada electoral celebrada en el 6 de diciembre de 2015 me hizo abrigar la esperanza de que mi aserto se viese desvirtuado. Dos circunstancias me inducían a ello:

Una circunstancia resulta de la correlación posible entre dos rasgos adquiridos por la sociedad venezolana, como producto de haber vivido en democracia durante más de cuatro décadas (1946-1990), lo que le permitía el privilegio de poder recordar la Democracia, según lo sostuve en mi 3º Mensaje histórico, titulado Recordar la Democracia, fechado en junio de 2005, en los siguientes términos:

               “El grueso de la sociedad venezolana ha demostrado tener clara la interrelación entre democracia y libertad. No ha necesitado de líderes que se la expliquen. Es la mejor garantía de que está asentada en la conciencia social la convicción de que recordar la democracia es defender el significado de libertad e igualdad de la democracia, y rescatar la potestad de ejercerla para perfeccionarla.”

A lo que se añade el hecho de que, como resultado de que enfrentada, tenaz y lúcidamente, a más de una década de desafueros practicados por una dictadura militar militarista, esa sociedad ha alcanzado un nivel de concientización que me autoriza a concluir, como reiteradamente lo he expresado, que nunca la Democracia ha sido más fuerte en la sociedad venezolana que en el presente, por cuanto ya la Democracia radica en la sociedad, al haber superado ésta la etapa durante la cual el impulso correspondiente descendía desde la clase política o desde un gobierno. Ha tomado tomado el genuino sentido inverso.
       
La otra circunstancia brotaba de mi conciencia histórica, en una combinación de conocimiento de la historia y de patriotismo, fundados en la valoración del desenvolvimiento histórico del pueblo venezolano, a partir del inicio de la ruptura del nexo colonial. El balance no puede ser más notable: en menos de siglo y medio realizamos el más audaz experimento sociopolítico de la Edad moderna, constituimos una nación de pueblos denominada República de Colombia, en 1819-1821-1830; le pusimos término al Imperio hispanoamericano en 1824; y emprendimos el establecimiento de la primera república social-democrática moderna de América Latina en 1945-1946.
        
Estimo que, considerado desapasionadamente, este haber del pueblo venezolano basta para inducirme, cuando menos, a no desdeñar la posibilidad de que tal bagaje sociopolítico podría enriquecerse con ocasión de una confrontación victoriosa en la lucha de esa manera adelantada contra el despotismo, cualquiera haya sido su atuendo.

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Creo que es oportuno subrayar la necesidad de comprender que lo alcanzado en la jornada electoral del 6D revelará su sentido y alcances, ya asimilada la justificada euforia por ello producido, una vez que se le ubique en función de lo que llevo dicho. Es decir, en la prosecución de la última de las hazañas socio históricas enunciadas. Me permito formularlo de esta manera: se inicia la superación de la crisis de desarrollo del régimen sociopolítico liberal- democrático; revelándose con ello la vigencia de la dialéctica histórica de continuidad y ruptura.
          
Muy por el contrario de lo sostenido por quienes refiriéndose a tal crisis hablaron de agotamiento del modelo, lo ocurrido finalizando la década de 1990 significó, -y mentes responsables y alertas tuvieron clara conciencia de ello-, el hecho de que logrados los objetivos básicos del régimen liberal-democrático, los venezolanos habíamos entrado en un estadio de acelerado crecimiento y elevación de nivel de las demandas sociales programadas y promovidas por mandato constitucional. Lo que hacía necesario modernizar el Estado y profundizar la Democracia, para que pudiese continuar la que he denominada La Larga marcha de la sociedad venezolana hacia la Democracia, una vez superada la crisis de instauración, padecida en el lapso 1948-1958.
           
Tal fue el propósito de la designación, por el Presidente Jaime Lusinchi, de la Comisión Presidencial para la reforma del Estado; grupo de estudio que en ejercicio de la mayor amplitud ideológico-política, y gozando de absoluta autonomía, estudió y formuló proposiciones tales como la descentralización política y administrativa y la elección de los gobiernos estaduales y municipales, que han significado baluartes, aunque asediados, del régimen sociopolítico liberal-democrático. Sentando con ello las bases de un fortalecimiento del Poder civil cuyo postrera expresión de vigencia institucional fueron las elecciones de 1998.

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Lo ocurrido a partir de esa función electoral no fue la primera vez que, durante el siglo XX, los canales abiertos por la Democracia para la libre expresión de la Soberanía popular sufrieron la torcedura de ser empleados para que sorprendiesen la opinión pública proposiciones salvacionistas cuyo primer cuidado fue desvirtuar, y al cabo cerrar, esos mismos caminos; haciendo pagar muy caro, a los pueblos, la que he denominado fatiga de la Democracia. Quizás sean de los más sobrecogedores ejemplos de ello la suerte corrida por los pueblos alemán, argentino y venezolano. Casos estos en los cuales fue cumplidamente comprobado la que para mí ha sido una dolorosa comprobación histórica. La sintetizo de esta manera: Una democracia puede ser tan ineficiente y corrompida como una dictadura, sobre todo si ésta es militar; una dictadura, sobre todo si es militar, puede ser tan ineficiente y corrompida como una democracia. Pero hay algo en lo que nunca podrán compararse: el ejercicio de la Libertad.”
            
Pero hay, también, entre los dos regímenes sociopolíticos, una diferencia conductual que los contrapone radicalmente: mientras la Dictadura puede hacer a los pueblos resignadamente pacientes ante los desmanes del despotismo y sus secuelas, la Democracia los hace justificadamente impacientes ante la insatisfacción, tardía o insuficiente, de sus estimulados derechos democráticos. ¿Así será porque lo primero implica riesgo intimidatorio, mientras lo segundo expresa determinación soberana?

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Los resultados electorales del 6D han marcado el inicio de la superación de la crisis de desarrollo advenida en la que denomino La larga marcha de la sociedad venezolana hacia la Democracia, encomendada al Poder público como necesaria mediante el Decreto de Garantías dictado por el General Presidente Juan Crisóstomo Falcón, en el 18 de agosto de 1863; y puesto en ejecución a partir del 18 de octubre de 1945. Un poco más de ocho décadas tomó la forjadura de los medios sociales, intelectuales y espirituales requeridos para la puesta por obra de tan elevada comisión. Plazo que resulta breve, para quien posea un sentido histórico siquiera medianamente entrenado; pero quizás incomprensiblemente prolongado incluso para quienes hemos padecido tanto la crisis de instauración como la de desarrollo del régimen sociopolítico liberal-democrático; si bien no cabe hacer un deslinde radical entre las así caracterizadas etapas del mismo proceso, por cuanto en rigor se trata de un re mismo proceso, regido por la dinámica histórica de continuidad  y ruptura.
            
Admito que esto último se halla expuesto en un lenguaje que resulta diáfano para el historiador de oficio; a la vez que necesitado de explicación para quien no se haya familiarizado con su uso. Para estos últimos, quizás valga apuntar que lo dicho consiste en el reconocimiento de la circunstancia de que los procesos de cambio histórico obedecen a la mencionada dialéctica, -y recuérdese que para los venezolanos la instauración del régimen sociopolítico liberal-democrático significa la culminación de casi dos siglos de padecimiento del despotismo republicano, en sus diversas etapas, formas y grados.
            
A lo largo de ese esfuerzo de la sociedad, su arma fundamental ha sido el ejercicio, -aunque contrariado y reprimido durante las crisis-, de manera pública o tácita, de la Soberanía popular. El estímulo de esta postura ha sido la obra mayor de dirigentes políticos y sociales;  y de intelectuales que han honrado su condición de tales. De la constancia, la lucidez y la ejemplaridad que manifiesten con su palabra y su actitud ejemplar, el pueblo venezolano y sus dirigentes,  dependerá que la crisis de desarrollo entrada en vías de superación sea la última de las confrontadas en La Larga marcha de la sociedad venezolana hacia la Democracia; de manera que cuando dentro de un par de generaciones seamos una sociedad genuinamente democrática, el desarrollo de la misma no llegue a comprometer sus fundamentos sociopolíticos.
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Mas, cuanto pueda tener de certidumbre histórica el advenimiento definitivo de logro democrático de la sociedad venezolana, no significa que su realización no esté supeditada al grado de lucidez y determinación a ser demostrado por quienes han asumido la responsabilidad de orientarlo y conducirlo. No cabe subestimar la complejidad de la tarea. Tampoco el grado de la amenaza que su incumplimiento podría representar. Y menos aún la urgencia de acometerla con el más grande empeño. En suma, correspondiéndose con lo que me permití enunciar en el 10 de septiembre de 2015, atendiendo una invitación de la “Asociación de amigos del arte colonial”:

            “Para ello se hará necesario, y urgente, contar con un diagnóstico global, fundado en la determinación de los males por remediar; pero que se corresponda objetivamente con los síntomas fundamentales. Para atender a este propósito me permito sugerir que conversemos sobre las siguientes posibilidades:
            “Diagnóstico global: El tejido social de la nación venezolana se revela como seriamente afectado en áreas primordiales.
            “Pronóstico: El daño causado tiende a agravarse, con alto riesgo para la conciencia nacional; lo que podría crear un ambiente propicio a la admisión de engañosos proyectos salvacionistas.”
            
A lo que me permito añadir una recomendación: Al asumir posiciones intelectuales y adoptar conductas sociales, los demócratas venezolanos debemos tener presente que hemos recibido un segundo aviso de la antidemocracia. Con ello, nuestra responsabilidad socio histórica se ha acrecentado. Nos corresponde honrarla.   

            Caracas, 1º de febrero de 2016.



              

           
      






              




  

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