domingo, 3 de enero de 2016

El 2016: año de cambios políticos

Nelson Acosta Espinoza
Bien, arribamos al año 2016. Mis mejores deseos. En el 2016 se iniciará en el país  un periodo difícil en el ámbito de lo económico y político. Las tendencias que se arrastraban del pasado se van a profundizar. Lo lógico y deseable, en consecuencia,  sería procurar acuerdos entorno a un programa de transición que le evite al país salidas traumáticas, dolorosas y peligrosas.

Sin lugar a dudas, el 6 de diciembre los venezolanos votaron  por la alternativa representada por la Mesa de la Unidad Democrática. Este sufragio mayoritario de la población expresó una demanda específica: un cambio político y constitucional que solventara la inmensa crisis política, económica y social que confrontamos los venezolanos.

Desde luego, para llevar a la práctica un programa de esta naturaleza se requiere la construcción de un acuerdo político en el cual participen todos los actores políticos: los de la oposición y los del oficialismo. En las primeras de cambio, el gobierno ha mostrado su falta de interés de acordarse en un planteamiento de esta naturaleza, Por el contrario, la decisión de inhabilitar a 8 diputados muestra, fehacientemente, la tozudez autoritaria que orienta su conducta pública.

Bien, el país enfrenta una situación difícil. Por un lado, el madurismo se encuentra perdido y muestra una incapacidad de generar políticas para afrontar la crisis. Por el contrario, formulan estrategias  que  conducen a profundizar sus errores. De ahí la idea de radicalizar la “revolución”. Pero vamos a estar claros. Sin Chávez, no existe el chavismo. Este espacio vacío no es susceptible de ser ocupado por ningún dirigente del PSUV. La “revolución”, en consecuencia,  se encuentra agotada y sin brújula. Muchos activistas, presagian que el fin está cerca. En cierto sentido en esta idea coinciden Jorge Giordani, Jesús Faría, Aristóbulo, entre otros. Basta leer Aporrea para tener una dimensión de este agotamiento político y discursivo.

La oposición democrática comienza el año con buen pie. Tiene mayoría calificada en la Asamblea Nacional. Este triunfo electoral conlleva una responsabilidad política: obligación de dar respuesta a la oferta electoral con la cual obtuvo esta mayoría calificada. Los votantes tienen altas expectativas en relación a la conducta qué esperan del bloque opositor.  Esta población –ojo, incluye no tan solo los que votaron por la unidad, sino también aquellos que se abstuvieron y una parte de quienes votaron por el PSUV-  demanda medidas concretas que proporcione sentido a la consigna del “cambio”. Desean ver el cambio concretado en iniciativas que mejoren  sus condiciones de vida. En consecuencia, para la oposición es vital que la población, más temprano que tarde, perciba que este movimiento de transformación ha comenzado.

Me parece que es indispensable, para hacer frente a los retos que emergerán este año, que los sectores democráticos construyan una unidad que trasciende lo electoral y se exprese políticamente. La historia política del país da cuenta de  fracaso (1945-48) y de éxito (1958) en la construcción unitaria. España, Chile, Portugal brindan ejemplos triunfantes de políticas formulada dentro del marco de la transición democrática. Más allá de la resistencia de grupos en el poder, existe en el país una demanda de cambio que debería traducirse en acuerdos políticos amplios que pongan fin a este ciclo del mal llamado Socialismo del Siglo XXI.

Una advertencia. La MUD deberá sortear la inmediatez táctica. Evitar el desgaste que implica la lucha entre aliados y el personalismo dieciochesco. Los tiempos demandas políticas y políticos que estén a la altura de las actuales circunstancias. En caso contrario, se abriría un vacío de consecuencias impredecibles.

Sin la menor duda, la política es así.





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