Nelson Acosta
Espinoza
Bien, arribamos
al año 2016. Mis mejores deseos. En el 2016 se iniciará en el país un periodo difícil en el ámbito de lo
económico y político. Las tendencias que se arrastraban del pasado se van a
profundizar. Lo lógico y deseable, en consecuencia, sería procurar acuerdos entorno a un programa
de transición que le evite al país salidas traumáticas, dolorosas y peligrosas.
Sin lugar a
dudas, el 6 de diciembre los venezolanos votaron por la alternativa representada por la Mesa
de la Unidad Democrática. Este sufragio mayoritario de la población expresó una demanda específica: un cambio político y constitucional que solventara la
inmensa crisis política, económica y social que confrontamos los venezolanos.
Desde luego,
para llevar a la práctica un programa de esta naturaleza se requiere la
construcción de un acuerdo político en el cual participen todos los actores
políticos: los de la oposición y los del oficialismo. En las primeras de
cambio, el gobierno ha mostrado su falta de interés de acordarse en un
planteamiento de esta naturaleza, Por el contrario, la decisión de inhabilitar
a 8 diputados muestra, fehacientemente, la tozudez autoritaria que orienta su
conducta pública.
Bien, el país enfrenta una situación difícil. Por un lado, el madurismo se encuentra perdido
y muestra una incapacidad de generar políticas para afrontar la crisis. Por el
contrario, formulan estrategias que conducen a profundizar sus errores. De ahí la
idea de radicalizar la “revolución”. Pero vamos a estar claros. Sin Chávez, no
existe el chavismo. Este espacio vacío no es susceptible de ser ocupado por
ningún dirigente del PSUV. La “revolución”, en consecuencia, se encuentra agotada y sin brújula. Muchos activistas,
presagian que el fin está cerca. En cierto sentido en esta idea coinciden Jorge Giordani, Jesús Faría, Aristóbulo, entre otros. Basta leer Aporrea para tener
una dimensión de este agotamiento político y discursivo.
La oposición
democrática comienza el año con buen pie. Tiene mayoría calificada en la
Asamblea Nacional. Este triunfo electoral conlleva una responsabilidad
política: obligación de dar respuesta a la oferta electoral con la cual obtuvo
esta mayoría calificada. Los votantes tienen altas expectativas en relación a
la conducta qué esperan del bloque opositor.
Esta población –ojo, incluye no tan solo los que votaron por la unidad,
sino también aquellos que se abstuvieron y una parte de quienes votaron por el
PSUV- demanda medidas concretas que
proporcione sentido a la consigna del “cambio”. Desean ver el cambio concretado
en iniciativas que mejoren sus
condiciones de vida. En consecuencia, para la oposición es vital que la
población, más temprano que tarde, perciba que este movimiento de
transformación ha comenzado.
Me parece que es
indispensable, para hacer frente a los retos que emergerán este año, que los
sectores democráticos construyan una unidad que trasciende lo electoral y se
exprese políticamente. La historia política del país da cuenta de fracaso (1945-48) y de éxito (1958) en la
construcción unitaria. España, Chile, Portugal brindan ejemplos triunfantes de
políticas formulada dentro del marco de la transición democrática. Más allá de
la resistencia de grupos en el poder, existe en el país una demanda de cambio
que debería traducirse en acuerdos políticos amplios que pongan fin a este
ciclo del mal llamado Socialismo del Siglo XXI.
Una advertencia.
La MUD deberá sortear la inmediatez táctica. Evitar el desgaste que implica la
lucha entre aliados y el personalismo dieciochesco. Los tiempos demandas
políticas y políticos que estén a la altura de las actuales circunstancias. En
caso contrario, se abriría un vacío de consecuencias impredecibles.
Sin la menor
duda, la política es así.
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