sábado, 20 de agosto de 2016

¿Un Cisne Negro en nuestro futuro político?





Nelson Acosta Espinoza
La política, en términos generales, ha sido concebida tradicionalmente dentro de márgenes de confianza y predictibilidad. En el caso de nuestro país esta seguridad –producto de casi medio siglo de prácticas de rutinas institucionales-  ha sido responsable de cierta incapacidad para poder adelantarse a los acontecimientos. Un cierta “comodidad” discursiva cobijó  a la élite política de la época que le impidió observar las tendencias que anunciaban un futuro preñado de numerosas  incertidumbres.


Lo que intento expresar es que las miradas o marcos cognitivos a través de los cuales se evaluaba la realidad y se formulaban políticas en esos años carecían de potencialidad predictiva. Esta insuficiencia explica como un líder de naturaleza mesiánica se apoderó y destruyó al país con relativa facilidad. Desde luego, en este suceso intervinieron otras variables que no son de naturaleza discursiva y cognitiva.


Ahora bien ¿a qué viene esta reflexión? ¿Estamos volviendo una situación similar a la del pasado? ¿Nuestras elites políticas democráticas están dotadas de los instrumentos cognitivos para evaluar apropiadamente esta coyuntura? ¿Es posible la restauración de lo ya vivido?


Estas interrogantes, a la vista de muchos, pudieran constituir una suerte de provocación o, como mínimo, merecerían  calificarse de impertinentes. Después de todo la unidad y el objetivo común de salir de este régimen constituyen las prioridades por encima de objetivos de otra naturaleza.


Sin embargo, me parece importante diferenciar lo táctico de lo estratégico. No hay duda sobre lo primero. Es indispensable acumular la fuerza necesaria para poder derrotar democrática y cívicamente a este régimen. Sobre lo segundo, albergo algunas dudas.


Intentare explicar las aprensiones de carácter estratégico. Existe en la oposición una suerte de consenso en torno a las medidas de naturaleza económica que deberán ser aplicadas al asumir el poder. En este punto coinciden viejos y nuevos liderazgos. Inclusive, abarca a personalidades que fueron actores prominentes de la llamada V República. Estas coincidencias, en sí mismas, no deben resultar extrañas. Constituyen reacomodos previsibles dentro de la cultura política dominante en el país.


Sin embargo, es básico dilucidar si existe entre estos viejos y nuevos actores  un consenso en torno a un nuevo proyecto de país. Es en esta área donde es posible elevar dudas razonables y advertir sobre peligros latentes que apuntan hacia una posible restauración política de lo ya vivido.


Nassim Taleb escribió en 2007 El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable. En este libro refiere cómo casi todos los grandes descubrimientos científicos, hechos históricos, y logros artísticos tienen un impacto enorme por lo inesperado.


Esta referencia viene a cuento porque pienso que sectores de la oposición democrática no están preparados para enfrentar lo no predecible. Se encuentran  asentados cómodamente sobre  explicaciones de naturaleza empíricas. Esta racionalidad, al mismo tiempo, tiende a subestimar la importancia de la aleatoriedad. En fin, disculpen la dureza de la siguiente afirmación: estas fracciones del bloque democrático se encuentran mal dotadas para enfrentar la incertidumbre y lo improbable. Tienden, en consecuencia, a restaurar lo ya vivido.


En las últimas semanas se ha hecho evidente esta tendencia inscrita en los viejos libretos de la política. Arcaicos marcos cognitivos impulsan respuestas acomodaticias que se sustentan en costumbres típicas del pasado político reciente.  


Ojo,  con los Cisnes Negros.

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