Elías Pino Iturrieta
El presente artículo fue publicado en el diario venezolano EL UNIVERSAL , el sábado 21 de marzo de 2009. Dadas las circunstancias actuales, su contenido tiene plena vigencia y constituye una respuesta lúcida a la tendencia centralizadora del actual gobierno nacional.
Dios y Federación: No es un simple cliché, sino la acreditación del mosaico que fuimos y seguimos siendo.
El lema que se incluye entre los textos del Escudo Nacional y calza los documentos públicos no es un enunciado vacío. "Dios y Federación" refleja una situación histórica de antigua data y el desarrollo de diferentes reacciones de naturaleza política en torno a un asunto primordial de la sociedad. No sólo porque desembocara en un cruento enfrentamiento llamado Guerra Federal, sino especialmente porque refiere a una vivencia de los venezolanos que condujo progre-sivamente al reconocimiento de una heterogeneidad sin la cual nadie puede pensar hoy en la existencia de una república madura.
La Federación no es un asunto del siglo XIX al cual acude un partido político para hacerse de un argumento que lo lleve al poder, como se ha dicho antaño y hogaño, sino una realidad ineludible cuyo origen se encuentra en la fragmentación del paisaje desde los tiempos de la colonización española. La falta de caminos que convierte a la nación en un archipiélago, aun cuando el país se aproxima al siglo XXI, crea vivencias específicas que no se comunican entre sí, islas insalvables en las cuales se aclimata un entendimiento de la vida, una relación con la autoridad política y formas particulares de crear y producir riqueza que no atienden a los tirones de un solo centro. En lugar de mostrar solicitud ante los requerimientos de un mandatario ubicado en Caracas, los habitantes de las regiones hacen su vida a su manera, crean formas de alimentarse y divertirse desde su peculiaridad, adoran a sus ídolos y a sus demonios porque no existe la posibilidad de una rutina distinta, más acoplada con vecindarios que son remotos pese a su proximidad, pues no hay vehículos que los acerquen y asimilen. De allí que la Independencia no sea un proyecto nacional propiamente dicho, sino la suma de un conjunto de ópticas dispersas que expresan su interés legítimo a través de constituciones provinciales, pero también mediante liderazgos de origen local perfectamente comprensibles entonces y sólo susceptibles de reproche por interpretaciones anacrónicas. O por interpretaciones erróneas de la época, como la manejada por Bolívar a partir de la redacción de su Manifiesto de Cartagena.
Después de la desmembración de Colombia no existe un Estado Nacional sino en el papel de las cartografías y en el anhelo de un puñado de dirigentes, pues con carreteras que no existen, ni ríos adaptados para la navegación ni telégrafos para contactos de rutina, el país no es sino la prolongación de un conjunto de experiencias dislocadas. Que tal situación sea buena o mala no es asunto que se pueda ventilar en términos juiciosos, debido a que apenas conviene constatar cómo fue de veras la experiencia del pasado para entender cómo sin el análisis acertado del papel de las regiones no se puede llegar a buen puerto. El país fue un progresivo acuerdo del Ejecutivo con las privanzas comarcales, o un insistente desencuentro, y un renuente vínculo de productos y mercancías en cuyo tráfago se asentaron diversas sensibilidades que poco a poco nos han hecho como somos ahora. De allí que tengan el derecho de reclamar el lugar que les corresponde como piezas medulares del Estado Nacional. De allí que "Dios y Federación" no sea un simple cliché, sino la acreditación del mosaico que fuimos y seguimos siendo.
Que el mosaico se convierta en impedimento de mandones es otra cosa. La frase de Guzmán contra el "cuero seco" nos habla del fracaso de su hegemonía sobre las regiones, pues no tuvo más remedio que hacer tratos con los cabecillas lugareños para quedarse con una menguada cuota de autoridad. Que el mosaico se volviera un escollo para las tiranías da cuenta la conducta de Gómez, quien las dominó a sangre y fuego, a punta de procónsules sanguinarios, para tragar la parte de la tajada que no pudo comerse el Ilustre Americano. A partir de 1945 se impone otro nexo con las vivencias del interior gracias a los avances de las comunicaciones modernas apuntaladas por el auge del petróleo (teléfonos, autopistas, aviones, radio y televisión), pero también a la puesta en marcha de planes de poblamiento y colonización que convierten a Venezuela en una de las sociedades más homogéneas de América Latina.
Pero no tan homogénea como pretende un mandatario quien se siente a gusto con el método gomecista de dominación que meta en cintura a las experiencias locales, especialmente a las disidencias. Quizás añore la colaboración de sujetos como Eustoquio Gómez y Vincencio Pérez Soto, con los maquillajes del caso, o la marcha de mesnadas contra el Zulia celoso de su autonomía desde los tiempos del liberalismo amarillo, mientras la sociedad cansada de espantos se aferra a las letras que puede leer al pie del escudo, más abajo del caballito que han cambiado de posición, pero que se empeña en seguir con la cabeza volteada, en no mirar hacia adelante.
2 comentarios:
“Dios y Federación” es un concepto que se forma en la intercepción de otros dos conceptos muy diferentes entre sí, aunque no mutuamente excluyentes: “Dios” y “Federación”. Para que este nuevo concepto no sea vacío, tampoco lo deben ser sus constituyentes. Si alguien dijera que yo soy “chiquito y gordito” estaría faltando a la verdad, porque aunque realmente soy “chiquito”, no es cierto que sea “gordito”, haciendo abstracción por supuesto, de la relatividad que encierran estos términos.
El artículo aboga exclusivamente por la Federación y sólo se menciona a Dios en el título. ¿Será que parte de una aceptación de Dios sin ningún tipo de discusión? Si yo, por ejemplo, participara de esta preocupación por la Federación que reiteradamente se viene manifestando en este Observatorio, pero no me adscribo a ningún Dios ¿estaré rompiendo el mosaico? ¿No será más bien que Dios formó parte del mosaico que “fuimos, pero no seguimos siendo”? En el momento de la Federación Dios fue una entidad muy fuerte, ¿pero ahora? A juzgar por la diversidad de religiones y creencias que ha proliferado en nuestro territorio pudiéramos pensar que es Dios quien se ha federalizado. Antes, en cambio, Dios estaba centralizado mientras el país se federalizaba.
Como siempre me ha gustado el método de buscarle las cinco patas al gato como herramienta de análisis de las situaciones, veamos otro ángulo del problema:
El mandatario cuyo retrato hablado se hace en el artículo (“…quien se siente a gusto con el método gomecista de dominación…”) aparenta ser muy religioso y con bastante frecuencia invoca a Dios en sus discursos y en sus intervenciones políticas, pero no cree en la Federación. ¿Tendrá él menos verdad que quienes proceden a la inversa (mucha Federación y cero Dios)? ¿O de quienes han federalizado también a Dios?}
El artículo es unidireccional y parcializado cuando en el título ofrece una confluencia de entidades y sólo trata una. Quizás sería mejor entrarle a la defensa de la Federalización por la vía del Artículo 4 de la Constitución, puesto muy acertadamente por el Observatorio en la parte superior. Aquí sí es verdad que no hay discusión, es la Ley. Pisamos un terreno más concreto y obviamos las incertidumbres del camino divino.
Finalmente, amigos, quiero pedirles que no tomen muy en serio este comentario. Estoy totalmente adscrito en el espíritu del artículo. También siento repulsión por la enfermiza centralización impuesta por el déspota. Sólo fue una licencia que me otorgué yo mismo para ponerle un poquito de salsa a la discusión. Al fin y al cabo soy casi la única persona, hasta donde he visto, que hace comentarios en estas entregas del Observatorio.
La frase Dios y Federación es considerada como el tradicional lema de Estado de Venezuela. En un principio fue la divisa de los rebeldes federalistas durante la Guerra Federal, habiendo figurado en el Escudo Nacional al término de dicho conflicto. Esta es la descripción de wikipedia.
Amigo La braga Azul, estamos agradecidos por sus inteligentes comentarios. En especia este último. Esta frase la utilizamos como un "icono" para simbolizar lo que, a nuestro juicio, debería ser el programa político de este siglo. Lo nacional existe en la diversidad del país. Una oferta política que de cuenta de esta realidad se encuentra mejor posicionada como alternativa al asistencialismo centralista que ha caracterizado el espacio público en el país. Desafortunadamente este "marco" no es compartido en su totalidad por los amigos de la oposición.
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