sábado, 12 de octubre de 2013

Entrépitos


Humberto Seijas Pittaluga

Si algún país se ha entremetido en los asuntos internos de otros ha sido Cuba. El reguero de muertos que sus soldados o sus violentos seguidores de diferentes nacionalidades han dejado desde la década de los sesenta y hasta hoy, desde Guatemala hasta Mozambique y desde Etiopía hasta Bolivia, lo demuestran. Se creen, todavía hoy, que tienen una especie de patente corsaria para injerirse en cuanto país se les ocurra. Ya en el lejano 1964, y usando la tarima de las Naciones Unidas, el Che se jactaba de sus propósitos “redentoristas” en países del Tercer Mundo. Sin importar si eran invitados o no. Ese discurso se recuerda más por aquello de: “…tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”. Pero pocos recuerdan que en él, también se deja ver la pretensión fidelista de inmiscuirse en los asuntos internos de más de cuarenta países.

Todos recordamos lo maluco que fue Pinochet. Pero pocos rememoran que el golpe que dio se debió, en mucho, a que Fidel —otro dictador, y hasta más sangriento que aquel— anduvo por toda la geografía chilena casi un mes pregonando las bondades de la revolución (que más de medio siglo después, todavía no se ven en la isla), soliviantando a las masas contra “sus explotadores” y organizando milicias populares. Por otra parte, ya desde aquellos remotos días, el barbudo se arrogó el derecho a “proteger” a los mandatarios amigos exigiéndoles que su primer anillo de seguridad—pasando por encima de oficiales de ese país que tienen esa misión y que han jurado cumplirla fielmente— esté conformado por agentes del tenebroso G-2 cubiche. Y de convertir a esos gobernantes en mártires de ser necesario. Si no, que lo diga el alma del “suicidado” presidente Allende…

En nuestra sufrida patria, la maña de entrometerse en otros países, fisgonear lo que hacen y llevar a cabo acciones descaradas e inescrupulosas para “enderezar” lo que piensan que está torcido la empezó el líder eterno que se murió —recuerden que solo él tenía el monopolio de saber lo que era bueno para todas las naciones del orbe— y ha sido seguida por Platanote. Para el régimen resulta aceptable, correcto y hasta laudable que la consulesa que tenían en Miami se reuniera con terroristas iraníes para complotar. Pero si unos gringos, imperialistas, capitalistas y demás aliños se reúnen con unas ONGs en público, hay que expulsarlos del país cubiertos con un sinfín de epítetos. Por cierto, la grabación (visual y auditiva) que hay de tal señora no deja lugar a dudas de que SÍ estaba llevando a cabo acciones en contra de los Estado Unidos. La que enseñó Girafales lo único que demuestra es que los tombos nativos estuvieron siguiendo a los representantes norteamericanos desde que se bajaron del avión —apuesto a que estos, como corresponde al uso diplomático, informaron a nuestra cancillería y a que fue esta la que les dio el pitazo a los esbirros.

Cuando a Humala lo consideraban bueno (ya no les parece tanto) y estaba en su primera campaña hacia la presidencia, Miraflores —en una impúdica intervención— inundó al Perú con latas de atún y potes de aceite para motores que mostraban la cara del candidato al lado del de cuius muerto que ya falleció; pero bastó que el embajador Brownfield regalara unos bates y unas pelotas en Catia para que lo expulsaran. Y peor fue con Patrick Duddy: este supo que era persona non grata cuando vio la cadena donde Elke Tekonté —flanqueado nada menos que por el drogo hojillero— a grito pelado, diciendo: “¡Váyanse al carajo, yanquis de m…!” Y todo, porque no quería dejarse colear la parada por Evo Cocalero Morales, quien había echado al suyo el día anterior.

El régimen se ha metido en los asuntos colombianos desde el mero comienzo; baste recordar la propuesta de darles beligerancia a sus amigos de las FARC. Y de darles zonas para el descanso y para que partieran incursiones. Y dejarlos cobrar vacuna a nuestros productores de la frontera. Y poner a la orden de ellos aviones para que los lleven a Cuba a curarse. Y darle tarjetas de crédito a la Impía Córdova para que se diese sus “gusticos” en las muchas ciudades a donde el sabanetense pensaba que pudiera hacer proselitismo. Y pudiera seguir, pero baste que mencione lo más reciente: se han hecho los locos con lo de las denuncias, serias y bien documentadas, de que los guerrilleros colombianos están envenenando con propaganda terrorista a los niños de las escuelas tachirenses.

El ilegítimo emplea un patrioterismo exacerbado al demonizar a los extranjeros con el fin de obtener apoyo entre los votantes menos ilustrados; pero con los cubanos que le han sido impuestos como comisarios en las FAN, las policías secretas, los ministerios, las notarías y los registros no dice naitiiica. Porque también los tiene en el primer anillo. Y sabe lo que le pasó a Allende…
hacheseijaspe@gmail.com

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