domingo, 23 de agosto de 2015

La rebelión es cultural o no es rebelión.


NelsonAcosta Espinoza
“La rebelión es cultural o no es rebelión”. La frase se la escuche a unos “grafiteros” en el marco de una tertulia sobre aspectos de la cultura urbana y sus implicaciones políticas. La expresión, sin duda, posee un contenido radical y comporta una verdad de corte antropológico. Dicho en cristiano,  los cambios políticos cuando han sido sustantivos, son precedidos por transformaciones de naturaleza cultural.

Me voy a permitir ilustrar esta idea con algunos ejemplos de corte histórico. El rock and roll, expresión musical que en sus orígenes enunciaba  una américa pobre y deprimida, paulatinamente fue ascendiendo culturalmente y se transformó en la banda sonora que simbolizó una transformación profunda en el orden cultural y político en los EE.UU en la década de los sesenta.

El relato cultural que prevaleció en esa época sirvió de fundamento a innovaciones políticas radicales en el periodo de la presidencia de Lyndon Johnson. Por ejemplo, la aprobación de la Ley de los derechos civiles, el desarrollo de las políticas sociales por medio del proyecto de La Gran Sociedad, la ley sobre el derecho al voto de 1965, que permitió frenar los esfuerzos de los estados del Sur para apartar a la población negra de las urnas, fueron algunas de las iniciativas políticas que marcaron para siempre la sociedad estadounidense. Estas decisiones estaban ancladas, por así decirlo, en una profunda transformación de naturaleza cultural. Lo peculiar de esa época fue la articulación entre formas culturales de avanzada y reformas políticas progresistas.

Amigos lectores, esta breve introducción tiene como propósito resaltar la relevancia de  referentes culturales para la elaboración de una alternativa con vocación de poder en el país. En otras palabras, sin la escenificación de estos referentes la política estaría apresada en los estrechos márgenes que impone la contienda electoral. Me voy a permitir formular algunas preguntas. Por ejemplo, ¿existe en el sector democrático inclinación hacia la subversión cultural? ¿Se estarán colocando las esperanzas del cambio político exclusivamente en la esfera económica?

Me temo que el eje central del proyecto político opositor es el programa económico. Así fue en la pasada elección presidencial, Y, me atrevería a decir, que estamos en camino de repetir esa senda de reflexión. Por ejemplo, unos de los referentes donde se ancla la dirección política opositora es el escrito elaborado por 60 economistas venezolanos donde explican nuestras grandes dificultades económicas, de donde provienen y como deben ser enfrentadas. Desde luego esta reflexión es vital y debe ser punto de partida para una orientación en ese ámbito de la realidad. Sin embargo, me atrevo a formular la siguiente interrogante: ¿es suficiente? Me parece que la respuesta es negativa.

Se requeriría acortar la distancia entre la “Venezuela oficial” y la “Venezuela vital” (Ortega y Gasset dixit). Asumir un razonable grado de desconfianza ante las soluciones simples a problemas complicados. En esta Venezuela en crisis existe una vitalidad cultural que no ha sido procesada por el discurso político opositor. Su narrativa no ha podido “descubrir” los parámetros fundantes de la cultura urbana que arropa con su sentido a más del setenta por ciento de la población del país.

Las raperas Mestiza & Neblinna, por ejemplo,  expresan con fuerza los sentimientos de esa  “Venezuela vital”. Estas exponentes del hip-hop combinan sus letras con fuertes imágenes de las protestas que se han realizado en el país “Venezuela Está Candela” trasmite con más fuerza la situación del país que la mayoría de las declaraciones huecas de algunos dirigentes opositores.

En fin, es indispensable anclar la política alternativa en la rebeldía cultural. Como lo señalamos al inicio de este breve escrito, la insurgencia es cultural o no es insurgencia.

Sin duda, la política es así.

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