domingo, 30 de septiembre de 2012

Hacia un compromiso histórico



Nelson Acosta Espinoza
Estamos a seis días de las elecciones presidenciales. Un escenario previsible apunta en dirección a una victoria del candidato de la oposición Henrique Capriles Radonski. Las razones que sustentan esta afirmación la explicamos en un artículo anterior (Capriles: rodilla en tierra).

Resulta interesante abordar, en esta ocasión, algunos aspectos relacionados con su futuro ejercicio del poder. En esta área existen temas de naturaleza táctica y estratégica. En el primer orden, destaca la necesidad de producir acuerdos y alianzas que proporcionen sustentabilidad y gobernabilidad a su desempeño. A tal efecto, requerirá de una gran dosis de realismo y sentido práctico. En otras palabras, se hace indispensable suscitar un acuerdo nacional que contenga a la totalidad de los actores políticos, incluyendo, desde luego, a los partidarios del chavismo. Es imperativo derrotar la lógica amigo-enemigo, propia de un régimen autoritario, y sustituirla por la del juego político entre adversarios, propia de la sociedad civil, para que se reconozcan mutuamente. Es en este marco de acuerdos y desacuerdos donde se produce la legitimidad del ejercicio democrático.

Por lo demás, la realidad parece demandar la necesidad de este compromiso histórico. En 14 años, ninguno de los dos grupos en pugna ha podido hegemonizar el ámbito político. Situación esta que bien podría describirse como “empate hegemónico”. Es decir, a lo largo de mas de dos décadas no se ha generado una dirección política que ejerza a plenitud la orientación política y moral de la sociedad. Vale decir, que produzca y ejerza la hegemonía. Ninguno de los grupos en pugna ha podido hacer coincidir su proyecto con los intereses de toda la sociedad. En otras palabras, estamos embarcados en una “crisis de sentido”. No existe una conciencia nacional compartida por todos los ciudadanos del país. Esta carencia de “sentido”, a mi juicio, hace obligante la necesidad de construir acuerdos que subsanen esta insuficiencia.

El aspecto de orden estratégico implica la construcción de un discurso y léxico político que sustituya al que ha prevalecido a lo largo del siglo pasado y hasta el presente. Esta apuesta es la que podrá impedir la tentación “gatopardiana”; es decir cambiar para que todo siga igual. Bueno es recordar que esta pulsión siempre se encuentra presente en los procesos de transición política. En este orden de ideas, primero, habría que sentar las bases para la superación del orden democrático tradicional. Y este punto de partida lo proporciona el artículo cuarto de la constitución: “La República Bolivariana de Venezuela es un Estado federal descentralizado…”

El segundo orden de prioridad, sería iniciar una transformación de léxico que refleje la voluntad política de ir hacia una nueva distribución del poder en el país. Términos como pacto fiscal, federalismo fiscal, vecinos, autonomía financiera, alegría, estatuto de autonomías, hacienda pública estadal, apostar por la diversidad, preservar la unidad, hoja de ruta hacia el estado federal, entre otros, deberían formar parte del nuevo discurso político en torno al cual se puede iniciar la construcción de la nueva hegemonía que el país político y nacional demanda.

Para finalizar, Carabobo ha sido pionero en el ejercicio de construir un nuevo léxico político. En este sentido, ha marcado pauta hacia dónde ir. No en balde, recordemos, que fue en este estado donde nació Venezuela.

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