Nelson Acosta Espinoza
Al relato político que ha dado forma y consistencia a la vida pública en el país le ha llegado su hora. Sin duda, en las elecciones del 7 de Octubre se despejarán incógnitas vitales que suponen este y los próximos comicios. Parece apropiado, entonces, dada esta circunstancia, formular algunas interrogantes. ¿Sobre cuál cuestión trascendente se pronunciarán los ciudadanos ese día? ¿Qué implica la reelección del presidente candidato o la elección de Henrique Capriles? ¿Qué es lo que se encuentra en juego? ¿Están conscientes los electores de las consecuencias políticas que derivarían de esta elección? Desde luego, estas preguntas ameritarían respuestas contundentes. Desafortunadamente la lógica electoral ha impedido proporcionarlas en forma sencilla y masiva. O, dicho en otros términos, sus urgencias sepultaron las aristas doctrinarias implícitas en este proceso político.
La entronización de lo Uno y la muerte de la diversidad democrática. Esta podría ser una de las consecuencias a la que tendríamos que enfrentar de ganar la elección el comandante presidente. Su triunfo, paradójicamente, no tan sólo podría implicar la deslegitimación del discurso democrático, sino también la de sus rituales y los fundamentos sobre los cuales ancla su realidad. La profundización de este proyecto socialista podría expresarse a través de un discurso unívoco que atesoraría el poder y “que reuniría bajo las coordenadas de la mismidad, el sino de nuestras palabras y la visión del mundo” En otras palabras, el nuevo Monagas del siglo XXI.
En el otro extremo, el triunfo electoral y político de la oposición. En este escenario deberíamos esperar el inicio de un proceso conducente a derrumbar los relatos que tradicionalmente han esquematizado nuestra vida pública. Abrir compuertas al azar de la experiencia; a “una tirada de dados” que rompa con las tradicionales coordenadas de la certeza y provoque la descomposición del rostro de las viejas verdades democráticas. Por ejemplo, los semblantes del centralismo y provincialismo. Prácticas que se han constituido en talanqueras que obstaculizan e impiden la profundización de nuestras instituciones democráticas. En consecuencia, la apuesta de esta tirada de dados debería ser la construcción de un nuevo relato político que reivindique la fórmula de la democracia autonómica o de las comunidades autonómicas. Sólo así podríamos proporcionar un nuevo rostro a nuestra devaluada democracia.
Esperemos que Henrique Capriles, sus aliados, la MUD y los ciudadanos asuman, a partir de su triunfo electoral, esta apuesta por la organización autonómica de la república. Dejémoslo claro, la jugada no debe obedecer a razones de pretérito, sino a razones de futuro. La voluntad de cambio democrático existe y es deber del liderazgo ejercerla para construir un nuevo ordenamiento autonómico.
Los dados han sido lanzados. Proyectan su elipse y el 7 de octubre su resultado descansará sobre el tapete político del país. Son dos las opciones a ser develadas el día después: la que restaura el pasado o la que apuesta al futuro.
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