domingo, 22 de julio de 2012

El miedo a la derrota y el abuso de poder


Fernando Ochoa Antich.

El miedo siempre ha sido muy mal consejero. No le permite a quien lo sufre reflexionar con serenidad para poder darle solución al problema que enfrenta con suficiente criterio y claridad. Hugo Chávez está asustado. No logra explicarse lo que ocurre. Su narcisismo y paranoia limitan aún más su capacidad para poder entender el fenómeno histórico que se desarrolla, de una manera indetenible, en Venezuela. No quiere aceptar que tiene que enfrentar un nuevo tipo de liderazgo: Henrique Capriles, con simpatía y sencillez, ha empezado a captar las grandes mayorías nacionales. Al contrario, la imagen de Hugo Chávez está cansada y representa el pasado. Se imagina, equivocadamente, que el abuso del poder puede detener esa tendencia. No es así. Los números, aunque le maquillan las cifras de las encuestas, no le dan seguridad de su victoria.


La mejor demostración de esta verdad han sido los últimos actos militares. Allí, sin importarle comprometer el honor de la Fuerza Armada e irrespetar flagrantemente la Constitución Nacional, se ha dedicado a arengar a sus miembros para demostrarles a los venezolanos que la Institución Armada es chavista. Analicemos el fondo de sus palabras para dejar en claro lo que busca y las razones por las cuales es imposible que ese mensaje agrade a la mayoría de los cuadros militares. Lo primero que se necesita saber es que la Fuerza Armada venezolana es una organización profesional, que tiene más de cien de años de creada y que ha vivido un largo proceso de tecnificación que le ha permitido evolucionar desde el Ejército pretoriano de Juan Vicente Gómez, a las Fuerzas Armadas profesionales e institucionales de los últimos cincuenta años.

Los cuadros militares de cualquier fuerza armada profesional no consideran que sus ascensos y cargos son consecuencia de su lealtad a un régimen político determinado, sino que se logran por sus méritos profesionales. Es verdad, que la lealtad es una virtud que debe caracterizar a un militar, pero esa lealtad no es con una persona en particular sino con la Nación, la constitución y las leyes de la República. La primera equivocación de Hugo Chávez es creer que los cuadros militares pueden ver con agrado que se ofenda al adversario político. Llamar, con todo el desparpajo que lo caracteriza, “majunche” a los sectores de la oposición política debe crear un sentimiento de rechazo y comentarios muy poco favorables a su persona.

No se conformó con este abuso de poder, sino que además tuvo el descaro de afirmar que “la burguesía venezolana odiaba y despreciaba a los militares”. Esa tesis es tan absurda que traería por consecuencia que la gran mayoría de nuestro pueblo, que actualmente respalda a la oposición, odiara a los militares. La verdad, la única verdad, es que la Fuerza Armada, en el pasado reciente, era siempre, al lado de la Iglesia Católica, una de las dos instituciones más prestigiosas de nuestro país. Ese prestigio surgía, justamente, de su apoliticismo y de evitar comprometerse con los éxitos o fracasos de un gobierno determinado. Para colmo, con sus palabras buscó sembrar en los cuadros militares el convencimiento de que los únicos patriotas son aquellos que pertenecen a la Fuerza Armada. Ese absurdo es inaceptable. Patriotas somos todos los venezolanos.



Este mensaje, junto a la ratificación y nombramiento de oficiales comprometidos ideológicamente con el chavismo como Henry Rangel Silva, Carlos y Cliver Alcalá Cordones, tiene un sólo objetivo: reprimir la protesta nacional que ocurrirá el día de las elecciones si los resultados no concuerdan con el sentimiento nacional. El plan no contempla utilizar a la Fuerza Armada para controlar la inmensa manifestación que pudiera surgir espontáneamente ese día, sino mantener a sus efectivos inactivos en los cuarteles mientras los grupos paramilitares del oficialismo atacan a los sectores de oposición que salgan a protestar pacíficamente. Esta forma de actuar la aplicó recientemente el régimen al enviar a grupos armados a agredir la marcha universitaria ante los ojos cómplices de un coronel de la Guardia Nacional. El chavismo sufrirá un inmenso fracaso el 7 de octubre.

Estoy plenamente seguro de que la gran mayoría de los miembros de la Institución Armada no permanecerán indiferentes ante una grave crisis nacional como la que pudiera surgir en Venezuela si el régimen trata de desconocer la voluntad popular. El sentido institucional de la Fuerza Armada permanece como uno de sus valores existenciales. Esa es la razón de la desconfianza que tiene Hugo Chávez en los cuadros militares. La mejor demostración del respeto de los miembros de la Institución Armada a los valores constitucionales la dio el mayor general Wilmer Barrientos Fernández, comandante Estratégico Operacional, al pronunciar un discurso alejado totalmente de cualquier proselitismo político y orientado a fortalecer los valores profesionales de sus subalternos. Le rindo un sincero tributo de admiración y respeto.


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