Se ha iniciado oficialmente la campaña electoral. Compiten por el poder dos visiones dicotómicas y excluyentes del país; en estos comicios se juega, sin exageraciones, el futuro de la nación. El peso de este acontecimiento hace obligante reflexionar sobre las circunstancias que pesan en la intención del voto.
En cierto sentido, el fenómeno electoral se distancia de lo político. Las elecciones, si bien es un acontecimiento político por excelencia, su apreciación debería incluir aspectos de carácter simbólico y cognitivo. Áreas estas que se distancian de las explicaciones economicistas y socializantes que tradicionalmente han fundamentado los intentos de interpretación politológica del hecho electoral.
Las neurociencias (neurobiología, neurología, neurofisio-logía, o psicología cognitiva …) han aportado importantes piezas de convicción que abren una nueva ventana sobre las claves que explican la conducta humana. Por ejemplo, la neuropolítica se afirma como una nueva disciplina de las neurociencias, capaz de comprender cómo actúa el cerebro de los seres humanos en su condición de ciudadanos, electores o activistas frente a los estímulos de la comu-nicación política.
Por ejemplo, los trabajos de George Lakoff han mostrado la fuerza cognitiva que desempeñan el lenguaje y las emociones en la política. Igualmente, es de conocimiento generalizado que las razones no dominan la razón. Y que la mejor manera de llegar al cerebro de un elector es a través de su corazón.
En fin, es indispensable evitar la trampa que encierra la dicotomía emoción vs gestión. Para ello es necesario comprender que los factores emocionales juegan un papel fundamental en la movilización política y esta dimensión, para ser activada, requiere de música, símbolos, mitos y liturgia. Para acceder a estos componentes sería necesario auscultar la densidad cultural del ser venezolano. Estas dimensiones, sin duda alguna, proporcionarían una fuerte dosis de emoción popular a la propuesta política del candidato de la oposición.
La lucha política en la actualidad tiene un contenido de carácter existencial. En estas circunstancias los apegos primordiales juegan un papel estratégico en la movilización política. La racionalidad de la “gestión” parece insuficiente para enfrentar a esta nueva versión de “Yo-El Supremo”. Sería indispensable, para alcanzar la victoria electoral, insistimos, apelar a la pasión y los sentimientos que movilizan el inconsciente colectivo del venezolano.
Es justo reconocer el esfuerzo que está realizando el candidato de la oposición, en especial su presencia “casa por casa y poblado por poblado”. Pero, a nuestro juicio, esto no es suficiente. Se requeriría, para garantizar la victoria, invadir el espacio discursivo del chavismo e imprimir “emociones populares” a su propuesta política.
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