Transversalidad política

Nelson Acosta Espinoza

Bien, amigos lectores, pareciera que la ambigüedad  está invadiendo con su lógica las prácticas políticas, en especial, las de carácter electoral (ver los ejemplos de España y el Reino Unido). En otras palabras, las viejas distinciones ideológicas –izquierda-derecha – comienzan a ser desechadas y una nueva gramática política ha comenzado a imponerse. De acuerdo a estas nuevas reglas discursivas, el viejo clivaje filosófico que separaba los temas en torno a ejes de naturaleza ideológica tienden a desaparecer y, en su lugar, se dan cabida a aspectos que son transversales a esas viejas polaridades que dividían el espectro político.

Aquí debo señalar que  los resultados electorales en España no favorecieron a los dos partidos (Podemos y Ciudadanos) que asumieron esta opción. Sin embargo, estas iniciativas discursivas alcanzaron un éxito relativo. Ambas agrupaciones políticas lograron posicionarse como alternativas al tradicional bipartidismo que ha gobernado ese país desde los inicios de su transición política. Por otro lado, en el Reino Unido la transversalidad nacionalista y anti emigratoria, triunfo sobre posturas de naturaleza racional y europeísta.

A pesar de estas dos experiencias,  parece que una política de esta índole debería ser objeto de análisis por las vanguardias políticas de la oposición democrática. En nuestro país, por ejemplo, se ha impuesto con relativo éxito una lógica polarizadora. Artificialmente el oficialismo escindió políticamente a la ciudadanía en polos contrapuestos e irreductibles: escuálidos vs. chavistas (derecha-izquierda). Su consecuencia más inmediata fue reducir toda discusión  de naturaleza pública  a estos dos polos. Afortunadamente esa polaridad se está derrumbando y, en consecuencia, se está abriendo un espacio para poner en práctica nuevas narrativas de naturaleza transversal.

Ahora bien, ¿qué significa la transversalidad en el plano político? En términos generales con este concepto se intenta señalar que algunos de los antagonismos tradicionales que caracterizaron a la modernidad se dan por cancelados. Poner en práctica una política de naturaleza transversal significaría, entonces,  trabajar sobre ejes diferentes lejos de la polaridad irreductible “derecha-izquierda”. Abandonar este esquema clásico permitiría, por un lado, tomar de la totalidad del espectro político las propuestas más beneficiosas para los ciudadanos y, por el otro, esta circunstancia potenciaría su alcance interpelativo sobre una multiplicidad de actores. De ahí su naturaleza transversal. La crisis económica se hace sentir por igual en la totalidad  del espectro social del país. Es papel de los sectores democráticos, en consecuencia,  ensayar una narrativa que se conecte con esa transversalidad y supere la lógica de la polarización.

Desde luego, la población sufre los embates de la crisis económica y muestra un rechazo hacia el partido gobernante. Lo que no está muy claro es si las agrupaciones políticas de la oposición democrática están capitalizando transversalmente este estado de ánimo existente en los habitantes del país. Muchos analistas han subrayado que ciertas posturas oposicionistas no han sorteado aún la trampa de la polarización política y, en algunos casos, su conducta se encuentra más referida a las posibilidades de crecimiento de la organización que a las necesidades de la gente.

En fin, la oposición democrática requiere de un relato transversal que alcance a la totalidad de la población,  acoja sentires múltiples, condense sus necesidades y apremios de naturaleza social y económica en una consigna o formula de naturaleza política. La  inseguridad, desabastecimiento, inflación, alto costo de la vida diaria, etc. proporcionan la materia prima para el diseño de esa nueva narrativa que otorgue significado político a estas penurias.

Sin embargo, esta “misión” aún  está pendiente.