Nelson Acosta
Espinoza
Amigos lectores,
voy a intentar desarrollar algunos de los temas que esboce en mi escrito de la
semana pasada. En particular me refiero a la
necesidad de articular las demandas sociales con las de naturaleza
electoral. Desde luego, esta premisa es obvia. Sin embargo, en la actual
coyuntura esta “obviedad” brilla por su ausencia. Voy intentar explicar esta
afirmación.
La política es
conceptualizada como el instrumento para neutralizar los conflictos presentes
en una sociedad determinada. A tono con esta premisa el régimen intenta repetir
la misma táctica que implemento en el pasado reciente: invitar a la oposición a dialogar
sobre la salida a esta crisis. Sin embargo, ya sabemos que el objetivo es otro.
Ganar tiempo para intentar solventar la
crisis terminal que enfrenta el gobierno. En el otro extremo, la dirección
política de la oposición se ha mantenido firme. Ha señalado su disposición a
dialogar, una vez que se liberen los presos políticos, en especial Leopoldo
López y, desde luego, el referéndum no entraría en la eventual mesa de
negociaciones.
Sin embargo, al
mismo tiempo que invoca al dialogo, Maduro muestra la naturaleza autoritaria de
su régimen y envía señales de la escasa disposición de participar en un
intercambio sensato y democrático con la oposición. Voy a subrayar dos. La
designación de Didalco Bolívar y Herman Escarrá con la misión de solicitar al
TSJ la disolución de la Asamblea Nacional y la ausencia del Presidente de la
Republica, del Alto Mando Militar y de los demás poderes públicos en el acto
protocolar de la Asamblea Nacional con motivo de la celebración de la firma del
Acta de Independencia.
En fin, la
república se encuentre cruzada por un conflicto que pareciera que no tiene
salida inmediata. Me parece, sin embargo, que existe una puerta para dar
escapatoria a este impasse entre los poderes públicos del país. Es
indispensable sacar la controversia de los cenáculos de los partidos y volcar
la discusión a la calle; incentivar la movilización ciudadana.
¿Cómo movilizar
a la ciudanía? ¿Cuál consigna puede ser la apropiada? ¿De qué forma relacionar
esta movilización con la solicitud de celebración del referéndum revocatorio?
Bien, voy a
intentar dar respuestas a estas interrogantes. Los venezolanos estamos
padeciendo una situación de escasez que abarca a una diversidad de rubros y que
atraviesa transversalmente a toda la
población del país. Pudiéramos denominar a estas insuficiencias (alimentos,
medicinas, vehículos, repuestos, ropas de vestir, insumos para la higiene
personal, etc.) con la palabra hambre: escasez generalizada de insumos básicos
que padece una población de forma intensa y prolongada. En otras palabras, la
población sufre de diversos tipos de hambre; desde luego, la más visible de
todas es la de alimentos.
Ahora bien, es
necesario politizar, en el buen sentido, estas insuficiencias. ¿Cómo hacerlo?
Me parece que la respuesta se encuentra en la elaboración de una narrativa que
logre articular, por un lado, la necesidad política del momento (referéndum)
con esta carencia que padece la población y, por el otro, con la figura de
Maduro y su revolución como único responsable de esta calamidad.
Esta narrativa permitiría
colocar en el centro del accionar
político a los verdaderos protagonistas de esta coyuntura: los ciudadanos.
Igualmente, proporcionaría una base
adicional de sustento a la iniciativa del referéndum y serviría como elemento
de disuasión al intento de aplazar esta convocatoria.
Desde luego, una opción de esta naturaleza
tendría posibilidad de éxito si es asumida por la totalidad de los partidos que
integran la MUD y, adicionalmente, si
rechazan vigorosamente los “cantos de sirena” que provienen del
oficialismo.
Las 500 damas
que traspasaron la frontera para poder ir a Cúcuta a comprar comida y
medicamentos simbolizan la voluntad de cambio que se expresará en el referéndum
revocatorio y, en cierta forma, advierten sobre los peligros de caer de nuevo
en la trampa jaula del diálogo.
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