Nelson Acosta Espinoza
El hambre ha sido un elemento detonador de cambios políticos y sociales.
La historia proporciona ejemplos que conceden sentido de verdad a esta
afirmación. Quizá, el más célebre es el relato que atribuye a María Antonieta
de Austria la frase “Que coman pasteles” (Qu’ils mangent
de la brioche), afirmación pronunciada como respuesta a la demanda de la población por
harina y trigo para preparar pan. Se imputa a este hecho el haber servido de
chispa para desencadenar un conjunto de acontecimientos que culminaron con la
Revolución Francesa y la sentencia a muerte del Rey y la Reina de Francia.
Desde luego, sobre este suceso histórico existen versiones diferentes. En
cualquier caso lo que queremos subrayar es que esta carencia (hambre) condenso
un conjunto de reivindicaciones de naturaleza social y política presenten en la
Francia de 1789.
En febrero del año 1917, en la Rusia Zarista esta demanda sirvió, igualmente,
como catalizador a la denominada revolución de febrero. En esa fecha, con
ocasión del Día Internacional de la Mujer, las obreras de las fábricas
textiles de Petrogrado (San Petersburgo), donde entonces se ubicaba la capital
imperial, se echaron a las calles gritando “No más hambre; Pan para los
trabajadores; Abajo la guerra”. A partir de esta fecha se desataron con fluidez
un conjunto de acontecimientos que dieron como resultado el inicio de la
Revolución bolchevique.
Bien, amigo
lector, no saque conclusiones erradas de estas dos referencias. No estoy
postulando la necesidad de una revolución al estilo francés o bolchevique. Hoy
día no hay espacio para este tipo de cambio político. Las revoluciones del
siglo XXI son de otra naturaleza: tecnológica, científica, ambiental, entre
otras. Lo que si pretendo destacar es lo siguiente. La posibilidad que una demanda particular condense la totalidad
de los antagonismos y reivindicaciones existente en un momento preciso de una
sociedad. El ejemplo francés y bolchevique sirve para ilustrar este concepto.
Los venezolanos
estamos viviendo una situación absolutamente inédita en nuestra historia. Se carecen de referencias fidedignas para comparar
el actual escenario de desabastecimiento crónico y de hambre que padece la
totalidad de la población del país. Ilustremos esta afirmación con algunos
datos. Así, por ejemplo, existe un
desabastecimiento de alimentos básicos en un 80% de los supermercados y en 40%
de los hogares. Al 87% de los venezolanos no les alcanza el dinero para comprar
comida. En fin, el hambre azota a la población en toda la geografía nacional.
Ahora bien, ¿qué sentido tienen las
dos referencias históricas con las cuales iniciamos este breve escrito? ¿Sus
enseñanzas son aplicables en el marco de
la coyuntura que vive el país? ¿Será posible y conveniente elaborar un relato
político cuyo eje sea la palabra hambre?
En la actualidad la MUD concentra su
atención sobre una demanda de naturaleza
política: el referéndum revocatorio. Aquí están agrupados los esfuerzos y
recursos de la oposición democrática. En paralelo, los partidos políticos se
preparan para las venideras elecciones de gobernadores. Es posible preguntarse si estas acciones se
engarzan con las necesidades de los ciudadanos. Desde luego, formalmente la
respuesta es positiva. Sin embargo, me voy a permitir hacer algunas
observaciones.
La población, en general, confronta
niveles dramáticos de pobreza y encaran una privación básica (alimentos) que
les impide abastecer a sus familias. Esta necesidad vital se encuentra por
encima de otras de naturaleza política (el referéndum). La conclusión resalta a
la vista. Sería necesario, entonces, articular esta demanda social
(desabastecimiento) con la de naturaleza electoral.
Sin embargo, este relato transversal
aún no ha sido elaborado.
En fin, estamos frente a una doble
posibilidad. Por un lado, desnudar definitivamente
a la revolución bolivariana y, por el otro, enganchar emocional y políticamente a las
masas que sirvieron de base a este
fallido experimento político
No perdamos esta oportunidad.
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