Nelson Acosta Espinoza
Estimados
lectores, en esta ocasión voy a reproducir en su totalidad un documento
elaborado por un conjunto de profesores (activos, jubilados; docentes,
investigadores; autoridades y ex autoridades) de la Universidad de Carabobo de
fecha 9 de Marzo de este año. Su encabezamiento, “Es indispensable intensificar la lucha pacífica y constitucional por
una transición política” constituye un llamamiento a los sectores de la oposición
a acentuar la resistencia civil. Sin lugar a dudas, ha llegado el momento de
requerir una militancia ciudadana que respalde y acompañe, en la calle, las
iniciativas que se desarrollan en el parlamento.
Me voy a permitir,
brevemente, formular unas observaciones. Me parece que es indispensable combatir
el electoralismo. ¿Qué entiendo por esta práctica? Una suerte de pulsión administrativa
que relega a un segundo plano la necesidad de
poseer una concepción alternativa de país a la que ha sido dominante
durante estos años. Igualmente, sería preciso elaborar una narrativa que seduzca
a la población que aún se siente interpelada por el chavismo. Ambas iniciativas
se refuerzan mutuamente y podrían facilitar la tarea de traducir el descontento
“de la inmensa mayoría de los
venezolanos en fuerza y voluntad para el cambio político”.
“El Grupo de Pensamiento
Universitario, en el marco de las actuales circunstancias, ha venido
reuniéndose con el propósito de reflexionar sobre el futuro de la universidad y
el país. Hemos indagado sobre el porvenir más inmediato de esta institución en
una situación tan crítica como la que vivimos. El número de estudiantes en las
aulas se ha reducido significativamente. Los profesores, a pesar del permanente
maltrato salarial, dictan sus clases, cuando se puede, en condiciones muy poco
cónsonas con la academia. La vida universitaria se ha reducido a eso, en
un contexto de progresivo cierre técnico, hábitat intolerable y carencia casi
total de insumos. Esta deteriorada universidad es un reflejo de lo que ocurre
en el país.
Coincidimos con la opinión de muchos
expertos, en que la intensificación de la crisis del país se viene generando
con una aceleración que tiende a reducir el tiempo del que disponemos
para producir un cambio político. En materia de salud, el tiempo ya no se
cuenta en horas sino en vidas perdidas. Vivimos bajo la amenaza de un colapso
eléctrico y con él, la de muchos otros servicios. Las proyecciones sobre la
inminente insuficiencia de provisión de alimentos para toda la población son
dramáticas. Y, hablando de insuficiencias, la más peligrosa de
todas es la ausencia de una voluntad por parte del oficialismo para transar
soluciones a corto plazo.
Lo ha dicho con precisión el Padre
Ugalde, hay sectores políticos dentro del oficialismo que “prefieren la ruina total del país, antes de reconocer su fracaso y
abrirse a las reformas necesarias para que tengamos comida, medicinas y
seguridad…”.
La dirigencia democrática tiene la responsabilidad de resolver la ecuación política de este tiempo. Es la oportunidad para un liderazgo colectivo que traduzca el descontento de la inmensa mayoría de los venezolanos en fuerza y voluntad para el cambio político. Le hacemos un llamado para que se le hable al país, con contundencia, claridad y solemnidad, de ese dantesco futuro que nos promete la terquedad del Gobierno al insistir con un modelo de conducción del país ya fracasado.
Experiencias históricas – la nuestra
y de otras regiones del mundo- muestran que en situaciones de esta naturaleza
se requiere de una militancia cívica activa y organizada. Es tiempo de que el
liderazgo político la organice, la convoque y la dirija. Hablamos de
participación masiva, de resistencia pacífica, hablamos de calle con bitácora
constitucional y democrática. No hay espacio para intereses políticos
personales y subalternos.
Los universitarios tenemos una vieja
tradición de lucha. Respaldados por esta historia creemos que es necesario
intensificar la lucha pacífica y constitucional por una transición política a
la brevedad posible. El no hacerlo implica el riesgo de precipitarnos hacia un
escenario muy complejo en lo social y económico. Y además anarquizado en
lo político, cuando el pueblo reclame con similar acritud tanto a quienes
nos condujeron a este despeñadero, como a quienes no quisieron asumir la responsabilidad
histórica que este advertido tránsito hacia una crisis humanitaria demanda”
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