Manuel Barreto Hernaiz
“Godot también puede ser el mesías que resolverá los problemas políticos, o el paquete de harina" por el que se hace la cola en los supermercados, porque el venezolano se está acostumbrando a esperar...” INDIRA ROJAS
En attendant Godot (Esperando a Godot) es una de las piezas cumbres del teatro del absurdo, escrita por Samuel Beckett y estrenada en París en 1953. En esta trama, en principio, y como característico de este teatro del absurdo, no se logra percibir ningún hecho relevante, nos lleva hasta el cansancio por la sempiterna repetición, hace simbólico el fastidio y hasta la carencia de significado de la vida, angustia permanente en la corriente existencialista. Muchos son quienes consideran que se pretende escenificar la ausencia de Dios (por aquello de GOD)… sin embargo, el mismo Beckett aclaró que el título lo derivó del término francés “godillot” que en el argot o jerga francesa significa bota… lo que hace sugerir que los personajes de la obra, dos vagabundos llamados Vladimir y Estragon que esperan en vano al borde de un camino a un tal Godot, lo que están esperando es la bota. Lo desconcertante de la trama no es que Godot no llegue nunca llegue sino que pareciese que nada ocurriese en un constante ciclo de repeticiones y repeticiones y repeticiones en las que la cotidianidad de los personajes va revelando su sinsentido. Hasta el fin de la obra, entretenida por los ocurrentes argumentos, no se visualiza salida, tan solo nos hace extenuante el asunto las alocadas apariciones del pérfido cruel Pozzo y su esclavo Lucky, acompañados de un joven que repite una y otra vez a Vladimir y Estragon que Godot no vendrá hoy, "pero mañana seguro que sí". Hace muchos años el profesor Alain Badiou, refiriéndose a esta obra, comentaba que Beckett logró transformar las tres preguntas fundamentales de Kant (¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?) en preguntas más radicales: ¿Dónde iría yo, si pudiera ir a alguna parte? ¿Qué sería, si yo pudiera ser algo? ¿Qué diría, si tuviera una voz?... Y nos preguntamos nosotros: ¿Acaso aferrarnos a ciertas conjeturas no implica una ausencia total del error? ¿En qué creemos? ¿Cuáles son nuestros ideales? ¿Ahora si se acerca el fin de las ideologías?
Nuestra versión tropical se inicia – contrariando al mismo Becket, quien siempre negó toda interpretación de Godot como Dios- con una voz tenebrosa de fondo, que burlonamente exclama: ¡Dios proveerá! Del teatro del absurdo, a lo absurdo de un país, de una tendencia existencialista, a lo duro de la existencia; de cadenas sin eslabones, de épicas sin éticas, de la ansiedad a la impotencia y de ésta a la paciencia…y Godot no aparece, y las colas crecen, y las medicinas desaparecen… Como la obra agotadora, interminable, acá nadie deja de hablar, de fantasear, de elucubrar, sin prisa pero sin pausa – como decía el corso- filosofando disparates con destellos de genialidad, cada quien en su infinita espera, en pos de un alimento, una medicina, una batería, un lo que sea…y por supuesto, una salida
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