lunes, 2 de febrero de 2015

La política de la oposición: ¿A la buena de Dios?

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Nelson Acosta Espinoza
Bien amigos lectores, la siguiente reflexión es probable que no sea del agrado de muchos amigos que tienen la bondad de leer esta columna. Me refiero, a la extrapolación que a continuación haré en relación a la frase pronunciada por el Presidente Maduro: “Dios proveerá”. En principio, me voy a permitir reafirmar lo señalado en escritos anteriores. Estamos claro que esta solicitud presidencial  implica una suerte de sumisión ante la realidad del país y las dificultades que enfrenta para poder modificar, lo inmodificable: el socialismo del siglo XXI. Desde este punto de partida se explica la desesperación implícita en esta evocación mágica religiosa.

En mi modesto entender, esta exclamación o, lo que ella implica igualmente,  pudiera aplicarse al comportamiento político que exhiben algunos sectores de la oposición democrática. Vamos despacio. Intentemos explicar el sentido de lo afirmado anteriormente. Cuidado, no existe en mi espíritu ninguna pasión anti oposicionista. Todo lo contrario, me anima, si, un aliento crítico con la finalidad de enriquecer la práctica democrática.  Este ejercicio, no tengo la menor  duda,  es consustancial con el espíritu de tolerancia que debe privar en quienes profesamos la fe democrática. ¿Qué queremos significar, entonces, con esta comparación? ¡Desesperanza, dogmatismo, quietismo o un exceso de optimismo en este sector de la oposición?

El electoralismo, entendámoslo, funciona como una fe ciega. Y esta certidumbre tiende a desplazar la actividad propiamente política. Las cifras de las encuestas reseñan una mayoría disgustada e insatisfecha con las políticas del gobierno. En especial aquellas relacionadas  con el abastecimiento de alimentos básicos. Para algunos opositores, entonces,  esta circunstancia luce suficiente para obtener una mayoría holgada en la próxima elección parlamentaria. Creencia esta que ha sido  respaldada por distintas exploraciones de opinión pública. Todas ellas miden un mayoría de la población arrecha con las políticas del gobierno, en especial, las atenientes a la distribución de comestibles.

A pesar de estas condiciones objetivas, es válido preguntarse: ¿Dónde ubicar la política, el relato, la narrativa y las emociones? ¿Son, acaso,  las circunstancias económicas tan favorables al sector democrático que sería posible dejar estas condiciones subjetivas “a la buena de Dios”.

Me parece que dejar estas circunstancias  “a la buena de Dios” sería un gran error. Vamos a decidirlo con claridad. La oposición hasta ahora, no tiene un relato alternativo. La consigna de la unidad pareciera ser su mejor mensaje y esta no es suficiente. Por otra parte, exigir la renuncia de Maduro no constituye un programa político y, desde luego, es insuficiente en términos de ofertar un proyecto de país.

Ciertamente es loable aspirar a la unidad nacional. Seria injusto y políticamente incorrecto cuestionar una iniciativa de esta naturaleza. Sin embargo, es válido elevar algunas interrogantes en torno a este tema. Por ejemplo, ¿Qué significa lo nacional para estos actores políticos? ¿Representan ellos la diversidad cultural, social y política presente en la población venezolana? ¿Las regiones, con sus anhelos y demandas se encuentran representadas?

La unidad y los acuerdos que ella suscite, insisto, deben traspasar la inmediatez electoral. La formulación de un nuevo proyecto de país que sustituya los del pasado y del presente no puede quedar “a la buena de Dios”. No basta con identificarse con los hombres que pudieran representarnos en estas próximas elecciones parlamentarias. Es imperativo poder formar parte de ese quehacer colectivo.

En fin, de lo que se trata no es “solo vivir en democracia, sino vivir la democracia”.

Sin dudas, la política ahora es así.

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