
Nelson
Acosta Espinoza
Bien
amigos lectores, la siguiente reflexión es probable que no sea del agrado de
muchos amigos que tienen la bondad de leer esta columna. Me refiero, a la extrapolación
que a continuación haré en relación a la frase pronunciada por el Presidente
Maduro: “Dios proveerá”. En principio, me voy a permitir reafirmar lo señalado
en escritos anteriores. Estamos claro que esta solicitud presidencial implica una suerte de sumisión ante la
realidad del país y las dificultades que enfrenta para poder modificar, lo
inmodificable: el socialismo del siglo XXI. Desde este punto de partida se
explica la desesperación implícita en esta evocación mágica religiosa.
En
mi modesto entender, esta exclamación o, lo que ella implica igualmente, pudiera aplicarse al comportamiento político
que exhiben algunos sectores de la oposición democrática. Vamos despacio. Intentemos
explicar el sentido de lo afirmado anteriormente. Cuidado, no existe en mi
espíritu ninguna pasión anti oposicionista. Todo lo contrario, me anima, si, un
aliento crítico con la finalidad de enriquecer la práctica democrática. Este ejercicio, no tengo la menor duda, es consustancial con el espíritu de tolerancia
que debe privar en quienes profesamos la fe democrática. ¿Qué queremos
significar, entonces, con esta comparación? ¡Desesperanza, dogmatismo, quietismo
o un exceso de optimismo en este sector de la oposición?
El
electoralismo, entendámoslo, funciona como una fe ciega. Y esta certidumbre
tiende a desplazar la actividad propiamente política. Las cifras de las
encuestas reseñan una mayoría disgustada e insatisfecha con las políticas del
gobierno. En especial aquellas relacionadas con el abastecimiento de alimentos básicos.
Para algunos opositores, entonces, esta
circunstancia luce suficiente para obtener una mayoría holgada en la próxima
elección parlamentaria. Creencia esta que ha sido respaldada por distintas exploraciones de opinión pública.
Todas ellas miden un mayoría de la población arrecha con las políticas del
gobierno, en especial, las atenientes a la distribución de comestibles.
A pesar de estas condiciones objetivas, es
válido preguntarse: ¿Dónde ubicar la política, el relato, la narrativa y las
emociones? ¿Son, acaso, las
circunstancias económicas tan favorables al sector democrático que sería
posible dejar estas condiciones subjetivas “a la buena de Dios”.
Me
parece que dejar estas circunstancias “a
la buena de Dios” sería un gran error. Vamos a decidirlo con claridad. La
oposición hasta ahora, no tiene un relato alternativo. La consigna de la unidad
pareciera ser su mejor mensaje y esta no es suficiente. Por otra parte, exigir
la renuncia de Maduro no constituye un programa político y, desde luego, es
insuficiente en términos de ofertar un proyecto de país.
Ciertamente
es loable aspirar a la unidad nacional. Seria injusto y políticamente
incorrecto cuestionar una iniciativa de esta naturaleza. Sin embargo, es válido
elevar algunas interrogantes en torno a este tema. Por ejemplo, ¿Qué significa
lo nacional para estos actores políticos? ¿Representan ellos la diversidad
cultural, social y política presente en la población venezolana? ¿Las regiones,
con sus anhelos y demandas se encuentran representadas?
La
unidad y los acuerdos que ella suscite, insisto, deben traspasar la inmediatez
electoral. La formulación de un nuevo proyecto de país que sustituya los del
pasado y del presente no puede quedar “a la buena de Dios”. No basta con identificarse
con los hombres que pudieran representarnos en estas próximas elecciones
parlamentarias. Es imperativo poder formar parte de ese quehacer colectivo.
En
fin, de lo que se trata no es “solo vivir en democracia, sino vivir la
democracia”.
Sin
dudas, la política ahora es así.
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