sábado, 22 de julio de 2017

¿Triunfará la voluntad democrática de los venezolanos?


Nelson Acosta Espinoza
El fin de semana pasado fue escenario de un hecho político sin precedentes en la historia del país. Me refiero a la organización, celebración y, desde luego, resultados de la consulta popular emprendida por la oposición el 16 de julio del año en curso. En poco más de 15 días se lograron desplegar y habilitar en el país 2.029 puntos soberanos, que albergaban 14.303 mesas de votación. De acuerdo al último conteo 7.186.170 ciudadanos votaron en este evento. En otras palabras, bajo condiciones precarias desde el punto de vista organizativo, la población acudió masivamente al llamado del sector democrático de la oposición.

Sin la menor duda, a partir de este acontecimiento es otra la configuración del espectro político del país. Y, lo que es más importante, la población hizo un acto de fe democrática y mostró su voluntad de abrir caminos para una salida civilista a la crisis política que sacude al país.

Ahora bien, es oportuno preguntarse, ¿el gobierno ha leído apropiadamente este hecho? ¿Ha mostrado signos de rectificación? O, por el contrario, ¿se ha afianzado su decisión de convocar una Asamblea Nacional Constituyente? Tengo la impresión de que esta última alternativa es la que en la actualidad se encuentra vigente. Con una torpeza inaudita el círculo que controla el poder insiste en llevar a término esta convocatoria y, en consecuencia, enrumbar al país hacia una situación en extremo conflictiva.

En sus últimas intervenciones el Presidente Maduro, sus ministros y dirigentes de la cúpula de PSU insisten en devaluar el evento del pasado 16 de este mes y proseguir con la convocatoria de la ANC. No han querido comprender el significado factual y simbólico de esta consulta.

En términos simbólicos la fuerza de los sectores democráticos ha aumentado en forma geométrica. Su legitimidad ha crecido y hoy constituyen una alternativa cierta de poder y reemplazo de la cúpula madurista. Prueba de esta afirmación lo constituye, entre otras, la designación por parte del parlamento de los miembros del Tribunal Supremo de Justicia en reemplazo de los designados arbitrariamente en los últimos días de la gestión de Diosdado Cabello.

Sin embargo, parece legítimo formular la siguiente interrogante ¿coexistirán en el país dos TSJ? Igual reflexión podríamos hacer en relación a la Fiscalía. En otras palabras, estamos en presencia del enfrentamientos de dos “voluntades”• de poder excluyentes. En un escrito anterior califiqué esta situación como de “equilibrio catastrófico”. Esta condición calamitosa es peligrosa. Uno de los escenarios previsibles sería una salida de naturaleza fascista con un alto costo para la vida política en el país. Otra alternativa, la deseable, es el triunfo de la voluntad democrática y, en consecuencia, llamado a elecciones regionales y nacionales bajo la supervisión de la comunidad internacional.

Para lograr concretar esta última opción sería necesario intensificar la presión de la calle, desarrollar formas novedosas de lucha y atraer la atención internacional.

Estamos en presencia de una coyuntura histórica única. En principio, se requiere derrotar el populismo socializante, centralista y autoritario que ha reinado en estos 18 años. Pero igualmente, es imprescindible ir formulando el nuevo proyecto de país que reemplace las distintas versiones de democracia que han estado vigente a lo largo de este ciclo histórico que culmina. No se trata de restaurar las viejas prácticas políticas. Por el contrario, habría que sustituirlas por una nueva cultura democrática que haga del ciudadano su principal protagonista. En esta dirección apunta el acuerdo de gobernabilidad anunciado recientemente por la dirección política de la MUD. Se entiende que las tareas del futuro requerirán de grandes consensos políticos que proporcionen la debidad viabilidad a las políticas que remplazarán este desastre socialista.

Es importante recalcar que al calor de estas luchas se ha venido forjando un nuevo liderazgo político que puede encabezar la histórica tarea de construir una nueva Venezuela que cancele, de una vez por siempre, tentaciones populistas, centralistas y autoritarias.

La juventud del país está pagando un costo alto en la búsqueda de una salida a la tragedia que estamos enfrentando. Hagamos honor a su sacrificio y derrotemos el presente autoritario y las tendencias restauradoras del pasado.

La política tiene que ser así.

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