domingo, 12 de abril de 2015

¿Un contrato social para Valencia?




Manuel Barreto Hernaiz
Hace pocos días el alcalde Miguel Cocchiola alertaba acerca de la paralización de las  grandes ensambladoras de autos radicadas en la Zona Industrial de Valencia, lo que acarrea - entre otras calamidades - la pérdida de empleos, la caída en la recaudación del municipio y la estabilidad del mercado automotriz en todo el país; en tanto que al referirse al “Reimpulso Industrial del estado Carabobo”, el gobernador Francisco Ameliach  indicaba la necesidad de lograr que la capacidad instalada que se encuentra en la entidad, se ponga al 100 por ciento. Sin embargo, tanto el alcalde de nuestra ciudad, como el gobernador de nuestro estado deben saber que TODA VENEZUELA vive una crisis profunda que no se deriva exclusivamente de las  políticas económicas desacertadas sino de una conducción gubernamental y concepción ideológica errada.

Se trata de una crisis causada simultáneamente por el deterioro de instituciones públicas, las cuales ahora funcionan peor o son expresamente transformadas en organismos inoperantes, en tanto el régimen se empeña en imponer el llamado “Socialismo del Siglo XXI”, un arcaico y fracasado sistema, nociva copia  tanto en el plano económico como en las aspiraciones políticas, de aquel socialismo real o marxista, parapeto decimonónico que se empeñan en resucitar.

¿Cómo hablar de “reimpulso” cuando basta un simple –o deprimente - paseo por lo que va quedando de aquella Zona Industrial modelo para América Latina, para percatarnos que se trata de una zona industrial fantasma? Anotaba Kierkegaard que la vida sólo se comprende mirando hacia atrás pero que debe vivirse hacia delante. La traslación de esta sentencia filosófica nos indica  que no podemos  plantearnos con rigor cuál va a ser el futuro de la ciudad si no comprendemos,  previamente, cuál ha sido su influencia en la evolución histórica, política, social y económica del país; entonces nos preguntamos:  ¿Que nos queda de 1951, momento en el cual nuestro terruño se empeñará en llevar adelante el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones, con el apoyo, más adelante, de un proactivo Concejo Municipal que dictó una resolución en la cual se ofrecían terrenos y exoneraciones de la patente de industria y comercio por un número de años a las industrias que se establecieron en Valencia? ¿Que nos queda de la política municipal de incentivos perfeccionados en 1959 y en 1962 con la creación de FUNVAL, y que llevaron al establecimiento de las zonas industriales municipales norte y sur para las grandes empresas y el Parque Industrial ubicado en el sector la Florida, para el uso de la pequeña y mediana industria?. 

De acuerdo a la última encuesta de la industria que realizó el Instituto Nacional de Estadística en 2007, se contaron 947 empresas manufactureras, de las 1.687 que había en 1998, una disminución de 44% sólo en Carabobo. La industria en Carabobo genera 177 mil 537 empleos, indica un informe de la CIEC. Esto es 20% de la mano de obra manufacturera del país.   

Recordemos, entonces, que las relaciones sociales en democracia se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales. Valencia merece un nuevo Contrato Social, tal como el que se idealizó en 1958, y se cristalizó más adelante con los acuerdos tácitos entre los emprendedores y visionarios industriales, la renaciente y autónoma Universidad de Carabobo, que  abrió sobre la marcha las carreras de Ingeniería Industrial y Relaciones Industriales y el verdaderamente demócrata gobierno de aquel noble e histórico momento.

En la medida en que vivimos una crisis de confianza, el nuevo contrato debe  comenzar precisamente restableciéndola. Valencia es la herencia y patrimonio que debemos desarrollar sin hipotecar su futuro, y es nuestra responsabilidad- por respeto a nuestros antecesores-  hacer cuanto esté a nuestro alcance para preservarla para las futuras generaciones.


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