Simón García
La
transición es tema urgente y de política práctica. Urgente porque Maduro,
ahogado en su nivel de incompetencia, no logra sacar al país del atolladero
donde sus políticas lo han metido. Práctico, porque expresa lo que desea una
novedosa mayoría que suma a opositores y seguidores del gobierno.
La fuerza
de la transición consiste en ser la última carta de la sociedad para impedir
que el Estado arruine al país. En algún punto de nuestra involución, la cúpula
oficialista se topará con la disyuntiva de rehacer su modelo o arriesgarse a
ser desplazada, total o parcialmente, por una incontenible presión social.
La
transición es segura, aunque ahora sepamos poco acerca de su intensidad, su
ritmo o su modalidad. Las fuerzas conservadoras en el poder y los integrantes
de la nueva clase de los boliburgueses no van a recorrer voluntariamente ni
medio centímetro en dirección a una transición que reduzca o ponga fin a sus
privilegios.
El alto
gobierno le huye a la transición. Sus últimos movimientos indican que prefiere
chocar con sus bases populares y perder su apoyo, antes que recortar su
hegemonía o adoptar cambios en el modelo. Se resisten a retornar a la
democracia y aceptar tanto mercado como sea necesario. Pero en el seno del
oficialismo puede haber sorpresas, porque hay quienes están leyendo con
realismo el descontento que amenaza con barrerlos.
La
oposición requiere formular ya una propuesta de transición pacífica,
democrática y progresista, Su presentación unitaria es punto central en la ruta
para transformarse en alternativa capaz de albergar a la nueva mayoría plural
que refuta radicalmente el modelo de socialismo autoritario.
Lamentablemente
en la oposición persisten residuos de la polarización que el oficialismo logró
acuñar en la sociedad. Visiones que, nutridas por una comprensible
desesperación y que terminan alimentando la desesperanza, reponen la
polarización absoluta al ofrecer la transición como un choque de trenes.
Algunos
dirigentes fantasiosos buscan mejorar su presencia en el parlamento mientras
administran discursos que oponen la calle a los votos. Hay que rebatir sus
afirmaciones con una ofensiva de ideas, porque no sólo crean desánimo y
desconcierto en nuestras filas sino que bloquean la convivencia con quienes
vienen del oficialismo.
En la
práctica cumplen el papel de opositores de la oposición, en vez de elevar sus
aportes para que la MUD, y los partidos que la integran, acometan el viraje que
les permita crecer del descontento, integrar las motivaciones e ideales que
portan los que ya no pueden mantenerse en el oficialismo y proponer un rumbo
que le de sentido de país a una experiencia de convivencia entre personas que
han sostenido proyectos políticos rivales.
Es
impostergable que la MUD, el núcleo principal de la oposición realmente
existente, presente su agenda sobre la transición. Finalizar la pesadilla
requiere ideas de país en las cuales confiar y muchas iniciativas que
prefiguren la Venezuela que está por venir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario