domingo, 8 de marzo de 2015

Una camisa de fuerza llamada control de cambio





Miguel A. Megias Ascanio

Cuando el 5 de febrero de 2003 se inició el control de cambio de las divisas, nadie pudo vaticinar el desastre y corrupción que esto traería consigo. El primer valor del dólar se fijó en 1.600 bolívares (hoy 1,60), monto este que significó una importante devaluación pues el dólar se cotizaba  libremente para esos momentos en alrededor de 1.000 bolívares.

A pesar del control cambiario, los bancos y casas de bolsa pudieron seguir convirtiendo libremente las divisas, lo que permitió a la economía, muy dependiente de materias primas e insumos importados, continuar funcionando con cierta normalidad. Desde luego, el mercado libre siempre estuvo unos puntos por encima del mercado controlado. Quienes no podian acceder a las divisas oficiales, tenían la opción de adquirirlas en el llamado “mercado permuta”, operado principalmente por las casas de bolsa mediante el sencillo mecanismo de adquirir, por ejemplo, acciones venezolanas que se cotizaban en las bolsas de Caracas y de Nueva York, y hacer una sencilla compra-venta al precio del momento. La desviación del dólar permuta, con respecto al oficial, era relativamente pequeña.

Lo que comenzó como un “experimento” para controlar de alguna manera al sector privado (la excusa que dio el gobierno de entonces para implantar el control fue para “evitar la fuga de capitales”), al cabo de unos años se convirtió en un auténtica pesadilla. En 2009, ante una presunta recesión, el gobierno creó dos diferentes tasas: una, a Bs 2,60, para sectores prioritarios, y otra de 4,30 para todo lo demás. Con esto se inician las grandes distorsiones que han ido creando el caldo de cultivo para el enriquecimiento ilícito, la venta ilegal de divisas y la asignación de dólares a empresas “fantasma” o de “maletín”. Empresas que, con la connivencia de personal interno del organismo controlador, CADIVI, lograba obtener millones de dólares preferenciales que después eran vendidos, con una inmensa ganancia, en el mercado permuta. Para agravar aún más la situación, se eliminó, en 2010, de un plumazo el mercado permuta (cerrando las casas de bolsa para estos efectos), que hasta ese momento era la válvula de escape para adquirir divisas destinadas a insumos y materias primas cuando el acceso a los dólares oficiales se hacía muy lento o imposible. Así, el dólar permuta pasó de 7,30 a casi 80 en corto tiempo. Es evidente que fue un grave error haber eliminado este mecanismo, pero todavía los responsables de este error no son capaces de admitirlo.

Así llegamos al año 2014, con un mercado paralelo “prohibido” (pero funcionando), hasta que se “legalizan”, con cuatro tipos de cambio: 6,30, para medicinas y alimentos, Sicad I, mediante  subastas, alrededor de 12 bs/$, Sicad II, otro tipo de subasta, a Bs 50 por dólar y “mercado libre” que comenzó a subir y subir y que para estos momentos ha superado ya la cota de los 250 Bs/$. Ante tales diferenciales, no es extraño que la corrupción haya aumentado hasta límites intolerables. Según el profesor Jorge Giordani, autor intelectural de muchas de las medidas económicas, incluyendo el control de divisas, se fugaron del país un estimado de 20.000 millones de dólares en 2012. Claro, es lógico que ante el tremendo diferencial entre el dólar oficial y el libre, los apetitos para defraudar al estado aumentaran considerablemente.

Por otra parte, y como una pieza más de este extraño puzzle, en Venezuela tenemos la paradoja de que  un viajero que vaya al exterior, digamos a México o Madrid puede (o podía), con los dólares baratos obtenidos mediante el “cupo” viajero, venderlos en el mercado negro y así no solo viajar gratis sino además obtener una importante ganancia. Nos han informado que muchos de los viajes a Cuba no tienen otra finalidad que la de usar (“raspar”) el cupo, además de pasar unos días de vacaciones en la isla. ¿Como puede progresar un país que tolera y estimula estas perversiones?

Las industrias, pequeñas medianas y grandes, tienen una gran dependencia de materiales, repuestos y todo tipo de insumos que provienen del exterior. Es muy raro encontrar una empresa industrial que no tenga algún tipo de dependencia del extranjero. Bajo esas condiciones, los productores nacionales, con la camisa de fuerza que le impone el control cambiario, están impedidos de ser productivos, deben racionar muy bien sus insumos y detener la producción cuando no les llega a tiempo. Un caso típico es el de las empresas ensambladoras de vehículos: la producción ha caido a niveles nunca antes vistos, debido a los problemas para obtner divisas. Como anécdota, en una época tuve a mi cargo una pequeña empresa de eléctrónica (circuitos impresos) y no me puedo imaginar los dolores de cabeza que hubiera tenido para obtener las materias primas y todos los insumos que se requieren para fabricar este producto (que, dicho sea de paso, nadie hoy fabrica en Venezuela).


Esta camisa de fuerza, que ha hecho tan dificil la produción nacional, es la que hay que eliminar. La incomprensión por parte de quienes dirijen la economía nacional, de las dificultades que generan los controles cambiarios, ha hecho posible que pasemos de un sistema dual (control y cambio libre) a cuatro sistemas de cambio (tres controlados y uno libre). Y el libre, que se alimenta de pequeños montos provenientes de particulares, va subiendo y subiendo y nadie puede vaticinar, en estos momentos, cuando llegará al tope. Por ahora es casi 40 veces el valor del dólar oficial más barato (6,30).

Eliminar la camisa de fuerza que impone el actual sistema es un imperativo del que nuestros políticos no hablan. Ese es un tema que deben debatir y hay mucho que pueden proponer, en vez de limitarse a criticar lo que hay. Con la liberación de las divisas volverían las fábricas a producir, bajaría el índice de escasez y hasta, tal vez, también los precios bajarían por haber una sana competencia.

Se ha hablado últimamente, de las ventajas e inconvenientes de “dolarizar la economía”. Es decir, hacer lo que hizo Ecuador, cambiar su moneda (el sucre) y sustituirla por el dólar. No soy economista y por tanto no me sumo a la discusión ni a favor ni en contra. Pero desde mi punto de vista, como observador, el actual gobierno jamás aceptaría, por motivos ideológicos, sustituir el bolívar (que simboliza al Libertador Simón Bolívar) por la moneda del “imperio”, por muchas ventajas que eso trajera.


Por favor, señores gobernantes, ¡quitennos la camisa de fuerza! Y señores de oposición, ¡hagan propuestas proactivas!

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