domingo, 1 de marzo de 2015

De las tristes a las pasiones alegres (a propósito del asesinato del joven Kleivert Roa)


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El Joven liceista Kleivert Roa, vilmente asesinado

Nelson Acosta Espinoza
Amigos lectores, voy a admitir con toda franqueza,  la profunda indignación y tristeza que me generó la muerte (asesinato) del joven liceísta Kleivert Roa. Un  tachirense de catorce años de edad. Estos sentimientos, sin duda alguna, deben haber sido compartidos por la gran mayoría de la población. Más allá de la diferencias de orden político presentes en el país, tengo la seguridad que los venezolanos se sintieron indignados ante esta innecesaria muerte.
A continuación el relato, de la señora Glenda Lugo, vecina de la calle donde fue asesinado este joven liceísta. “¿Cómo es posible que un niño venga corriendo y este policía se baje de la moto, le apunte y el niño le suplique que por favor no lo mate y este desgraciado le dispare? Después se arrodilló y le pidió perdón. Y todavía tenía la concha de llevárselo. Aquí están los golpes, miren mis brazos como están, golpeados por ese policía porque no quería que yo agarrara al niño porque ellos se lo querían llevar a rastras en la moto, y yo misma les dije: ‘Después de que lo mataron como a un perro ¿qué van a hacer... tirarlo como un perro?’. Lo que hicieron fue destapar bombas lacrimógenas y tirárnoslas para dispersarnos”.
Esta desgarradora narración, que no es la única en esta Venezuela convulsionada y violenta, debería servir como un marcador ilustrativo de las “pasiones tristes” que son impulsadas desde el gobierno del señor Maduro. Usted amigo lector se preguntará ¿en qué consisten estas pasiones tristes? ¿Cómo combatirlas? Bien este término es extraído de la filosofía de Baruch Spinoza, (Baruch de Spinoza, Ámsterdam 1632-La Haya 1677).  Filósofo neerlandés de origen sefardí portugués.
En un cierto sentido, la actualidad política podría ser  definida como un momento marcado por la influencia de las “pasiones tristes” que son utilizadas por el oficialismo  para fomentar la pasividad y generar impotencia frente a lo que se presenta como inevitable. Las repetitivas cadenas gubernamentales promocionan estas pasiones. Su propósito es  fomentar la sumisión de la población ante las instituciones oficiales y capturar su voluntad “para que hicieran lo peor, a pesar de que racionalmente, vieran lo mejor”.
Usted, amigo lector, se preguntará ¿cuál es el antídoto para neutralizar estas pasiones tristes? Bien, estimular su contrario, las pasiones alegres. En otras palabras, esta postura vital incita a pensar nuestra democracia, no desde los parámetros de la política del llamado socialismo del siglo XXI, sino como una práctica verdaderamente participativa alejada de todo burocratismo. Las alegres, propician un sistema político en el cual los ciudadanos pueden potenciar su capacidad de autogobierno.
Los sucesos de Táchira, exigen practicar una postura oposicionista de resistencia a estos poderes que  arrebatan  la dignidad ciudadana y promocionan la desesperanza. La MUD (Mesa de la Unidad Democrática), este es un llamado a este organismo de convergencia política, debe dar un paso al frente incentivando las “pasiones alegres” para confrontar la tristeza, docilidad y miedo que intentar infundir las prácticas represivas gubernamentales.
Las elecciones parlamentarias son vitales para poder garantizar continuidad a la cultura democrática. Sin ánimo de exagerar, en estas elecciones se juega el destino de la república. Una mayoría contundente de la oposición implicaría un primer paso para restituir el régimen democrático, federal y republicano. Pero para alcanzar esa meta una tarea parece que es impostergable: derrotar la desafección que padece nuestro sistema político. Si se fracasa en esta faena el futuro del país estará más cerca de la tristeza que de la alegría. Hay que derrotar la visión desapasionada de la política. La tarea es emocionar para convencer. Sin duda, la política ahora es así.




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