domingo, 22 de marzo de 2015

La amenaza de la desafección política.


Nelson Acosta Espinoza
Si amigo lector, la desilusión y la desafección política son dos síntomas que tenuemente han hecho su aparición en la escena de lo público en el país. Estos indicios se reflejan nítidamente en la evaluación que la población hace de la gestión del presidente Maduro. Por ejemplo, casi la totalidad de los estudios de opinión reportan que más de dos tercios de los venezolanos muestran dudas sobre la capacidad del presidente Nicolás Maduro para enfrentar la grave situación social y económica que confrontan los venezolanos. Basta con acercarse, por ejemplo,  a los mercados populares y a los autos mercados de clase media para visualizar la profundidad de la crisis. No es tan sólo las interminables colas que se observan en estos negocios de venta de víveres. En ellas  podemos observar, de primera mano, la “escenografía de la pobreza” y el fracaso rotundo de las políticas sociales  que se diseñaron a lo largo de más década y media de gobierno socialista. Es presumible asumir, entonces, que la frustración ante este colapso terminará por llevar a la población a elevar sus reclamos en un tono fuerte contra esta administración.

A pesar de este diagnóstico, hasta este momento, las fuerzas políticas que conforman la oposición en el país, no han logrado emocionar y atraer hacia sus posiciones a los millones de venezolanos que han desertado del chavismo. Este sector de electores permanece a la expectativa en la búsqueda de una opción política con la cual identificarse. En fin, estamos frente a una situación peligrosa. Existe, en potencia, un sentimiento de cierto rechazo contra los partidos políticos, De exacerbarse esta creencia pudiéramos confrontar una situación parecida a la que privó y fue responsable de la desintegración de la cuarta república.

Sin ánimo de alarmar, pudiéramos estar enfrentando un sentimiento de desafección política. Este término puede definirse como el “sentimiento subjetivo de ineficacia y falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones democráticas que generan distanciamiento pero sin cuestionar la legitimidad del régimen político”. Esta postura ha sido corroborada en una reciente encuesta realizada por la firma DatinCorp. Este sondeo aporta información que corrobora el grado de obstinación que prevalece en amplios sectores de la población. El 74% de los encuestados evalúa negativamente la gestión del presidente Maduro, mientras que un 69% dice no sentirse identificado con ninguno de los actuales líderes del chavismo.

En la citada encuesta la oposición no resulta bien en términos de las preferencias de la población. Por ejemplo, Leopoldo López alcanza tan sólo un 19% en las preferencias de los encuestados, un 15 para el ex candidato presidencial Henrique Capriles, un 5% por el gobernador del estado Lara Henri Falcón y un 3% por la diputada María Corina Machado.

Sin embargo, estos números no significan que la oposición estaría en desventaja en unas elecciones, por ejemplo, las parlamentarias. De acuerdo a este sondeo, una porción significativa de los electores desvinculados con los partidos políticos (45 por ciento de los electores), votarían  en contra del chavismo, en vez de a favor de la oposición. En otras palabras, en las venideras elecciones parlamentarias, de acuerdo a este sondeo, el 48% de los encuestados votaría por los candidatos de la oposición, fuese quien fuese, y solo un 24% los haría por el candidato del chavismo.

Voy a regresar a la afirmación inicial. Más allá de los resultados de este sondeo, está claro que el país se enfrenta una crisis de carácter orgánico. La población demanda que “aparezca alguien y brinde respuestas”. Esta desafección política representa un horizonte de peligro para el modo de vida democrático. Sin la menor duda, la política ahora es así.


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