
Nelson Acosta Espinoza
Recientemente he tenido oportunidad de leer los mensajes de texto de un
grupo de ciudadanos congregados bajo la etiqueta de social demócratas. Ello ha
sido posible gracias al acceso al dispositivo de mensajería conocido como
WhatsApp. Experiencia interesante y reveladora de las preocupaciones y
angustias que embarga a este conjunto de compatriotas en torno a la situación política
que confronta el país. Es interesante
resaltar, igualmente, la utilidad de esta nueva tecnología para la comunicación
política: acceso rápido de la mensajería que permite la conexión entre personas
ubicadas en distintas partes de la geografía nacional y en temporalidades
distintas.
Por otra parte, esta iniciativa permite saber de primera mano la
evaluación que los participantes en este foro virtual de la socialdemocracia
hacen de la coyuntura política del país. Sobre este tema, me voy a tomar la
libertad de elaborar una opinión que pueda contribuir a enriquecer este
intercambio. Lo voy hacer desde una perspectiva distinta a la que, hasta ahora,
ha prevalecido en la mayoría de las opiniones formuladas en este foro social
demócrata. ¿Que pretendo indicar con esta última afirmación? Veamos.
En líneas generales, existe una propensión en la oposición de evaluar las posibilidades del cambio político y
electoral a partir de las circunstancias de orden material: inflación,
desempleo, inseguridad, precariedad de la infraestructura, deterioro de la
economía, etc. Los amigos que forman este grupo virtual no escapan a esta
tendencia de otorgar preeminencia a las condiciones de naturaleza objetivas. Estas
situaciones, hay que tenerlo presente, tradicionalmente han proporcionado los elementos para la
elaboración de propuestas programáticas e insumos para la actividad oposicionistas
y las rutinas electorales. Estas circunstancias, desde luego, poseen un peso
específico y, pudiéramos decir, sirven de piso sobre el cual debería asentarse
la estrategia comunicacional de la oposición. Pero estas realidades, por si
mismas, no han sido suficientes para inducir en los sectores empobrecidos un
cambio en su conducta electoral. Este segmento de la población tradicionalmente
ha votado por las apuestas oficialistas. En otras palabras, estas
circunstancias “objetivas,” por si solas, no han podido construir subjetividades
e identidades políticas alternativas a las que han sido hegemónicas a lo largo
de este período histórico. Y, esta elaboración es esencial para construir la
nueva mayoría que requiere el país.
Esta afirmación se encuentra respaldada por el “sentido común” y, en la
actualidad, por el desarrollo de un conjunto de disciplinas entre las que destacan
la lingüística, la neuro política y la antropología. Todas ellas apuntan a
resaltar la importancia de la dimensión subjetiva por encima de la objetiva. En
breve, los argumentos “racionales” requieren de los “emocionales” y, ambos espacios,
operan en la dimensión inconsciente de nuestros cerebros.
Por ejemplo, los sondeos de
opinión resaltan que la población en una gran mayoría se siente preocupada,
molesta, confundida y triste. En otras palabras, se encuentran emocionalmente
vulnerables. Aquí es donde es posible formular la siguiente interrogante: ¿Emociona la oferta política de la oposición a
estos venezolanos?
En fin, los demócratas tienen
por delante una ardua tarea: conquistar los corazones de esos compatriotas y,
para lograr esa meta, se haría indispensable
enmarcar sus propuestas en un nuevo lenguaje que permita abordar el cerebro de
los ciudadanos a través de sus emociones. La cultura popular y sus abigarradas
locuciones son fuentes indispensables para tejer la urdimbre de este nuevo
discurso político. Sin dudas, la política ahora es así.