Nelson Acosta Espinoza
No se asuste, amigo lector. No me he convertido en un divulgador y practicante de las enseñanzas del Che Guevara. Sin embargo, por si acaso, precisemos brevemente en que consiste la versión guevarista. El foquismo es una teoría revolucionaria que reivindica la acción armada de un pequeño foco guerrillero como dinamizador de la acción revolucionaria de las masas.
Utilizo este término para ilustrar la idea de que es posible organizar focos políticos regionales que le hablen al país a partir de sus características políticas, culturas y sociales. En otras palabras, no es necesario esperar que maduren todas las condiciones institucionales para avanzar hacia una apuesta federal y descentralizada. Esta expresión enuncia una apuesta: desplazar la polarización que ha prevalecido en el país.
La polarización, en forma sencilla, exhibe una lógica discursiva que divide a la sociedad en polos mutuamente excluyentes. Posee grados de intensidad y ha prevalecido en distintos momentos en nuestra historia. Ilustremos esta aseveración con algunos ejemplos. Su primera expresión fue el Decreto de Guerra a Muerte del 15 de junio de 1813. En forma breve, significaba que los españoles y canarios que no participasen activamente en favor de la independencia se les daría la muerte, y que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con las autoridades españolas. Esta forma discursiva tuvo continuidad a lo largo de todo el siglo XIX. Por ejemplo, la concepción positivista de la modernidad interpretaba nuestro acontecer histórico en términos de una narrativa que giraba en torno al encuentro conflictivo y excluyente entre los polos civilización vs. barbarie.
Durante el trienio adeco (1945-48), igualmente, se puso en práctica esta lógica. La polarización alejo de este experimento democrático a otras fuerzas políticas (COPEI y el PCV). Finaliza esta experiencia en noviembre del año 1948 bajo un golpe militar que perdurará hasta el año 1958. A partir de esta fecha se dio inicio a un largo período de estabilidad política. Sin embargo, es necesario resaltarlo, la polarización no desapareció del todo. Se expresó en un fuerte bipartidismo que cerraba espacio para el protagonismo de otras alternativas sociales y políticas.
Ahora bien, ¿por qué la polarización es peligrosa? ¿Esta narrativa pone en riesgo la cultura democrática? Veamos. En principio esta práctica implica la cancelación de la política. ¿Qué queremos decir con esta expresión? Por un lado, suprime de facto los espacios para moderar los antagonismos y conflictos inherentes a la vida pública. Y, por el otro, sustituye la argumentación pública por adjetivos que descalifican y desconocen a los actores políticos. Los venezolanos hemos sido testigos de esta situación a lo largo de estos últimos años. Dos polos, el patriótico y el democrático, que se desconocen mutuamente. La política ha sido sustituida por la relación amigo-enemigo.
¿Cómo diseñar una estrategia despolarizante? A mi juicio, este debería ser el tema principal de la agenda política del momento. El MAS, hasta ahora, ha sido el único actor político que apuesta por una política que enfrente la actual polarización. Ve, en el federalismo y la descentralización, una vía para ir al encuentro de la gente y montar acuerdos que permitan la edificación de una nueva mayoría. “El punto, advierte Felipe Mujica, está cómo construir con esta mayoría una manera de conducir la política que permita que se puedan generar escenarios de diálogo y reconciliación”.
Regresemos al título de este breve escrito. El foquismo implicaría, entonces, el diseño de estrategias desde las regiones que faciliten la reconciliación entre la diversidad de los venezolanos. Sin lugar a dudas, la política ahora es así.
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