Carlos Tablante
La reducción de la pobreza en Venezuela es menor a la que indican las cifras oficiales, sobre todo cuando observamos la capacidad adquisitiva del ingreso de los venezolanos. El gobernador del Estado Aragua, Tareck El Aissami, sostuvo recientemente que “Mientras se consigue más pobreza hay más lealtad a la revolución y más amor por Chávez. Mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto revolucionario“, en el marco del lanzamiento del proyecto “Base de Misiones Socialista” un plan estatal recientemente creado que busca integrar los programas sociales del régimen. Resulta irónico que el gobernador del Estado Aragua haya hecho semejante declaración desde un espacio creado con el supuesto fin de mejorar la calidad de vida de la sociedad, objetivo final de las misiones, hasta donde se había anunciado.
Ante estas asombrosas declaraciones del gobernador de Aragua, nos preguntamos: ¿Son verdaderamente las misiones, un programa de asistencia social creado para ayudar a los mas necesitados? ¿Eliminar la pobreza en Venezuela es una prioridad para el gobierno? Estas y muchas otras interrogantes nos vienen a la cabeza cuando escuchamos ese tipo de declaraciones. No nos olvidemos de aquella famosa afirmación (confesión?) del ministro de Educación – para aquel momento- Héctor Rodríguez, quien aseguró “No vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos“. Todo indica que la pobreza se ha convertido en un pilar fundamental de la estrategia del régimen para controlar a la población. Podríamos decir entonces que el fomento de la pobreza es una política de Estado.
El empobrecimiento de Venezuela es evidente. Quince años de autoritarismo-militarista han destruido casi en su totalidad el aparato productivo. El tamaño de las ingresos disminuye cada día mas, deteriorando la calidad de vida de los ciudadanos enfrentados a los niveles de carestía e inflación más altos del mundo. Económicamente y por ende, socialmente, el país va en franco retroceso.
La pobreza es la consecuencia inevitable de la imposibilidad de la sociedad de producir los bienes y prestar los servicios necesarios para cubrir las necesidades de la población. La ineficiencia del régimen en resolver los problemas del pueblo y en darle respuesta a las calamidades que sufren los venezolanos en todas las áreas, solo es superada, en sus efectos catastróficos, por la impunidad reinante que ha permitido que una nueva casta corrupta se apodere, como nunca antes, del dinero de los venezolanos. Ya es evidente que la igualación es parte de la visión estratégica de este Estado delincuente, pero se trata de una igualación hacia abajo, respondiendo a un principio primitivo: si todos son pobres “serán más leales a la revolución”. Este es un planteamiento de fondo, alarmante: la necesidad de multiplicar a los pobres, de que aumente la pobreza, para así crear una sola clase social que le permita a la casta corrupta que gobierna y a sus cómplices boli-burgueses, mantenerse en el poder. La falta de liderazgo en el sector oficial, es una debilidad que quieren tapar con el control absoluto del Estado y sus ciudadanos. La pobreza es el arma que utilizan para lograrlo.
Fernando Enrique Cardozo, ex Presidente de Brasil (1995-2002), definió lo que sucede en Venezuela como “el renacimiento de una visión utópica, una utopía regresiva”. La nueva élite que se ha apoderado del Estado venezolano intenta establecer un rumbo decimonónico a la sociedad, negando la modernidad, el progreso, el avance y el desarrollo del país, utilizando la pobreza como un mecanismo de dominación, pretendiendo retrotraer a períodos de la historia superados.
En Venezuela existe una mayoría de ciudadanos que se niega y opone a que ese modelo destructivo siga imponiéndose en la sociedad. Nosotros, desde la oposición a este régimen, tenemos la responsabilidad de definir y construir el bien común que impulse y desarrolle un orden social justo que armonice los aspectos individuales y sociales de la vida. Nuestro país tiene la capacidad de producir grandes ingresos para convertirnos en una sociedad rica, que produzca riqueza para todos, una riqueza social, convirtiendo a toda la sociedad en una fuerza productiva.
Igualar hacia arriba es nuestro rumbo, convertirnos en un motor de dinamismo y de integración social, creando las condiciones necesarias para que el pueblo pueda salir adelante con su propio esfuerzo, con dignidad, sin miedo, superando así la pobreza que lo agobia, lo limita y lo somete a un régimen que no le permite expresarse ni progresar.
La verdadera revolución es aquella que iguala a los ciudadanos hacia arriba y no hacia abajo. Esa, está aún por construirse. Los venezolanos, unidos, podemos lograrlo.
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